ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Crónicas
Tomo II
Capítulo XXXVII. Operaciones militares del desertor Alejo - Se refiere su desdichado fallecimiento.

Los indios de Chile ni tienen poblaciones ni edificios, i por eso en los terremotos jamas esperimentaron resultas; pero los ignoran los funestos efectos que causan en las colonias españolas; i suponiéndolas desoladas con el que se acaba de esperimentar i consternados sus habitantes, determinaron volver sobre 1a frontera. Puesto Alejo a la testa de un grueso escuadron de los rebeldes, que una gran parte de él se componia de yanaconas; divididos en cuatro trozos, mandados por los capitanes Misgui, Colicheu, Rehuecau i Huentecura, atravesó el Biobio i entro hostilizando las inmediaciones de Conuco. El gobernador, que con la primera noticia de esta espedicion habia pasado a aquella, plaza, destaco al captan Bartolomé Perez de Villagra con doscientos cincuenta españoles para, que contuviese el orgullo de Alejo e impidiese sus hostilidades En el territorio de Perales se encontraron los dos escuadrones, i cada una de sus jefes ocupó el puesto que le pareció conveniente.

Comenzaron una reñida escaramuza, i a pocas horas de combate huyo Alejo, dejando, en su campamento sus pobres equipajes. Reflexionadas todas las circunstancias de esta fuga, parece haber sido estratajema. Ello es así que a Alejo le estuvo bien. Cuando vió a los españoles desordenados en el pillaje, formo sus escuadrones i volvió contra ellos. Los tomó dispersos i sin dificultad los venció, i los persiguió hasta que entre ellos mismos se suscito la voz de que se cercaba otra partida de españoles. Recojió Alelo su jente i recuperada la presa que le habia hecho Villagra regreso a prevenirse para otra espedicion. Murieron muchos españoles con su comandante que hizo bien de no sobrevivir a h derrota que causo su impericia en el arte de la guerra.

Reforzó Alejo sus escuadrones i sin dar lugar los españoles, para llorar sus difuntos, volvió sobre el mismo territorio. El gobernador envió en contra él con doscientos ochenta españoles a don Bartolomé Gomez Bravo, a quien había dado el empleo de sarjento mayor i en Lonquen se pusieron a la vista los dos escuadrones. El de los españoles formó solare una colina baja con la espada cubierta de un barranco. Esta situacion presentó ocasion a Huentecura yanacona de la encomienda de don Juan Montesinos, para advertir a los españoles de su peligro. Separado de su escuadron se fue hacia la parte del barranco, donde halló a Bernabé, indio dependiente de la plaza de Conuco, i le digo que Alejo le cautivo a su mujer i sus amores le hablan obligado a desertar, pero que amaba a los españoles i les advertia ser mui pocos para combatir con Alejo que mandaba mil soldados animosos i que todavía estaban en estados de retirarse a la plaza i volver con mas gente a combatirle. Los capitanes españoles propusieron al sarjento mayor la retirada pero este jefe, que cuando le dieron el empleo de sarjento mayor, fué indicado de cobarde por sus émulos quiso dar prueba de su valer, i respondió que antes daría cien pasos para la muerte, que uno hácia la vida, i que siendo el primero en acometer, les empeñaria de modo que entendiesen todos que en su valor no había mengua. Los cobardes que Gomez Bravo mas entendía de pundonores de caballero, que de la prudencia de general.

En el mayor ardor del día comenzó Alejo la batalla i estrecho tanto a los españoles contra el barranco, que se embarazaban para pelear. A este tiempo un soldado levanto la voz, diciendo que el sarjento mayor era muerto, pero el teniente don Jerónimo Campos, aunque le constaba ser verdad lo que decía, le desmintió i le dio un gran golpe con la espada que lo hirió gravemente. Con el demasiado calor estaban fatigados los combatientes i calmados los caballos. La pérdida de jente era igual i no se conocía ventaja de parte de los rebeldes. Advirtió Alejo la union i buen orden de pelear que observaban los españoles si se apartó del campo de batalla para descansar.

Entónces comenzó el viento a soplar por el sur, i hallándose Alejo a barlovento de él volvió a la batalla i puso fuego a la yerba del campo que estaba seca, i acometió con mayor ímpetu a los españoles sofocados con el humo. Pero quiso la fortuna cambiarse con el viento, e incomodando el humo a los rebeldes aprovecho la ocasion don Dionisio de Arraño que por fallecimiento del sarjento mayor mandaba aquella tropa, se repuso i mejoró la situacion. Alejo se retiro la segunda vez para volver al combate despues que tomasen aliento los caballos; pero Huentecura i Rehuecau que vieron a los españoles en mucho riesgo, le separaron de este pensamiento. Le hicieron presente el ventajoso sitio de los españoles, la pérdida de jente que ya tenian, fatigados i herida la mayor parte de la que quedaba, i con los caballos cansados, i le propusieron la retirada. No se digustó poco Alego, que conducido del furor de la venganza se hallaba empeñado en morir o vencer, pero condescendió con ellos adhiriendo a su dictamen.

Se retiro tambien el capitan Arraño despues que vió alejarse a los rebeldes. Perecieron en esta funcion el sarjento mayor don Bartolomé Gomez Bravo con los capitanes Juan de la Cruz i Juan Medina, el capellan, que dos días lates había celebrado la primera misa el cirujano i cuarenta i ocho soldados. No se tuvo noticia de la pérdida de los rebeldes, pero se deja entender que no seria poca, pues Huentecura i Rehuecau la tomaron por protesto para hacer entrar a Alejo por el partido de la retirada.

Para ponerse en estado de contener estas frecuentes irrupciones pobló el gobernador las plazas de Buena Esperanza i Talcamávida, i dejándolas con buena guarnicion se retiro a la ciudad de la Concepcion. Pero estaban los rebeldes mui insolentados, i Alejo tan soberbio, que hasta por las inmediaciones de la Concepcion hacia correr sus partidas sueltas, i tenia tomados todos sus caminos para, impedir la introduccion de víveres. En la Magdalena, hacienda de los jesuitas, se fortificaron los rebeldes, i desde allí salían sus partidas a interceptar las conductas de víveres que iban a la ciudad de la Concepcion. Para alejarlos destaco el gobernador a los capitanes don Alonso Gomez Hidalgo i don Juan de Sotomayor, cada uno con su partida. Tuvieron felicidad i les hicieron buenas presas. Quitaron la vida a los prisioneros para no embarazarse con ellos i para escarmiento de los lemas les alejaron, i quedaron libres las entradas de la ciudad para su abasto i ya no fue tanta la escasez.

Ello fue así, que Alego les inspiro tal osadía, que sin temor de las plazas que dejaban a su espalda se internaban por todo el territorio de aquella provincia. Pero ya quiso Dios fuesen ménos los estragos i permitió se quitase la causa de tantos males. Alejo, luego que se vio en el espacioso campo del libertinaje, comenzó a usar de sus halagos i embriagándose como los rebeldes, adopto tambien el uso de la poligamia. Tomó dos mujeres, i éstas fueron toda su ruina Familiarizado Alejo con el vicio, le perdió aquel horror con que se mira en el cristianismo, i tomo otra tercera mujer. Esta era joven, i le llevo todas sus atenciones del cariño Entraron en rabiosos celos las dos primeras, i se propusieron la atroz resolucion de asesinarlo, i lo ejecutaron una noche que estaba mui ebrio. Este fué el desdichado fin de aquel mal vasallo, cuya muerte fué mui sentida de los rebeldes por la falta que les hacia aquel animoso caudillo. Las dos agresoras del asesinato se pasaron a los españoles, i se les asistió con pension competente todo el tiempo que vivieron: No por eso dejaron los rebeldes la continuación de hostilidades, pero y ya no las hacian con tan buen efecto como ántes.