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Crónicas
Tomo I
Capítulo LXIII. Entra de Obispo de la ciudad de Santiago el Ilustrísimo señor Don Frai Diego de Medellin - Fundacion del Monasterio de relijiosas de la Purísima Concepcion de la Vírjen María.

El tercer Obispo de la iglesia de Santiago de Chile, el ilustrísimo señor don frai Diego de Medellin natural de Lima (136), fué el primer sacerdote i el primer doctor en la universidad de San Márcos, que dió el colejio real de San Felipe de aquella ciudad, en donde estudió filosofía, teolojía, i jurisprudencia. La claridad de potencias, la agudeza de injenio i su vasta literatura, fundaban en él grandes esperanzas, i todo lo abandonó por el estrado relijioso, i profesó en la órden de San Francisco. En el noviciado i en los oficios que le encargó la obediencia, dió claros ejemplos de virtud, i se distinguió en prudencia i suavidad en su gobierno, i entereza en la regular observancia.

Fué guardian del convento de Jesus de la ciudad de Lima, i sesto provincial de la provincia de los doce Apóstoles; mui ríjido consigo, penitente i mortificado, i tan estrecho amador de la, pobreza, que jamás tuvo otra cama que dos mantas toscas que sacó del noviciado. Era de ardiente caridad, i por lo mismo deseaba ser útil al prójimo. Con el súbdito fué condescendiente, suave, i de agradable trato. Estableció las primeras cátedras en el convento grande de la ciudad de Lima, i siendo doctor de aquella universidad, i provincial de su relijion, su humildad elijió para él la de latinidad.

Siempre se retiró del trato de los hombres para tenerle con Dios en las muchas horas de oracion mental que tenia cada dia. En su modestia manifestaba la abundancia de la gracia, que Dios le comunicaba en el retiro de la oracion. Su sinceridad era estraordinaria, i en ella llevaba las credenciales de la gracia que hermoseaba su alma. Fué, en fin, tan amante de la verdad, que jamás pudo persuadirse hubiese hombre que dijese mentira.

 Presentado para esta iglesia por la majestad del señor don Felipe II, la santidad de Pío V espidió las bulas dadas en Roma a 28 de junio de 1574. Le consagró en la Imperial el ilustrísimo señor don frai Antonio de San Miguel. Asistió al Concilio provincial Limense, que celebró Santo Toribio Mogrovejo. Sucesor ya de los Apóstoles, haga otra pluma su elojio, i sea la de frai Diego de Córdoba en la vida i milagros que escribió de San Francisco Solano, i la trae Jil Gonzalez de Avila: «frai Diego de Medellin, dice, fué predicador admirable i de celestial espíritu, varon apostólico i mui perfecto en las prácticas de las virtudes.» Pocas palabras dijo este autor, pero ellas nos hacen ver en el ilustrísimo prelado un fondo grande de santidad.

Puesto en su silla, esparció mayores luces de los rayos de su ardiente zelo del bien de las almas, que animaba su espíritu lleno de caridad. Convirtió muchos infieles, i les bautizó por su mano, i les confirmaba en la fé con su predicacion, i a donde no podía llegar el eco de su voz, enviaba celosos sacerdotes que le subrogasen en este ministerio. Su vida era ejemplarísima i modelo de santidad para prelados. Su trato con Dios en la oracion, si no se aumentó en el episcopal, fué siempre el mismo, i de él sacaba muchas ilustraciones i deseos de mortificacion para sí, i de suavidad, dulzura i mansedumbre para sus súbditos. En su pobreza siempre fué relijioso, pero sus limosnas eran de príncipe.

En la castidad fué un anjel. Bien lo manifiesta el lance que le aconteció en Lima, cuando concurrió al concilio. Era de buena presencia i de hermoso rostro, i se aficionó de su persona una mujer a quien le pareció hombre, pero le halló anjel. Se acicaló con todos los perfumes, barnices i demas atavíos de la lascivia, i hecha un compendio de lujuria i poniendo envidia al mismo Asmodeo, que no sabe hacer la mitad que una de estas mujeres hace para encender en abrasadora lascivia al hombre, aunque sea mas helado que la nieve, buscó ocasion de asaltarle. Se le entró al dormitorio a hora de siesta. Sorprende al relijioso prelado i se le pone en su despreciable cama. ¡Oh que asalto tan terrible, i mas a quien no espera tan poderoso enemigo! Despierta despavorido el obispo, i empieza aquel áspid a arrojar de sí la ponzoña. I tienta manifestarle su loco amor, i el virtuoso prelado condolido de aquella miserable, la contiene descubriéndose todo estropeado de las crueles disciplinas con que se castigaba, i vestido de un espantoso cilicio. Luego le habla de los desengaños de la hermosura del cuerpo, i de los horrendos castigos de la deshonestidad. La miserable entónces deshecha en lágrimas de arrepentimiento, se pone de rodillas, i le pide perdon de su loco atrevimiento. El obispo la levanta, la consuela con la facilidad del perdon de Dios, la exhorta a penitencia, i la facilita la entrada en un monasterio, donde vivió i acabó santamente.

Yo me aficioné de la memoria de este venerable prelado, i dejando de hacer la historia de soldados, de muertes i horrorosas destrucciones del jénero humano, me alargué un poco en la de este relijioso, i en referir sus virtudes. Dispénseme el lector esta vez, que hablaré mui poco de los demas reverendos obispos, i dejaré su historia para la pluma de un abrasado espíritu, que el mio es mui tibio, i aun helado.

El Gobernador Rodrigo de Quiroga, que habia promovido la fundacion del monasterio de relijiosas agustinas, dedicado a la purísima Concepcion de la vírjen Maria nuestra señora, mui útil para la educacion de niñas nobles, influyó para que se diese la última mano a tan buena obra, i para que se perfeccionase, porque no se habia erijido con los requisitos esenciales, que pide el instituto relijioso. I fué así, que las señoras doña Isabel de Zúñiga i Leiva i doña Francisca Terin de Guzman, acordaron separarse del mundo, i juntarse a vivir en recojimiento. Pusieron en ejecucion su pensamiento, i unidas a estas señoras otras doncellas nobles (137), fundaron el año de 1571 aquel monasterio bajo un misto de reglas que ocasionó la disputa de si serian o no validas las profesiones hechas en él.

El adelantado, que habia contribuido para su fabrica material, quiso tener parte en que la espiritual se hiciese sobre sólidos fundamentos, i se interesó con el obispo para que no dejase arbitrios a la duda, i removiese todo motivo de escrúpulo. Accedió el prelado, i las puso bajo la regla de San Agustin. Nombró por prelada de aquella comunidad a doña Isabel, i dispuso que todas se pusiesen en noviciado (19 de septiembre de 1576). Cumplido el tiempo de probacion, pontificó su señoría i en sus manos revalidaron unas la profesion que habian hecho, i otras la hicieron. Concluido este acto, a que concurrió el Gobernador con toda la nobleza i los cabildos eclesiástico i secular, les amonestó el diocesano para que elijiesen superior. De comun acuerdo, se subordinaron al ordinario, i entonces les hizo proceder a la eleccion de abadesa, i la hicieron en su fundadora doña Isabel (21 de stiembre de 1577). Aprobada la, eleccion por el, prelado se concluyó aquella piadosa fundacion, i quedaron verdaderas relijiosas i libres del escrúpulo que las amustiaba.