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Crónicas
Tomo II
Capítulo XXVI. Segunda espedicion del Maestre de Campo contra las parcialidades de Riobueno - Toman los indios las armas i devastan el Obispado de La Concepcion - Operaciones militares de los españoles i de los indios.

Publicada la segunda jornada del maestre de campo contra los cumcos, aceleraron los indios sus providencias para la conjuracion. Un indio de Talcamávida, por efecto de lealtad, pasó a la ciudad de la Concepcion a dar esta noticia al gobernador i le pago su fidelidad con el castigo de cincuenta azotes que le hizo sufrir neciamente, persuadido de que era tramoya de los capitanes del ejército por envidia a sus cuñados. Sobre este aviso llegó una carta de don Francisco Bascuñan, comandante de la plaza de Boroa, noticiándole lo mismo, i si no se le pudieron dar cincuenta azotes, se le castigo con el desprecio i se le dió una áspera reprension. Pero Bascuñan, que no podía desentenderse de las obligaciones de su conciencia i de su fidelidad al rei, repitió otra diciendo que catorce caciques de Boroa i otras parcialidades le pedian con instancia hiciese presente al gobernador seria infalible una jeneral sublevacion si se repetía la espedicion de Riobueno. Ya el gobernador no se pudo desentender de noticia tan terminante como ésta; pero su mujer le advirtió hasta dónde llega la malicia (tan terminante como esta) de los hombres i que era tramoya para impedir la salida del ejército porque se le daba a su hermano i no a ellos el mando de él. Entónces dispuso el gobernador que se hiciesen informes sobre el pronosticado alzamiento i se pusieron las cartas de Bascuñan por cabeza de los autos (18). Nada se probó en ellas porque la gobernadora no quiso que se probase i todos hicieron su juramento falso por agradarla. ¡Oh criminosa adulacion, que no respetas ni lo mas sagrado de la relijion! Los que en estas adulaciones ocultaron la verdad concurrieron con el gobernador i su mujer a los gravísimos perjuicios que se siguieron i luego veremos.

Falsificadas en papel las noticias de la conspiracion con informaciones falsas, se hizo la union del ejército en la plaza del Nacimiento (febrero 6 de 1655). Se componía de dos mil quinientos españoles i auxiliares i salid para la de Boroa a las órdenes del maestre de campo. Al paso tomó a don Francisco Bascuñan con la guarnicion de aquella plaza i siguió la marcha para las llanuras de Riobueno. No se verifico el objeto de esta espedicion. Los indios pusieron en ejecucion el levantamiento que tenían acordado como único medio para impedirla.

Mui desagradables eran para el gobernador las noticias de esta sublevacion. Sus súbditos no ignoraban su desagrado. El que de éstos se contemplaba constituido en la obligacion de orientar al gobierno en semejantes ocursos, vencia esta dificultad i no omitía participarlos. Esto mismo le acaeció al capitan. don Juan de Fontalba, que desde la plaza de Buena Esperanza a la ciudad de la Concepcion, le dijo que tenia en su casa una hija de Leubupillan, cacique de la parcialidad de Tomeco, autor de la conjuracion, a quien se tenia prevenido se pusiese en seguridad, porque dentro de dos días era el alzamiento jeneral; que la rabia examinado bien i siempre la halló conteste, i que él mismo tenia esperimentadas muchas señales de la anunciada conspiracion. Con mucho desagrado oyó el gobernador la noticia, i mirando al capitan Fontalba se produjo con la espresion de ser rumores de envidiosos. No obstante, alguna impresion le hizo la autoridad de este capitan i en el momento salió para la espresada plaza (febrero 12 de 1655) con una compañía de infantería i la suya de oficiales reformados i en la noche del mismo día entro en ella.

Pocos meses después del golpe de mano que logró Inaqueapu, salid a luz la gran conspiracion que fomentaba i ardía en los airados corazones de aquellos indios (febrero 13 de 1655) (19). En un mismo momento se echaron sobre todos los establecimientos i sobre las estancias del territorio comprendido entre los rios Maule i Biobio, i atacaron las plazas situadas en su pais interior. Cautivaron mas de mil trescientas personas españolas. Saquearon trescientas, noventiseis cuatrocientas mil cabezas de ganado vacuno, caballar cabrío i de lana; i ascendió la perdida de los Vecinos i del rei a ocho millones de pesos, de que se hizo jurídica informacion Se abandonaron las plazas i fuertes sin que quedasen otras que Arauco, Boroa i un fortin en el cerro de Chepe. Arruinaron todas las casas de conversion. Cautivaron a, sus conversores i se llevaron i profanaron los vasos sagrados i con sacrílego desacato destrozaron i ultrajaron las santas imájenes i entregaron los templos al fuego. Fué tan jeneral la conspiracion qué do mas de treinta mil indios amigos no quedaron de paz mas de treinta. Los demas se rebelaron i fueron los mejores soldados de su ejercito: habian aprendido en buena, escuela el arte de ha guerra. Estos horribles males causaron el interés i la adulacion fomentados por una, mujer.

Se hallaba el gobernador en la plaza de Buena Esperanza i todavía no creyó la conjuracion hasta que llegó el alférez Nicolás Gatica con la noticia de haber sido sorprendido (febrero 13 de 1655) en el vado que tiene el rio Laja en Tarpellanca. Pocas horas despues fueron llegando algunos, labradores. que avisaron la desolacion de sus estancias. El gobernador, sobrecogido de un pueril temor i ajitado de funestos pensamientos por su necia incredulidad i sin fuerzas para oponerse a los designios de los rebeldes, porque las alejo demasiado, no hallaba partido que tomar i mando desalojar las plazas de la frontera.

Aumento mas su confusion la presencia de los rebeldes, que bajo las órdenes del cacique Marillanca se pusieron a la vista. Mandó salir una partida de caballería sobre ellos, i aunque don Alonso de Sotomayor i Angulo quitó la vida a Marillanca en batalla singular o desafío pocos españoles volvieron. Al mismo tiempo que estos regresaron derrotados, llegó el comisario de caballería, don Domingo de la Parra, que por mediacion de una india se liberto de la prision en que le habia puesto Leubupillan i dio la noticia de que intentaban tomar aquella plaza i la, ciudad de la Concepcion, porque eran donde los gobernadores fijaban su residencia. Todo esto le acabó de intimidar i sin oir representaciones ni discursos de amigos de ánimo sosegado i bien puesto, determino abandonar una plaza bien fortificada, guarnecida, municionada i reforzada su guarnicion con la tropa i vecinos de las de San Rosendo, Santa Lucía i San Cristóbal que se habian replegado en ella. Salió precipitadamente para la ciudad de la Concepcion con toda la jente de aquel fuerte establecimiento i de toda su comarca i fué tanta la aceleracion que no dió lugar a que los sacerdotes consumiesen el Santísimo Sacramento ¡los jesuitas tuvieron que llevarle. Dejó la plaza con su artillería i pertrechos i abastecidos sus almacenes de víveres i municiones de guerra. Los vecinos no sacaron de sus casas ni otra ropa, ni mas alhajas que las que cada uno pudo cargar al hombro. Pocas caballerías tuvieron porque de todas se apoderaron los rebeldes. De las mujeres unas dejaban el hijo escondido en el bosque por si acaso vivia; otras le tiraban en el camino porque ya no podian con él; i otras del todo desfallecidas se tendian en el suelo para morir con ménos fatiga. Un alférez mui anciano, cansado ya de servir, quedo en el camino por fatigado i murió en él por desamparado. Tal fué la turbacion de aquel jeneral. Apresuro la marcha. Le parecia que los rebeldes ya le iban a los alcances. Pernoctó con dos soldados ancianos i llegó a la ciudad de la Concepcion donde solamente se contemplaba seguro. Al capitan don Juan de Fontalba dejó encargada aquella triste comitiva, que pasaba de tres mil personas, i llegó tambien al mismo destino sin haber sido incomodado de los enemigos. La ciudad i todo su pueblo salió en procesion a recibir el Santísimo Sacramento i le acompaño hasta la iglesia de la Compañía de Jesus; donde fué colocado. Llegaron aquellos hombres, mujeres i niños como si hubieran salido de un naufrajio. Les condujo la inconsideracion de un hombre solo hasta el estremo de la necesidad.

Los rebeldes, que vieron salir al gobernador, no se persuadieron que dejase sola una plaza bien fortificada i no se arrimaron a ella en muchos dias hasta que advirtieron su abandono. Saquearon las casas i almacenes i entregaron los edificios al fuego. Llegó el incendio al depósito de la pólvora e inflamadas cuatrocientas botijas (20) que en él hablan colocadas en un subterráneo, arranco hasta los cimientos de la poblacion. Hizo tan horroroso estruendo, que puso a los rebeldes en pavoroso espanto i muchos perecieron debajo de las ruinas.

Antes que reventase esta mina pusieron fuego al templo que tenian los jesuitas. Vieron que no prendia la voraz llama muchas veces aplicada i Huenulemui, indio de la parcialidad de Tomeco, advirtió en una efijie de Jesucristo crucificado, i diciendo: "este mal español defiende su casa, i por eso no arde, muera, muera," le dió una lanzada. Jesucristo renovó las maravillas del Calvario. Abierto (relata reffero) aquel sagrado pecho salió una fuente de sangre que se vertió en el suelo i en el vestido del sacrílego bárbaro. Si fué cierto el caso, debemos decir que fué milagrosa la sangre que salió del cuerpo del Salvador herido en la cruz, pero que mayores circunstancias de maravillosa tiene esta sangre. En el Calvario la derramo del verdadero cuerpo i aquí de su imájen, allí de la verdadera carne i aquí de un leño; allí del costado del cuerpo i aquí del corazon de un tronco; allí el mismo Jesucristo i aquí su misma representacion. Causó pasmo i asombro en aquellos bárbaros, i los mas elevados espíritus pudieron tambien admirarse de la piedad del Señor que quiso volver a regar la tierra con su preciosa sangre; i aun todavía mas de la tolerancia en sufrir injurias. Tembló i se estremeció el bárbaro viendo sobre sí la sangre. Pero, ¿qué esperaba, si sabemos que se estremeció la tierra toda, al recibirla sobre sí en el Calvario? El sacrílego lo tuvo a mal agüero, i en verdad que si el piadoso Señor no lo aniquiló allí mismo, buscando su arrepetimiento, pocos dias despues en el ataque que dieron al fortin que levantaron los españoles en la estancia del maestre de campo Rebolledo quedó herido en el campo; conducido a la casa fuerte declaro la causa de su desdicha, i oida de los soldados, allí mismo le despedazaron. Casi todos aquellos sacrílegos tuvieron este fin en aquel ataque.

Referian los prisioneros españoles que los rebeldes cortaron la cabeza de la sagrada imájen i levantándola en las lanzas, cantaron victoria luego que vieron incendiarse el templo i zaherian a los prisioneros, diciéndoles que ya les habian muerto a su Dios i que ellos eran mas valientes que el Dios de los cristianos. Sobre esto compusieron sus poetas un romance de blasfemias i le cantaban en sus juntas de embriagueces.

Los mismos desacatos cometieron con la imájen de la Vírjen María Nuestra Señora, pero al bárbaro que puso las sacrílegas manos en ella se le secó i baldó el brazo. Sufrió el Salvador sus injurias con piedad i castigó con severa justicia las que se hicieron a su benditísima madre.

En el templo de la casa de conversion de San Cristóbal sucedió otro prodijio. Otro indio destrozó con la lanza igual efijie del Salvador i al herirle oyó que el divino Señor le dijo: ¿"Qué os he hecho yo para que me trateis así? Si no os he ofendido en nada, ¿por qué me hieres?" No es desemejante este caso al que aconteció en esta corte con otro Santo Crucifijo, que se quejó dulce i amorosamente a unos judíos que le maltrataban, diciéndoles las mismas palabras: "¿por qué me maltratais siendo vuestro Dios verdadero?"