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Crónicas
Tomo II
Capítulo XIX. Se traslada el Gobernador a la capital, i tratan los indios de sublevarse.

Aquellos pequeños recursos no fueron capaces de separar al gobernador del sistema de pacificacion que se habia propuesto, cuyas negociaciones estaban tan adelantadas que se podia esperar una paz jeneral i permanente que diese lugar a meditar i entablar ideas sobre los alimentos i felicidad del pais. Pero un acaso de la naturaleza le retarde sus designios. Desoló todo el. pais de su gobernacion un horrible terremoto que fué jeneral en toda la América meridional i de tanta violencia i duración, que en varias partes de Chile la tierra se abrió e hizo cesar por seis dial las corrientes del rio Teno, miéntras se llenó una, profunda grieta que abrió en su cauce. Pero donde causó mayores daños fue en la capital, que a las diez i treinta i nueve minutos de la noche del dia 13 de mayo de 1647, se comenzó a estremecer su suelo i duró siete minutos el temblor i la arruinó hasta los cimientos. Veintitres dias duró el material que causó esta desolacion i en ellos hubo setenta estremecimientos de movimientos mui violentos i acompañados de espantosos estruendos subterráneos. Muchas personas perecieron envueltas en las ruinas; i no podemos dar el número fijo de ellas por la variedad de los escritores de Chile que ponen desde seiscientos hasta dos mil. En un acuerdo del Ayuntamiento se dice fueron mas de mil. La ruina de templos, edificios i muebles ascendió a muchos millones de pesos; solo de los templos se calculó en cerca de dos millones. Ya se deja entender la lamentable constitucion de sus vecinos; pero los que quedaron oprimidos del grave peso de la necesidad fueron de algun modo aliviados. El gobernador, que se hallaba en la ciudad de la Concepcion, les envió dos mil pesos. El virei del Perú, marqués de Mancera, socorrió la coman indijencia con una buena cantidad i dió otra gruesa suma para levantar la Catedral i los dos monasterios de las relijiosas de la Concepcion i de Santa Clara, i entre los nobles vecinos de Lima, cuya jenerosidad i grandeza de ánimo no tiene límites, se juntaron treinta mil pesos, que se distribuyeron a los pobres.

El Ayuntamiento de la arruinada ciudad i su vecindario, viendo desolada su poblacion, acordaron trasportarla a otro sitio. Orientado fué por ellos el gobernador en su bella i útil resolución i conociendo que las demoras en estos negocios traen disensiones i diversidad de pareceres que todo lo frustran, suspendió los de pacificacion i se puso luego en la ciudad arruinada. Se trató el asunto en varios acuerdos (agosto de 1647). Votaron unos por el valle de Tango para lugar de la traslacion, otros por el de Melipilla; por el de Quillota se pusieron algunos i no pocos suscribieron por el mismo sitio de la ruina. Este dictamen prevaleció por el mismo motivo que debió desatenderse Tuvieron consideracion a que los monasterios no perdiesen los capitales que tenían a censo sobre los solares, acordando suplicar al rei se dignase rebajarlo al tres por ciento i hasta, hoi no ha tenido efecto; de modo que los monasterios son los dueños i señores de aquella ciudad, donde apenas habrá casa que no sea censuataria de algunos de ellos. Es constante que debieron elejir el valle de Melipilla u otro que los alejase de la cordillera i que no estuviese espuesto a las inundaciones que sufre aquella ciudad en los turbiones del río Mapocho.

Determinada la reedificacion de la ciudad en el mismo sitio de su ruina, dió el gobernador las providencias conducentes a su mas pronta reparacion i regresó a la frontera, donde pedían su presencia mas escabrosos cuidados. El virei del Perú pasó tarden al gobernador de Valdivia para que, concluidas las fortificaciones de los castillos de San Pedro de Mancera i San Sebastian del Corral, poblase la ciudad arruinada. I considerando la necesidad de caballos para sostener el trasporte de las maderas para edificios i de vacas para establecer crianza de ellas, dispuso que el gobernador de Chile enviase al de Valdivia doscientos caballos i mil vacas. Se ejecutó la órden del virei; i sirvieron para irritar la insaciable codicia de los indios. Alcapaguí, cacique de la parcialidad de Quinchilea i Mariantú, degollados en el parlamento de Quillin, mas irritados que escarmentados con aquel castigo, quitaron las vacas i caballos con muerte de algunos indios de la plaza de San Cristóbal que las conducian escoltadas por el capitan don Juan de Espejo. Este oficial se libertó a favor de su caballo con diez soldados de su compañía, que era todo el resguardo de aquellos ganados i toda la fuerza de la escolta Esta desgracia fué efecto de la impremeditada confianza en una paz que en las circunstancias de independencia jamás pueden tener firmeza.

Luego que el gobernador tuvo noticia de este lance, principió la rebelion, se puso en la plaza del Nacimiento para corta sus progresos. Hizo cargo del hecho a los caciques de la Imperial Boroa, Tolten i Mariquina, que se habían encargado de dar paso franco a las vacas i caballos del rei i a todo cuanto se necesitase trasportar al nuevo establecimiento de Valdivia. I convencidos éstos, segun sus ritos I costumbres, del cargo que se les hacia, pidieron se dejase a su cuidado el castigo de las parcialidades delincuentes. No distó el gobernador de acceder a su pretension, i fomentó entre ellos una cruel guerra para que, divididas i debilitadas sus fuerzas, fuesen fáciles de ser vencidas cuando lo pidiese la ocasion.

Salieron a campaña estas parcialidades contra las de Cayumapú, Calle-Calle i Quinchilea i les dieron una sangrienta sorpresa. Recuperaron mucha parte de la vacas i todos los caballos i tuvieron la gallardía de entregarlo todo al gobernador de Valdivia. En verdad que fue éste un prodijio de jenerosidad en la ciega codicia de los indios. Empeñados en esta guerra, salió el gobernador de este peligroso cuidado, pero todo el peso de sus resultas cayó sobre la nueva poblacion de Valdivia.