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Crónicas
Tomo I
Capítulo LXXXI. Gobierno interino del Licenciado Pedro de Vixcarra - Toman los indios las armas, i sale a campaña contra ellos.

Luego que llego a la ciudad de la Concepcion la noticia de la desgraciada muerte del caballero Oñez de Loyola, la de su guardia i demas comitiva, su ayuntamiento la traslado al de la capital (diciembre de 1598). El Gobernador don Martin jamás se puso en el caso de su desgracia: no tenia nombrado sucesor, i por la naturaleza de su empleo, entró en el gobierno el licenciado Pedro Vizcarra. Sin contradicción lo recibió la ciudad de Santiago, i a su ejemplo todas las demas de aquella gobernacion. Se dió noticia de todo a don Luis de Velasco, virrei entonces del Perú, que informado que este jurisconsulto mereció por su sabiduría, sagacidad i prudencia la confianza del Gobernador finado i la de su antecesor, le confirmó el gobierno miéntras nombraba un interino. Paillamacu i Palantaru, celebraron su victoria con todas las solemnidades que acostumbra su nacion. Desmembraron el cuerpo del Gobernador i los de otros valientes capitanes, i con las credenciales de los dedos i manos de las cadáveres, hicieron saber por todo el país la hazaña que les proporciono su desvelo favorecido del ajeno descuido. Al propio tiempo convidaron a todas sus parcialidades para una conspiracion jeneral, como medio indispensable para recuperar su libertad. A la insinuacion de sus mensajeros, sin mas discusion, examen ni reflexion que ser contra la nacion conquistadora, se profirieron a tomar las armas todos los naturales del obispado de la Imperial, desde los 35 hasta los 42 grados de latitud austral. Se apoderaron de todo el territorio que hai entre los 3 i 42 grados, i destruyeron todas sus poblaciones, de modo que ascendió la pérdida a 18 millones de pesos. Mataron, cautivaron, incendiaron i destrozaron con bárbara impiedad. Su crueldad no tuvo consideracion a edad ni sexo, ni su impiedad respeto lo sagrado. Desertaron de la relijion católica mas de 60 mil cristianos, i volvieron a la práctica de los ritos de su jentilidad. Ultrajaron las sagradas imájenes, profanaron los vasos sagrados, i violaron la santidad de los templos. Entregaron a las llamas 50 iglesias que tenian en sus pueblos, i arruinaron hasta los cimientos de los hospitales. Para decirlo de una vez, no omitieron crueldad alguna de las que sabe inventar la mas fiera barbaridad. Historiare por menor estas desgracias; que hemos referido en globo.

Talados los campos i entregados al fuego los edificios de las estancias, muertos casi todos sus habitantes, i reducidos a cruel, ignominioso i duro cautiverio los que sobrevivieron a esta desgracia, bloquearon con apretado asedio todas las poblaciones, i para que no fuesen socorridas, destacaron un cuerpo de 4 mil hombres a las órdenes del capitan Huenucura, con designio de hostilizar las colonias situadas al septentrion del Biobio. Atravesó Huenucura este rio, i elijió para cuartel jeneral de su ejercito la provincia de Puchacai, por mas inmediata a la ciudad de la Concepcion, con la idea de estar a la mira de los movimientos de sus tropas i vecinos, i para tenerla en una especie de bloqueo capaz de contenerlos, i que no emprendiesen salir a campaña.

Esta operacion militar no fué bastante para impedir que se orientase el Gobernador de la irrupcion con que invadian todos los establecimientos españoles. Luego que tuvo la noticia, toco alarma en la capital, i desentendiéndose de una real provision de la Audiencia de Lima, dada en aquella ciudad a 26 de abril de 1595, que prohibe a los Gobernadores de Chile saquen a los vecinos de la capital para la guerra, levantó bandera, i con la jente que reclutó, salió para la Concepcion, i entró en ella sin oposicion. Ignoro como Huenucura lo dejó pasar, teniendo mil hombres a sus ordenes; ello es que llegó felizmente a la ciudad; cerciorado del estrecho asedio de todas las colonias, les hizo saber su llegada, excitando a sus `vecinos a una vigorosa defensa con promesa de ir luego a socorrerlos.

No podia verificar su promesa dejando a Huenucura por la espalda: quedaba espuesta la Concepcion, i era indispensable sacar de ella alguna jente, i el tambien se esponia a que se le cortara la retirada. Para desembarazarse de este inconveniente, envió al capitan Pedro Paez del Castillejo, con la jente que llevó de la capital, a desalojarle. Huenucura no aguardo a que Castillejo le buscase, i luego que tuvo noticia de su salida, salió a encontrarle. Castillejo supo aguardarle en terreno ventajoso, i a pocas horas de combate, le derrotó i deshizo aquel ejercito. Pocos se salvaron de la prision o de la muerte, i repasando el Biobio, volvieron con mas aceleracion a su tierra que la prisa con que entraron en el territorio español, i aunque encontraron otro cuerpo de tropas, que enviaba Paillamacu para reforzar el ejército de Huenucura, no se detuvieron i regresaron todos.

Desembarazada de enemigos la parte septentrional del Biobio, salió el Gobernador con su ejército, i le atravesó por el fuerte de Jesus; recojió su guarnicion i las de San Felipe de Austria, Santa Cruz i San Rosendo, i con parte de ellas reforzó la de Santa Cruz de Coya: al mismo tiempo dispuso que la de Tucapel i Lebu se replegasen a Cañete, i puesto en Santa Cruz de Coya, envió un destacamento para que pasasen las de Huadaba i Angol a la ciudad de los Infantes (151). Desde allí aviso a las de Imperial, Villarica, Valdivia i Osorno, que serian socorridas por mar, i regreso a la Concepcion, donde, pocos dias despues de su llegada, recibió a don Francisco Quiñones, enviado del virrei a restaurar aquel reino, que por las noticias que le dió el ayuntamiento de la capital, suponia desolado. Pero no fué así, que el licenciado Pedro de Vizcarra no fué tan desgraciado, i entregó existentes i defendiéndose las ciudades de San Ildefonso de Arauco, Santa Cruz de Coya, Cañete, Infantes, Osorno, Villarica, Valdivia i la Imperial.