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Crónicas
Tomo I
Capítulo LXXIV. El Gobernador hostiliza el Estado de Tucapel - Prenden viruelas en el Obispado de La Imperial - Se traslada el Gobernador a la capital - El Maestre de Campo regresa de Lima despachado del Virrei, i el Gobernador pasa a representarle

Concluida esta negociacion i puesta la plaza en estado de defensa, nombró el Gobernador comandante de ella al capitan Francisco de Riberos, i siguió su campaña para Tucapel i Puren, a sujetar aquellas provincias i sus vecinas con el rigor de la hostilidad. Sobre la marcha i sin detenerse demasiado, levantó un fortin en Lebu diez leguas de Arauco, con designio de asegurar aquel estado, i retirarse a la ciudad de la Concepcion, i aguardar las resultas de la negociacion de que fué encargado el maestre de campo cerca de la persona del virrei.

Puesto tambien este fuerte en estado de defensa tomó el camino de Tucapel, i reedificó la plaza de este nombre en su primera ubicacion. En su comarca, sobre la parcialidad de Molhuilla le presentaron los indios otro triunfo bajo la conducta del jeneral Paillaco. Presentóle batalla una partida de mas de 500 hombres, i comenzada la funcion, aparentaron huir al bosque inmediato para que les persiguiesen los españoles. En verdad que lograron su ardid, i salió un numeroso escuadron de araucanos i tucapeles sobre los que les iban al alcance. Conocida la máxima, finjió tambien el Gobernador que hacia fuga i le picaron la retaguardia. Luego les tuvo en el valle i apartados del bosque volvió a entrar con ellos, i les hizo un formidable destrozo. Perecieron en esta funcion muchos indios con su jeneral Paillaco, i muchos valientes capitanes. Despues de esta victoria, pasó a Puren, i corrió toda aquella provincia hostilizando sus parcialidades. Volvió sobre Tucapel, i reforzó la guarnicion de la plaza, i la fortificó de modo que pudiese mantenerse en caso de ser atacada, lo que ya no era fácil con la inmediacion a las plazas de Lebu, Puren, Cañete i Arauco Aunque los indios tenían alguna jente con que incomodar los distritos de nuestros establecimientos le pareció al Gobernador convenía regresar a la Concepcion, i aguardar allí al maestre de campo, porque ya apretaban demasiado las lluvias del invierno, i para ocurrir a las necesidades en que se hallaba todo el territorio, a causa de una cruel epidemia de viruelas que prendió en él i contajió tambien a los indios, que por este motivo no pudieron moverse contra nuestras poblaciones.

El capitan Hernandez presentó las credenciales de su comision en el ayuntamiento de la capital, i este ilustre cuerpo, reflexionando que las contínuas lebas, que se hacian en su distrito, tenían las estancias i minerales mal servidos, i que la ciudad, en vez de aumentarse en vecinos, se disminuia, acordó hacerlo presente al Gobernador para que este auxilio se solicitase del Perú i de España. Entrada la primavera, recibió el Gobernador esta representacion, i para la definicion de este punto, en que hasta entónces no habia habido repugnancia se puso en viaje para la capital. Oyó a los capitulares, i al mismo tiempo que conoció lo bien que se fundaban, vió tambien que si sacaba alguna jente, había de ser tan poca, que su numero no mereceria contarse para emprender espedicion formal, i aguardo las resultas de Lima.

Estas no fueron favorables a sus grandes ideas. Regresó el maestre de campo nada bien despachado del virrei, que a la sazon lo era don García Hurtado de Mendoza, que fué Gobernador de aquel reino, i le dió tan poca jente, que ni aun le era suficiente para guarnecer la multitud de poblaciones con que meditaba afianzar la seguridad del país conquistado.

Conocía el Gobernador que aquella era la mejor ocasión de sujetar a los indios a debido vasallaje, i meditaba qué arbitrio tomaría en este lance para salir con su empeño. Conceptuó que la negociacion encargada a su hermano demandaba tiempo, i miraba inútil la que hizo el maestre de campo, i bien reflexionado todo, se resolvió a ir a Lima para hacerlo presente al virrei i pedir a S. E. le diese las fuerzas suficientes para ello. Sin dilacion alguna., hizo presente su pensamiento a la ciudad en cabildo abierto, que mandó convocar. Aprobada su loable resolucion por la capital, nombró de Gobernador en la provincia de. Santiago al licenciado Pedro Vizcarra, que era juez de apelacion, su teniente jeneral desde 12 de octubre de 1590 i al maestre de campo en la de la Concepcion, i se embarcó en el puerto de Valparaiso para el del Callao a donde arribó con felicidad (1590).

Avisó al virrei de su llegada i le pidió permiso para ponerse en su presencia. S. E. no llevó a bien la resolucion de haber dejado el gobierno que le estaba encargado, i le mandó que, sin bajar a tierra, se trasbordase a la primera embarcacion que navegase a Chile. El Gobernador entonces le representó los motivos que tenia i que dieron mérito a su resolucion, con noticia de las personas que dejó encargadas del gobierno, cuyas conductas eran notorias i las tenia mas que suficientemente acreditadas la esperiencia. Se dió por satisfecho el virrei, i le permitió bajar a tierra i pasar a Lima, (1591). I como S. E. sabia por esperiencia propia lo realzado del mérito que se contraia en Chile, lo honró como merecia un jeneral de sus apreciables cualidades, i mandó se le recibiese con magnificencia. Ordenó que el Ayuntamiento saliese a recibirle en la puerta de la ciudad por donde debia entrar, i cuando llegó al palacio de los Virreyes, salió S. E. a la puerta, Honrándole con las demostraciones que los Virreyes acostumbran recibirse, i le hospedó en su palacio.

Mui estenso informó al virrei sobre el estado en que se hallaba Chile, i lo adelantado de su conquista i de su poblacion, que ya se contaban 12 ciudades, 15 plazas de armas i 3 lugares (148), i le pidió lo que necesitaba para concluir obra tan interesante a la relijion i al Estado. Le oyó el virrei con notable complacencia, i le ofreció dar cuanto pedia, pero nada tuvo efecto, porque cuando se principiaban a disponer los preparativos para su regreso, recibió órden de la Corte para retirarse a España, a tomar el premio de su distinguido mérito. Los arcanos de la sabia divina Providencia son inescrutables e incomprensibles. Parece que de esta casualidad ha pendido la infelicidad de Chile. De ella resultó la independencia que hasta hoi gozan los araucanos, i que de ningun modo hubieran conseguido, si continuara su gobierno el caballero Sotomayor, que era prevenido, fuerte, animoso, feliz, sabio prudente, de buen consejo i de prontas resoluciones, i sostenido del virrei hubiera sabido su animosa constancia cortar al indómito indio chileno cuantas cabezas le renacian.

El virrei conocia con evidencia lo que convenia al Estado suspender el cumplimiento de la real resolucion, i no dejó de intentarlo. Juntó el real acuerdo, i propuso a los oidores las razones que le movian a aquella determinacion. Pero estos ministros le hicieron presente que su resolucion no se determinaba solamente a la suspension de la retirada a Espada del caballero Sotomayor, sino tambien a impedir el ingreso en el gobierno de Chile a don Martin García Oñes de Loyola que por su ajente presentaba real patente para él; i que no les parecia hubiese motivos para desairar un capitan que el en Perú tenia dadas repetidas pruebas de sus talentos militares i podria obrar con el mismo acierto que se esperaba de don Alonso, bajo la sábia direccion de S. E.

Frustrada la idea del virrei con el dictámen del acuerdo, se dió de mano a los negocios de Chile, i el Gobernador se embarcó por abril de 1592 en el puerto del Callao para el de Valparaiso. De aquí se trasladó a la de Santiago a disponer su regreso a España, i aguardando antes al sucesor que se hallaba en la de Cuzco, casado con la señora doña Beatriz Clara Coya, hija de Sairi-Tupac Inca. Este, luego que tuvo noticia de su promocion al gobierno de Chile, se puso en camino para Lima, i tomando alguna tropa que le dió el virrei, se embarcó para su destino. Arribó con felicidad al puerto de Valparaiso, i de allí pasó a la capital, donde don Alonso de Sotomayor, lleno de triunfos i victorias, le entregó el gobierno, i dada su residencia, en que fué declarado buen servidor del rei, se embarcó para el Perú con su familia, que la adquirió en Chile donde casó con la señora doña Isabel de Irazabal, hija del capitan don Francisco de Irazabal i Andia, señor de las casas de este nombre, que con su mujer, la señora doña Lorenza de Zárate, pasó a aquel reino en la tropa que conducia el adelantado Jerónimo de Alderete.

El virrei, que todavía lo era don García Hurtado de Mendoza, le dió el mando de uno de los buques de la escuadra que destacó a las órdenes de su cuñado don Beltran de la Cueva i Castro, contra el pirata inglés Hawkins, que entró al mar del sur en 1594. En el combate que tuvieron con el pirata, que quedó prisionero, tuvo don Alonso la felicidad de tomarle una de sus naves por abordaje.

Por este tiempo meditó la corte de Lóndres una espedicion contra Panamá. Le llevó a efecto, i en 10 de octubre de 1595, salió de Plimut una gruesa escuadra bajo las órdenes de los jenerales Juan Hawkins i Francisco Drake. Orientado de ella el virrei del Perú, dió a don Alonso la capitanía jeneral de Panamá, vacante por fallecimiento de su presidente, pero la audiencia no le admitió. Pocos dias despues de su arribó a aquella ciudad, llegó noticia de la llegada de los ingleses a Puerto-Rico, i aquel tribunal le libró entónces iguales despachos a los que le habla dado el virrei. Posesionado del Gobierno, dispuso la defensa de su distrito. Recorrió todas sus avenidas i las atrincheró. La escuadra enemiga tomó puesto en el Nombre-de-Dios bajo las órdenes de Drake por fallecimiento de Hawkins, acaecido en Puerto Rico de resultas de la derrota que le dieron don Pedro Tello de Guzman, Sancho Pardo de Osorio i Pedro Juarez. La tropa de desembarco marchó contra Panamá a las de Mr. Tomas, que en Capirilla, distante tres luguas de la ciudad, fué derrotado por el capitan Juan Henriquez Canébut, que sirvió en Flandes con don Alonso i después en Chile. En esos dias murió Drake de una calentura, i tomó el mando su hermano Tomas. Se trasladó con la escuadra a Portobelo, de donde le arrojó el mismo don Alonso. Pocas embarcaciones de esta escuadra regresaron a Inglaterra.

Libre ya de enemigos la ciudad de Panamá, siguió don Alonso su viaje a España en la armada del jeneral Garibai, i presentado al Rei, este le hizo merced de la encomienda de indios que se adjudicó en Chile, que le tributaba cinco mil pesos anuales, i que despues aplicada al real obraje de járcia establecido en aquel reino, se la compensó en el Perú; i del gobierno i presidencia de la espresada ciudad, con especial cargo de fortificar a Portobelo. Desempeñó la comision, i hallándose con licencia para retirarse a esta Península, le mandó el rei por R. C. de 1604 (149), que volviese al de Chile, pero no lo admitió. Puesto en la corte con su mujer, dos hijos varones, don Alonso i don Cárlos, una hija i la suegra, le hizo el Rei consejero de guerra. Despues le comisionó para la espulsion de los moriscos de Toledo, i verificada, falleció en Madrid el año de 1610. A poco tiempo murió tambien su hijo don Alonso sin sucesion, i heredó la casa don Cárlos. Este, aunque de pocos amos, fué al socorro de la Maroma con cuatro capitanes a su costa, i volvió a Madrid a solicitar el premio de los servicios de su ilustre padre.

No he podido adquirir mas sobre la fortuna de la descendencia de este famoso jeneral. Quisiera saber los enlaces de su casa para presentar esta satisfaccion a los chilenos, que como buenos regnícolos, laurean su memoria.