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Crónicas
Tomo II
Capítulo XIV. Gobierno del señor Don Francisco Lopez de Zúñiga, Marques de Baides, Conde de Pedroza i señor de nueve villas del Estado de Tobar - Sale a campaña contra los indios - Proponen éstos la paz i se celebra en parlamento jeneral.

Nada satisfecha la corte de las promesas de los gobernadores de Chile sobre la pacificación de los indios de aquel reino i desagradado el rei de la continuación de la guerra, resolvió su majestad relevar del gobierno a don Francisco Lazo de la Vega i mandó librar sus reales despachos para este encargo a don Francio López de Zúñiga. Despachado de la corte este caballero i puesto en Sevilla, dirijió su viaje por Portubelo i Panamá con designio de pasar a la ciudad do Lima a orientarse del virei del Perú sobre las cosas de Chile. Su excelencia le dió la consignacion de los 212,000 ducados pertenecientes al ejército de Chile i alguna tropa. Con ella se embarcó en el puerto del Callao i con próspera navegacion arribó al de la Concepcion, donde presentados los reales despachos dados en Madrid a 10 de abril de 1638, fue admitido al uso de su empleo (abril 30 de 1630) con la celebridad que estableció la costumbre.

Sus primeros cuidados se dirijieron al despacho de su antecesor. Abrió la residencia; i como el carácter del caballero Lazo i su ardentía le precipitaron a desairar a las personas mas visibles i pocas veces queda el desairado sin perjuicios en aquellos remotos paises, no se embarazó el marqués poco i el caballero Lazo tuvo mucho que sentir Al fin fué bien despachado a costa de algun dinero para indemnizaciones, i absuelto de todo cargo pasó a la ciudad de Santiago (octubre de 1639) de donde se trasladó a la de Lima. Agravada su dolencia de hidropesía de humor, falleció en aquella ciudad el 25 de julio de 1640

El marqués se desentendió del método de gobierno de su antecesor i se condujo por máximas diametralmente opuestas. Aquél adoptó los rigores de la guerra como único fin i el marqués usó de ellos como medios que condujesen a la suavidad i dulzura de la paz. Ni uno ni otro consiguieron la sujecion de los araucanos. Ambos erraron, pero el error del marqués fué de peores consecuencias, porque léjos de sujetarlos a la obediencia, les puso en posesion de la independencia de que hoi gozan. Dispuso que el intérprete Miguel de Vivanco, que tenia mucho partido entre los indios, les aconsejase pidiesen la paz al nuevo gobernador, que era de natural manso i no podia poner dificultad en concederla.

Se encargó Vivanco de esta negociacion i el marqués salió para la capital (setiembre 217 de 1639) donde fué recibido con las aclamaciones que aquella ciudad acostumbró siempre en los recibimientos de sus gobernadores. Nombró de su lugarteniente a don Diego Gonzalez Montero. Dió su tentativa sobre sacar jente de la capital i su distrito, pero ejecutado del tiempo no puso mayor empeño i regresó a la Concepcion (octubre de 1639).

Luego que llegó, hizo repetidas juntas de guerra i tuvo muchas conferencias con el reverendo obispo de la Concepcion, sobre la conducta que se debia observar para poner fin en tan gravosa guerra i últimamente se resolvió saliese el ejército a campaña. Decretada la salida, mandó pasar revista a las milicias de su gobernación, que ya gozaban del fuero militar por la leí II, título II, libro III, de la recopilación de Indias. Pasó orden a don Diego Gonzalez Montero para que hiciese leva en la capital i su distrito i apercibimientos a los vecinos de encomienda que tuviesen mas de cinco indios de repartimiento, i que les mandase salir luego para la frontera. I para que no se pusiesen dilatorias pasó oficio para ello al ayuntamiento. Este cuerpo lo resistió i a la segunda orden del gobernador apeló a la Audiencia. Admitida la apelacion, se valió aquel jefe de la fuerza i lo llevó a efecto hasta que salió con ello i marcharon los encomenderos i jente de leva para la frontera. Se repitió esta providencia en otra ocasion i la hubieran continuado los gobernadores si la capital no hubiera alcanzado una real cédula dada en Madrid a 10 de diciembre de 1642 que se recibió én 7 de mayo de 1644 i en ella manda su majestad no se hagan leva i apercibimientos por ocursos ordinarios, si no es solo en casos inexcusables.

Concluidos los aprestos de guerra, pasó revista el gobernador al ejército i se halló con mil setecientos cuarenta españoles bien armados i disciplinados (enero 4 de 1640). Con ellos salió a campaña i llevó las armas por Angol, Puren Imperial i Boroa. Atravesó las rápidas corrientes del caudaloso Tolten por la parcialidad de Pitubguen hoi Tolten alto. Se arrimó a Villarica i entregó a las voracidades del fuego aquellas deliciosas campiñas. Loncopichun, famoso caudillo de los rebeldes, apagó el furor del marqués, pidiéndole la paz i ofreciéndole entrarían en ella sin dificultad los jefes de todas las provincias.

Le brindaron los indios con lo mismo que deseaba i mudó de ideas contra el dictámen de los experimentados capitanes de su ejército. Estos le hicieron presente que la decadencia de sus fuerzas i no la sinceridad obligaba a los rebeldes a pedir la paz: que aquella era la constitucion mas oportuna para verificar su rendicion. "Testigos somos todos, le decían, que muchas veces la pidieron para reponerse i ahora es regular sea lo mismo."

Despreció este modo de pensar i volvió a la ciudad de la Concepcion. Dejó el ejército en la línea hasta ver las resultas deja promesa de Loncopichun.

Este no sé si por sinceridad o por hacer alguna suspension de armas, unido con otros cinco capitanes de la Villarica, se hizo garante de la paz. Habló a los demos sus vecinos i de este modo se convocaron todos i acordaron pedir al marqués volviese a sus tierras a establecer las capitulaciones que debian solidarla. Contribuyó mucho a esta pacífica resolucion una horrorosa erupcion del volcan de la Villarica, que intimidó tanto a aquellos indios, que les puso en una especie de absorto i por mucho tiempo no pudieron echar de sí la languidez de ánimo en que cayeron: muchos días ántes de la erupcion se oyeron continuos i espantosos ruidos subterráneos, hasta que se dividió en dos partes hácia el oriente i el occidente el elevado cerro de Allipen, donde está el volcan. Vomitó muchos i mui corpulentos peñascos o cantos encendidos; arrojó copiosas lluvias de cenizas ardiendo, i salió de él un río de fuego, que entrando en el lago de la Villarica, hizo hervir sus aguas i las del río Tolten que de ellas se forma. Quedaron tan salobres i pestíferas en toda su carrera, hasta desaguar en el mar, que en mas de cuatro meses no se pudieron beber.

Al mismo tiempo tuvieron dos terribles visiones. Vieron bajar por el río de fuego un árbol ardiendo desde las raíces hasta el copo i fluctuando tan perpendicularmente colocado, como si estuviese plantado en tierra. Fijaba siguiéndolo una bestia feroz con la cabeza cubierta de cuernos i dando horrorosos aullidos.

Se les presentaron en el aire dos escuadrones armados. Representaba el uno a los españoles con su jefe montado en brioso caballo blanco i el otro a ellos. Aquéllos se miraban vencedores i ellos vencidos i derrotados (8). Consumidas despues de algunos dias las materias bituminosas que se contenían en aquellas cavernas, cesaron de correr los raudales de fuego, i por el cause que éste formó, corrió desde entónces hasta hoi un rio no pequeño de aguas mui turbias (9).

Este suceso lo interpretaron sus agresores a favor de la paz i contra la conservacion de sus estados, que los veían invadidos por un ejército superior a sus fuerzas. Este prudente temor les hizo adelantar con brevedad las negociaciones de la paz de que se lisonjeaba el marqués. Le era todavía desconocido el carácter de aquellos hombres i le fué fácil persuadirse de la buena fé i permanencia en su propósito, que jamás tuvieron. Pidieron se tratase este negocio en una junta jeneral que le han dado en Chile la denominacion de Parlamento Jeneral i se señalo el valle de Quillin para la celebracion de esta asamblea (10).