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Crónicas
Tomo I
Capítulo XCVI. Gobierno interino del Licenciado Luis Merlo de la Fuente. Se refieren sus operaciones militares.

Alonso Garcia Ramon, en virtud de facultad que le fué concedida por real cédula que le fué dada en San Lorenzo a 2 de setiembre de 1607, puesto en los últimos periodos de la vida, nombró de Gobernador interino al licenciado Luis Merlo de la Fuente decano de la Real Audiencia, hasta que el virei del Perú dispusiese lo conveniente, conforme a lo dispuesto por otra despachada en Madrid a 25 de enero de 1609, concediendo esta regalía a los vireyes del Perú. El ayuntamiento de la ciudad de la Concepcion, le notició su nombramiento con testimonio autorizado de la cláusula del testamento del caballero Garcia Ramon. Presentó este documento en el cabildo de la capital i fué recibido al uso i ejercicio de su empleo (agosto 16 de 1610).

Posesionado del gobierno, sacó de la capital i su distrito un numeroso escuadron, i con él se puso en viaje para la frontera. Llegó a la ciudad de la Concepcion i fué recibido con la celebridad que estableció la costumbre. Se manifestó venéfico con la clase militar. Dió los primeros empleos de la milicia a personas de distinguido mérito, i cuidaba en que fuesen bien asistidos los soldados, sin que por eso descuidase en el castigo de sus escesos. Con estas bellas cualidades se hizo amar sin menoscabo ni quiebra de la autoridad, i peleaban gustosos a su lado.

Tomó acertadas providencias para la guerra, i parecia que su profesion no habia sido de las letras, sitio de las armas. Prevenido para la guerra, envió a convidar a los araucanos con la paz, i les hizo entender que de no admitirla, serian esclavos los prisioneros. Les hizo ver que muchas veces violaron la paz que ellos mismas pidieron, i que siempre usaron de ella mientras les convenia i despues quitaron la vida a muchos españoles, pusieron sus manos sacrílegas en los relijiosos, profanaron los templos i vasos sagrados con sacrílego ultraje de las santas imájenes, i se separaron de la iglesia católica, cuya doctrina admitieron, i luego persiguieren el cristianismo; que todos estos escesos apuraron la real piedad, i le estrecharon a usar de su justicia, decretando su esclavitud en real cédula dada en Ventosillas a 25 de mayo de 1608; pero que ellos mismos podian frustrar la dureza del real rescripto, sin otro dispendio que dejar las armas i sujetarse a la obediencia bajo condiciones mui convenientes a ellos.

Se burlaron de la real determinacion, i de nada hicieron aprecio: embrazó Ayllavilu la lanza i siguió haciendo hostilidades. Salió entonces el gobernador a campaña con 800 españoles i 900 ausiliares, (noviembre de 1618). Entró por el estado de Arauco, donde la rebeldía tenia puesta su silla. Pasó Basta el pais de Tucapel, i desde Lebu envió varias partidas a las órdenes de su maestre de campo, Alvaro Nuñez de Pineda, i Bascuñan i de otros capitanes con órden de Hostilizar el Dais, i todas hubieron buenos sucesos. Hicieron buena presa de caballos, i volvieron con 20 capitanes araucanos, i otros muchos prisioneros.

Por la tierra de los llanos hacía las mismas correrías i con igual fortuna, el sarjento mayor Miguel de Silva. Pero todo el peso de la adversa fortuna en la repeticion de estas desgracias i pérdidas no era bastante para retraer al animoso Ayllavilu, que fortificado en el lago de Lumaco ellas mismas le hacian mas constante esperando llamarse feliz i dichoso alguna vez. El Gobernador creyó ser ya tiempo de buscarle. Con este Mínimo salió de la capital, i para ponerlo en ejecucion se mantuvo en Lebú i Tucapel, entreteniendo el tiempo en correrías, i dando lugar a que se reformase la remonta de su caballería. Mandó que el sarjento mayor se uniese con el de Puren, llevando consigo la tropa de que se componia la guarnicion de la plaza de Yumbel.

Unido el ejército, dió la órden de marchar a la ciénega de Lumaco. No faltaron quienes le representaran los riesgos de la empresa por la multitud de enemigos valientes i diestros en el uso de las armas, i por lo ventajoso del sitio, que no podria obrar en él la caballería. Pero col) mucha prudencia i suavidad les desarmó su celo. «Con estas consideraciones, les dijo, resolví la jornada i dispongo ahora el ataque de Ayllavilu en su Rochela, para quitarle la esperanza de este asilo. Si el terreno es a nosotros contrario, porque la caballería no puede maniobrar en él, lo mismo será para los enemigos, que tampoco podrá la suya moverse. I en este caso si hai alguna ventaja será para nosotros que por mui malo i escabroso que sea el sitio, bien dará paso a las balas que les envian nuestros mosqueteros. Ea, señores separaos de todo temor, que ahora vamos a hacer ver a Ayllavilu, i a, todos los que vengan despues de él, que su lago no es tan inespugnable que no puedan transitarle i allanarle victoriosas las armas españoles.

Montó a caballo, i como si pelear fuera declarar a cada uno su derecho, se puso a la testa de] ejército, i entró por la ciénega. Conoció Ayllavilu la resolucion del Gobernador i destacó un grueso escuadron de soldados aguerridos, que le disputasen la entrada. Pelearon éstos con desmedido valor pero muertos sus mejores capitanes volvieron la espalda i avanzó el ejercito español. Avisado el jeneral araucano del mal suceso de aquel destacamento, envió otro mas numeroso, que no tuvo mejor suerte, i se retiró precipitadamente, pero al momento estuvo un poderoso cuerpo sobre los españoles, i viendo el Gobernador aquella inundacion de bárbaros, dijo, con denuedo «No quiere Ayllavilu que llegue donde esta parece que irme teme.»

Vencido este tercer trozo de los enemigos arrollados a punta de espada, se abrió paso el Gobernador i al medio dia llegó al centro de la ciénega, peleando con tanto vigor como si no hubiera comenzado la batalla en el día. Por si mismo hizo aqui Ayllavilu la defensa. Furiosamente combatieron los dos ejércitos i duró mas de tres horas aquella última i- sangrienta funcion, que sin duda hubiera durado hasta la noche, si no hubiera muerto el valeroso Ayllavilu, que despues de haber dado mucho que hacer al famoso soldado de Flandes, García Ramon, tuvo la honrosa desgracia de dar el último aliento en manos de un jeneral, que si sabia quemar incienso en los altares de la sabia Minerva no ignoraba el modo de sacrificar en presencia del airado Marte. Cerca de mil indios perecieron en esta empeñosa funcion, en que hubo cuatro batallas mui reñidas. Dispuso el Gobernador se quitase la vida a los prisioneros que se reconocian tenaces mantenedores de la guerra, i que sus cabezas fuesen colgadas en el mismo elevado roble, donde tenían puestas las de los capitanes Sanchez i Araya, que degolló Ayllavilu en Tolpan.

El Gobernador salió victorioso del lago, i corría por el país enemigo, llevando por todas partes los horrorosos estragos de la guerra Pero le cortó su carrera la noticia de haber llegado a Chile el Gobernador nombrado por el virei. Retiró el ejército a los fuertes de Yumbel i Arauco, i se restituyó a la cuidad coronado de la brillante victoria que se ha referido. En cerca de cinco meses que gobernó a Chile, se acreditó de sobresalientes talentos militares e sabia i prudente conducta para los negocios políticos i de la paz. Dejó en la capital ilustre decendencia, aunque perdió un hijo en el viaje que hizo a esta corte a negocios de aquel reino.