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Crónicas
Tomo II
Capítulo LV. El Gobernador fortifica el puerto de Valparaiso - Entran piratas en el mar del sur, i le va sucesor - Toma posesion del Obispado de Santiago Don Frai Bernardo Carrasco.

Recelosa siempre nuestra corte de que las naciones extranjeras intenten ocuparle sus dominios de América, pasó órden a los gobernadores de sus provincias para que defendiesen las costas, i fortificasen los puertos de mar de sus distritos. Con especialidad se le ordenó esto mismo al gobernador de Chile en real cédula de 6 de julio de 1674, i se dió pronto obedecimiento del mejor modo que se pudo. El de Valparaiso fué el mas frecuentado desde la conquista de aquel reino, i en el edificaron almacenes (55) para depositar los frutos que se navegan al Perú, i por él se comenzaron las obras de fortificacion. Comisionó el gobernador para este encargo a don Jerónimo de Quiroga, i delineó i trazó las baterías, que se habian de levantar. Las dejó adelantadas i marchó a la ciudad de la Concepcion dejando un sostituto bien instruido de lo que debia hacer.

Se levantó el castillo de la Concepcion (56) i se montaron en él ocho piezas de artillería, i al frente de esta batería, en el paraje denominado la Cabritería, se puso otra de cinco cañones para que cruzasen sus fuegos. Dió noticia al virei, conde de Castelar, del estado de aquellas obras, i le pidió consignase dinero para continuarlas, i para pagar la tropa que debia guarnecerla. El conde desaprobó estos gastos, porque el gobernador emprendió las fortificaciones sin consultar su voluntad. Este jefe ocurrió al rei en carta de octubre 30 de 1676, i propone que para concluirlas, i guarnecerlas se desaloje el fuerte de Duao, situado sobre la ribera del rio Maule, por no necesitarse ya para la sujesion de los indios; i que la consignacion para su subsistencia librada en el real derecho de almojarifazgo impuesto para el servicio de la union de armas; i aplicado despues para la sostencion de este fortin, se destinase para la continuacion de las obras de Valparaiso, i para pagar a las tropas que debian servirlas. Su majestad tuvo a bien aprobar este pensamiento, i por su real cédula de 4 de febrero de 1678 consignó a este fin el espresado real derecho, i el gobernador erijió en gobierna aquel puerto, i lo confirió a don Alonso de Córdoba i Figueroa, quien adelantó aquellas defensas hasta su perfeccion, i fueron guarnecidos de la correspondiente tropa elejida de ciento setenta i seis soldados, que en diciembre de 677 habian llegado de España por Buenos Aires.

Poco despues se conoció la utilidad de estas baterías (1680). Entraron al mar del sur, Juan Guarin i Bartolomé Cheap, piratas ingleses. Se pusieron a la vista del puerto que suponian indefenso, con ánimo de saquearlo. Pero viéndolo defendido no se aventuraron, i dirijieron sus hostilidades contra el de Coquimbo (diciembre 13 de 1680). Desembarcaron en el, i saquearon la ciudad de la Serena, que hallaron indefensa; no alcanzaban entónces las fuerzas de Chile a defender todos sus establecimientos marítimos e interiores, De aquí salieron luego, i bajaron de la altura del puerto del Callao, a donde tomaron dos navíos que conducían el situado de Panamá. Aumentada su escuadra con estas dos naves, intentaron contra el de Tacna, rechazados con muerte de Juan Guarin en fin de febrero de 1681 por don Pedro de Amaza que los batid con la. escuadra que a sus órdenes envió el gobernador de Chile; abandonaron aquellos mares, i se restituyeron a Europa por el Cabo de Hornos. El gobernador pensó que de Coquimbo pasarian a la isla de Juan Fernández, i sin perder tiempo en su seguimiento envió dos navíos mandados por el conde de Bornos, que, reconocida la isla, se incorporó con la escuadra del almirante Amaza.

En estas circunstancias se hallaba aquel reino con sus establecimientos aumentados en obras públicas, mas estendida su gobernacion con la plaza de Valdivia, fortificados sus principales puertos, bien defendida su frontera, i pacificados todos los indios de Copiapó hasta la provincia de Chiloé, que hace una estension de trescientas leguas. Esta ventajosa situacion se debía, a la eficacia del caballero Henriquez, que supo unir los distintos estremos del propio interés con el del servicio del rei i del público. El acertó a hacer muchas, i mui útiles obras públicas sin imposicion de nuevos impuestos, ni gabelas, i sin el menor perjuicio ni gravámen del vasallo. Era dotado de consumada prudencia i de singulares máximas de política, i con ellas se adquirió las voluntades de todos sus súbditos.

Sacó de Chile un caudal grande, i no falta quien afirme ascendió a un millon de pesos. Ello es así, que se interesó cuanto no cupo mas; pero ni dejó sin premio el mérito, ni se embarazó en persecuciones, i por eso vinieron todos contentos, i no hubo, quien tuviese motivo de queja. Salió de su gobierno tan acaudalado como ninguno hasta entónces. Le tocaron de presa ochocientos prisioneros, que vendió en doscientos cincuenta pesos cada uno, i la insaciable hambre del oro le sujirió un rasgo de comercio mui ventajoso. Los repartió entre los labradores de su gobernacion con la condicion de pagárselos en trigo, a razón de cuatro reales fanega, que es allí su precio corriente cuando, se anticipa el dinero, i el lo vendió al rei para abasto del ejército al precio de dieziseis, i tomaba anualmente su importe del caudal del situado. De este modo cuadruplicaba el valor del esclavo, i siendo constante que le tocaron ochocientos prisioneros, le rindieron éstos, ochocientos mil pesos, que fué excesiva lucro en este solo ramo de su comercio.

Esta misma interesada conducta fué de utilidad al real servicio i al Estado. Ella contribuyó mucho para poner fin a la sangrienta dilatada guerra de aquellos indios. Con ella los estrechó hasta el estremo de una gravísima necesidad de entregar el cuello al yugo de la sujecion que de otro modo era en aquel tiempo inasequible.

Los cabildos eclesiásticos i seculares de su gobernacion, el reverendo Obispo de Santiago, i su sucesor en el gobierno le favorecieron mucho en la residencia que rindió, i se la tomó don Diego Portales, oidor de aquella Audiencia. El Ayuntamiento de la capital convocó a las demas ciudades de aquel reino, por carta de 4 de marzo de 1682, para que todos concurriesen a sacarle airoso de ella en agradecimiento de lo mucho que propendió a su mayor lustre, i aumentos principalmente de la capital, que dejó adornada de muchas obras públicas. No hubo quien no contribuyese a este negocio, i salió declarado buen gobernador, i bien despachado se trasladó a esta corte, donde fue colocado en el supremo consejo de Indias.

El ilustrísimo señor don frai Bernardo Carrasco, natural de la viña de Saña, jurisdiccion del obispado de Trujillo, en el reino del Perú, de la tarden de predicadores en la provincia de San Bautista de Lima, en que fue provincial, ascendió a la mitra de la ciudad de Santiago, i tomó posesion de su iglesia en 1679, i en el de 688 tuvo la cuarta sínodo, i consagró la Catedral que habla colocado en octubre de 1670. El rei hizo merced a esta iglesia de los dos reales novenos que tenian reservados en la masa de las rentas decimales, i con ellos construyó una hermosa sacristía con otras oficinas, i habitacion para el sacristan mayor, i tenientes de cura. En 1694 fué promovido al obispado de la Paz, donde falleció (57).