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Crónicas
Tomo II
Capítulo LXXXIV. Espedicion de los ingleses contra Chile - Providencias del Gobernador para su defensa - Le traslada la Corte a Virei de Lima.

Bien ordenadas las negociaciones referidas i verificada sin violencia su práctica, regresó a la capital (marzo de 1739, pero la delaracion de guerra contra Inglaterra hecha en 1739, le obligó a volver al a ciudad de la Concepcion, donde se mantuvo hasta principios de 743. La corte de Londres, persuadida de que los habitantes de Chile resentidos de que la metrópoli de España no les cla lugar en los empleos de oficiales de secretaría, ni en los supremos consejos dé guerra i de Indias, ni en empleos lucrativos i honoríficos de la península, i que todos los empleos de esta clase en todos los ramos de su propio país se confieren a europeos, i a ellos se les posterga; i exasperados de la terquedad de algunos gobernadores que les tratan con desprecio contra la suavidad del gobierno español: la corte de Lóndres atribuye su conducta en esta parte a nuestra corte, donde ha i algunos americanos bien acomodados que acreditan su falsa impresion, i no hai muchos mas, porque los americanos no pretende, para esta península, i dirijen sus solicitudes para los empleos de su país, deseaban. sacudir el yugo de la dominacion española, i que solo aguardaban, sostencion, i que ya en otro tiempo la solicitaron tanto en Inglaterra, como en Holanda para declararse por la Independencia, creyó que presentándose en sus costas un armamento, serie, bien, admitido, equipó una escuadra de siete buques de guerra, a las órdenes del vicealmirante Jorje Anson i la hizo salir para el mar del sur en 1740. padeció esta pequeña. pero suficiente armada para la empresa, indecibles trabajos en su derrota,. Pero tomando el lord Anson la resolucion de que casta uno de sus buques siguiese el rumbo que a sus respectivos comandantes pareciese conveniente, con orden de arribar a la isla mas inmediata a tierra de la de Juan Pernandez, que señaló por punto de reunion, logró montar el Cabo de Hornos, aunque con pérdida de dos fragatas que naufragaron. Una de ellas zozobró en aquella altura, i la otra dio al través en el archipiélago de Chonos, i fué la denominada Wagor

El primero que recaló en las co stas de Chile fué el vicealmirante que mandaba el navío Centurion, i tambien fue el primero que desembarcó en Juan Fernandez (1741). Toda la jente de su tripulacion estaba tan enferma, que una, lancha hubiera sido suficiente para rendirlo, i lo deseaban. los ingleses por salvar las vidas, que no estaban de tratar de otra cosa. Al pasar por el puerto de la Concepcion pidió la tripulacion entrar en él, pero el vise-almirante les hizo la honrosa reflexion de no ser crédito de su bandera la ignominiosa rendicion que meditaban, pues que habiendo sido vistos de un navichuelo del comercio de Lima, que en el mismo dia iba entrando, serian luego seguidos de la escuadra del mar del sur que debia estar allí, i se rindirian con honor. Consolada la jente por su prudente jefe se aquieto, i navegando con tiempo bonancible, pocos dial despues arribó al puerto de reunion, i desembarcados, convalecieron en aquel saludable temperamento i refrescaron abundantemente con la multitud de cabras que hallaron (96), i con la copiosa i delicada pesca que allí hai.

Sobre unos mismos dias fueron aportando los demas buques de su escuadra, pero con tanta jente menos, que ya le fue preciso abandonar la pretendida empresa, i dirijió sus ideas por otro lado. Dio a la piratería, i sobre la altura de las espresadas islas tomó los navíos Cármen i Aranzaru, del comercio de Lima, i aprovechando lo que le fue útil de sus cargamentos, los echó a pique. Lo mismo hizo con tres buques de su escuadra, i con el Cenlurion i el Gloacester dió vela, entró en el puerto de Paita, saqueó la ciudad i la entrego a las llamas. De allí navegó a la India Oriental, i apreso el Galeon de filipinas, mui interesado, i entró en Lóndres menos desairado de lo que pudo ser.

Ya referimos la pérdida de la fragata que mandaba don David Cheap (de la otra no se tuvo noticia) i será bien digamos la providencia que adoptó este capitan en aquel apretado lance. De los fragmentos de aquel buque construyó una goleta, i puesta en disposicion de dar vela, hizo saber a la oficialidad i tripulacion su resolucion de navegar en demanda de las islas de Juan Fernandez en obedecimiento de las órdenes del vicealmirante Anson. Todos sus súbditos, menos doce, se le opusieron, i viéndolo inexorable en su dictamen le dejaron atado de pies i manos en los del partido de la obediencia ¡navegaron en demanda del puerto de Santa Catalina, perteneciente a la corona de Portugal, de donde se trasladaron a Londres. Don David i sus compañeros lograron quitarse las ligaduras i trataron de conservar la vida alimentándose de las aves que cazaban. Entrada la primavera, arribo a aquella isla una piragua de los indios pescadores, i les condujeron al puerto de Chiloé, donde hallaron toda hospitalidad. De allí fueron trasladados a Lima i a Chile, donde quedaron algunos, i otros se restituy eron a Lóndres. De los primeros fué don Alejandro Campbell, a quien conocí sirviendo en la clase de teniente coronel de infantería, i correjidor del partido de Chillan, obispado de la Concepcion de Chile: i de los que regresaron a Lóndres, el capitan don David, i el almirante Viron que en la clase de guardia marina servia en aquella escuadra, i pasó por las ciudades de la Concepcion i Santiago, donde todavía viven muchas jentes que le trataron, i se hace mucha memoria de sus amables circunstancias.

Pasados algunos años, aprovechó esta noticia el capitan don Juan Victorino Martinez de Tineo, gobernador de Chiloé, i envió once piraguas para que condujesen la artillería de la fragata, de la que hacen uso las baterías de aquel puerto. Lo mismo hizo el teniente coronel don Manuel Fernandez de Castelblanco i Loyola, gobernador de la isla de Juan Fernandez, con la que quedó en los navíos dados al través por el lord Anson.

La corte de España luego que tuvo noticia del armamento de Inglaterra contra Chile, avisó a su gobernador, i al virei del Perú para que se opusiesen a sus ideas, i mandó aprontar una escuadra que combatiese a la inglesa, i que condujese a Chile el segundo batallon del rejimiento de Portugal. Este armamento, compuesto de cinco naves, Asia, Esperanza, Guipúzcoa, San Estévan i Hermíona, salió del puerto de Santander a las órdenes del jefe de escuadra don José Pizarro (7 de octubre de 1740). Arribó a Maldonado en el rio de la Plata para reponer su aguada, i volvió a la mar. Navegó en conserva hasta el Cabo de Hornos, donde lo dispersaron furiosas tempestades, i perdió la Hermíona, i encallada en el Brasil la Guipúzcoa-, aportaron los domas buques a Montevideo, donde dio al través el San Esteban (1741). El jefe de escuadra Pizarro pasó. a Chile por tierra, i se embarcó para el Perú. El comandante del batallon de Portugal hizo lo mismo con la tropa i oficiales que le quedaron, ¡los navíos Asia i Iaperanza montaron el Cabo a los dos años.

Este fué el desgraciado suceso de la espedicion.de Pizarro, que regresó a España por los años de 1745 en su navío Asia. Veamos. ahora qué suerte pudieron hacer las providencias tomadas por el virei. Mandaba la escuadra de bajeles guardacostas del mar del sur don Pedro Medranda, excelente oficial de marina, pero interesado don José de Segurola (ambos de los reinos de España) comerciante grueso de Lima en condecorarse con esta comandancia, la alcanzó fácilmente con el dinero, ya que no era acreedor por el mérito ni por ciencia militar, que de ámbas circunstancias carecía, respecto de Medranda. Al momento que el virei recibió la real órden, se equiparon cinco buques del comercio de Lima, i armados en guerra se le ordenó a Segurola reconociese las costas de Chile, i destacado en el puerto de la Concepcion saliese con frecuencia al crucero de aquellos mares por donde debia entrar el vice-almirante Anson. Zarpó Segurola del puerto del Callao, i navegando a los de Chiloé, Valdivia i Concepcion, donde amarró la escuadra porque la ríjida estacion no permitia otra operacion por entonces; a los pocos dial de su arribo tuvo noticia de que pasaba por aquella costa una embarcacion de guerra que por todas sus apariencias debia ser de Europa. Se habló mucho de que la escuadra saliese en su demanda, mas el caballero de Segurola lo resistió i se mantuvo en el puerto. Este buqué era el Centurion, que ya dijimos, i con uno de los de la escuadra que Segurola hubiera destacado era hecha la presa. Entrada la primavera, le mandó el gobernador de Chile que saliese a hacer el crucero, como el virei tenia prevenido i que reconociese las islas de Juan Fernandez i batiese al lord Anson, que por las noticias de la corte debia hallarle en alguno de sus puertos. Obedeció Segurola i dio vela, pero por convoyar su navío, la Begoña, que cargado de frutos de Chile regresaba al Perú, no hizo el reconocimiento que se le ordenó i dio tiempo a que Anson se reformase i le dejó ponerse en disposicion de hacer las hostilidades que hemos referido. Semejante conducta nunca aguardó buenas resultas ni las tuvo Segurola, que procesado en Lima fue sentenciado a pena capital, la que no sufrió, porque cuando llegó a la corte la confirmacion de la sentencia, ya Dios le había llamado a cuenta.

Pizarro hizo lo mismo. Una mañana se halló entre los buques de su escuadra una fragata de Anson, que reconocido su engaño, hizo fuerza de vela i se escapó. A la Hermiona se le hizo señal de darla caza i la siguió hasta la boca de la ensenada de Barragan, hácia las costas patagónicas i vio surta la escuadra inglesa pero aquel jefe de escuadra tuvo por mas conveniente navegar en demanda del Cabo que batirse allí con los ingleses. Ellos lo entienden, que yo puesto en el mismo caso no sé si hubiera omitido al ménos el bloqueo de Anson. Mas sea en hora buena lo que fuere, con todo, si la escuadra de Pizarro hubiera entrado en el mar del sur o Segurola cumplido con sus deberes, el vicealmirante inglés sin duda hubiera tenido la desgracia de ser prisionero i hubiera sufrido las resultas de la lijereza con que procedió en esta espedicion el ministerio de su nacion, que sin tratar ni acordar este negocio con aquellos habitantes, i sin otro antecedente que la solicitud que mas de cuarenta años antes hicieron, la aventuró a la incertidumbre, ignorando tuviesen aun los motivos que fueron causa de su antigua resolucion.

Pero prescindiendo de las providencias de la corte i del virei del Perú, no hubiera salido la Inglaterra con sus ideas no entrando por partido los chilenos. El gobernador mandó separar de las costas todos los ganados, puso sobre las armas las milicias de caballería i aumentco las guarniciones de los puertos mas principales. Envió al de Chiloé dos compañías de i ufantería, al de Valdivia una de artilleros, al de la Concepcion bajó alguna tropa de la que defiende la frontera i levantó una batería en Cerrillo Verde para impedir desembarco de enemigos en la playa de Lirquen. A ejemplo del gobernador obraban los jefes subalternos, i estaban las costas tan defendidas que no habia que recelar se atreviesen los ingleses a apartarse un solo palmo de la marina, si aquellos habitantes quisiesen pelear como lo hicieron en otro tiempo.

En estas circunstancias tuvo aprobacion de la corte sobre el establecimieto de colonias en el país español de su gobernacion i del que meditaba hacer en Osorno i la Imperial. Pero no lo pudo llevar a ejecucion porque aun subsistía la guerra i no podia separar de la marina las tropas con que se debía hacer la espedicion, reservando el designio de realizar sus ideas para cuando se hiciese entre las cortes belijerantes la paz de que ya se empezaba a tratar. Mas como su mérito no podía ocultarse ni quedar sin premio el celo con que desempeñaba la real confianza, fué graduado ele teniente jeneral i promovido a virei del Perú, i quedaron frustradas sus interesantes ideas.

Luego que tuvo los reales despachos, se embarcó para el Perú (30 de diciembre de 1745), i gobernó diez i seis años aquellos vastos dominios con el acierto que es notorio. Allí fué condecorado con título de Castilla bajo la denominacion de conde de Superunda i con la merced de jentil-hombre, i colmada su fortuna de satisfacciones que manifestaban el aprecio que se habia adquirido en el real concepto, salió de Linea para España. Para viajar con ménos incomodidad, prefirio la ruta de Panamá a la del Cabo de Hornos i fu é conducido a la Habana. donde se desgraciaron sus buenos servicios. Tuvo parte en la rendicion de esta plaza, que hecha por su gobernador el mariscal de campo don Juan de Prado, fué tomada por las armas britanicas baja la conducta del jeneral Albemark, de que se dio el reí por mal servido i conducido a España se le impuso arresto en la ciudad de ganada donde falleció. ¡Oh i que vivo ejemplar éste! bastante para amortiguar la fastidiosa vanidad i soberbia que infla el corazon del hombre siempre inquieto. Si éste, justificado i adornado de una bondad de órden superior i de las mas rectas i sanas intenciones, que adquirió sus ascensos a costa de un verdadero mérito, fué entregado en los desapiadados brazos de la desgracia, ¿qué deben esperar los que poseen en grado eminente los vicios opuestos i que vacíos de mérito vieron su elevacion en fuerza del engaño?