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Crónicas
Tomo I
Capítulo XXXIII. Se resuelve Lautaro a rendir la ciudad de Santiago - Caupolican repite el asedio de La Imperial i Valdivia - Villagra va a su socorrro - Muere Lautaro en su espedicion.

No se olvidó Caupolican que el arrogante Lautaro se adelantó a trazar la pasada expedicion sin noticia ni consentimiento suyo, i viendo que salieron erradas todas sus ideas, le reprendió su facilidad. Esta reprehension a vivo el ardimiento de aquel joven, i propuso a Caupolican un nuevo proyecto para facilitar la rendicion de la Imperial i Valdivia. Pidió se le diesen 500 Hombres escogidos para castigar la infidelidad de los promaucaes o para, mantenerlos a su devocion, si por temor se rindieran a los españoles i dejaran pasar a Villagra. Propuso reclutar desde Penco hasta los, promaucaes; fortificarse en una de estas provincias para intimidar a los españoles de la capital i que por defenderla abandonasen los establecimientos meridionales, i si se resolvía n a socorrerlos dejándolos a la espalda se ira sobre ella tomándola por sorpresa. siéndole fácil rendirla en ese caso. suponiéndola con poca defensa por atender a las demás ciudades; i que Caupolican volviese contra la Imperial i Valdivia con todo el ejército.

Le agradó al jeneral el pensamiento de Lautaro, i sin perder tiempo le concedió que eligiese 600 hombres. i le hizo salir para los promaucaes, i al mismo tiempo se puso en marcha con 20.000 combatientes hacia la Imperial. i la asedió del mismo modo que antes lo hizo (diciembre de 1556). Desde allí destacó a Lincoya para que hiciese lo mismo en Valdivia. Estas colonias se consternaron pensando no serian socorridas por i Villagra, por no aventurar su conducta; cuando ya estaba en días de entregar a, otro el gobierno. pero no por eso dejaron de defenderse valerosamente de los frecuentes ataques con que las sorprendieron.

Lautaro también aprovecho los instantes i paso el río Maule, excediendo ya su destacamento el número de 3,000 hombres. En los promaucaes se le agregaron algunas partidas i elijió el valle de Peteroa para fortificarse en él, i estar a la mira de los movimientos de Villagra.

Las operaciones de Lautaro llegaron abultadas a la capital. Se dijo en el ayuntamiento: «con Lautaro vienen muchos indios i capitanes de guerra araucanos sobre esta ciudad i su distrito, alzando i alborotando la tierra, compeliendo a todos para que se alzen i maten a todos los cristianos que en ella i su distrito residen.» En el mismo tiempo recibió Villagra una carta de D. Miguel de Velasco, que habia sucedido en el gobierno de la Inperial a Martin Ruiz de Gamboa, avisándole del asedio i de la falta de dinero, soldados, víveres i municiones de guerra, i que se persuadia estuviese la de Valdivia en la misma necesidad.

Combinadas estas noticias, entró Villagra en acuerdo consigo mismo. Reflexionó que sarlir Lautaro de Arauco con tan corto número de jente era temeridad mui distante de su ciencia militar, i conceptuó que aquel armamento no era dirijido a atacar la capital, sino a divertir sus fuerzas para impedir el socorro de la Imperial i Valdivia, sitiadas por el ejército de Caupolican. En esta persuacion, salió de la capital a fines de enero de 1557 con 100 soldados, que pudo juntar, sin decir sus designios para que no llegasen a noticias de los jenerales Lautaro i Caupolican. I aunque no se recelaba de riesgo en la ciudad, para mayor seguridad de ella, dispuso que quedase en su lugar el capita» Juan Dávalos Jufré, i en 27 del mismo mes i año le libró título de correjidor i justicia mayor. El ayuntamiento se opuso a este nombramiento, persuadido de que las facultades de Villagra no alcanzaban tan allá, porque solo era correjidor del reino. No se hizo cargo de que la audiencia de Lima le dió el gobierno absoluto de todo el país, sin mas limitacion que mudar de nombre al empleo, i por eso los letrados, a quienes se remitió este negocio, decidieron que pudo dejar teniente en la capital.

Puesto Villagra sobre Peteroa i entrada la, noche, llamó a su hermano Pedro de Villagra i le dijo: aquí te dijo con 30 hombres de los 100 que saqué de la capital; te estarás en observacion de los movimientos de Lautaro para oponerte a sus operaciones sin entrar con él en funcion decisiva; pero si tu prudencia concibe oportunidad de atacarlo, no te privo que lo hagas. Mas te advierto que aunque le venzas, si no le aseguras o le quitas la vida, no te retires ni le pierdas de vista. Yo volveré luego, i unidos le desbarataremos i perseguiremos hasta verificar su prision o su muerte.» Se despidió de su hermano i marchó. Dejémosle ir a su espedicion, que en buena mano queda la recomendacion de Lautaro.

Pedro de Villagra se atrincheró a la vista del animoso jóven araucano, i cuando tuvo ocasion de atacarle, supo aprovecharla i le forzó sus trincheras¡ le tomó el fortin que habia levantado (94), pero Lautaro recojió su jente, i marchó con ella a ponerse sobre el rio Claro. Le siguió Villagra i se fortificó en la vega del mismo rio. Intentó Lautaro anegarle su fortificacion; era fácil echar el rio por aquella parte; pero entendida la maniobra, mudó Villagra, de sitio, situándose a proporcionada distancia de los enemigos. Entónces Lautaro, que ya corria apresuradamente en busca de su forzoso destino, levantó el campamento i pasó a fortificarse en las márjenes del rio Mataquito. No le perdió de vista Villagra i se situó en paraje de buenas proporciones, para observar sus operaciones, i cortarle los progresos que intentase.

Aquí le halló Francisco de Villagra, que repentinamente dió sobre el ejército de Caupolican; a su vista entró en la Imperial i con su presencia fué bastante para que levantase el sitio, i diese órden a Lincoya para que se retirase. Demolidas las fortificaciones araucanas, dadas prontas disposiciones para el reparo de las ciudades amenazadas, i reforzadas sus guarniciones con alguna jente que él llevó, volvió con 40 hombres a incorporarse con él, que todavía tenia los 30 que le dejó (95).

Bien informado Francisco de Villagra de las operaciones de Lautaro i de la situacion en que se hallaba, resolvió atacarle. Tres horas ántes de amanecer se puso sobre las armas, i caminando por veredas escusadas, logró no ser descubierto por las patrullas que batian la campaña inmediata. Asaltó la fortificacion por la espalda, que le pareció a Lautaro tenerla cubierta por la naturaleza del terreno. Se defendió animosamente hasta hacerlos últimos esfuerzos, no solo dé una vigorosa defensa, sino tambien, los de una furiosa desesperacion. Pero traspasado de una lanza que le disparó uno de los soldados, le hizo arrancar la mas valerosa alma que se ha conocido en aquellos naturales. Mereció aquel valeroso capitan araucano ser colocado entre los heróes que ocupan los brillantes palacios de la fama. Olvidemos el defecto de su apostasía El fué industrioso, esforzado i magnámino. Supo ser artífice de su fortuna i con Honrosa jenerosidad lo sacrificó todo por la libertad en que nació, dando la vida por su patria. Mucho tiempo tuvo de su parte a la; inconstante, fortuna, i tomo jamás en negocio alguno supo nacer dichosos a sus aliados hasta el. fin, le faltó esta vez; i al mejor tiempo le entregó en los mismos brazos de la desdicha; pero con su vida sobresaliente acertó a labrarse de su misma ruina un mausoleo que perpetuará su memoria en los fastos de los siglos.

Las tropas que reclutó desde Itata hasta los promaucaes, viendo en el mayor empeño del ataque el horrible destrozo que hacia el furor de los españoles, procuraron huir, i el que pudo se escapó para librar la vida, i el que no pudo salvarla con la fuga, hizo por conseguirlo, rindiendo las armas. Pero este arbitrio no fué suficiente, porque encarnizados los araucanos, no tuvieron noticias de la muerte de su jeneral i no rindieron las armas hasta no entregar la vida, i fué preciso, con la oscuridad de la noche, matar a diestro i siniestro. De los araucanos solo el capitan Remulco salvó con vida; la libertó por mui herido entre la multitud de muertos, i fué preciso para que diese a Caupolican puntuales noticias de la desgraciada espedicion.

Francisco de Villagra entró a la capital triunfante i rodeado de públicas aclamaciones. Bien merecido obsequio; acababa de libertar cuatro ciudades, i arrancar de la mano fuerte de Lautaro las encomiendas de indios pertenecientes a los vecinos de aquella, en que tenian vinculada la subsistencia. Estos aplausos fueron acompañados de un jeneral concurso de todos las jentes que salieron a recibirle, i concluyeran su celebridad con iluminaciones i otros regocijos de los que prometió el tiempo (5 de mayo de 1557.) ¡O valiente capitan Francisco de Villagra! Mira, señor, no te deslumbre esa iluminacion, que mañana necesitan de ti mismo. Mañana haz menester toda tu constancia para merecer el premio de tus fatigas i de esta señalada victoria, uno de los mayores golpes con que supo probar el corazon del hombre la cruel inconstante fortuna, i te le asesta por la mano de un jóven que a ojos cerrados, viene descargando palos de ciego. Buen ánimo, señor, que la piedad del rei mejorará tu suerte!