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Crónicas
Tomo II
Capítulo XLIV. Gobierno del Jeneral de Artillería Don Francisco Meneses.

Aunque la justificacion del señor don. Felipe III tenia dispuesto por su real cédula de 2 de setiembre de 1607 que el mérito de los oficiales de Chile fuesen premiados en el Perú, la real piedad del señor don Felipe IV orientado de lo sangriento de la guerra de aquel reino, i de lo mui espuesta que es a continuas batallas, para mas alentar i estimular a los oficiales i soldados, ordeno por real cédula de 1663 fuese tenida por tan viva como la de Flandes. I habiendo librado en 4 de febrero del mismo año sus reales despachos de gobernador de Chile a don Francisco de Meneses, natural de la ciudad de Cádiz se dignó recomendar a este jeneral con especial cuidado a los oficiales de aquel reino. Esta gracia recayó sobre el distinguido mérito de Meneses, que en treinta años que sirvió en Nápoles, en Milán, Cataluña i Flandes, adquirió créditos de buen soldado. Fue capitan de corazas i teniente de maestre de campo, i maestre de campo de infantería, sarjento mayor de batalla, i jeneral de la artillería. se halló en la sorpresa de Anon, toma de Revedo, i entrada del Piamonte; en la Bartolina, i sitio de Niza i Ayan; socorro de la Roqueta de Eraso, i en el sitio i toma de Bermeguzman i Barceli, en Villarein derrotó la compañía del capitan Randolin, i quemó los molinos de Santian Se halló tambien en la toma de Crecentin i Berna El dia que se tomaron los puertos sobre Turin con un escuadrón de caballería, batió un batallón de infantería que estaba emboscado, i lo persiguió hasta los Rastrillos de la (ciudad) plaza, i en este hecho de armas recibió una estocada ó cuchillada en las narices. Estuvo en la toma de Bubeo, Besme, sitió de Casal, i en los asaltos que se dieron a Querasco.

Recibida la patente e instrucciones que se les dieron se puso en viaje para el rio de la Plata con un escuadron de doscientos soldados para refuerzo del ejército, que iba a mandar. Arribó con felicidad al puerto de Buenos Aires, de dónde se condujo para su destino. Entro en la provincia de Cuyo i llegó u la ciudad de San Luis en 1.° de diciembre de 1663, i en aquel ayuntamiento fue recibido al uso de su empleo. Puso l a ciudad a cubierto de aquella invasion de los indios pampas, i pasó a la de Mendoza. En esta se dispuso algunos dias disponiendo lo conveniente al gobierno de la ciudad, i su distrito.

Libró despacho de gobernador de las armas a don Ignacio de la Carrera i Turrugoyen (diciembre 27 de 1663), i nombró de presidente de la Real Audiencia al licenciado don Alonso de Solorzano, oidor de ella, i exhortó al caballero Peredo para que no se opusiese a esta determinacion Concluidos los negocios que pedian su presencia en aquella provincia, trasmonto la cordillera, i entro en la ciudad de Santiago (enero 30 de 1664) dónde fue recibido al ejercicio de sus empleos con la celebridad que se acostumbra. Tomaba posesion del gobierno, mando se vendiesen los oficios de regidor, que la ciudad habia comprado, cuando el rei dispuso que se vendiesen i aplicó su producto para aumento de sus propios i rentas. Prohibió la extracción de plata i oro en moneda. Estableció la carnicería, i prohibió la extracción de sebo para el Perú, con designio de evitar la escasez que amenazaba de este jénero mui necesario en aquel reinó para luces i jabon. I para tener abastecido el ejército envió sesenta mil fanegas de trigo a la ciudad de la Concepción i dispuso el acopio de otras catorce mil para el siguiente año. Luego halo a poner órden en el gobierno de los indios subordinados, i en cumplimiento de la real cédula de 27 de junio de 1662 que mando a los gobernadores i encarga a los reverendos obispos su buen tratamiento, nombró visitador para que los desagraviase, i para que estrechase a los encomenderos para que no les faltare a cosa al una de las cine están obliterados, i para que no les hiciesen trabajar mas tiempo que el establecido por ordenanza, i en los tiempos que esta prescribe.

Desde la capital dio principió a la persecución, que ya dijimos, de su antecesor, cuya virtud fue conocida, i respetada de los mismos bárbaros, i le hizo aguarda de en la ciudad de la Concepcion. Este escándalo o rompimiento hizo conocer a los indios el carácter impetuoso del gobernador; i recelosos de que trascendiesen hasta ellos sus resultas, volvieron a tomar las armas, i dirigiendo las contra la plaza de Lota, se fortificaron en la cuesta de Villagra. Salió contra, ellos don Ignacio de la Carrera (abril 9 de 1664), i los derroto sin mas pérdida que la de siete españoles.

La revolucion de los indios se hizo jeneral en la parte meridional del Biobio i el gobernador determino pasar a la frontera. Salió de la capital (diciembre 15 de 1664) llevando consigo la mayor parte de su noble juventud para criar oficiales que supiesen gobernar las armas. El caballero Peredo, que obediente aguardaba en Concepcion los funestos efectos de la impetuosidad del gobernador, fué muchas veces desairado, i despues mal despachado, hasta que finalmente decreto su prision, i tuvo las resultas que hemos visto.

Desembarazado de la residencia de su virtuoso antecesor, dispuso salir a campaba. Se juntaron mil seiscientos soldados, i con ellos entró por el pais enemigo talando i devastando las parcialidades araucanas. Recupero la de Puren, i reedificó la plaza de este nombre en su antigua ubicacion. La puso al cargo del comisario de caballería Luis de Lara, con trescientos soldados de guarnicion. I porque Lara era notado de imprudente ardor en la guerra, dejo nombrada una junta de doce oficiales para que a pluralidad de votos se resolviesen las operaciones militares. Bien era, menester esta contencion, porque Lara era de espíritu tan fogoso, que los peligros de la vida le eran lisonjeras satisfacciones.

De Puren pasó a la Imperial, i dio la vuelta sobre Angol En la union de los rios Tolpan i Vergara fundo una plaza, i desde allí envió a establecer otra colonia en Virquenco, jurisdiccion del territorio de Quilaco en las faldas de los Andes, i se dedicó a San Carlos en memoria del príncipe. Puso en ella sesenta soplados con su comandante, el capitan Pedro Paredes.

Repasó el Biobio, i reedificó la del Nacimiento, i estableció otra en el distrito de Santa Fe con el nombre de San Cárlos de Austria, para dejar en resguardo la isla de la Laja, i sostenidas las colonias de Paren, Tolpan i San Cárlos de Virquenco. Luego pasó a levantar las de San Cristóbal i Santa Juana; puso mucho empeño en la reedificacion de la ciudad de San Bartolomé de Gamboa, i regresó a la ciudad de la Concepcion.

Estas colonias, que debian contener a los indios, i que se establecian para verificar su sujecion, penetrada la idea, irritaban mas su atrevimiento. Por todas partes levantaron escuadrones, i a un mismo tiempo hostilizaron los cuatro establecimientos que se les puso en lo interior de su país. El gobernador envió para la corte al maestre de campo don Tomás de Calderon que avanzando hasta Paicaví i Cayucupil hostilizó los Estados de Arauco i Tucapel. Al regreso de Calderon salió el mismo gobernador i volvió a fortificar la plaza de Colcura, i trasladó la guarnicion de la de Lota a Colocolo, antigua situacion de la de San Ildefonso de Arauco. Para facilitar su socorro pobló la isla de Talca conocida en las cartas jeográficas por isla de Santa María, i edificó almacenes en ella para depósito de víveres. I porque nada faltase al seguro i resguardo de esta plaza, levantó una, casa fuerte en Laraquete, sobre la ribera setentrional del rio de este nombre, en la union de los caminos que conducen a la parcialidad de Arauco.

Udalebí i Calbuñameu, capitanes del Estado de Puren, atacaron empeñosamente la plaza de este nombre. Procuraron estrechar a los españoles cuanto les fué posible; i referir la multitud de avances que le dieron seria fastidiosa relacion. Pero la constante vijilancia de los españoles venció su empeñoso ardor i se alejaron de la plaza. Entonces el famoso Luis de Lara salió a buscarlos en el lago de Butaleubu, donde estaban fortificados. Perdió Lara mucha jente i sacó una peligrosa herida que le tuvo en los umbrales de la eternidad. No escarmentó su temerario arrojo, i luego que se vio convalecido repitió otras salidas, de las que siempre salió perdiendo. 1 con todo, su constancia alcanzó que mas de seis mil personas se sometiesen a la obediencia, i con estos confederados avanzó hasta la parte meridional del rio Caiten i les hizo una presa considerable de ganado. Los indios le pusieron una emboscada, con designio de cortarle la retirada; pero los venció, matándoles cien hombres, i les hizo muchos prisioneros.

De resultas de esta espedicion que hizo Udalebí, quiso sorprenderle en la plaza. Llegó a noticia de Lara esta resolucion i le recibió sobre las armas. No esperaba el araucano hallar prevenidos a los españoles, i se retiró. Lo persiguió Lara hasta el rio de los Sauce, i les quitó seis españoles que habian cautivado en el arrabal de la plaza; les mató mas de cien hombres, les hizo doce prisioneros, i les tomó muchos caballos. Entró Lara en la plaza, i al siguiente dia volvió a salir. Atravesó el rio Quepe, i halló descuidados a los habitantes de sus riberas. Quitó la vida a Calbuñamcu, i tomó noventa prisioneros i muchos ganados. La rapidez con que Lara hacia estas hostilidades los consternó mucho, i resolvieron pedir la paz, que luego diremos.

Aguelipi, cacique de Quilaco, se dió por amigo del capitan Paredes, comandante de la plaza de San Cárlos de Virquenco. Asegurado de que Paredes estaba satisfecho de su amistad, dispuso una traicion i destruyó aquella colonia, con muerte de todos sus habitantes. Gobernó el lance de este modo. Pidió a Paredes doce soldados para dar una sorpresa a los pehuenches sus vecinos, i tomarles muchos cautivos, suponiéndole que estaban descuidados i no distantes. Se le dieron los doce españoles i cuando les tuvo en el campo, les quitó la vida. Al tercer dia volvió con muchas mujeres i niños de los indios de su comarca, aparentando que eran prisioneros. Salió el incauto Paredes mui distante de la traicion, a la puerta, i teniéndole el traidor de su mano, dió la señal de avanzar a un escuadron de mil quinientos hombres que le seguia, i sin resistencia que le causase pérdida se apoderé de aquella colonia.

Luego que el sarjento mayor don Alonso de Córdova i Figueroa tuvo noticia de esta desgracia, salió al castigo de los agresores; pero ya se habian ausentado, i nada mas hizo que sepultar los cadáveres de los españoles. El gobernador mandó a Martin de Erizar colocado en el empleo de maestre de campo en lugar de Andrés de Águila, que entró en la relijion de San Francisco. Erizar corrió todo el país subandino devastando sin piedad en castigo de la traicion referida; logró hacer prisionero al malvado Aguelipi, i conducido a la plaza de Buena Esperanza, sufrió un prolijo castigo de órden del gobernador para escarmiento de otros.

Este horroroso castigo de Aguelipi arredró a los demas, i arrepentidos de su iniquidad deseaban la paz, pero no hallaban modo de solicitarla temerosos de la impetuosidad del gobernador, i recelosos de que tratase mal a sus enviados, se mantenian irresolutos. El capitan ayllacuriche se determiné a probar fortuna, i envió una humilde i rendida embajada, pidiendo perdon de su delito, i para acreditar su sinceridad, restituyóun español que tenía. El gobernador, contra el derecho de jentes, recibió mal a los enviados, i les puso en dura prision con amenazas de ahorcarles si no entregaban a su jefe. I empeñado en apoderarse de éste, llamó a Lincopichun, cacique aliado, i fiel a los españoles, vecino de Ayllacuriche, sin amas delito que la vecindad, le declaró obligado a su entrega con término de veinte dial, bajo la pena, de hostilizar su territorio. Lincopichun, temeroso de alguna tropelía, se profirió a la empresa, aunque sin esperanza de verificarla. El gobernador, pasados los veinte dias, envió al capitan Fontalba para que hostilizase la parcialidad del aliado; pero este cacique, huyendo de Fontalbo, se refujió en la plaza de San Cárlos de Austria con toda su jente, i se puso en mano de los españoles que hicieron ver al imprudente gobernador su fidelidad i la imposibilidad de la prision de Ayllacuriche con los inconvenientes de la que sufrían los enviados, que no alcanzaron su libertad hasta que perdió la suya el gobernador.

Por este mismo tiempo el capitan Ayllamamill asedió a la plaza de Tolpan con doscientos hombres, i la incomodó con fuertes ataques; pero su comandante la defendió valerosamente, Con empeñosa constancia mantenia Ayllamamill el asedio, i el maestre de campo envió al sarjento mayor en su socorro, i se retiró contentándose con la pequeña presa de algunos caballos.

Conocieron los araucanos el empeño del gobernador para sujetarles, i arbitraron frustrar sus dias con la paz, que mantuvieron el tiempo que convino a sus intereses. Despacharon a un español a solicitar seguridad para sus enviados, i se les concedió salvo conducto por medio de los conversores jesuitas. Fueron introducidos por estos relijiosos (1665), i la pidieron rendidamente, i como muchas veces dió su política este paso, el gobernador les pidió rehenes para el seguro de su palabra. No distaron de la proposicion, i dejaron a la voluntad del gobernador la eleccion de este medio. Pidió se le diesen ocho indios principales, cuatro de cada uno de los Estados de Arauco i Tucapel, que debieran seguirle hasta la capital i no separarse de su persona. Sin dificultad entraron por este partido, i nombraron ocho jóvenes, hijos de los capitanes de mejor fama. El caballero Meneses fué el primer gobernador de Chile que tuvo este inútil pensamiento (44) que de nada mas sirve, sino de aumentar gastos al erario. Ellos son unos hombres que mediando un pequeño interés ni a los hijos reservan. Pero el gobernador, mui satisfecho de la seguridad que habia arbitrado, dejó la frontera i fijó su residencia en la capital. El gobierno de las armas quedó al cuidado de don Ignacio de la Carrera, que continuó las hostilidades con vigor. En una de las correrías que hizo estableció de órden del gobernador una plaza en la parcialidad de Repocura, delicado al Misterio de la Encarnacion; i como era de incomparable actividad la puso en estado de defensa en tan corto tiempo, que pareció increible, i fué causa de muchas desazones que adelante se dirán. Pero ni las crueles hostilidades que sufrian, ni los establecimientos de las plazas, ni los famosos rellenes fueron bastantes para arredrar la constancia de los indios en defensa de su libertad, i quedaron siempre en posesion de la independencia.