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Crónicas
Tomo II
Capítulo XXXIX. Batalla de La Laja - Pacificacion de los indios i fallecimiento del Gobernador.

Muerto Alejo i consternados los rebeldes con su falta, i con la reedificacion, que se iba haciendo de las colonias arruinadas, le pareció al gobernador que aquella era la mas oportuna ocasion de rendirlos, i dispuso salir a campaña para batir al país de guerra con todo el rigor de la hostilidad, i que destruidos se rindiesen de necesidad. Pero los rebeldes, que sobrecogidos del sentimiento de su Alego se mantuvieron en inaccion por algun tiempo, volvieron sobre sí, i nombraron de jeneralísimo de sus armas al famoso capitan Misgui, valiente yanacona, que por su animosidad se habia elevado a una desmedida autoridad. Juntó Misgui mil quinientos combatientes de valor ya probado, e inspiro en ellos tal osadía, que ni la ciudad de la Concepcion les parecía estar libre del rigor de sus armas, i prevenidos de cordeles para atar a los prisioneros, salieron a campaña Atravesaron el Biobio, i puestos en la isla de la Laja, camparon sobre la ribera septentrional del rio Cariboro, entre los vados del Salto i Curanilahue.

El gobernador, que era enfermo de hidropesía, se inutilizó para salir a campaña, i dio el mando del ejercito al sarjento mayor don Martin de Erizar, con órden de entrar en la isla de la Laja, i pasando el Biobio por Negrete atravesar el pais de Quechereguas, i dar la vuelta por los Estados de Puren, Tucapel i Arauco. Tomadas todas las providencias necesarias para la espedicion, salió Erizar de la plaza de Conuco (octubre de 1660) con seiscientos españoles mandados de buenos oficiales, i con algunos indios de la parcialidad de San Cristóbal, que ya se habian reducido a la paz.

Despues de cuatro marchas acampó sobre la ribera septentrional del rio Laja, cerca de Curanilahue, la misma tarde que alojó sobre Cariboro el escuadron del jeneral Misgui, sin saber unas de otros, ni tener noticia de las espediciones. Pero los españoles la adquirieron allí mismo por una casualidad, i les valió una completa victoria. Tanamilla, indio yanacona de la parcialidad de San Cristóbal, se separo del ejercito a dilijencia de su comodidad. Le tomó la noche en ella, i no pudo reconocer por la huella la vereda que habian tomado los españoles. Conceptuó que tuvieron tiempo de pasar el rio Laja, i siguió sin cuidado hasta transitarle por el vado del Salto. Puesto en la isla de la Laja divisa un campamento, i pensando fuese de los españoles se fue a él. Pero viendo que no tenían avanzadas, i que todos dormian sospecho fuesen enemigos, i entro en cuidado. Fue sentido, i preguntado quien era, respondió buscaba su caballo que se le habia, escapado. Salió de la duda, i conoció eran enemigos i volvió a repasar el rio para buscar a los españoles, i dio noticia de la situacion de los enemigos.

Cerciorado de ello el sarjento mayor i asegurado de la fidelidad de Tanamilla, que ponia la vida en prueba de su verdad, dispuso que Luis de Lara (37)con un trozo del ejército pasase por Curanilahue con orden de atacar a los rebeldes al tiempo que se dejase ver la aurora del día, i que el haria lo mismo transitando por el Salto. Luego que entraron en la isla divisaron los fogones del campamento de los rebeldes, i a la hora señalada entraron por él atropellando, para impedir que tomasen las armas los que dormían. En esta confusion no tuvieron los rebeldes otro partido que tomar, sino el de la fuga. Unos se arrojaron al rio i se ahogaron, otros lograron entrar en cl pedregal de las canteras i se libertaron. En el campamento quedaron seiscientos cadáveres, i mas de doscientos prisioneros, i por despojo mil trescientos caballos, muchas cotas de malla, espadas i otras armas de las que hablan ganado en las batallas, i en el saqueo de las plazas de la frontera.

El jeneral Misgui ignoraba toda esta desgracia en el ejército. Se rabia quedado en la ribera septentrional del rio Guaque, a la parte oriental del cerro de los Guanacos, con algunos de sus capitanes. Los prisioneros dieron esta noticia al sarjento mayor, i este jefe dispuso que una pequeña partida se vistiese a lo indio i montada en los caballos de los prisioneros fuese disfrazada a sorprenderle. El comandante de ella, cuyo nombre ignoramos, hizo mui bien su papel. A la vista del alojamiento de Misgui se puso a escaramucear aparentando divertirse. Luego que Misgui les vio, les paso orden para que fuesen a su presencia. Asegurado el enviado, marcharon como si obedecieran la orden de su jeneral. Llegaron sin ser reconocidos hasta que le tuvieron cercado con treinta i seis hombres que le acompaban, de los que solo dos se libraron. Preso este jeneral, se llegó a él Juan García, de calidad noble i que por su distinguido mérito se hallaba de capitan, i olvidado de estas obligaciones le cortó una oreja por ciertos dicterios que en otra ocasion le dijo, i no habia podido tomar venganza de su agravio. Viéndose mutilado, se melancolizó mucho i pidió que allí mismo se le quitase la vida, pero no le fue dado este consuelo en su justo sentimiento i se le condujo a la plaza de Buena Esperanza, donde sufrió el último golpe con cristiana resignacion Tenia por mujer una señora casada que habia, cautivado. Tuvo en ella dos hijos i la trató con estimacion. Salió del cautiverio i la recibió su marido, i adopto por hijos a los dos niños.

Esta desgracia Consternó mucho a los rebeldes porque perdieron mas de cien indios de los mas animosos i esperimentados. El sarjento mayor siguió la marcha i entro por las parcialidades de Quechereguas i Puren, que hostilizó sin piedad. Lo mismo hizo en los Estados de Tucapel i Arauco i regreso a la ciudad de la Concepcion.

Los araucanos quedaron tan escarmentados que comenzaron a pedir la paz con instancia para alejar de su pais los estragos De la guerra, i fueron. oídas i a tendidas sus solicitudes. No bien pronuncian aquellos bárbaros la proposicion de paz estando de guerra:, cuando son admitidos con benignidad, porque así lo disponen las piadosas reales ordenes de los católicos monarcas, siempre compadecidos de estos naturales. Para asentar los artículos que la habian de afianzar, celebró con ellos el gobernador una asamblea en las llanuras de las Lagunillas, sobre la ribera del Biobio, cerca de su embocadura en el mar.

Concurrió a ella el ilustrísimo prelado don frai Dionisio Cimbron. Aconsejo a los indios una religiosa fidelidad i les manifestó las conveniencias que les resultarían de ella. Advirtió al gobernador velase sobre la conducta de aquellos hombres muchas veces infieles a sus promesas i rebeldes a las piedad del soberano, i que no se atajase con rendirlos con la espada sin empeñarse demasiado en la suavidad ya frustrada en varias ocasiones. Le propuso la conveniencia de devastar sus campos para que el hombre los docilite i haga venir al seno de la Iglesia. Penetro bien el Rdo. Obispo el carácter de los araucanos i conoció que jamas entrarían por las puertas del catolicismo si antes no se verificaba su sujecion a verdadero vasallaje. La tercera parte de los que concurrieron al congreso fallecieron de tabardillo. Los que enfermaron allí mismo fueron bien asistidos a espensas del real erario i mui cuidados de los jesuitas, sus conversores, por especial encargo del gobernador, dejando competente guarnicion para su resguardo. habia meditado establecer la de Arauco en Lota. Conocía la utilidad i aun necesidad de esta colonia para enfrenar la arrogancia de los araucanos, i no pudo verificar su establecimiento por falta de fuerzas para sostenerla.

A ejemplo de los araucanos pidieron la paz casi todos los caciques de las llanuras de Misgui Tomeco e isla de la Laja. Algunos bajaron a la ciudad de la Concepcion a ratificarla i les hizo comprender el gobernador que si no entraban en los tratados de ella todos los caciques (de las llanuras de Misgui i Tomeco) i capitanes de todos los butanmapus o cantones, la establecería solamente con los del Estado de Arauco i sin perder tiempo pondria el ejercito en campaña a i les haria la guerra sin piedad.

Regresaron a su país aquellos caciques i orientaron a los caudillos de todas las parcialidades en la seria resolucion del gobernador, i les hicieron conocer que unidos los españoles con los araucanos no había fuerza que pudiese resistir, i consideradas estas circunstancias, solo imprudentemente podrian negarse a la paz. Corrió esta embajada con brevedad por toda la tierra de guerra i entraron sin dificultad casi todos los caudillos en capitulaciones bajo la condicion de mi perdon jeneral. Pero toda esta negociacion quedó en embrion con la enfermedad del gobernador, que se declaro hidropesía i le condujo al sepulcro en febrero de 1662.

Fué el caballero Portel buen servidor del rei i mui celoso ministro. Todo su cuidado le llevaba el bien comun. No fue jefa sino padre del soldado. Atendió con desvelo a su asistencia i cuidado no fuese defraudado en sus intereses. El se esmeró en el manejo de la real hacienda, i celó su justa inversion. En seis años que fue gobernador interino no pudo alcanzar la propiedad del empleo. La Audiencia pasó a la corte una relacion circunstanciada de las perdidas que tuvo el ejercito de aquel reino desde el año 1656 hasta enero de 57 i las atribuyo al gobernador. Hizo presente al rei que carecía de pericia militar, i que con su ignorancia léjos de recuperar lo perdido cada día perdía más. I su majestad no contento con encargar al, virrei del Perú por su real cédula de 5 de julio de 1658, que estuviese a la mira de Las operaciones militares del gobernador de aquel reino, libró despacho del gobernador interino dado en Madrid a 9 de abril cíe 1662 a favor del Rdo. Obispo de la cuidad de la Concepcion don frai Dionisio Cimbron para que gobernase a Chile i presidiese su Real Audiencia mientras llegaba el propietario don Juan de Balboa i Mogrovejo. Falleció este caballero en el viaje i luego nombro su majestad para el mismo gobierno a don Jerónimo de Benavente i Quiñones aunque no paso a Chile siempre se hubiera verificado con desaire la separacion del almirante don Pedro, porque don Diego de Benavides i la Cueva, conde de Santistevan del Puerto, a quien nombro virei del Perú, tenia orden para ello. No mereció ser separado con desaire un gobernador que si en los principios de su gobierno no fué favorecido de la fortuna porque ésta se declaró por el desertor Alejo, fué bien a asistido de ella, en los fines i hubiera logrado la deseada pacificacion de los rebeldes si la muerte que le liberto no solo de experimentar sino aun de saber su desaire, no hubiera frustrado esta negociacion. Murió pobrísimo i nada tuvo que dejar en su testamento, i la pobreza en que falleció fue testimonio irrefragable de su desinterés. Nombro por su albacea al maestre de campo don Alonso Barriga, que siempre le acompaño. Era Barriga persona de toda distincion, cuya familia se estableció en la ciudad de la Concepcion i en ella permanece hasta hoi su descendencia. Cumplió relijiosamente los deberes de su comision i dio sepultura al cadáver del caballero Portel en la iglesia que los jesuitas tenían en la misma ciudad i allí descansan sus cenizas Ya se ve que por aquel tan intempestivo como injusto informe no fue premiado; pero como la virtud es premio de sí misma, le queda en secuestro al caballero almirante una esclarecida fama que le declara, la historia como juez imparcial.