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Crónicas
Tomo II
Capítulo LVII. Se refieren varios ocursos de la capital - Entran piratas en el mar del Sur.

Desembarazado el gobernador de los negocios de la frontera., i pacificacion de indios, que dejó encargado a su maestre de campo don Jerónimo de Quiroga, dispuso regresar a la ciudad de Santiago, i para afianzar mas la estabilidad de la paz tiró un buen rasgo de política. Casó muchas hijas de caciques i de otros indios principales con españoles, i para estimular a otros, i empeñarles en semejantes enlaces, les acomodó en empleos políticos i militares, con respecto a la mas o menos hidalguía de sus mujeres. Llevó consigo algunos indios nobles, i los dedicó al estudio de las letras. Uno de ellos alcanzó el sacerdocio, i sus padres i parientes le vieron con admiracion celebrar el santo sacrificio de la misa, i con suma complacencia le oyeron predicar. Es el único indio chileno que hasta entónces ascendió al presbiterado.

En aquella capital le aguardaban al gobernador enfadosos cuidados. En el tiempo de su gobierno, en cinco ocasiones salió de sus márjenes el rio Mapocho, i rompió los tajamares por la parte que fueron construidos de piedra. Mandó reparar aquellas ruinas, levantándolos de cal i ladrillo, i dispuso se continuase del mismo material hasta setecientas cincuenta varas mas abajo del puente para evitar de inundacion la parte principal de la poblacion.

Pero no fue este el motivo principal de su jornada. La escandalosa conducta de los oidores don Juan de la Cueva i Lugo, i don Sancho García Salazar le separaron de la frontera. El reverendo obispo de aquella iglesia hizo una sumaria informacion sobre sus excesos, i la pasó a manos del soberano. El rei mandó al gobernador tomase conocimiento de esta causa. Su integridad dispuso, en mérito de ella; que el licenciado Cueva, suspenso de su empleo fuese desterrado a la plaza de Valdivia i don Sancho al lugar de Quillota, donde falleció ocho dias despues de su estrañamiento. El licenciado Cueva recusó al gobernador i apeló al duque de la Palata, virei de Lima. Su excelencia escribió al gobernador para que le alzase el destierro, pero no tuvo lugar esta superior insinuacion. Era el licenciado demasiado orgulloso, i de jenio tan caviloso que tenia inquieta la ciudad, i fue conveniente alejarle mucho.

Pero la variedad del clima causó grave indisposicion en su salud, i atendiendo a la humanidad le trasladó a Quillota el virei don Melchor Portocarrero, conde de la Monclova. Se enviaron los autos a la corte, i el rei aprobó el destierro, i se conformó con la traslacion a Quillota, donde sufrió las últimas resultas de su desarreglada conducta.

Sobre estos desabridos ocursos vinieron otros mas críticos (año 1684). Se puso a la entrada del puerto de Valdivia un navío ingles, i pidió práctico para entrar. Se le negó, i tomó la resolucion de enviar a tierra su lancha armada en guerra. Puesta debajo de la batería del castillo de Amargos, intentó desembarcar alguna jente. Se opusieron los valdivianos, i aunque con perdida de un hombre, los obligaron a retirarse, i tomaron el bordo de su nave, dejando siete ingleses que perecieron en la funcion. De allí pasaron a la isla de Mocha. Los indios le dieron buena acojida. Bajaron a tierra, i tuvieron carne fresca, aves, verdura, i mujeres para divertirse. Todo lo pagaron bien con armas, abalorios i quincallería, i se dieron a la vela despues de algunos dias de refresco.

Esta nave con otras dos avistaron a las costas del partido de Maule. Avisado el gobernador de esta novedad, mandó levantar en la ciudad de la Concepcion una plancheta o batería capaz de dieziseis cañones de calibre mayor, con almacenes subterráneos i cuarteles que hasta hoi permanecen; i se trasladó al puerto de Valparaiso, que para asegurarle de piratas levantó el castillo de San José, donde hoi residen sus gobernadores. Aumentó su guarnicion al número de cien hombres, i puso de gobernador a don Francisco de la Carrera, militar de buen crédito.

Aquí tuvo noticia de haberse perdido el navío que conducia el real situado para pagar el ejercito (año 1685), i entró en mayores cuidados, porque el erario de su gobernacion era tan escaso que no daba arbitrio para reponer pérdida de esta magnitud. Pero tomó el medio de entretener la tropa. Negoció con los vecinos del obispado de Santiago le diesen las barcas i harinas necesarias para racionar el ejército, i del erario real sacó la cantidad que fué menester para vestir la tropa, i quedó contento el soldado.

Tambien le embarazaba mucho tener desmontada la caballería, i sin arbitrio para subvenir a esta necesidad. El invierno fue mui lluvioso en la provincia de la Concepcion, i pereció casi todo el ganado caballar. Salió de esta urjencia con los mismos vecinos que a solicitud del Ayuntamiento de la capital proporcionaron el donativo de mil caballos para remonta. De este modo supo ocurrir a todo la sábia, desinteresada providencia del caballero Garro.