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Crónicas
Tomo II
Capítulo XCV. Regresa el Gobernador a la capital - Sus operaciones de Gobierno - Establece una Academia - Levanta una compañía de tropa veterana, i arregla la de milicias - Descubrimiento del camino que conduce desde Valdivia a Chiloé - Suspende d

Concluidos los negocios de la ciudad de la Concepcion i su frontera, regreso el gobernador a la frontera. Protéjió la agricultura sin olvidar el comercio, i promovió la minería que se hallaba casi abandonada. Solicito de don Buenaventura Santelices, gobernador de la villa de Potosí, que le enviase beneficiadores que instruyesen a los mineros de su gobernacion, i se le remitieron tres, conducidos por el coronel de milicias don Juan José de Herrera, vecino de la de San Felipe de Oruro. Por despacho de 3 de diciembre de 1760, autorizo a Herrera con el empleo de teniente de alcalde mayor de minas, i le comisionó para la visita jeneral de ellas, que hizo con celo i eficacia. No ha duda que con esta dilijencia tomaron algun incremento, principalmente las de plata, del cerro de Quempo, mas no aquel grado de perfeccion que se necesita en su laboreo para hacerlas rendir a proporcion de la riqueza que encierran. Pero nada mas hacen que disfrutaras con imponderable desprecio, (solo éste era capaz de hacer ricos a muchos) i sin aquellas precauciones que son necesarias para su conservacion, a que es consiguiente su abandono cuando están en aquel punto de profundidad que descubre lo mas rico, i lo mas acendrado de la veta, o venero.

Para direccion de las mineras, i tomar sus dimensiones, faltaban hombre intelijentes, i como a todo se estendia su actividad, estableció una academia para instruccion de la juventud en las matemáticas, ciencia a que tenia mucha inclinacion, i para que se continuase tan útil establecimiento, aumentó en la real universidad de San Felipe esta cátedra, i la dotó; pero en el dia no tiene oyentes su catedrático, porque en este asunto, i en todos los demas negocios ocurrentes, se siguen las inclinaciones de los gobernadores, i por esta razon debia meditarse mucho sobre la eleccion que se hace de los sujetos para los gobiernos principales.

Por estos tiempos se sublevaron los presos de la cárcel de la capital (22 de setiembre de 1758). Pensó el gobernador contenerlos tenerlos con los respetos de su presencia, i léjos de conseguirlo dio ocasion para que intentasen contra su vida. Descargaron sobre su persona una furiosa lluvia de cantos. Desprecio el peligro, i con cuatro o seis lonjistas que acudieron a las voces se echo sobre los delincuentes, con espada en mano. A sus filos les fué forzoso rendirse, i al momento resolvió el castigo de los mas culpados, i al siguiente dia vio el populacho para su escarmiento el triste espectáculo que presentaban a la vista once hombres colgados en la horca. Este caso i las resoluciones de que fué seguido, infundieron en aquellas jentes un terror pánico de las carniceras manos de aquel jefe, ensangrentadas en unos hombres que embriagados cometieron aquel exceso.

Este ocurso le hizo conocer lo indispensable que es la tropa para contener los desordenes del populacho, i levanto una compañía de dragones en el pié de cincuenta hombres, con sueldos competentes para decente subsistencia de sus individuos, que para ser admitidos debian probar hidalguía, i todos eran distinguidos con el don (105), i le dio la denominacion de compañía de dragones de la reina. Sirve de freno para contenerla plebe. Se emplea también en hacer guardia a la persona del gobernador; en sostener las determinaciones de los tribunales de justicia, i en ordenanzas perpetuas de oficinas reales, direccion de tabacos, real aduana, contador mayor, rejente, de la Audiencia, i en otros destinos de esta naturaleza. Su primer capitan, don Ignacio de Alcázar, natural de Jerez de la Frontera, conde de la Mariquina, i señor del Bosalejo, graduado de teniente coronel.

I para mayor sostencion de la autoridad, arregló las milicias urbanas i provinciales del distrito de la capital. De la compañía, del comercio, formada por el gobernador Alonso Rivera, levanto tres; del cuerpo de milicias urbanas de infantería, compuesto de tres, cornpañíías, cuyo jefe se denominaba maestre de campo. jeneral, i lo era don Pedro del Portillo, formo un batallon completo. De la compañía urbana de castas compuso tresde granaderos una, de húsares de Borbon otra, i la tercera de artilleros.. Estas tres se uniformaron a su costa, i el rei les concedió el fuero militar, i a su comandante, Gregorio Arenas, le distinguió con una medalla, en que está grabado el busto del monarca. De las de caballería provinciales que estaban a cargo de un comisario jeneral de caballería, que lo era don Domingo de la Jaraquemada, levanto un cuerpo de ocho compañías de a cincuenta hombres a las ordenes de un comandante; i a los oficiales i sarjentos del comercio de infantería i caballería se les declaró el fuero que las leyes; de Indias les declaran,

Las de castas aprendieron luego el ejercicio de granada i de cañon, i manifestaron que esta habilidad no era tan característica de la tropa europea, como por efecto de preocupacion se piensa jeneralmente. Con esta práctica dejo modelo a sus sucesores para que, aumentada la poblacion de aquel reino, den a los cuerpos de milicias toda la perfeccion de que son susceptibles.

La actividad del gobernador estendia sus ideas a todo lo que concebia útil. Procuró pon los aumentos de la capital, por su mayor brillantez i por sus rentas. En la plaza mayor mando (1757) levantar un edificio (dejando libres las calles) que tiene de largo toda la estension de la manzana i veinte varas de ancho qué anualmente reditua para el fondo de propios, i dispuso continuar la obra de tajamares que comenzó su antecesor para contener las corrientes del rio Mapocho, i que en sus crecientes no inunde la ciudad. I para que el público tuviese siempre copioso abasto, vijilaba sobre la conducta de los rejidores i hacia que cada uno cumpliese sus deberes. El rejimiento de la capital tiene por dotacion doce varas i faltaban diez, porque tasadas en dos mil pesos cada una, nadie se interesaba a estos empléos nada lucrativos i bastante honestos. Deseoso el gobernador del mayor lustre de aquella ciudad, las rebajo a trescientos pesos, i hablo a sujetos visibles para que las ocupasen, i desde entonces siempre completo el Ayuntamiento. Ordenó la abertura de las aulas de la real universidad i mando librar contra el ramo de balanza los cinco mil pesos de su dotacion, para que, pagados los catedráticos, siguiese con esmero la instruccion de la juventud.

El amor a la carrera de las armas no le permitia tener ociosa su aplicacion. Envió a la frontera de aquel reino a don Salvador Arajal, natural de Cataluña, hombre desconocido, que se le presento buscando su proteccion, la conexion de ser su paisano. Le dió la investidura de capitan de artillería de las plazas de la línea divisoria con espresa orden de pertrecharla, de modo que nada faltase para que fuese bien servida. Arajal aprovecho bien la ocasion i fué mui excesiva la cantidad que consumió sin cuenta ni razon en esta comision, de que quedo allí buena memoria. Al propio tiempo dio el empleo de ayudante de plaza a don N. Michinel, maestre de danza, tambien natural de Cataluña.

Por otra parte, deseaba vivamente i anhelaba con eficacia por los adelantamientos del Estado, i se propuso la idea de descubrir la arruinada ciudad de Osorno i abrir comunicacion entre las provincias de Valdivia i Chiloé. Comisiono la espedicion al teniente coronel don Juan Antonio Garreton, natural del reino de Aragon, sarjento mayor de aquella plaza, i al gobernador de Chiloé, que lo era el teniente coronel don Antonio Narciso de Santa María. Pero por una parte la casualidad, i por otra, la malicia de los hombres, conspiraron a frustrar la pretendida restauracion conveniente al servicio de ámbas majestades i a los intereses públicos.

Pasó órden a Santa María, para que en enero de 1759 saliese a unirse con Garreton en la parcialidad de Puracaví, distrito de la antigua Osorno, que ya la tenia para salir al mismo paraje desde Valdivia, pero las continjencias a que est a sujeta la navegácion retardaron por seis meses la llegada de la órden a Chiloe i Santa María nada supo ni pudo moverse. Garreton salió de Valdivia (diciembre de 1758) con cien hombres de tropa veterana i treinta de milicias, con los oficiales don Francisco Albarran i Cosió, don Vicente de Agüero i Godarte i don Antonio de Ugarte i Salinas, i el padre frai Antonio Martos, de la órden de Nuestro Padre San Francisco, en calidad de capellan. Para asegurar la retirada a este pequeño escuadron, mandó el gobernador levantar un fortin en Huequecura, al sur del rio Angachilla, entre éste i Rio Bueno, i se puso a las órdenes del capitan don Francisco de Luque, natural de Andalucía, que fue del rejimiento de Portugal.

Puesto Garreton sobre la ribera setentrional de Rio Bueno, en la parcialidad del cacique Inayau, que con trescientos indios escgjidos era aliado de los españoles, delineo un fortín de campaña dedicado a San Fernando, para aguardar en él la noticia de la salida de Santa María i resolver el tránsito del rio para asegurar este paso i afianzar mas la retirada en caso necesario (28 de enero de 1759). En estas circunstancias llegaron Paidil i Catillanca, caciques de la parcialidad de Puracaví, situado a doce leguas de distancia de la ribera meridional de aquel rio, sin maniiestar otro designio que el de cumplimentar a los españoles i de ofrecerles paso franco por sus tierras con el objeto de reconocer las fuerzas españolas i disponer su ataque con conocimiento de la situacion i defensas que tenían. Pero por mas que éstos aparentaron sinceridad, no lograron descuidar a Garreton i le hallaron bien prevenido, cuando a la media noche de aquel mismo día le atacaron con cuatro mil hombres. No cesaron de avanzar hasta cerca de amanecer el día siguiente, que se retiraron con pérdida de quinientos noventa i sin haber causado otro daño que el de diezisiete españoles heridos i uno muerto, que incautamente salió del reducto i fue atravesado de una bala de fusil, Entre los muertos se halló uno, que aunque herido de peligro, tuvo la felicidad de sobrevivir a esta derrota de su nacion, i declaró que aquellas tropas i un cuerpo de tres mil hombres que quedó de reserva para protejer su retirada era la fuerza de todas las parcialidades situadas en las llanuras de Rio Bueno, Osorno i Cumeo hasta Chiloé.

Garreton orientó al gobernador de Valdivia, que lo era el teniente coronel don Ambrosio Saez de Bustamante, natural de los reinos de Esparza, en el ataque que sostuvo con todas sus individualidades e incidencias i pasó igual noticia al gobernador del reino. El de Valdivia le envió diezisiete hombres de refuerzo, i pocos días despues ájitado de la emulacion (no sé si la llame envidia) porque no se le dio la comision, se propuso la idea de desvanecerla i salió con ello. Para esto hizo junta de guerra, i al proponer los motivos de su convocacion, manifestó a los vocales su dictámen de la retirada de aquel escuadron i la evacuacion de los fuertes de San Fernando i Huequecura. Se conformó la junta con su pensamiento i asegurado con esta trivial operacion militar que las mas veces sirve para quitar la ignominia de la cobardía, o para disimular tramoyas, pasó órd en a Garreton para que abandonase la empresa. Lo resistió éste, i le hizo presente que el gobernador del reino dispuso la espedicion con respecto a la resistencia que podian hacer los indios i seria bien consultarle su resolucion, que de contado llevaba el riesgo de exponer a una derrota al gobernador de Chiloé a quien se debía suponer en marcha para Osorno. Pero sostuvo tenazmente su determinacion, i le repitió la orden de retirada concebida en términos tan expresivos i terminantes, que no dejaba lugar a la representacion; fue obedecido sin demora (17 de febrero de 1759). De este modo se frustró aquella espedicion, que sin la menor duda ni dificultad se hubiera logrado en aquel verano. El cacique Inayau llevó todo el resultado de esta infundada resolucion. Cuatro dias despues, pasaron el Rio Bueno los capitanes Paidil i Catillanca con un grueso escuadron, i en una madrugada le asesinaron en su choza i pasaron a cuchillo toda la parcialidad aliada de los españoles.

Al caballero Saez de Bustamante no le salió bien su maliciosa política, porque este celoso ardimiento de la emulacion le condujo precipitado al exceso de la inobediencia i falta de insubordinacion que le puso en muchos sentimientos. Mal informado el gobernador i peor orientado de la verdadera situacion del puerto de Valdivia por su plano errado que le presentaron Garreton, i su suegro el capitan don Pedro Fernandez de Lorca, dispuso abandonar la antigua ubicacion de aquella plaza i trasladarla a la isla de Constantino, conocida hoi por el castillo de Manzera, i dió esta ocasion al mismo Garreton. Concibió Saez agraviada su conducta, i exasperado no obedeció, i puso al gobernador una carta escrita en el idioma de la verdad, haciéndole ver el grosero engaño con que fue seducido i los gravísimos inconvenientes de la traslacion; le hace presente la real aprobacion de la situacion antigua: alega el juramento que tenia hecho en él supremo consejo de Indias sobre la defensa de aquel establecimiento, i le dice no residian facultades en el gobierno de Chile para, trasladarle sin noticia del soberano. El lenguaje de la verdad está proscrito cuando se habla de la terquedad i del capricho de los gobernadores supremos de América, i se caracteriza de poco respetuoso a sus personas, aunque sea descubriendo perjuicios contra el Estado ocasionados por sus fines particulares. El gobernador presentó esta carta en junta de real acuerdo, manifestando su resolucion de separar a Saez del gobierno de aquella plaza. La Audiencia no halló causa para esta separacion, i los ministros que la componian votaron contra su determinacion; pero este ,jefe, usando del poder ilimitado, llevó a ejecucion su pensamiento apelar de las leyes que lo contradicen. Envió a don Tomas de Carminate comisario jeneral de la caballería de la frontera de aquel reino a relevarle el gobierno (1760), i le mandó personarse en la capital. Presentado en ella, fue pesquisado i acusado de gravísimos delitos comprobados con los testigos que nunca. faltan a los gobernadores de América, i de que yo he visto con horror muchos ejemplares en Chile, se le formó un abultado proceso.

En esta persecucion gastó mucho dinero. Una sola persona de las que intervinieron en la causa le sorbió once mil pesos, i porque la Audiencia siempre se mantuvo a favor de la inocencia, no se le dió conocimiento de esta causa, aunque el gobernador de aquella plaza es político, i militar, i se ajitó en la capitanía jeneral de modo que el juez que la sentenció fué tambien parte. El caballero Saez ocurrió ál virei, i la real piedad remitió la causa al supremo consejo de guerra por via de consulta, i le permitió pasar a Espada a vindicarse. Este justificado tribunal, cuyos jueces no ignoran las horrorosas persecuciones de la América, vistos sus descargos probados con documentos de toda lejitimidad, i oidos sus fiscales le absolvió de los abultados cargos, i consultó se le tomara residencia en la plaza que mandó. El rei se conformó con el dictamen de su consejo, se abrió la residencia en aquella plaza, i habiéndose concluido el juicio, sin que nadie pidiese contra el caballero Saez, la real piedad le hizo merced del gobierno de Mérida en Cataluña, donde falleció. Su conducta fué declarada buena, se le absolvió porque no se hallo causa para condenarle, pero quedó castigado con los trabajos que padeció, con las aflicciones interiores que le acongojaron, i con la ruina de grandes intereses que no se le resarcieron. Esta pena lleva el miserable súbdito que siendo objeto del poder ilimitado de álgun gobernador supremo de América, no le queda otro recurso que aguardar a la residencia del gobernador, si logra sobrevivir a su gobierno, i el caballero Saez no alcanzó esta felicidad, porque su enemigo pasó a virei de Lima i en este tiempo falleció. Su hermano, el brigadier don Pablo Saez de Bustamante, sufrió el resultado de la absolucion del supremo consejo, i le persiguió los dieziseis años que fué virei. Si estos o semejantes perjuicios causa un particular, se le condena a resarcirlos, mas yo no comprendo por qué esta lei no tiene lugar cuando es gobernador supremo en América el que los ocasiona. Dése Saez por bien servido, pues se le dió destino en España, i se le apartó del peligro de volver a América, i caer en manos de sus perseguidores.

Del proceso que se fulminó contra Saez resultó alguna duda en la administracion del erario en aquella plaza, i dispuso el gobernador que don Manuel Marzan, natural de Habana, veedor ¡ contador de las reales arcas de ella, compareciese en la capital con los documentos correspondientes, a dar cuenta legalizada de los caudales que entraron a ella en el tiempo de su adininistracion. Verificada la comparecencia, i examinadas las cuentas, sin embargo, de su lejitimidad, su jenio suspicaz concibió que rolaba alguna malversacion de aquellos caudales, pero tan finamente gobernaba, que no podia descubrirla (106): i para evitarla en lo sucesivo, pidió al rei nombrase por gobernador de aquel destino a don Félix de Berroeta, que se hallaba retirado de teniente coronel. Conoció el gobernador a este oficial de ayudante mayor del rejimiento de caballería de Batavia, del que era coronel, i esperimentó en él buena conducta, i mucha integridad que le hicieron prometerse seria el ayudante mayor, el redentor de aquella plaza, esterminando el abuso que sus gobernadores tenian introducido en el excesivo comercio con la tropa, no ménos ventajoso para ellos que nocivo para ésta; pero le salieron equivocados sus pensamientos, i vanas sus ideas, porque siguió Berroeta el mismo método de sus antecesores, i todo quedó en su antiguo estado.

Del mismo principio se orijinó en la frontera de aquel reino otra escandalosa revolucion. El capitan de artillería don Salvador Araful, comisionado, como arriba dijimos, para municionar i pertrechar las plazas de Arauco, entró en competencias impertinentes con el maestre de campo i comandante jeneral de aquel distrito, don Salvador Cabrito, natural de la Concepcion de Chile. Araful, con los de su partido, que eran muchos, i de lo principal de aquella ciudad, le acusó de malversacion en los intereses de la tropa, i de otros tan denigrativos como falsos delitos, sin que faltase el acostumbrado de incontinencia, aunque los acusadores no se hallaban libres de él. El gobernador admitió la acusacion, i nombró de maestre de campo i comandante jeneral interino de la frontera a Don Manuel Salcedo, natural de la plaza de Ceuta, que pasó a Chile de subteniente del rejimiento de Portugal, i se hallaba de sarjento mayor de la de Valdivia, i suspendió del ejercicio de su empleo a Don Salvador Cabrito, i le arrestó en la plaza de Tucapel, de donde fue trasladado a la villa de San Martin de Concha, capital del partido de Quillota, miéntras se le seguia la causa qué hicieron constar de un abultado proceso que años después se concluyó. Ajitaba a los enemigos de Cabrito la envidia mas bien que un verdadero celo del real servicio, i por eso produjeron muchas i horribles declaraciones contra él, apoyadas de juramentos falsos. Ni podian criminar de otro modo su inocente conducta. Es don Salvador Cabrito hombre de buenas luces, de buenas intenciones, mui desinteresado, de cristianas costumbres, amante de los oficiales de mérito, i como tambien lo era del real servicio, protejia a los que se distinguian en habilidad, i por estas apreciables circunstancias digno de proteccion, i no de ser perseguido. Pero yo no sé qué desgracia tiene deparada la caprichosa fortuna para los hombres de buenas cualidades en aquella frontera. Ella los abate, i al mismo tiempo exalta a los estúpidos i a los malos. Así se esperimenta, pero también se advierten allí unos grandes trastornos en casi todas las órdenes del Estado que hacen conocer visiblemente la mano de Dios que oprime a aquel territorio.