ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Crónicas
Tomo I
Capítulo LXVIII. Se traslada el Gobernador a la ciudad de La Concepcion - Sale a campaña contra los araucanos - Sucesos de esta espedicion.

Nada mas aguardaba el Gobernador para salir de la capital, que las noticias del estado de las provincias meridionales, que debia pasarle el coronel don Luis. Luego que las recibió, se puso en viaje, i llegó felizmente a la Concepcion 30 dias despues de su salida (octubre 14 de 1585). No bien habia llegado, cuando le fué indispensable salir de ella, porque los indios de la Laja devastaban el partido de Chillan, i tenian en mucho riesgo la ciudad de San Bartolomé de Gamboa. Salió acompañado del maestre de campo Alonso García Ramon (139) i de los principales capitanes (140), al frente de dos compañías, con la aceleracion que pedia la necesidad en que se hallaban aquella ciudad i su comarca.

No le aguardaban los indios, i viéndole llegar, se entraron en la sierra. Mandó ejecutar severos castigos en los que se tomaron estraviados, para escarmentar a los demas. Reforzada la guarnicion de la ciudad, i levantado el fortín de San Fabian, cerca de Canucu, en el paraje llamado los Maquis, no le dió cuidado aquella partida de ladrones, i dirijió la marcha a la parte meridional del caudaloso Biobio.

Entró en la ciudad de los Infantes, i de allí pasó al fuerte de Angol. Aquí se orientó de que algunas partidas de enemigos residían en las cercanías de Puren i Nininco, i otras en las vegas de San Miguel, hácia las parcialidades de Maiten-rehue i Catirai, bajo la conducta de diferentes caudillos, que obraban segun el capricho de cada uno. Dispuso que el maestre de campo cayese de sorpresa sobre éstos, i el sarjento mayor sobre aquellos, cada uno con 150 españoles escojidos. Lo verificaron estos jefes en la madrugada del mismo día, i con tan buen efecto, que les mataron mucha jente, les hicieron muchos prisioneros, i les quitaron cuanto tenian. Sorprendidos i sobrecojidos de un pavoroso temor, no trataron de su defensa, sino de huir a los montes inmediatos, i desampararon sus chozas, que fueron entregadas al fuego.

Cuando regresaron los de la sorpresa, llegó tambien el coronel don Luis. Entónces mandó pasar revista al ejército i que se le diese un estado de su fuerza; i se hallaron 700 españoles de infantería i caballería (20 de diciembre 1585). Dejó 300 a las órdenes del licenciado Lope de Azoca, que por fallecimiento de Diego Rivas, era su teniente jeneral, i con los restantes salió para el estado de Arauco. Observaron los araucanos el movimiento del ejército español, i se retiraron por disposicion de Paineñancu i de Eustaquio, mulato esclavo del capitan Martin de Avendaño, dejándole llegar a Puren sin oposicion. Reforzada la guarnicion de esta plaza (141), siguió la marcha por la parcialidad de Ilicura. Aquí le dispuso Paineñancu una emboscada de mil hombres, i entró en ella la retaguardia del ejército. La mandaba el coronel don Luis, i ordenó prontamente su defensa, i combatió con tan buen órden, que se logró la prision de Paineñancu (142). Estuvo este rebelde tan airado contra los españoles, que aun viendo perdida la batalla, hizo tantos esfuerzos por traer a ella los fujitivos, que estrechados de su persuasion, volvian a pelear, i por eso fueron mui pocos los indios que sobrevivieron a esta funcion.

Concluido este hecho de armas, que hizo parar un dia el ejército, prosiguió su derrota, i entró el Gobernador en la ciudad de Cañete. Sacó de ella la caballería que pudo, dejó de Gobernador a Alonso de Reinoso, quien, encargado del castigo de Paineñancu, le hizo sufrir en un suplicio las resultas de su infidelidad i de su apostasía. De allí salió para Arauco, i en Millarapué, les hizo una buena presa.

Determinó que descansase el ejército en esta parcialidad, mas no lo pudo verificar. Tuvo noticia de que el capitan Cayancura se hallaba en Catirai. con mas de mil combatientes resueltos a atacar la plaza de Arauco, que en esos dias se habia incendiado, i aceleró la marcha para evitar su rendicion. Puesto en el rio Carampangue, campó sobre su ribera, una legua mas abajo de aquel establecimiento. Cayancura bajó al mismo valle pocas horas después, i suspendió el ataque de la plaza, i resolvió sorprenderle.

Para asegurar mejor el golpe envió un espía que lo fué Andrés, indio yanacona del capitan Fernando Alvarez de Toledo, que se le había escapado. Finjió Andrés su arrepentimiento. Fué admitido de su señor, i aquella misma noche le quito un caballo, i volvió a Cayancura. Le orientó de la situacion del Gobernador, que alojado su ejército formando tres calles, sin mas fortificacion que tener cubierta la espalda con el rio, se hallaba descuidado, porque batida la campaña por el ejército i por la plaza, suponían distante a  los enemigos, que bajaron después de esta operacion.

A consecuencia de esta noticia, dividió Cayancura su ejército en tres trozos, que puso a los órdenes de Lonconahuel i Antuleubu, reservando uno para sí. Marchó con silencio conducido de Andrés i del mulato Eustaquio, que hacia funciones de sarjento mayor (enero 16 de 1556). Poco despues de media noche, dió sobre el campamento que ya estaba con vijilante cuidado por la fuga de Andrés. Acometió con tal ímpetu, que bien fué menester la viveza i presencia de ánimo del Gobernador para resistirle. Oyó este jefe tocar alarma. Conoció lo que podia ser, i salió armado de su tienda. Le cupo en suerte combatir con el escuadron de Lonconahuel, i destrozado le obligó a retirarse. Al de Antuleubu resistió el capitan Francisco de Hernandez, i el maestre de campo rechazó a Cayancura, con muerte del mulato Eustaquio i de un hermano del jeneral araucano.

Al acercarse el dia se retiraron mui descalabrados, i el maestre de campo con 30 oficiales reformados les fué al alcanze, i quitó la vida a todos los que por estropeados no podian huir.

Detras del maestre de campo, salieron el sarjento mayor i los capitanes Pedro Olmos de Aguilera i Pedro de Miranda con una partida de caballería. Unidos los jefes dieron alcanze al fujitivo ejército. Cayancura no se negó a nuevo combate, i ordenadas sus tropas, volvió a otra empeñosa sangrienta batalla, hasta que muertos sus capitanes Antuleubu i Lonconahuel, huyeron desordenadamente. Les persiguió el maestre de campo cuanto dieron de sí el tiempo i la situacion del terreno, i aquí fué mayor el estrago. Mui gloriosa fué para los españoles esta funcion, pero tambien les fué bastante costosa (143).