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Crónicas
Tomo II
Capítulo LXIII. Gobierno del Maestre de Campo Don Tomás Marin de Poveda.

Don Tomas Marin de Poveda, caballero de la órden de Santiago, natural del reino de Granada, pasó a la América con don Juan de Henriquez, provisto gobernador de Chile. Su destino era quedarse en la ciudad de Lima con su tio el inquisidor mayor, que despues fue ascendido a Arzobispo de la iglesia de Charcas, i presidente de su Real Audiencia; pero inclinado a la profesion militar siguió al caballero Henriquez, i alistado en la carrera de las armas en Chile, ascendió desde el empleo de alférez hasta el de maestre de campo jeneral; con este motivo vino a la corte, i admitido a besar la real mano, su majestad le hizo consejero de guerra, i le dió el gobierno de aquel reino por real despacho de 1.° de julio de 1683.

Cumplió el gobierno de su antecesor, fue despachado de la corte con doscientos soldados i cantidad considerable de armas i municiones de guerra (1691). Se embarcó en Cádiz, i arribó al rio de la Plata, de donde se trasladó a Chile. Trasmontó los Andes por la provincia de Coquimbo, bajo el valle de Elqui, i entró en la ciudad de la Serena (diciembre 1691) con treinta i seis soldados de los doscientos que embarcó en Cádiz, que los demas desertaron en Buenos Aires, i en el viaje por las pampas. Marchó luego para la capital, i en 6 de enero de 1692 fué recibido (59) al uso de su empleo con jeneral aplauso, i especiales demostraciones de alegría. Llevó consigo numerosa i lucida familia, que toda quedó en aquel reino por enlaces correspondientes a su nobleza.

Poco tiempo estuvo en la capital, pero lo aprovechó bien. Se hizo presentar una exacta cuenta de sus rentas, i puso buen órden en su administracion, i las hizo invertir con utilidad. Mandó componer la fuente de la plaza mayor, única para abastecer la poblacion, i defectuosa en su cañería, no corria por descuido en su reparacion. Manifestó sus deseos de propender a todo lo que fuese adorno i utilidad de aquella ciudad, i dispuso se continuase el empedrado de las calles, costeándolo los vecinos pudientes en sus pertenencias, i las rentas de la ciudad en las de los pobres que no podian contribuir. Sobre esto hubo no poca opinion, pero con anuencia del Ayuntamiento lo llevó a efecto, i salió con ellas.

Comenzados estos útiles reparos, se vió precisado a separarse de ella. Tenia tratado matrimonio con la señora doña Juana Urdañegui, hija del marqués de Villafuerte, que es una de las casas mas ilustres de la ciudad de Lima, i estaba para llegar al puerto de la Concepcion, i determinó trasladarse a aquella ciudad para recibirla. Antes de su salida pidió una remonta para su ejercito, i se le dieron mil caballos que se juntaron por voluntaria contribucion entre los hacendados del distrito de la capital. Se hizo el donativo con la espresa condicion de que ningun soldado pasaria, ni aun con pretesto de habilitarse. Dieron mérito a ella los perjuicios que la tropa causaba al público con los excesos que cometia, i se dejaban impunes, i el gobernador vino en prometer no se daria licencia temporal a soldado alguno.

Con este ausilio marchó a la ciudad de la Concepcion (junio de 1692), i como en ella i su frontera habia labrado su mérito, sus vecinos i los militares hicieron excesos de alegría en su obsequio i cortejo. Dispusieron ochos dias de iluminacion, igual numero de corridas de toros, i cuatro de fuegos artificiales, catorce comedias, i otras diversiones, i todo lo repitieron a la llegada de la señora doña Juana en su desposorio. Correspondió el gobernador a estas espresiones de sinceridad, i fué útil i benéfico a sus antiguos amigos. No se manifestó desconocido en esta elevacion de su fortuna, i la nueva dignidad no tuvo poder para apartarle de sus antiguas amistades, i llevó con todos un trato amable i humano. Se venció jenerosamente el caballero Poveda, i apartado de la elacion que tanto fastidia, i hace odioso a los hombres, se hizo amar de sus amigos i respetar de los indiferentes, i logró Chile un moderado gobierno, aunque no faltaron alteraciones por la inclinacion de vengarse, jamás dejó quieto al corazon humano.