ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Crónicas
Tomo I
Capítulo XXXVI. Sale el Gobernador para el Puerto de La Concepcion i desembarca en la Isla de La Quiriquina - Requiere de paz a los araucanos i finjen admitirla - Se fortifica en el continente i le ataca Caupolican.

Orientado el Gobernador del estado del país por hombre tan sagaz, prudente i advertido como era el licenciado Gonzalez Marmolejo, i pacíficamente recibido del gobierno, comenzó a tomar las medidas convenientes a su restauracion. Dispuso que Hernando de Santillana, oidor de la audiencia de Lima, que le acompañaba en calidad de auditor de guerra, quedase en la capital de teniente de Gobernador, para que el maestre de campo don Juan Remon basase a servir en el ejército en compañia de don Luis de Toledo, a quien hizo teniente de capitan jeneral, i debía seguir al valle de Penco con la caballería que condujo del Perú, i la que pudiere sacar de la capital. Envió tambien a la Imperial una pequeña embarcacion para adquirir noticias de aquellos establecimientos, i escribió a su Gobernador pasase al espresa do valle con 50 soldados de caballería con órden de llegar en agosto siguiente.

Antes de darse a la vela junto en su casa a los vecinos de la ciudad de la Serena i algunos de la de Santiago, que allí se hallaban, i les hizo ver el mal trato que, se decia en el Perú, daban a los indios i habia ocasionado la presente guerra. Les exortó a sentimientos de humanidad, i suscribió sobre este punto equitativas ordenanzas que se publicaron en ámbas ciudades. Ordeno en ellas que el vecino encomendero solo se valiese de la cesta parte de sus indios para el laboreo de las minas, i que los destinados a esta ocupacion no tuviesen ménos de 18 años de edad, ni pasaran de 50, i que se le diese al indio la cesta parte del oro que el mismo sacase, cuyo repartimiento se debia Hacer el sábado en la tarde; que los víveres fuesen conducidos a las minas por bestias de carga, de cuenta i costo del dueño de la minan, i que se diese mantenimiento bastante al jornalero; que cuidasen de enseñar sus indios, i que su instruccion se hiciese sin rigor i con amor para aficionarles a la relijion, que no se les obligase a trabajar en dias de precepto de misa, i que se le diese proporcion para oirla; i últimamente, nombro por alcaldes de minas a Hombres bien intencionados i de buena índole, que estuvieran lejos de dejarse sobornar i de permitir por el soborno las molestias e inhumanidades de que estaban sindicados.

Tambien así a los españoles dirijió sus razgos de buen gobierno, i puso buen orden en los negocios del juzgado. Manifestó mucho acierto en los asuntos políticos. Era dotado de sobresaliente prudencia¡ gobernaba con acierto. Esta cualidad le concilio el aplauso comun, de modo que de estos principios se prometieron aquellos colonos felices sucesos de su gobierno, i se le aficionaron tanto, que todos a porfía se profirieron para acompañarle en la guerra.

Tomadas estas disposiciones, se dió a la mar (junio de 1557) llevando consigo muchos caballeros de la ciudad de la Serena, que quisieron acompañarle en aquella peligrosa campana (104). No fué esta navegacion tan prospera como la anterior. Era va mui entrado el invierno, i en la altura de 35 grados se levanto una furiosa tormenta que disperso la escuadra i estuvieron algunas naves en peligro de zozobrar. La capitana fué una de éstas i se vió precisada a alijerar la mitad de su carga para salvarse. Con otras dos aguanto la tempestad i tomaron el puerto que buscaban. Las demas arribaron al de Valparaiso, pero luego que sereno la borrasca zarparon i llegaron tambien a su destino. Anclada toda la escuadra, desembarco el Gobernador en la isla de la Quiriquina para reforzar la jente i aguardar que pasasen los rigores del invierno.

Aquí no estuvo ocioso. Por medio de unos indios que Hallo en la isla requirió a Caupolican i a los demas capitanes para que entrasen en capitulacion i ajustes de paz. Oida la proposicion, fueron unos de parecer que se admitiese con favorables condiciones, i los mas votaron por la guerra. Pero el astuto Colocolo fué de sentir que se admitiese finjidamente, como tiene de costumbre esta irrelijiosa e infiel nacion, i que para contestar a la embajada, se enviase al elocuente Millarauco, hombre sagaz i advertido, para que observase las fuerzas i armamento del nuevo Gobernador.

A todos los capitanes pareció bien este dictamen i se embarcó Millarauco con otros falaces como él, en una balsa i arribó a la Quiriquina. Presentado con desembarazo en la tienda del Gobernador, cumplió perfectamente su comision. Se manifestó mui condescendiente i admitió la paz, reconociendo por soberano a nuestro católico Monarca, con la condicion de no ser tenidos por esclavos. El Gobernador le hizo muchos regalos i le despidió cortesmente.

Los araucanos no volvieron a la isla, i el Gobernador pasado lo mas ríjido de la estacion, trasladó al continente 130 hombres de sus tropas, i levantó un fortín en el alto de Pinto, situado en la parte oriental del valle de Penco, sobre la ribera del mar, en paraje naturalmente cubierto por un costado. Aseguró la fortificacion con muralla de salchichones de fajina, circuida, de competente foso i defendida de ocho piezas de artillería de calibre menor, i señaló a la tropa i oficiales los puestos que debían defender en caso de una repentina invasion.

Los penquistos, que no se descuidaban en avisar a Caupolican las mas mínimas operaciones de los españoles, le orientaron de la construccion del fortin, advirtiéndole seria secundo de la reedificacion de la arruinada ciudad. El jefe araucano hizo punto de reputacion de sus armas, la espulsion de los españoles, que Lautaro supo ejecutar dos veces. Propuso su resolucion en junta comun, porque jamás pasan a semejantes ejecuciones sin esta circunstancia, i aprobado en ella su pensamiento, se trató de juntar ejército.

No pasaron muchos dial sin que se presentasen en Arauco 9,000 hombres de las provincias de aquel estado, i de las de Catirai i Taboleu. Con ellos se puso en marcha hácia el río Biobio, i miéntras pasaba sus tropas, envió a Millarauco para que hablase al Gobernador sobre ajustes de paz. I porque esta embajada solo se dirijia a descuidar a los españoles, i reconocer el fortín, su guarnicion i defensa, le previno que nada mas pidiese ni pusiese otra condicion, que la de ser tratados bien, con amor i humanidad. Mili bien representó Millarauco el papel que se le mandó hacer. Pidió audiencia, i admitido a presencia del Gobernador, hizo una larga i elocuente oracion, dirijida a probar que la guerra en que estaban tuvo principio en el trato inhumano que esperimentaban, que es la tan jeneral copio imajinaria disculpa de sus infidelidades, i luego descendió a la peticion de la paz, bajo la fácil condicion de un benigno tratamiento. El Gobernador le recibió con la misma benignidad que en la Quiriquina, i después de asegurarle que no pensaba en la guerra, sino por necesidad en caso de ser provocado, aunque en la superioridad de las fuerzas esperaba felices sucesos, pasó a concederle la solicitud en toda su estension, i le regaló mas largamente que en la Quiriquina. Salió de la habitacion del Gobernador, i con aparente e inadvertida curiosidad reconoció las obras de fortificacion, sus defensas i número de tropas Se despidió i marchó luego a dar cuenta de su comision a Caupolican i sus capitanes. Nada de lo que refirió Millarauco fué bastante para intimidarlos i arredar sus ánimos contumaces, resueltos a ser horrorosos despojos de la muerte, o acabar con los españoles.

La noche del 9 de agosto de 1557 se puso Caupolican sobre el río Andalien con su ejército dividido en tres columnas, i ántes de amanecer el dia siguiente, atacó a los españoles. Para ejecutarlo con acierto dispuso que los capitanes Huacornuante, Marihuenu i Picul, salvasen el foso a todo costo, llevando cada uno de sus soldados un haz de fajina para cegarlo i escalar la muralla, i que a éstos siguiesen Tucapel, Loncomilla i Curipillan con las jentes de sus parcialidades para que venciesen los primeros riesgos del ataque, i pudiese el resto del ejército obrar con buen efecto.

Ejecutaron éstos tan ciegamente su deber, que Marihuenu, Picul, Loncomilla i Curipillan, quedaron en el sitio luego que se arrimaron al foso, porque no bien fueron sentidos de las centinelas, cuando va cada uño de los españoles estaba en su puesto usando de sus armas. Pero fué tal el empeño de aquellos bárbaros que, a vista del estrago que esperimentaban con el fuego de artillería, dieron tres fuertes avances, i en el último lograron salvar el foso, que ya estaba lleno de cadáveres, i abrieron brecha en la muralla. Entraron por ella, al recinto los capitanes Huaconu, Tucapel, Lebentun, Remulco, Lopunmanque, Talcahuenu i Engol. Son los indios de aquel reino inconsiderados i temerarios, i por eso no conocen el peligro ni le temen. Cada uno de éstos con su masa o macana se defendia i heria. A Tucapel le cupo en suerte lidiar con don Felipe Hurtado de Mendoza i le tiró un golpe. Huyó el cuerpo don Felipe i le metió la espada por cl brazo izquierdo. La macana dió en vago i se rompió, pero con estraordinaria lijereza se fué el Hércules araucano sobre don Felipe, en quien halló contraresto. Era este caballero de gallarda, persona, bien dispuesto, animoso, lijero, mui membrudo i robusto. Lucharon sin poderse derribar, hasta que cansados, se separaron de comun acuerdo. Ninguno pudo atender a los dos valientes. lidiadores. No hacia poco cada uno en defenderse de los siete desesperados i embravecidos leones que tenían sobre sí en el centro de sus fortificaciones, i fatigados de la pelea se retiraron.

Huaconu se asió de Martin de Elvira i tuvo la felicidad de quitarle la pica, pero le duró poco esta satisfaccion. Al saltar el foso fué muerto de un balaso, i quedó aquella por trofeo de su valor i desaire de Elvira, Muchos se acercaron a tomarla i por mas lijero le cayó esta. suerte a Huancol aunque por un breve rato. Le pareció a Elvira contra su reputacion la pérdida de su pica, i sin otra consideracion se tiró por la muralla. Salió del foso, i quitando al araucano el bote de lanza que le habia disparado, se fué a él; le derribó en tierra, i con el puñal le quitó la vida, i recuperó la pica con ventaja de su honor i reputacion.

Viendo los españoles, que estaban a bordo de la escruadra, que se empeñaban los indios en el combate, bajaron a tierra comandados de Julian Valenzuela, captan de gran fama, i supo acreditarla en esta ocasion. A punta de espada Hizo el desembarco i empezó a pelear ántes de poner el pié en tierra porque Caupolican destacó al capitan Peñitun para impedirlo. Con este lidió Valenzuela cuerno a cuerpo i no poco tiempo. Ambos eras. animosos i esforzados, pero el español tuvo la felicidad de dejar tendido en la playa, a su contrario. Ganaron los españoles el terreno a palmo para llegar al fortin. Despues de medio dia entraron en él, i perdió entónces Caupolican la esperanza de vencer i abandonó el empeño. Pelearon estos hombres con tanto arrojo, que pasó a ser obstinada desesperacion, i hacian estribo de los cadáveres para ponerse en disposicion de ofender con sus lanzas.

Quedó el foso lleno de cadáveres de los araucanos. De los españoles fué raro el que no sacó algo que curar sin esceptuarse el Gobernador, que no estuvo ocioso i salió de la funcion con una pequeña herida. No murió español alguno, pero quedaron muchos Heridos de peligro, i fueron de este número los capitanes Simon de Pereira i Francisco de Osorio (105). De los araucanos murieron mas de, 2,000. Esta, fatal suerte le tocó a Pilluhueno i su mujer, sin mas compañía que el amor, tuvo valor liara acercarse aquella noche i tascarlo entro muertos que quedaron en el foso. Halló lo que buscaba, i cuando fué de dia el mismo amor la condijo a presencia del Gobernador. Pidióle rendidamente el cuerpo de su marido para sepultarle. Se lo concede don García, i por burla le pone la condicion de rendirse al cristianismo. La puso en suspencion esta propuesta, pero el amor profano que tambien sabe hacer sus, milagros i no da ligar a reflexiones n: aun tiempo para pensar, se le permitió, i se resolvió a ser cristiana por no alejarse de sus caricias. Se instruye para ser bañada con la sagradas aguas i toma el nombre de Beatriz, i se queda sirviendo a los españoles Cerca del fortin fué sepultado el cadáver de Pilluhueno i diariamente se presentaba Beatriz sobre el sepulcro diciéndole sus ancores i Midiéndole respondiese a quien le amaba con estreno. ¡Oh amor, duende o no sé qué, cuánto puedes! Parece diablo del albor humano), que no hai espíritu sublunar que no vivifiques, creando en ellos diversas aunque contrarias impresiones! No hai quien esté esento de tus dulces encantos! Pretendes tener la excelente cualidad de bueno, i talvez lo eres, pues hasta los bárbaros te apetecen, sino es que tú por ensanchar tus dominios, te introduces hasta en pechos feroces!

Duró la funcion hasta despues de medio día, i retirados los araucanos, descansaron un breve rato los españoles para trabajar en la recomposicion de la muralla i limpiar el foso, por si acaso repetian otro asalto. Pocos dias despues avisó al Gobernador el cacique Curahuenu que todo el estado de Arauco se apercibía contra su nuevo establecimiento. Para recibir este segundo ataque, mandó equipar una lancha, para que entrando por el río Maule, diese a don Luis de Toledo una carta previniéndole acelerase su marcha con la caballería, i don García tomó todas las providencias conducentes a hacer otra vigorosa defensa, como la que hemos referido.