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Crónicas
Tomo II
Capítulo CXIV. Se refieren las providencias políticas i militares del Gobernador en La Frontera - Aumenta sus fortificaciones i celebra parlamento con los indios.

Esta enfadosa ocupacion no impidió que el gobernador se dedicase a otros cuidados no de ménos cuenta. En la ciudad de la Concepcion puso en arreglado método la versacion de intereses reales, i en ella i en toda la provincia estableció buen orden en la administracion de justicia que en aquel obispado padeció mas o ménos corrupcion a proporcion de la mayor o menor ausencia de los gobernadores. Libro caudales para levantar la villa de Santa Bárbara, dominada de una pequeña fortaleza que situó sobre el Biobio (año 1757), tomando las avenidas de la montaña de Coinco i haciendo cordon con la de Puren, para batir la ribera de aquel rio. Facilito el reparo de las ruinas que padecieron las demas fortalezas de la línea divisoria i fundo villas bajo el cañon de las plazas del Nacimiento, Santa Juana i Talcamávida, i estableció la de San Juan Bautista de Gualqui, siete leguas al sur del valle de la Mocha i la erijió en capital del partido de Puchacai. En la de Santiago mando fundar artillería de calibre menor para defensa de todas las plazas i puso en ellas las municiones i útiles necesarios. No olvido la tropa i hecho cargo que nada se distinguia del paisanaje i que cuanto es mas despreciable un soldado desaliñadamente vestido, tanto mas repetable se hace al que lleva el uniforme que le distingue de los que no son tan inmediatamente constituidos a servir al monarca, dispuso se les descontase mensualmente i por via de masita un peso i medio para darles vestuario i montura. Vio tan útil pensamiento reducido a práctica. Declaro las faculfades del sarjento mayor del reino de Chile, empleo que no tuvo otro igual en el ejército de España de donde tomar idea para la declaracion. Estableció la fatiga ordinaria con arreglo a las ordenanzas jenerales del ejército espedidas en 1728, i confirió los empleos que hallo vacos i los que en su tiempo vacaron a los oficiales dignos de premios con refe rencía al mérito.

Lo mismo practico con las tropas de la plaza de Valdivia, Chiloé, isla de Juan Fernaudez i puerto de Valparaiso. Ahogo la codicia de los gobernadores de aquéllos dos primeros destinos: les suspendió los empleos i subrogo en su lugar oficiales desinteresados que no se aplicasen ménos a la instruccion de la tropa que a procurar sus alivios. El de la isla de Juan Fernandez corrió la misma fortuna de aquéllos, aunque mas borrascosa. Autorizo a su cocinero, que tambien era natural de Barcelona, con la calidad de juez pesquisidor para que pasase a aquel destino a pesquisar la conducta de su gobernador, que lo era don Francisco de Espejo, vecino de la primera distincion de la capital de Chile. Llego el pesquisidor a la isla, i persuadido de que de ningun otro modo se baria hombre memorable que procediendo contra la persona del caballero Espejo, le aseguro con un par de grillos i bien atado lo mando al puerto de Valparaiso. Sorprendido el gobernador con el atentado de su cocinero, hizo poner en libertad a don Francisco i envió al teniente coronel don Manuel Fernandez de Castelblanco i Loyola, natural de la plaza de Valdivia, descendiente de familias nobles de los reinos de España i América, dotado de superiores luces, mui prudente i de condicion suave, para que, tomada posesion de aquel gobierno, enviase al buen pesquisidor al mismo puerto de Valparaiso. Pero siguiendo la costumbre de los señores poderosos, que justa o injustamente amparan a sus criados, procuro sostenerle contra los esfuerzos del caballero Espejo, cuyos perjuicios quedaron sin resarcimiento, aunque se vindico porque ascendio este jefe a virei del Perú, i en llegando este caso no ha i otro arbitrio que el de un doloroso involuntario sufrimiento.

Al mismo tiempo que establecia el buen orden en los cuerpos político ¡militar i en la administracion de la hacienda real (104), daba las conducentes disposiciones para convocar a los indios a la celebracion del acostumbrado parlamento. Les advirtio con entereza que debia celebrarse el congreso en las llanuras del salto del rio Laja, situadas sobre su ribera seten_trional, i que se acomodasen a concurrir a ellas porque no la celebrarsa en otro sitio. Concurrieron todos en el dia i lugar prefijado, ménos cuatro caciques de las parcialidades de Maquegua i Boroa i se redujo esta asamblea a las palabras (13 de diciembre de 1756). Les propuso que elijiesen la paz o la guerra. Manifestaron los caciques su consentimiento por aquélla, i el gobernador con su natural aspereza les intimo el ánimo serio que tenia de hacerles cumplir lo estipulado sin contemplacion, i luego pasaron a ratificar los artículos del congreso celebrado con el excelentísimo señor don José de Manso.

Distinguio a la nacion pehuenche con el cariño i la afabilidad, calidades que no eran caseras en este gobernador i con el obsequio i dádivas que les hizo con especialidad i separadamente de las que debian recibir, les captó la voluntad i tiró un rasgo de buena política. Estableció con esta belicosa nacion, temida de las demas, cierta especie de alianza útil a la frontera de aquel reino, i para afianzarla mas fundo en la plaza de Santa Bárbara una hospedería de relijiosos conversores del colejio de Propaganda establecido en la ciudad de San Bartolomé de Gamboa, i dos casas de conversion al cargo de los mismos relijiosos, una de ellas en la parcialidad de Ruca Alhue, ubicada a la entrada de los Andes en la abra que forma el Biobio, i la otra en el centro de las mismas cuarenta leguas al sudeste de aquella plaza en la de Lolco.

Concluido el congreso, mando dar a los caciques i jente principal de todos los butanmapus los agasajos que estableció la costumbre, i los despidió mandándoles decir a los caciques que faltaron que les concedía el término de seis meses para que se presentasen en la capital a producir los motivos que tuvieron para no concurrir al parlamento a que fueron convocados, segun el ceremonial de la antigua costumbre de sus ascendientes, con apercibimiento de aguardarle en sus territorios a castigarles de su inobediencia. Esta amenaza fué de las muchas impremeditaciones del jenio dominante de aquel jefe, que entregado al desprecio, como pocos años ántes lo hicieron los Vilumillas i otros araucanos, hubiera tenido que sufrirlo i recomendarlo al silencio, pues se ignora la leí que por esa omision les sujeta al amenazado castigo. Pero le salió bien, porque olvidadas las inquietudes de que son ajitados, pasaron a la capital a dar sus frívolas disculpas, ni tuvieron otro motivo que haber concebido no tenerles cuenta aquel viaje. Asperamente reprendidos del gobernador, volvieron resentidos a su pais, i no pudiendo aquietarse sin satisfacer su encono, se propusieron la idea de conspirar a sus compatriotas. Adelantaron mucho la revolucion, pero descubierta en tiempo oportuno, hubo lugar para evitarla, i se ratifico la paz en junta jeneral (1759) celebrada en la capital, a donde concurrió un número considerable de caciques, capitanejos i jente de ménos cuenta, que por la que les tiene emprendieron este dilatado viaje i quedaron sosegadas las las pasadas inquietudes, aunque con dispendio del erario que sufre la manutencion i obsequio de los indios, i con perjuicio del público que lleva sobre sí el trasporte de los concurrentes.