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Crónicas
Tomo I
Capítulo LVIII. Gobierno del Licenciado Melchor Bravo de Saravia - Comisiona al Licenciado Egas Venegas la visita de las provincias de Santiago i Coquimbo - Batalla de la Cuesta de Villagra.

Poco tiempo despues que el rei espidió su. R. C. para el establecimiento de la Real Audiencia de Chile, persuadido de que este sabio tribunal estubiese sin jefe que dirijiese sus operaciones, nombró de presidente de él con el gobierno de aquel Reino, al licenciado Melchor Bravo de Saravia, natural de la ciudad de Soria, en el reino de Leon, que se hallaba de oidor de la Real Audiencia de Lima. Luego que tuvo este ministro las patentes dadas en Madrid a 7 de setiembre de 1567, se embarcó en el Callao para Concepcion, donde fué recibido al uso de su empleo (abril 15 de 1568).

Al momento que tomó posesion de la presidencia i gobierno, comisionó al licenciado Egas Venegas para que Hiciese una visita jeneral en toda su gobernacion, con órden de arreglar el. modo de satisfacer los quintos al Soberano, de inspeccionar la distribucion de los sesmos (131), renovar las ordenanzas sobre el tiempo que debitan servir los indios a sus encomenderos, i asignar la cantidad que debitan tributar. Le previno pusiese órden en su gobierno, mandando fuese suave, moderado i Humano, i que sus señores cuidasen de proporcionarles sacerdotes para su, instruccion en la relijion católica; i que en las provincias o partidos, dejase nombrados protectores que les defendiesen, i estuviesen a la mira de que no se les agraviase, ni se les impidiese el recurso a la real justicia, i que en todo se cuidase de la puntual obediencia i observancia de lo mandado i dispuesto a favor de aquellos miserables. Acertada eleccion hizo el Gobernador en la persona de este ministro, que de tal modo supo cumplir con los deberes de su comision, que hasta hoi vive la, memoria de su justificacion.

Miéntras el licenciado Venegas establecia el buen gobieno de los indios de encomienda desde el Maule Hasta los paises septentrionales de Chile, el Gobernador trabajaba en la sujecion de los que residen entre aquel rio i el Biobio, i salió con ello su acreditada prudencia. Adelante mas, i trató de la pacificacion de los demas. Envió mensajeros a los de paz confirmándoles en ella, i por su medio la propuso a todas las parcialidades de guerra, i logro ver reducidos a los subandinos, i a los de los llanos de Angol hasta la provincia de Chiloé.

Con estos rasgos de buen gobierno, tuvo crédito de buen político; veamos ahora si Supo adquirirlos de buen militar. Los estados de Arauco, Tucapel i Catirai, amantes de la libertad, quedaron de guerra con su jeneral Paillataru. Juntó este araucano un campo de 6,000 Hombres i se fortificó en la cuesta de Villagra, con designio de atacar la ciudad de la Concepcion. Mucho sintió cl Gobernador este insolente atrevimiento de Paillataru, i deseoso de probar si del mismo modo i con las mismas ventajas i resultas que se entiende la pluma se tira tambien de la espada, resolvió salir a castigar su osadía.

Nombró de Gobernador de la Concepcion a Lorenzo Bernal, confirmó la comandancia jeneral de las armas al capitan Gamboa, i dió el empleo de maestre de campo a Miguel de Velasco. Con estos ,jefes, i 260 españoles i 500 auxiliares, salió de la Concepcion, i campó sobre la orilla del Biobio: hizo entrar a él cuatro barquillas, i cerca de su embocadura en el mar, le pasó sin oposicion, que no tuvo Hasta el valle de Colcura, remate septentrional de la cuesta de Villagra, donde campa. Aquí hizo junta de guerra, i les propuso que le parecia conveniente enviar al maestre de campo con 60 hombres a reconocer las fortificaciones enemigas, i pidió expusiesen los vocales su dictamen. Como ya el Gobernador Babia manifestado su voluntad, la adulacion siguió su errado pensamiento (132), i el mismo maestre de campo voto por este desatinado error, con pleno conocimiento de su infalible perdicion, pero procuro evitarla con un rasgo de política. Propuso se llamase a la junta a Pedro Cortez, i se oyese el dictamen de este capitan de sobresaliente talento i de' mucha experiencia en aquella guerra. Se le mando entrar a la tienda del Gobernador, se le orientó en el asunto que motivaba la junta, i en la resolucion de sus vocales, consiguiente al dictamen de su jeneral, i se le mando espusiese el suyo. Con marcialidad contesto que mui gustoso seria uno de los 60 soldados del acuerdo del señor Gobernador. I fué lo mismo que decir; si el jeneral habla primero, nada mas tenemos que Hacer sino seguirle. Pero estrechado a que dijese en términos categóricos, como era hombre de bien, amante al real servicio i del bien publico i jamás Rabia entrado por la inícua puerta de la adulacion, (circunstancias que en Chile perjudican al que las tiene i anda al rededor de los jefes), expuso su dictámen en breves palabras i dijo: «el reconocimiento de la situacion i fortificacion del enemigo que tenemos a la vista, es tan peligroso, como inoficioso. Inútil porque sabemos su numero tenemos conocimiento de su modo de fortificarse i el sitio que ocupa medido a palmos. Es peligroso, porque es larga la senda estrecha i mui pendiente, fácil de defender por su frente i costarlo, i ya lo supieron hacer en otras ocasiones. Si se intenta forzar con les 60 hombres, perecerán muchos, i nada se avanzara. Es verdad que el reconocimiento de un campamento enemigo de situacion desconocida i. de ignorado numero de combatientes, es prudente máxima del arte de la guerra; pero no estando en este caso, como acontece al presente, léjos

de hacer su reconocimiento con pocos que van a perecer, se debe ir, con todas las fuerzas para vencer. Esta es una clase de enemigos, que acometidos se arredran, i cada uno de ellos se hace un jigante si conoce o concibe que le temen. Para los primeros ataques de la empina(la subida, fórmense unos bastidores con troneras que defiendan de las piedras i de las flechas, i vamos a la empresa, que estos serán todos los preparativos para vencer la cuesta, i puestos en su cima forzaremos sus trincheras, como hicimos en otra ocasion». El Gobernador, oyendo reprobar su dictámen, despreció el de Cortez, i le despidió con palabras injuriosas. No se sienta este capitan, i consuélese, que lo mismo aconteció al famoso Hernan Cortez en Arjel. Nuestro Pedro Cortez, con su acostumbrada bizarría, acompasada de veneracion i de respeto, respondió a las injurias: «señor Gobernador, en la accion en que se trata de la, salud pública i de la conservacion del estado, me contemplo constituido en el deber de decir mi sentir sin contemplacion, i sin aceptacion de persona», i salió de la tienda.

La junta que toda ella., allá en su interior Habia desaprobado el desatinado dictámen del Gobernador i era del mismo sentir de Cortez, por no desagradar a su jefe, ni desatender del todo la salud pública, adoptó un término medio que tampoco era acertado, ¡resolvió se hiciese el premeditado reconocimiento del Gobernador, pero con 120 españoles i 300 auxiliares, a cuerpo descubierto. Al asomar el dia emprendió la subida de la cuesta aquel escuadron, con el maestre de campo a su frente i el capitan Gamboa a retaguardia. Paillataru destacó tres trozos de j ente que le atacaron vivamente por el frente i costados; i en el último caracol de la cuesta, cargaron tantos indios, que obligaron a los jefes a retirarse con 44 españoles ménos i 100 auxiliares. Tomaron los indios un español prisionero. Francisco Hernandez Redondo rompió con la espada por el centro del escuadron que le llevaba, i lo liberto i lo incorporó con los demas, pero por un efecto de inconsideracion volvió a separarse, i con una lanza le atravesaron el pecho, i fué la vida el precio de su imprudencia.

Al maestre de campo se le corto la brida, i el caballo se fué desbocado a los enemigos, i un soldado, cuyo nombre se ignora con sentimiento, le libertó de aquel peligro. Acometieron los indios con mayor vigor a la retaguardia, que con la falta de Velasco, estaba sin comandante, pero Pedro Cortez tomó el mando, i los rechazó con bastante daño i salvó la vida de Juan Ruiz de Leon, a esfuerzos de su brazo. Se hizo al fin la retirada al campamento de a donde salieron, i en la noche llegaron a él los que lograron ocultarse en los bosques¡ barrancos. La inconsideracion del Gobernador causó este dalo. No sabemos si despues haria mas aprecio de Pedro Cortez, que injenuamente le predijo la desgracia de este suceso.