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Crónicas
Tomo II
Capítulo XXXI. Gobierno interino del Almirante Don Pedro Portel Casanate.

Por los informes que el padre Jerónimo de Monteamos i la leal Audiencia de Chile i don Juan Rodolfo, enviado de la ciudad de Santiago dieron al virrei del Perú, don Luis Henriquez Guzman, conde de Alba de Liste, grande de España i el primero que de esta jerarquía gobernó los reinos del Perú, conoció su excelencia el peligro que amenazaba al de Chile i la necesidad que tenia de un gobernador no ménos político sagaz que prudente militar i piadoso guerrero. Estas circunstancias adornaban en grado superior al almirante don Pedro Portel Casanate, de la orden de Santiago, natural de la ciudad de Zaragoza, i le pareció al conde hallarse en estrecha, obligacion de elejirle para recuperar i mantener aquellos estados de la real corona amenazados de perderse, si no se entregaban a la direccion de una prudente i esperimentada conducta, cual era la que relucia en el caballero Portel.

Conducido el celoso virei de este conocimiento por real provision dada en la ciudad de Lima a 30 de octubre de 1655, le nombró gobernador de aquel pais casi desolado i le dió los ausilios necesarios para su restauracion. Mandando una escuadra de tres naves, salió del puerto del Callao el almirante don Pedro con trescientos setenta i seis soldados (26) para reforzar el ejército de aquel reino i arribó al de la Concepcion, donde don Antonio de A cuña a i Cabrera le entregó el gobierno sin dificultad, i en la, misma escuadra se condujo a Lima (enero 1.° de 1656) con su familia, en obedecimiento de la órden del virei que antes resistió.

El conde miró con especial atencion el reino de Chile. Mandó hacer reclutas i pidió jente del de Quito para mantenerlo i sujetar a los rebeldes. Envió ciento ochenta mil pesos para gastos de guerra, muchas armas i municiones, i dispuso que un navío mercante tocase en el puerto de Valparaiso para embarcar seis mil fanegas de trigo para la tropa i nada descontento del caudal del situado que remitió íntegro i a tiempo oportuno. Se compadeció mucho de la constitucion lamentable del reino de Chile, i a ejemplo suyo manifestaron su compasion los monasterios de relijiosas de la ciudad de Lima i muchas personas nobles. Enviaron la ropa blanca que era menester para las dos mil plazas de que se debia componer el ejército i algun dinero para que aliviasen aquellas obvias indijencias, como la de tabaco para fumar, i quede perpetua la memoria de tan especial caridad.

Posesionado del gobierno el almirante, comisionó al capitan Juan Velazquez Covarrúbias para que a nombre suyo se recibiese de gobernador de la capital, i se hizo este ceremonial el 22 de mayo del mismo año. I deseando conducirse con acierto en los negocios de la guerra, formó una junta de doce sujetos intelijentes en la profesion militar i de largas esperiencias de las cosas de Chile para conferenciar con ellos sus deliberaciones i luego pasó a nombrar los principales empleos del ejército. Confirió el de maestre se campo a don Jerónimo de Molina i el de sarjento mayor a don Ignacio de la Carrera i Turrugoyen, militares de mucho crédito. Permanecen en Chile las descendencias de estos dos jefes pero bajo mui diferente fortuna La del primero mui abatida en la provincia se la Concepcion, i brillante la del segundo en la ciudad de Santiago.

La única operacion militar que se hizo despues del rompimiento de los indios, fue cuando el veedor Villalobos llevaba las riendas del gobierno. Salió entonces Bascuñan con doscientos soldarlos a alejar de la ciudad se la Concepcion las partidas de los rebeldes que la infestaban, i en una de las salidas quito la visa a diez rebeldes i los tomó dieciseis prisioneros. Pero no fué bastante para escarmentarlos. Se alejaron un poco; i tomados los caminos, asesinaban a todo viajero i perecia la ciudad por falta se víveres. El primer cuidado del gobernador fué la seguridad de los caminos para facilitar la entrada de vivanderos i mercaderes. Salió el maestre de campo Molina en busca de ellos i les halló en número se mil hombres emboscados cerca de Cumco. Cercó el bosque dónde estaban fortificados, i el padre Francisco Vargas con permiso del maestre de campo, entro a persuadirles rindiesen las armas i pidiesen perdon de su delito, prometiéndoles interesar sus respetos para lo concedido. Se les concedió indultó, i rendidos descubrieron que Ignacio, indio yanacona, era su caudillo i se hallaba no mui distante de Cumco reclutando mas jeme para acercarse a la ciudad de la Concepcion. Envió Molina una partida i fue preso i conducido al gobernador. Este jefe le sentencio a muerte, que sufrió a las diez de la mañana se uno se los días del mes de enero de 1656, i con admiración se todos se dejo ver en el cielo una espada de fuego perpendicular a la horca. Relata reffero.

Con la prision i suplicio se Ignacio estuvo franco el camino por algunos días; pero luego se levantó otro cuerpo de dos mil quinientos indios sobre Cumco que repitió las hostilidades de Ignacio. El gobernador salid a combatirlos i dio con ellos. Animosamente le presentaron batalla, pero no correspondieron las resultas al atrevido valor que manifestaron. Murieron muchos en la función; quedaron prisioneros mas ole doscientos i los demas se retiraron no menos escarmentados que atónitos de ver a los españoles recobrados en su antiguo valor i con su gobernador a la testa del ejército.

Esta primera espedicion del gobernador fué favorecida del ciclo. Se presentó. San Fabian, a quien en otro tiempo fue dedicada la plaza de Cumco, a caballo, con espada de fuego en la mano, i a cada golpe que descargaba se nombraba: "Yo soy Fabian," como lo acostumbran los indios de Chile (27).

De Cumco paso el gobernador con el ejército a la isla de la Laja, orientado de que un indio de la plaza, de Nacimiento habia recojido una imájen de Nuestra Señora que se veneraba en una de las parroquias que saqueron los rebeldes, i la ocultó en un bosque dentro de una pequeña choza para que los demas no la ultrajasen. Tuvo algunos encuentros con los rebeldes i ensangrentó la espada con escarmiento de aquellos bárbaros. En esta jornada les hizo prisionero al famoso Huechugue, tino de sus principales caudillos. No quiso llevar consigo aquel inicuo i le mandó colgar de un árbol para escarmiento de los demas. Regresó triunfante a la ciudad de la Concepcion conduciendo reverente i piadoso la sagrada imájen que le hizo mover su ejército. Fué recibida en la ciudad de la Concepcion esta, piadosa reliquia con una solemnidad estraordinaria i en procesion, saludándola el castillo con salva triple de toda su artillería.