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Crónicas
Tomo II
Capítulo LIII. Vuelve el Gobernador a la Capital, i adelanta las obras públicas.

Satisfecha la codicia del gobernador (si acaso se sacia alguna vez la perversa hambre del oro) con ochocientos esclavos que le correspondieron de presa de los catorce mil prisioneros que se hicieron en los cinco años de aquella injusta guerra, dirijió sus ideas a llenarlos vacíos de su ambicion. Los indios que sirvieron de pábulo a su codicia, i le hicieron la mas gruesa cantidad de su caudal, debían tener ahora mucha parte en su ambicion. Tuvo pensamiento de reducirlos a vida civil i política, i jamas estuvieron en mejor proporcion para verificarlo. Se persuadió de que esta útil idea seria mui aplaudida en la corte, i llenaría los piadosos deseos del soberano viendo la conversion de aquellos miserables al cristianismo, que solo de este modo podia lograrse en aquellas circunstancias. Mucho se hablaba de este negocio, i aun se tomaban ya disposiciones para su ejecucion, pero los jesuitas se opusieron a esta idea, i con aparentes razones se persuadieron de que ninguna cosa le convenia mas, que dejarles en su dependencia. Le advirtieron que separándose de asunto tan escabroso, se dedicase a los adelantamientos públicos que contribuirían mucho para sus ascensos, i harian recomendable su memoria. Le hicieron reconocer que este negocio pedia tiempo, i que ya el sucesor estaria a la puerta, i si le hallaba enredado en él seria obstáculo grande para su buen despacho en la residencia. No quiso disgustar a aquellos hombres, que podían con su influjo frustrar la idea, i apartados de su amistad causarle graves perjuicios en los intereses, i gravísimos en la conducta, que la tenia mui descubierta, i era mui fácil abrir brecha en ella. Ellos tambien se movian por sus particulares intereses. Le necesitaban en la capital, i procuraban alejarlo de todo asunto que pidiese su presencia en la frontera.

Libre de ese cuidado, se dedicó a la ereccion, i aumento de obras públicas. Dispuso que de las rentas de la capital se diesen cien pesos a los jesuitas para que pusiesen en la torre de su templo el primer reloj de campana que hubo en Chile, i se oyó en aquella ciudad el 1.° de enero de 1677. Contribuyó a la fábrica de aquella iglesia con su dinero i con sus informes para que la real piedad diese una gruesa limosna para su conclusion.

Tomó el arbitrio de subastar la obra de tajamares, i logró verla concluida. Propendió a la construccion de un puente de cal i ladrillo con trece arcos para transitar el rio Mapocho en todo tiempo, i permaneció sirviendo cerca de ochenta años. A esfuerzo de su cuidado se concluyeron las casas del Ayuntamiento, sin que para obras tan útiles como indispensables gravase al público en lo mas mínimo. Todos sus costos salieron de propios de ciudad i derecho de balanza, sin mas arbitrio que cuidar de su exacta recaudacion i justa inversion. Con este caudal puso en la ciudad de las aguas de Ramon, Apoquindo i Tabolada repartida por tercias partes en la fuente de la plaza mayor en el monasterio de Clarisas i Franciscanos. De ellas se sirvió muchos años el último, hasta que uno de sus guardianes, por un estraño modo de pensar, le privó de este beneficio, que no le hace poca falta en el dia.

Era tan exijente para lo que podia contribuir al mayor lustre de la capital, que no se hacia obra pública en que no tuviese mucha parte. Don Francisco del Campo Lantadilla dejó unas casas cerca de la plaza mayor, i una gruesa cantidad de dinero para la fábrica de un monasterio de relijiosas de Santa Clara. El reverendo obispo se inclinaba a que con este caudal se hiciese una casa para depositar mujeres prostitutas; i los parientes del finado Lantadilla propendian a que se cumpliese su última voluntad, i entre tanto los albaceas se aprovechaban del dinero hasta que la eficacia del gobernador puso mano en este negocio. Informó al rei sobre ella, i pasó real orden para que se le diese la inversion dispuesta por el donante, i vió convertida la casa en monasterio (febrero 8 de 1678). Tambien contribuyó con dinero, i su asistencia personal a la fábrica i conclusion del beaterio de Santa Rosa de Lima (1681), que despues de algunos años se puso en uso, i hoi es monasterio de clausura.

Su dedicacion a las obras públicas no era limitada solo a la capital, que bien se estendia a todo el distrito de su gobernacion. El maestre de campo don Juan Espejo tuvo la desgracia de que se incendiase la plaza de Arauco (1677), i sin mas motivo que comisionar a don Jerónimo de Quiroga (53) su reedificación. separó a Espejo del empleo. Hubo gobernador de Chile, que en tres años dió el empleo de maestre de campo a cuatro sujetos, i la misma práctica observaban con los demas cargos subalternos. Por este método no tenian tiempo los oficiales ni aun para conocer a los soldados de su compañía. Pero Jorje Loreto de Olivar, veedor del ejercito de Chile, cuyo empleo era de real provision, en carta de 25 de setiembre de 1614 informó al rei sobre este abuso, i su majestad, por real cedula, dada en San Lorenzo en el mismo dia i mes de 1676 mandó que los gobernadores de Chile confiriesen los empleos militares por tiempo de tres años. Con esta providencia ya no fueron tantos en número los oficiales reformados, i cesó el inconveniente de debilitarse la fuerza del ejército, i los oficiales tenian tiempo para instruir a los soldados.

Quiroga cumplió con los deberes de su comision, i reedificó la plaza. De Arauco pasó por órden del gobernador a dar una recorrida a las fortificaciones de las demas plazas de la frontera. En esta operacion se descubrieron las ruinas de la que el gobernador don García Hurtado de Mendoza levantó en las montarlas de Nahuelbuta, i desde entonces tomó el paraje la denominacion de Caramahuida, i orientado el gobernador de las conveniencias que proporcionaba su fortificacion para la sujecion del estado de Tucapel, mandó se reedificase. Se repusieron las obras esteriores e interiores de la plaza de Puren. En la de Yumbel se levantó muralla de piedra, i se hicieron cuarteles para nueve compañías. Se repararon las fortificaciones de Talcamahuida i San Cristóbal. Se muró la ciudad de San Bartolomé de Gamboa, i se construyó una sala de armas en cada una de las ciudades de Santiago i la Concepcion, i en aquella creó el empleo de capitan de salas de armas, i con fecha de 24 de octubre de 1680 libró título de tal a favor de don Antonio de Mondaca. Los gastos salieron de la consignacion del situado, que para todo sufragaba cuando los gobernadores no se proponian enriquecer a espensas de este ramo de la hacienda real. El tiempo i económico manejo de que tuvo el gobernador en ella i en los propios, i rentas de las ciudades de su gobernacion le ministró suficientes caudales para las muchas obras públicas con que las adornó, i aseguró los puertos de mar i las fronteras. Ellas, i su política que supo contentar a todos, i enmudecerlos, i la paz jeneral que logró celebrar con los indios en fin del año de 1676, borró de la memoria la injusta guerra que movió a aquellos miserables para hacerse ricos, i todo junto hizo en Chile mui aplaudida su memoria.