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Crónicas
Tomo II
Capítulo I. El Gobernador hace una formal espedicion contra los indios.

Con estos hechos de Butapichun ya no le quedó duda al gobernador de la arrogante audacia de los araucanos, i trató de asegurar la frontera. Puso numerosa guarnición en Arauco, Yumbel i Nacimiento para defenderla en los meses de invierno, i salir a campaña en la siguiente primavera. Se contemplaba desairado con la brillante fortuna del jeneral araucano, i en verdad que en catorce años no habian internado tanto las armas araucanas en el pais español. El sarjento mayor Rebolledo se hallaba ruborizado con el furioso golpe de las Cangrejeras, que dejó mui vulnerada su conducta. Ambos deseaban ocasion de lograr un buen suceso, que fuese capaz de reponer estas quiebras, i no bien asomaba la alegre estacion cuando ya se comenzaron a ver grandes preparativos de guerra, i se dio principio a la premeditada grande espedicion, que debía abrazar todo el país araucano.

Tres divisiones se hicieron del ejército, i cada una de mil doscientos hombres, inclusos los ausiliares. Una se puso alas órdenes del sarjento mayor para que se hostilizase el pais sub-andino. Otra al cargo del maestre de campo con destino de obrar en los estados de Arauco i Tucapel hasta la Imperial. La última era conducida por el mismo gobernador, i tenia por objeto el centro del pais enemigo. El mismo plan de operaciones manifiesta que no quedaría palmo de tierra enemiga por donde no pasase el horror i el estrago, conducido por buenos jenerales que deseaban volver por la reputacion militar, que Butapichun supo poner en duda. I a vista de este armamento ¿quién será aquel que no imajine consternado al jefe araucano i haciendo iguales preparativos? Pues nada de esto pasó por la imajinacion de Butapichun, i a su tiempo se dejará ver no menos valiente en Quillin que animoso en las Cangrejeras.

El sarjento mayor no hizo cosa de consideracion, ni tuvo hecho de armas alguno, i regresó con alguna presa de caballos i de ganado vacuno.

Algunos indios del estado de Arauco, viendo las disposiciones de guerra, que no podian resistir por la inmediacion al pais español, procuraron evitarla con su acostumbrado refujio de la paz, i despacharon enviados pidiéndola. El maestre de campo contestó no serle facultativo responder, i que lo haria presente al gobernador, si para merecerla marchaban con algunos caciques a la espedicion. Conocieron la idea de este jefe, i la necesidad de evitar el estrago que amenazaba a su pais, les estrechó a dar cinco capitanes de los mas principales.

El maestre de campo entró por Arauco i Tucapel entregando al fuego cuanto encontraba combustible. Llegó hasta el río de la Imperial, i mandó pasar dos partidas, que hicieron buenas presas de ganados i caballos. Murieron treinta indios en las pequeñas guerrillas que tuvieron, i se hicieron doscientos prisioneros. Se tomaron mil caballos i setecientas vacas. En la retirada se perdió la mayor parte de esta presa. Se levantó una furiosa tempestad de viento, agua i piedra, que otra igual no se ha esperimentado en Chile. Duró veinte horas, i eran tan furiosos los torbellinos de viento acompañados de granizo, que no podian las jentes tenerse de pié, i se acababan ya los alimentos. Los prisioneros aprovecharon la ocasion, i casi todos se escaparon, i la mayor parte de los ganados se dispersó por los boques inmediatos.

El gobernador condujo los horrores de la guerra por Angol, Puren, Quechereguas, hasta Chollcholl i Maquehua; incendió, destruyó, destrozó, taló i debeló cuanto encontró. Veían arder sus chozas, arrancar sus árboles i talar sus mieses que ya se acercaba el tiempo de su sazon para llenar sus trojes, i lloraban sin consuelo las mujeres i los niños la cruel i desapiadada hambre que se les esperaba.

Les hizo el gobernador muchos prisioneros i muchas presas (le ganados i caballos, i regresó triunfante para la frontera. Butapichun, que por sus espías siempre anduvo a la mira de sus operaciones, le aguarda a la retirada con un cuerpo de tres mil hombres i le sorprende, alojado en el valle de Quillin. Entra en el ejército de los españoles la confusion i la turbacion. No se ejecutan las órdenes del gobernador, i ya no se entienden unos con otros. Butapichun, que era intrépido i de prontas resoluciones, aprovechó los instantes. El gobernador era animoso i le acompañaban valientes i esperimentados capitanes. Recobrados ya del pavoroso espanto en que les puso la sorpresa, iban a comenzar una sangrienta batalla. Pero Butapichun que conoció no podía sacar mas ventajas, se retiró con la presa que llevaba el gobernador con los prisioneros, i con algunos españoles que cautivó al favor del desórden en que los puso con los primeros encuentros del avance; i en un momento le arrebató al gobernador toda la gloria de la campaña, i le hizo inútiles todos los esfuerzos del poder, i como es demasiado inconstante la fortuna de la guerra, se retiró desairado a la ciudad de la Concepcion a esperar el suceso.