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Crónicas
Tomo II
Capítulo XLVIII. Gobierno interino del Maestre de Campo Don Diego Gonzalez Montero.

Don Diego Gonzalez Montero, natural de la capital del reno de Chile, de los mas distinguidos de su patria, en, calidad i mérito, sé hallaba en Lima cuando se tuvo noticia de hallarse en viajé don Juan de Henriquez, provisto para el gobierno de aquel reino. I habiendo resuelto el virei conde de Lemos, que su pariente don Diego Dávila no recibiese al gobernador por no esponerse a los desaires que sufrió don Anjel de Peredo, le libró despacha de gobernador i presidente interino, i le hizo embarcarse para el puerto de la Concepcion. Allí recibió los despachos enviados por el gobernador i con ellos marchó para la capital, donde tomó posesión del gobierno i presidencia (14 de febrero de 1670). Esta elección del virei fue mui bien aplaudida, i llenó de gozo los corazones de aquellos regnícolas, porque en ella vieron no estaban excluidos de esté honor; pero aunque el caballero Gonzalez se manejó con integridad i moderacion en los gobiernos de las ciudades de la Concepcion Valdivia, i en el supremo de su pais, fué el primero i último que logró esta satisfaccion, i hasta hoi hemos visto cerrada esta puerta para todos los demas.

Confirmó todos los empleos que dio su antecesor, i las mercedes que hizo en los últimos dias de su gobierno, i que a su ingreso no estaban en ejercicio. Publicó su jornada para la frontera i se puso en movimiento todo el reino para acompañarle, i servir en la guerra en calidad de voluntarios, pero le impidió su jornada la desgracia de haberse quebrado una pierna. i para que sus patriotas no desistiesen en la determinacion de ir a la frontera, hizo maestre de campo i comandante jeneral de ella (marzo de 1670) a su primojénito don Antonio, i confirió el empleo de sarjento mayor al capitan Felipe de Leon, gran soldado en la guerra de Chile. Distribuyó los empleos militares segun el mérito de cada uno. Recayó esta circunstancia en un soldado francés, i le premió con una compañía. Se opuso don Manuel de Leon i Escobar, fiscal de la Real Audiencia, i le hizo presente los inconvenientes que podian, seguirse de conferir empleos de esta naturaleza a extranjeros. El gobernador graduó de frívolo el reparo, i libró el despacho; pero el fiscal le hizo presente al rei por el supremo consejo de Indias, i a su consulta resolvió su majestad por su real cédula dada en Madrid a 29 de diciembre de 1671 se separase de la compañía. En aquellos tiempos miraba la corte con escrupulosidad la estranjería por lo respectivo a la América, que en estos mas ilustrados i libres de antiguas preocupaciones se gradúa de indiferente, por mas que la razon dicte no convenirle hacer muchas veces estas confianzas de un pais de tan bellas proporciones, i tan distante de España.

Los vecinos de la ciudad de Santiago que se profirieron a salir a la guerra con el gobernador marcharon para la frontera con el jóven maestre de campo, que bien instruido de su prudente padre no daba paso en los negocios arduos sin consultarse con personas de juicio i esperimentadas, i de este modo nada hizo que tocase en los escollos del desacierto. Por dictamen de esta clase de sujetos reconvino con la paz a los indios de guerra, i los primeros que entraron en ella fueron Ayllacuriche, i los caciques de la traicion de Virquenco. No faltaron contradicciones para esta negociacion. Se habian pasado a los indios algunos españoles perseguidos de la justicia por enormes delitos i acostumbrados a las viciosas costumbres de los indios sentían ser apartados de la vida libertina, i tuvieron arte para persuadirles que con apariencia de paz les querian esclavizar. Pero el maeste de campo, que habia heredado de su padre el don de gobierno, hizo varias delijencias por separar de los indios aquellos jenios malvados, i salió con ello. De esta negociacion se siguió, la paz, i con ello volvió el establecimiento de casas de conversion, i el fruto de sus buenas consecuencias le cojió don Juan de Henriquez, que sucedió a su padre en el gobierno.

Los indios de la parcialidad de Chedguenco, poco constantes en el cumplimiento de los tratados de paz que acababan de estipular, tomaron las armas para infestar las inmediaciones de la plaza de Puren i Repocura. El sarjento mayor don Felipe de Leon, que tenia el mando de ellas, se propuso contenerlos en sus deberes con el rigor de la hostilidad. Dispuso hacer una correría i salid con un escuadron de caballería, una compañía de infantería i algunos ausiliares. Puso el real en Chedguenco, i con la caballera marchó a hostilizar el pais circunvecino. Los indios, que para acometer no aguardaban mas que la division de aquella tropa, asaltaron el cuartel. Los españoles procuraron por su defensa, pero vencidos de la multitud les forzaron sus defensas, e interpolados, todo era estragos i confusion por ambas partes. El sarjento mayor oyó el estruendo de la arcabucería, i volvió a media rienda al socorro de la infantería. Intentó rechazarla, mas no le fué posible, i los indios llevaban ya la victoria. Pero Juan Catalan i Matías de Zerpa, distinguiéndose con estraordinario valor, i seguidos de otros hombres de espíritu animoso, penetraron un bosque, i tomaron a los indios por la espalda. Batidos entre dos fuegos, a las dos horas de combate cedieron los indios, i se retiraron con aire de vencedores. Porque eran muchos no se perdió tiro, i murieron setecientos, pero hicieron perecer trescientos españoles i ausiliares, i fue comprendido en esta desgracia un relijioso mercenario que iba de capellan de la espedicion.

Pero dias despues tuvo este mismo jefe en el termino de treinta horas dos combates mui sangrientos; i aunque fué grande el destrozo de los rebeldes, perdió en el primero doscientos cincuenta españoles i ausiliares, i mas de sesenta, en el segundo.

En estas circunstancias llegó el gobernador provisto por el rei, i entregó el caballero Gonzalez su patria con buenos principios de paz, i con grande reputacion de las armas. Muchas familias nobles de la ciudad de Santiago se glorían de tener tan ilustre i famoso ascendiente.