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Crónicas
Tomo I
Capítulo XLIII. Pacificacion de los araucanos - Traslacion de la ciudad de Los Confines i de la plaza de Tucapel - El Gobernador vuelve a La Concepcion - Funda las ciudades de San-Juan i Mendoza, i se restituye a la de Lima.

Despues de la batalla de Quiapo, se hallaba Reinoso haciendo degollar los prisioneros. A tiempo que pasó el Gobernador por aquel lugar de suplicio, Pichihuelemu, hijo de Colhuemán, indio noble del estado de Arauco, que le tenian atado para que sufriese su ultimo estrago, le pidió la vida, i se ofreció a servir con fidelidad. Se la concedió i lo llevó siempre consigo. Muerto Caupolican, le pareció buena ocasion de tratar de paz con los araucanos, i envió a Pichihuelemu para que la ofreciese a nombre suyo con favorables i suaves condiciones. Llegó el enviado a tiempo que celebraban una numerosa junta, i en ella espuso a todo el estado el objeto de su comision. Todos votaron por la guerra, pero Colocolo con su autoridad i su elocuencia, les obligó a volver sobre sí i mudar de dictamen. Les hizo ver la rapidez de la fortuna de don García, i los malos sucesos que ellos esperimentaron en aquellos dos últimos años de guerra, que les quitó casi todos sus mejores capitanes, i debilitó de tal modo sus fuerzas, que ya era imprudentísima la resistencia. I suavizados con la persuasiva voz del prudente anciano, marcharon a la plaza de Arauco i se sometieron a la obediencia los de este estado i el de Tucapel, i en prueba de su rendimiento, dieron los trabajadores para que se concluyese la fortificacion, que se hizo a todo costo con fuertes i altas murallas, profundo foso i cómodos cuarteles.

Se mantuvo en aquel destino hasta principios de junio de 1560, i como ya estaban asegurados los caminos, dió órden a todas las ciudades i plazas de armas, para que ocurriesen a sus negocios, que procuró siempre con brevedad para no causar atrasos al vasallo. Desde allí dispuso que el capitan Gonzalo Fernandez quedase de Gobernador de la ciudad de Cañete, i el maestre de campo Reinoso trasladase a Caramávida la plaza de Tucapel, para quitar a los araucanos el abrigo de aquellos montes si volvian a rebelarse. Le previno que dejándola en estado de defensa, bajase a las llanuras de Angol, i trasladase tambien la ciudad de los Confines a Colhué i le diese el nombre de ciudad de los Infantes, pero que dejase un fortin en los Confines (1560), i todo lo ejecutó Reinoso con la viveza propia de los superiores talentos que adornaban su persona.

Cuando dió esta comision a Reinoso, envió a Juan Gomez Zurita de Gobernador de la provincia de Tucuman, i al capitan Pedro del Castillo le dió 100 soldados de caballería para que, trasmontando la cordillera por el camino de los Hornillos, entrase en la provincia de Cuyo i la sujetase a la obediencia del rei. Los naturales de Cuyo nada guerreros i mui desidiosos, recibieron de paz a Castillo (1560), i fundó la ciudad de Mendoza, dándole en obsequio a don García i perpetua memoria, uno de los apellidos de su casa (1560). I porque halló buena disposicion en aquellos habitantes, hizo mas descubrimientos, i estableció tambien la ciudad de San-Juan.

El Gobernador no estaba ocioso en Arauco; trabajaba cuanto podia en el adelantamiento de la paz, i no perdia ocasion de promoverla. En una de las correrías, que se hacian en el distrito de la ciudad de Cañete, sobre los montes inmediatos a aquel establecimiento, hicieron prisionera a la mujer i un hijo del capitan Aillapaguí, i este lance le condujo a Arauco. Ofreció al Gobernador la paz, i con disimulo le puso en la mano un tejo del precioso metal. ¡Oculta fuerza del oro, lo que puedes! Hasta los bárbaros, que ningun uso hacen de tí, conocen la fuerza de tu impulso i saben que tú eres el mayor mérito que se puede alegar en el tribunal de un Gobernador. Pidió a don García la libertad de la mujer i del hijo, i se la concede graciosamente i le vuelve el oro. Admirado el indio de la bondad del Gobernador, de su desinterés, i de su prontitud en concederle sin dificultad ni encarecimiento lo que pretendia, le ofrece poner de paz la comarca de Catirai, i lo cumplió con fidelidad.

La bondad hizo a don García tan recomendable hasta entre los bárbaros, que los araucanos aun en el dia hacen buena memoria de este Gobernador. Algunos indios de perversas inclinaciones intentaron asesinarle, i comisionaron para la ejecucion de esta horrenda maldad al capitan Metucalcha, que era de operaciones tan insolentes como su nombre. Dispusieron le llevase por obsequio un cestillo de frutas silvestres, i que al tiempo de recibirlo le quitase la vida con un puñal, que llevarla oculto. Colocolo tuvo noticia del horrible atentado, no pudo separarlos de su mal propósito, i por medio de uno de sus hijos avisó al Gobernador de su peligro. Prevenido don García, llegó el perverso Metucalcha con su cestillo, se le aseguró, i hallado el puñal, confesó llanamente su delito i descubrió a todos los cómplices. Mandó el Gobernador que se les condujese a su presencia, les perdonó el delito, sin escepcion de Metucalcha, i todo le sirvió de márjen para confirmarles mas en la paz, que pidieron i tan liberalmente se les habia concedido.

Estas eran las operaciones de don García, cuando recibió carta de su padre avisándole que el reí Babia dado el gobierno de aquel reino a Francisco de Villagra, i que procurase marchar luego para Lima por hallarse enfermo, i segun le parecía mui cercano al sepulcro. Dejó la plaza de Arauco i se trasladó a la ciudad de la Concepcion, i por facultad que le envió su padre, nombró de Gobernador interino a Rodrigo de Quiroga para que entregase el gobierno a Villagra (122). Dadas en la Concepcion convenientes disposiciones de buen Gobernador, para todos los establecimientos meridionales de su gobernacion, pasó a la capital. En ella fué recibido con especiales demostraciones de alegría. Pasados los dias destinados para tan justa celebridad, visitó las arcas reales i puso en buen cobro el real erario, mandando fuese reintegrado de muchas cantidades que se debían, i por contemplacion no se exijia su pago. Su relijioso celo promovió la fábrica de un templo, que en breve habia de servir de Catedral, i puso la primera piedra de sus cimientos, i repartió sus muebles a las iglesias para restituirse al Perú con ménos caudal que el que trajo a Chile. Francisco de Villagra, escribió a su amigo Juan Jufré para que le visitase i le franquease el dinero que quisiese para su trasporte, i escribió al ayuntamiento encargándole le preparase todo lo necesario para su viaje. Muchos caballeros de todas las ciudades de aquel reino le enviaron letras de dinero, manifestando de :este modo, Villagra su gallardía, i estos señores su gratitud. A ninguno admitió cosa alguna, i a todos agradeció la inclinacion que le manifestaban, i se embarcó en el puerto de Valparaiso para restituirse al del Callao, a donde llegó en circunstancias de haber fallecido su padre.

Mereció don García el nombre de restaurador de Chile. Adelantó su conquista i dejó bien guarnecidas sus plazas i ciudades, i sostenido todo el país de un regular pié de ejército. Puso a los indios en buena disposicion de entrar en ajustes de paz. Dejó equitativos reglamentos para los indios de paz, i estableció buen órden en lo civil, político, militar i real hacienda. Era de vivísimo injenio i por eso pronto para discurir, i dotado de un gran golpe de prudencia que lo hacia abundar en acertados consejos.

Todas estas brillantes cualidades le constituyeron uno de los excelentes ¡justos Gobernadores que tuvieron aquellos dominios. Premiaba el mérito sin amor i sin interes. La negra venganza propia de corazones cobardes i pusilánimes, que siempre tuvo su domicilio en la nobleza adquirida, i postiza, en aquella que se adquiere con los empleos o con el dinero, jamás entró por las puertas de su espíritu sublime. Este hombre superior a sus pasiones, supo recompensar con honores a los que se distinguieron en el cumplimiento de sus deberes. No fué de los Gobernadores de estos tiempos, que en vez de premiar el mérito que se contrae en el servicio del re¡, le persiguen, i, émulos de la soberanía real, solo califican por mérito el que se hace en servicio suyo, como se esperimenta con demasiada frecuencia, i con íntimos sentimientos de los hombres de juicio. A todos trataba don García con afabilidad. Procedió en todo su gobierno con rectitud. Observó un inviolable método de vida, sin que jamás se le conociese la mas mínima accion ménos decente, i con este método acertó a conciliarse no ménos el amor de sus súbditos que el respeto i veneracion.

Mas como los hombres no son del todo ni pueden ser cabales, no le faltaron defectos. Tuvo la debilidad de dejarse seducir de sus capitanes, ¡resistiéndolo su natural bondad, asintió el bárbaro método de quitar la vida a los prisioneros de guerra, i condenar a vergonzosos infames suplicios a los mas nobles capitanes, imputándoles a delito la defensa de su patria, de su libertad personal i de sus vidas, a que tenian un incontestable derecho natural, i con la circunstancia de estar apoyado por la real piedad, que nunca ha dejado de recomendar su conservacion. Despojó violentamente a los vecinos de la ciudad de la Concepcion de las encomiendas de indios. Pero en uno i otro punto merece disculpa. En aquella tiranía fué fácil ser engañado un jóven por capitanes esperimentados, i en este despojo debemos alabar su intencion. El lo decretó para evitar en adelante la despoblacion de nuestros establecimientos, i afianzar su perpetuidad con el temor de la pérdida.

Tambien es acreedor a disculpa por el tizne que puso a su conducta en la que observó con el adelantado Francisco de Villagra. Era mui jóven don García, acababa de vencer los 22) años de su edad, i le fué fácil al capitan Francisco de Aguirre, competidor de Villagra, insinuarse en su voluntad poco experimentada en las maniobras i tramoya de la política de los hombres. Lo peor fue, que a la sombra de ]ajusta aceptacion que se debia al mérito, hombría de bien i distinguidas circunstancias personales de que era adornado Aguirre, se introdujeron con el jóven los enemigos de Villagra, haciéndole parecer hombre de mala lengua, i corrieron las detracciones con libertad¡ salvo conducto hasta hacer odioso al juicioso bien intencionado Villagra, sin que él se deslizase a mas que de lamentarse de los desaires que recibió. Fueron los agravios mui interiores i demasiado visibles para desimularlos, i no manifestarse sensible.

Maniobraron con buen efecto aquellos malsines. No estaba el jóven Gobernador en la edad del discernimiento, para conocer que los detractores se olvidan por el mismo hecho de las estrechas obligaciones del honor, i que, quien los admite, en cierto modo, se hace cómplice en el mismo delincuente vicio. El ardor de la juventud i su aplicacion a la guerra, le tenian embargadas las potencias, i no le dejaban comprender que el desprecio a la buena fama que hace el detractor, es en si, i sin necesitar de otras circunstancias, un delito vil, que a quien lo comete degrada del respeto i de la consideracion que es debida a los hombres honrados. No podia por su poca edad mirar este delito con el horror que debiera, por eso tuvieron los malsines buena acojida, i colmaron a Villagra de sentimientos i de perjuicios.

I por otra parte, las buenas circunstancias del caballero Villagra dieron todo este márjen a sus enemigos. Era de jénio seco, i no acertaba a caminar la senda de la adulacion. Esta honrada i virtuosa persuasion le hizo sufrir, pero con superioridad a todo padecimiento i con relijiosa paciencia, una tenaz persecucion a este animoso capitan que, por sus buenos servicios, no era acreedor al desprecio que de él hizo don García, incautamente impresionado contra un hombre útil. Pero Dios, que no consiente por mucho tiempo la injusta opresion, ni permite que prevalezca la mala intencion de los que saben agriar hasta a los superiores de buena índole i del espíritu de lenidad que resplandecia en el jóven don García, se sirvió suspender la pesada mano que cargaba sobre la cerviz del virtuoso Villagra, i dispuso que aquellos malsines cayesen en las manos del mismo a quien proporcionaron un turbion de padecimientos. Ordenó las cosas su sabia divina providencia de tal modo, que el rei honrase al perseguido Villagra con el gobierno de aquel reino.