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Crónicas
Tomo I
Capítulo XCVII. Gobierno interino de don Juan Jara-Quemada - Segundo Gobierno de Alonso de Rivera - Vuelve a Chile Luis de Valdivia.

Orientado el virei del Perú, marques de Monte-Claro, del fallecimiento de Alonso García Ramon, nombró para gobernador interino de Chile, a su mayordomo mayor don Juan de Jara-Quemada, del órden de Santiago, natural de Canarias. Se recibió en la capital con la celebridad que es regular, i debida a la persona que representa la soberania (enero 15 de 1611).-

Tomada posesion del gobierno, dirijió sus cuidados al aumento de su gobernacion. Informado de la escasos de caballos que habia entonces, procuró indagar la causa de esta decadencia. Conoció que conconsistia en que los dueños de las estancias destinaban sus manadas a crianzas de mulas, que enviaban al Perú i se vendian con buena cuenta, i para, obiarla la prohibió con pena pecuniaria.

Al protector de naturales se le habia asignado el sueldo de mil doscientos pesos, i lo pagaban los mismos indios. En su ejecucion se les hacia muchas vejaciones, i para evitarlas lo rebajó a la cantidad de trescientos; i profiriéndose a servir graciosamente este empleo el capitan Agustin Perez de la Cuadra, le mandó librar los correspondientes despachos, i les dejó aliviados en esta parte.

No corria bien la fábrica de paño i mantas establecidas en Melipilla al cargo de Pedro Guajardo, i loe puso a direccion de Bernardino de Quiroga. Promovió el aumento de la que se estableció para jarcias en la provincia de Quillota, i puso mucho cuidado en el adelantamiento de la estancia de Catentoa para alivio de la tropa i ahorro del erario. Puso buen órden en el pagamento de la tropa, i para evitar fraudes, se tomó la incomodidad de presenciarlo.

Si fué vijilante en los negocios políticos i económicos no fué descuidado en los militares. Se trasladó luego a la ciudad (marzo de 1611) de la Concepcion, i no estuvo en ella mucho tiempo. Salió con el ejército a campana, pero ignoramos las funciones de guerra que tuvo con los indios. Don José Basilio de Rojas en sus apuntes de las cosas de Chile, dice, que este caballero fué de buenas circunstancias i DE talentos militares, i que su maestre de campo Alvaro Nuñez de Pineda, por disposicion suya derrotó a los indios sobre el Biobio en una sangrienta batalla, i les mató mucha jente. El padre Alonso de Ovalle nos refiere que Ayllavilu valiente capitan fué su competidor. O el padre Ovalle padeció equivocacion, o este Ayllavilu de quien no hallamos noticia, sucedió al otro que nos consta fué muerto en la batalla de Lumaco. Don Jerónimo de Quiroga en su historia de Chile escribe, que gobernó con singular prudencia. Don Pedro de Figueroa, que para escribir su historia del mismo reino recojió de todos los escritores que le precedieren, afirma que visitó la frontera de guerra, i la puso a cubierto de hostilidades; i que fomentó a los vecinos del obispado de la Concepcion para que poblasen estancias con ganados, i se dedicasen a la agricultura, i con ella desterrasen la inopia de aquel pais desolado. El padre Miguel de Olivares dice en su historia de dicho reino, que no halló cosa individual del gobierno de este caballero. A mi me aconteció lo mismo: hice exquisitas dilijencias para hallar alguna noticia individual, pero quedó ilusa mi solicitud. En los papeles que conservan los descendientes de su hermano don Diego, nada se encuentra. Lo que he referido hallé en el archivo de la capital. Casi todos los escritores de Chile convienen en que no hubo en su gobierno acaecimiento particular i digno de trasmitirse a la posteridad, i me persuado que así seria.

Luego que la corte despachó al padre Valdivia de quien hemos hablado arriba se dirijió real órden a Alonso de Rivera, que se hallaba de Gobernador de Tucuman para que pasase a serlo segunda, vez del reino de Chile. Se le dá noticia de la comision conferida al padre Luis. Se le hace particular encargo de conformarse con sus disposiciones en órden a la pacificacion de los indios, i se le manda que sin dilacion se ponga en su destino. En virtud de ella i de los reales despachos librados en Madrid a 23 de febrero de 1611, que al propio tiempo se le remitieron, marchó para la ciudad de Santiago, donde fué recibido con singulares demostraciones de alegría (marzo 25 de 1612), que manifestaron bien la sinceridad del sentimiento que todo aquel reino hizo por su separacion.

Concluidos los dias de regocijo, nombró por su teniente jeneral al licenciado Fernando Talaverano Gallegos, i continuó en el empleo de maestre de campo Alvaro Nuñez de Pineda, hasta que el virrei del Perú, por su despacho de 29 de marzo de 1612, lo confirió al coronel Pedro Cortes i Monroi. Luego salió para la ciudad de la Concepcion a tratar con el padre Valdivia los negocios de la paz, i le hizo la política espresion de que seria fiel ejecutor de sus disposiciones, i le llevó a vivir en su palacio con todos sus compañeros.

Despachado de la Corte el padre Luis a satisfaccion suya, regresó a Chile, i tomó la ruta de Panamá con la idea de pasar a Lima a hacer saber su comision al virei i marques de Montes-claros, i presentarle los reales despachos que lo acreditaban. El virei le facilitó cuanto pendia de su voluntad, i pidió el padre Luis, i navegó del puerto del Callao para el de la Concepcion, donde arribó pocos dias ántes que llegase el Gobernador.

No perdió su reverendísima un instante de tiempo en la ejecucion de sus ideas, i envió varios mensajeros a los indios de guerra, brindándoles con la paz bajo condiciones mui favorables i ventajosas a su nacion. Corria esta noticia de una parcialidad a otra i como, estaban casi destruidos, no dudaron entrar por partido, prometiéndoseles ventajosos, viendo que eran rogados. Pocos dios despees de este enviado entró el mismo padre a tierra de los enemigos, (junio 19 de 1612), para hacerles saber la real cédula de indulto i acordar con ellos los tratados de la paz que se meditaba establecer. Fué bien recibido de ellos, i le propusieron tres esenciales condiciones; libertad del servicio personal, a que se les obligaba por el derecho de repartimiento o encomienda; escencion de tributos, quedando con la obligacion de trabajar en obras reales, pagándoles el correspondiente jornal, i la demolicion de las plazas i fortines situados a la parte austral del Biobio.

Todo se les concedió, ménos la demolicion de la plaza de Monte-rei i de las de los estados de Arauco i Tucapel, con protesta de demolerlas despues de asentada, la paz. Orientado el Gobernador de estas capitulaciones, las hizo cumplir puntualmente i se retiraron las guarniciones de las fortificaciones demolidas Por disposicion del pudre Luis, pasó el Gobernador a ratificarlas, en la plaza de Paycaví, i quedaron los indios de Chile con el nombre de vasallos, i realidades de independencia.

Se señaló el rica Biobio por divisoria, i para que se tuviese un recíproco comercio sin que español alguno entrase a tierras de los indios, se les propuso la celebracion de algunas ferias en el año, i debian verificarse en las plazas situadas sobre la divisoria que a este fin se señalaria. Ultimamente para mayor seguridad, se fundaron las casas de comercio de Monte-rei i Buena-esperanza, bajo la direccion de los jesuitas que llevó de esta peninsula el padre Luis i mui satisfechos i llenos de gozo por tan buenos principios regresaron a la ciudad de la Concepcion.

Este grave i critico negocio, que parece debia ocupar toda la atencion del padre Luis no le impidió dedicarse mui de intento al adelantamiento de las temporalidades de su relijion. Al favor de su honrosa i caracterizada comision, negoció que don Garcia de Alvarado, prebendado de la catedral de la Concepcion, le diese la estancia nombrada Magdalena i las casas que tenia en la ciudad para que fundase un colejio. Estaban éstas en la plaza mayor, i por eso tuvo contradicion, pero como el gobierno era su ahijado, todo se allanó i tomó posesion de su nuevo colejio.

Entendia por todo el reino este sabio i prudente jesuita los resortes de su comision a favor de su Compañia, i consiguió tambien con los vecinos de la capital, por medio del padre Diego de Torres la fundacion de otro colejio para la instruccion de la, juventud, dedicado al apostol del oriente San Francisco Javier, con el titulo de colejio Convictorio. Edificaron los jesuitas este colejio cerca del suyo, en las casas que para ello les cedió el capitan Francisco de Fuenzalida. Al mismo tiempo negociaron se uniese a él el seminaria que para servicio de la catedral erijió el reverendo obispo don frai Juan Perez de Espinoza. Desde la espatriacion de los jesuitas se le dió el titulo de Colejio Carolino, i está encargado a clérigos i su rector es nombrado por el gobierno del reino. Ha dado este colejio sutilisimos teólogos, i muchos relijiosos doctos a las relijiones de la capital, principalmente a la misma compañia que por este medio supo adquirirse una grande veneracion.

Corria con felicidad el padre Luis tanto en los aumentos de la relijion, como en el progreso de sus ideas. Los caciques de las parcialidades de Valdivia i Osorno, enviaron mensajeros a la provincia de Chiloé, manifestando sus deseos de la paz. Admitidos de su gobernador, envió este jefe al licenciado don Diego de Castañeda, cura de la ciudad de Castro, para que esplorase la intencion de aquellos indios. Este celoso sacerdote fué bien recibido en Osorno. Muchos dias estuvo tratando de la pretendida pacificacion con los caciques que la preponian. Pidieron con mucha instansia la repoblacion de la ciudad de Valdivia, que pocos años antes habian ellos mismos reducido a cenizas. Dieron por disculpa de su hecho haber sido incitados de los caciques de Puren. Le pareció a este buen sacerdote que procedian de buena fé i lo notició al padre Luis.

Se lisonjeaba su reverendísima con estos progresos i volvió a la plaza de Paicaví (octubre de 1612). Pero los buenos servidores del rei, i amantes de la patria i de la verdad, que conocian el carácter de los indios de Chile, desaprobaron su conducta, i se esplicaron sobre las funestas consecuencias que se descubrian en tan desatinado sistema.

 La prudente perspicacia del padre Luis no concebía tan melancolicamente como se pronosticaba. Llevó adelante sus ideas i determinó enviar a todo riesgo a los padres Martin de Aranda i Horacio Bechi asistidos del hermano Diego de Montalvan, para que se internasen por Ilicura i Puren hasta la Imperial, promoviendo la deseada pacificacion, i con encargo particular de suavizar a Pelantaru i a Ancanamun, caudillos de los rebeldes de Puren.

El Gobernador i los principales capitanes del ejército contradecían por arriesgada la salida de estos jesuitas, Cayumari, cacique de la parcialidad de Molhuilla en el estado de Tucapel, la graduó de acelerada. Conocía la fuerza de Ancanamun, natural de Pellahuenu, parcialidad del estado de Puren, i que todavía no había dado seguros de amistad, antes si se hallaba con poderosos motivos de resentimientos, porque se le escaparon tres mujeres una hija i un hijo. Una de aquellas era doña María Jorquera, natural de la ciudad de Sevilla, cuya era la bija. Las otras dos eran indias de Osorno, tambien cautivas como doña Maria, i de una de éstas era el hijo (noviembre 12 de 1612). Se pasaron a los españoles por recobrar la perdida libertad. Lo supo Ancanamun que andaba por la Imperial i salió de si como una furia, i soltó la rienda al sentimiento. Era hombre sagaz i prudente. Disimuló por entonces, i se contuvo para recobrar sus prendas con suavidad o poner fuego a la mina si se las negaban.

Envió sus mensajeros pidiendolas i se las negaron con palabras de esperanza. No se satisfizo, i repitió segunda embajada, diciendo que si había dificultad en restituirle la española, por haberse pasado a los de su sangre, le enviasen las dos indias i sus hijos que eran sangre suya, i no podía haber derecho para, resistirlas. Este recurso dió mucho cuidado al gobierno i mandó hacer junta de téologos i juristas para resolver el caso. Hubo en ella diversidad de opiniones. No faltaron algunos que pensasen licita la devolucion, por ser indio tan poderoso, que para las paces que se trataban podria contribuir mucho, i aun ser el único conducto para conseguirlas. Esponian que estando toda la tierra de guerra de la, Imperial, Boroa, Maquehua i Villa-rica sujeta a su persuacion i a su autoridad i comprometida a su dictamen, si se le negaban las mujeres e hijos, se le disgustaba i era ocasionar gravísimo perjuicio capaz de turbarlo todo, i dando un trastorno a las negociaciones que tedia adelantadas el padre Luis, hacer mas cruel i duradera la guerra.

Pero el comun sentir de la asamblea condenó por ilícita la pretendida restitucion por que eran cristianas, i porque atendida la, violencia i rigor con que los indios de aquel reino castigaban las culpas de las mujeres, se debia tener por infalible cine les quitarían la vida. I mas sabiendose que una de ellas se Rabia implicado en torpes amores con el mismo que les aconsejo i facilitó la fuga. I últimamente que ya habian recobrado su libertad i la leí de postliminio las favorecía, i no era justo entregarlas a tan aura servidumbre i con un señor  que asaba, mal de su honestidad, obligándolas a ser sus mancebas. Concluyeron proponiendo se le ofreciesen pagar por ellas, segun el uso i

costumbres de aquellos indios i se le diesen buenas esperanzas, i se le persuadiese a recibir la lei evanjélica, para casarse con una de ellas, i que de este modo se le podria volver, si prometia no hacerle daño alguno. Con este dictamen se conformó el católico Gobernador i se libertaron aquellas cautivas del yugo de la esclavitud.

En estos tiempos hubieran esperimentado las violencias del fiero araucano. Yo he visto gobernadores de Chile, que poco escrupulosos no han reparado en estas menudencias, han entregado a los indios infieles las cristianas que han pedido, prohibiendo la real piedad del Soberano esta práctica, i con positiva renuncia de los reverendos obispos de la iglesia de la Concepcion. Se historiará en su propio lugar.

El padre Luis poco temeroso de las consecuencias de esta negativa, firme en su resolucion de enviar a los padres Aranda, Bechi i Montalban, lisonjeado de que Utamblame, jeneral de la parcialidad de Ilicura, hombre anciano i de mucho séquito, le habia dado la haz con espresiones de amistad i de sinceridad i le habla ofrecido salvo conducto para los relijiosos que quisiesen enviar; i viendo el Gobernador al padre Luis inexorable en su determinacion, previniendo lo que rodia .i debia suceder con Ancanamun, se puso en campaña con el ejército, condujo a los tres jesuitas hasta la plaza de Paicaví, para libertarlos, si Ancanamun hacia represalia de ellos.

Para que el P. Luis se afirmase mas en su pensamiento, pasó Utamblame a Paicaví, con destino de solicitar el rescate de un hijo que le hicieron prisionero los españoles de aquella plaza, (diciembre 7 de 1612). Se lo dió graciosamente al P. Luis i con este motivo le pidió el valeroso anciano dijese las buenas nuevas de paz, que les llevaba de la corte, i habia, hecho saber a otros. Prontamente satisfizo el padre Luis sus deseos, i le dió a entender las reales cédulas de su majestad en órden a la paz, a su quietud, i en órden a la escencion de la servidumbre personal i de todo tributo. Se instruyó prolijamente sobre el establecimiento de la línea divisoria; sobre la celebracion de ferias para el comercio, i sobre la fundacion de casas de conversion.

Ganado ya Utamblame con la devolucion del hijo prisionero, dijo a Valdivia: "tu trato suave i amigable, padre mio, ha suavisado mi ferocidad. Yo soi indio cruel, i uno de los mas fieros enemigos que han tenido los españoles en estas provincias. I tan constante que muchas veces me cambiaron mujeres, hijos i parientes, jamas quise tratar de su rescate, por no ver ni hablar con los españoles He peleado con todos los gobernadores desde García hartado de Mendoza hasta el que está aquí presente, i en las batallas en que me hallé, les hice buenas suertes, hiriendo i matando a muchos. Ninguno de ellos me ha podido sujetar con todo el poder de sus armas, i tú me tienes aquí rendido sin otra fuerza que la de tus alhagos. Conozco en tí no sé que bondad i sinceridad, que me obliga a creer cuanto me has dicho, i haz enviado decir a los demas caciques i rindo al rei las gracias por las que nos hace por tu mediacion. Disponed, padre mio, a vuestro arbitrio de mi persona, de todos estos capitanes que me acompañan, i de todas las parcialidades sujetas a mi imperio. Esta sí que es verdadera paz. Si los españoles cumplen sus condiciones, será permanente, porque de nuestra parte ninguno habrá que se atreva a violar unos tratados que tanto contribuyen a nuestra quietud i que solo se terminan a nuestra conservacion, i a la indemnidad de nuestros derechos. Nada mas se trasluce en ellos que piedad i beneficios, i un vivísimo deseo de que cese ya la efusion de sangre, con que se han inundado todos estos campos. Comencemos pues a gozar de este raudal de veneficencias. Evácuese esta plaza i retírense los españoles a sus tierras. Danos sacerdotes que nos instruyan en la lei de Dios, i que nos sírvan de seguridad al cumplimiento de las reales promesas. I para que nada pueda turbar tan importantes negociaciones, al ménos los dos hijos de Ancanamun le han de ser restituidos. Conmigo vienen dos caciques de Puren de los conductores. Dejemos para mejor ocasion hablar sobre la devolucion de sus mujeres, que con estas esperanzas i la posesion de sus dos hijos se templarán de algun modo sus justos sentimientos, i habrá lugar de acomodar bien este negocio."

Se e contestó a Utamblame sobre las tres peticiones. Se le dijo que al momento se evacuarla la plaza, i no pasarla español alguno de la divisoria, conteniéndose ellos en sus tierras; que llevaria á los P. P. que pedia i deseaba, pero que las mujeres e hijas de Ancanamun eran cristianas i segun la lei de Dios, no podian ir a vivir en pais de jentiles, ni ménos a ser sus mancebas, que si Ancanamun recibiese la fé de Cristo, i se acomodase a permitirles el uso de la lei de Dios, o quisiese casarse con una de ellas, segun el rito de la iglesia católica, se las darían sin dificultad, i todo seria ajustado bien, para complacerle en cuanto permitiese la lei de los cristianos. Que de contado se entregarla el hijo, que aun no era cristiano, i que le recibiesen los caciques de Puren, i que los P. P. que iban con él llevaban órden de pasar a Pellahuenu i hablar a Ancanamun sobre el asunto, i conducian muchas cosas para contentarle largamente.

Todavia hizo mas el P. Luis para asegurarse del buen éxito de su resolucion. Detuvo dos dias a los caciques con el pretesto de regalarles, i de que los PP. Aranda i Bechi se estaban surtiendo de las cosas necesarias para la jornada, i les fué examinando separadamente. Les halló contest s en la firmeza de las paces, i que todas las parcialidades abrazaban con gusto los medios propuestos para su estabilidad, i se confirmó mas en su dictámen, i marcharon los tres jesuitas con Utamblame.

El Gobernador, receloso de algun mal suceso, se mantuvo algunas dias en Paicaví, aunque el P. Luis le instaba por la retirada para la demolicion de aquella plaza. La esperiencia hizo ver lo acertado de esta demora. Vió Ancanamun que le negaban las mujeres, i la mañana del 14 de diciembre de 1612, cayó sobre la parcialidad de Ilicura donde estaban los tres jesuitas, i les quitó la vida i a todos los indios que no pudieron huir a los montes inmediatos, i se volvió a encender la guerra.

Con esta desgracia se levantó contra el P. Luis una tempestad tan furiosa, que no se serenó hasta que le vieron retirarse a esta península. Pero no se echó ménos a su señoria, porque el P. Gaspar Sobrino, de la misma Compañía, tomó a cuenta suya el sistema, que con mas vigor que entonces vimos protejer i practicar en el tercer cuadrante de este siglo, hasta que cual otro Ancanamun, lo desbarató i echo por tierra el cacique don Agustin Curiñamcu (1766).

Puestos sobre las armas Pelantaru i Ancanamun, comenzaron de nuevo las hostilidades. Con sus frecuentes atrevidos insultos llamaron las armas españolas a las de Puren, i las condujo el Gobernador talando i desbastando todo aquel pais. Los indios tomaron asilo en los montes de Nahuelbuta, pero aun allí les persiguió i logró buena suerte, i les Hizo muchos prisioneros de jente principal. No llegó el Gobernador hasta mas adentro, llevando los rigores de la guerra, porque el P. Luis no cesaba de contradecirlo, i porque la Audiencia quizo hacer valer las reales cédulas en que la piedad del Soberano encargaba no se traspasasen los límites de la defensiva, i entraron los exhortos i los requerimientos que arredraron al Gobernador i tuvo a bien retirarse a la ciudad de la Concepcion.

La de Santiago, como capital de aquel reino, luego que tuvo noticia, de la muerte de los jesuitas, tomó la resolucion de hacer presente al virei del Perú las funestas consecuencias del famoso sistema del P. Luis, que ya se comenzaban a esperimentar, i dió su poder al licenciado Merlo de la Fuente para que suplicase a S. E. diese facultad al Gobernador de hacer la guerra como antes. Todavia adelantó mas. Envió de procuradores a esta corte al R. P. frai Pedro dé Losa i al maestre de campo Pedro Lisperger, para que hiciesen presenta al Soberano el mal estado de aquel reino por la guerra defensiva, que por informe del P. Luis mandó observar su real piedad. Nada consiguió en la capital de Lima i mucho ménos en la corte. No fueron oídos los procuradores i repitió el rei mas apretadas órdenes a instancia i por solicitud del P. Sobrino, enviado por el P. Luis para que contradijese al P. Losa i a Lisperger, i por momentos se ponia este negocio de peor condicion en Chile.