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Crónicas
Tomo II
Capítulo C. El Gobierno intenta reducir a la vida civil a los indios independientes - Se refieren los medios adoptados para este proyecto i su resultado - Fallecimiento del Gobernador.

Jamás la honorosa ambicion de los hombres reconoció término que fuese capaz de llenar su espacio indefinido, i conducido el gobernador de esta lisogjera pasion con los recientes ejemplares del ascenso a virei del Perú que presentaban a la vista sus antecesores los excelentísimos señores conde de Superunda i don Manuel de Amat, meditaba hacer brillar su mérito para colocarse en el mismo templo donde aquellos pusieron sus estatuas. Ajitado de estos pensamientos, quiso aliviar su ocupada imajinacion comunicando sus ideas a los jesuitas, en quienes depositaba todas sus confianzas, hasta entregarles la direccion de su alma i con ella el gobierno. Estos relijiosos, que siempre poseyeron los mas recónditos secretos de la política i de la prudencia, conocieron que desde el gobernador Alonso de Rivera no tuvieron otro tan devoto de su relijion como el caballero Guill, i concibieron era ésta la época feliz que debian comenzar haciendo reconocer el sistema del padre Luis de Valdivia, adelantándolo i llevándolo hasta el fin de sus designios.

A consecuencia de esta idea siguieron al buen gobernador la empresa de reducir a los indios independientes a vivir en pueblos i darles a conocer las ventajas de la vida sociable. Para entrarle sin violencia por este útil pensamiento le acordaron que nada alegraria tanto a la real piedad como la conversion de aquellos bárbaros, que de otro modo es impracticable traer al uso i observancia de la relijion católica. Se lo detallaron con los mas vivos colores de la facilidad, sin hacer memoria de que se trataba-de civilizara hombres de vida brutal, incorrejibles, i de bárbaras costumbres, casi olvidados de la racionalidad; i por lo mismo, lejos de mirar tan fácil la idea debieron concebirla tan dificultosa como es el de convertirles de brutos en racionales i con este respecto combinar los medios de su ejecucion.

Pero voluntariamente ciegos se entregaron a la falible continjencia del suceso i se aventuraron a la suerte. Comenzaron a poner los medios, si no los eficaces, que estos demandan gastos i era menester de donde debian salir i proporcionarles fondo competente para no gravar al real erario, al ménos los mas conducentes a su modo de pensar. Ademas de las casas de conversion que estaban establecidas fundaron otras ocho en diferentes parcialidades, situándolas facilitase la comunicacion con todas las que habia entre los rios Biobio i Tolten, los Andes i mar Pacífico. Se prohibió de modo que les con graves penas la internacion de españoles en aquel territorio, dirijiendose esta idea a que en sus soñados pueblos no se viesen otros que los jesuitas. Estaban persuadidos (ellos mismos lo afirmaban estos relijiosos (i se ignora el motivo) de que el trato de los españoles pervertiria a los indios i los deslizaba en vergonzosos delitos nunca conocidos entre sus neofitos (111).

Nutrido el gobernador de esta idea útil a los indios i al Estado i de indispensable ejecucion para, su conversion al cristianismo i para prosperar aquel reino, i que no acertaron a fundar sobre sólidos principios, dispuso convocarlo para celebrar el parlamento que estableció la costumbre. I debiéndose tener su celebracion al septentrion del Biobio conforme a lo establecido por sus antecesores sobre este punto a peticion i tenaz solicitud de los indios, que interpusieron hasta el respeto del reverendo obispo, se celebró el congreso al mediodia de aquel rio en los ejidos de la plaza del Nacimiento. Primera condescendencia que abrió brecha i dió entradas a infinitas e inicuas pretensiones que han hecho ¡hacen perjudiciales al Estado, i todas opuestas al bien público que hasta hoi fueron seguidas de injustas e indebidas concesiones.

El punto que se llevó la atencion de este parlamento celebrado en los días 8, 9 i 10 de diciembre de 1764, fue la pretendida idea de pueblos. No se adhirió a ella el reverendo obispo de la Concepcion; era buen servidor del virei, i su apostólico celo jamás fue animado por el maligno espíritu del interés particular. La esperiencia que adquirió en las misiones le hizo formar verdadero concepto de las perversas inclinaciones i estragadas costumbres de aquellos bárbaros, íntimamente propensos al libertinaje. No pocha el reverendo obispo concebir arbitrio para reducir a máximas políticas i por medios suaves, como le figuraban al gobernador, a vinos hombres en quienes mui a lo léjos se deja ver nada mas que una vislumbre de racionalidad para lo bueno, tienen mui arraigados i envejecidos los vicios i son en ellos naturaleza. Por mas que lo pidiese la condescendencia que exijen los gobernadores de Chile, no pudo inclinarse el virtuoso prelado a entrar por el partido de dejarse reducir i que el engaño trascendiese hasta la corte, autorizado con su anuencia.

Distaban los indios de condescender al proyecto, recelaban algun designio contra su libertad; pero los jesuitas que movian esta máquina hicieron vivas dilijencias liara que los caciques prestasen su consentimiento. Se les dio para pensarlo i deliberar el breve tiempo de tres dias. No descansó en ellos el padre Juan Jelves, i se dejaba ver en todos los corrillos de indios, persuadiéndoles la utilidad del sistema, de una prolija descripcion de las conveniencias temporales que debian resultarles de su ejecucion. ¡Obra laudable si la emprendió movido de un verdadero relijioso celo!

Vió el padre Jelves logradas las fatigas de su empenoso anhelo. Consintieron los caciques en su reduccion a pueblos: tienen la política, de acceder sin dificultad a las proposiciones que les hacen en semejantes actos, aunque sean mui duras i usan de la libertad de faltar a ellas sin rubor i sin resultas, luego que se ven en el pais. En él cualquiera, de los indios de los mocetones, que es la plebe, tienen accion para deshacer lo, que sus caciques tratan i pactan, aunque haya intervenido juramento. Atendida su costumbre i su tradicion que ellos llaman admapu no ha i en los caciques ni autoridad ni derecho para ajustes, ni convenciones que obliguen a su nacion. Carecen de gobierno i no tienen sujecion alguna a la le¡, ni aun a su decantado admapu, cuando no les está a: cuenta.

Los pehuenches fueron compr endidos en este negocio i por eso lo miraron con indiferencia. Los huilliches, sus vecinos, les movieron guerra, i en el parlamento hicieron presente la alianza (llamémosla así, aunque no la pueden tener) que estipuló con ellos el teniente jeneral don Manuel de Amat, i pidieron se les ausiliase contra sus enemigos. l gobernador consultó la demanda con el doctor don Domingo Martinez de Aldanate, oidor de la Audiencia de aquel reino, que le acompaño en esta, jornada, i con su asesor el doctor don Francisco Lopez, que, solvieron no presentarse inconveniente para tomar partido con los pehuenches contra los huilliches de los Andes i les dió aun escuadron de doscientos españoles con un subteniente de caballería por comandante de la espedicion.

Se hizo la eleccion del oficial en esta clase, no porque en las demas faltasen oficiales de buenos talentos, sino porque el maestre de campo i comandante jeneral de aquella frontera persuadió al gobernador (porque lo estaba él también de que su pariente don Jacinto Arriagada era el único que podia desempeñar el crédito de las armas por la intelijencia que tenia en el idioma chileno i en las costumbres i ritos de aquellos indios. Incorporado Arriagada con el ejército de los pehuenches i tomado el mando de él, dirijió la marcha a tierra de huilliches (febrero de 1765), i les hallo atrincherados en un pequeño fortin que labro la naturaleza sobre un monte no mui alto. Pudo haberles atacado allí con ventaja por la fusilería i cañones de campaña que llevaba; i si aquel escabroso sitio les libertaba de las armas de los pehuenches, su reclusion en él les entregaba a un inevitable destrozo de las de fuego, pero nada sé hizo. Desde allí regreso a la frontera, i el comandante jeneral, su pariente, tuvo que abultar aquella mal dirijida espedicion al favor de algunas presas estraviadas que hicieron los pehuenches, i quedo mui satisfecho el caballero Guill.

Todavía se hallaba este jefe en la ciudad de la Concepcion, cuando comenzaron los indios a manifestar su renuencia sobre poblacion. Los caciques Curiñamcu i Duquiguala les pusieron en movimiento, i orientarlo de esta resolucion determinó castigarlos para escarmentar a los demos. Encargo su prision a don Juan Rei, comisario jeneral de naciones de indios de la frontera de aquel reino i a Juan Garcés, capitan de amigos de la parcialidad de Angol de donde estos caciques eran naturales i tenian su residencia. Tomaron los comisionados buenas medidas i cumplieron su encargo. Los condujeron a la ciudad de la Concepcion (Febrero de 1765) i asegurados con gruesas cadenas fueron juzgados i sentenciados (si ha i derecho para ello es mui dudoso) Curiñamcu al suplicio de horca i Duquiguala a perpótuo destierro en la isla de Juan Fernandez. Mas, todo este aparato vino a terminar en nada, porque desde el principio de este negocio comenzaron a errar. Por mediacion del cacique Llancahueau se les dio libertad (marzo de 1765) i se restituyeron a su parcialidad ardiendo en vivas llamas de venganza, que es el ca acter de aquella nacion

Concluidas estas dilijencias, i dadas las providencias convenie; ntes para proseguir hasta su conclusion las obras públicas i del reí de la nueva ciudad de la Concepcion, regreso el gobernador a la capital (marzo de 1765), dejando el ideado proyecto de pueblos mui recomendado a los jesuitas i al comandante jeneral que tambien era de este partido. Escrupulosamente cumplieron su encargo los comisionados. No dejaban a los indios de la mano, mas todas sus dilijencias salieron ilusosorias. No pudieron evitar que los indios hiciesen algunas juntas secretas para tratar el asunto que lo calificaron de destructivo no solo a su libertad, sino tambien de la pública tranquilidad de su nacion. No pueden aquellos bárbaros alejar de sí la pereza i el ocio i dedicarse a ser útiles. No aciertan tampoco a despreciar el libertinaje en que viven i acomodarse a la sujecion que trae consigo el vasallaje. I por eso de sus juntas movidas por Curiñamcu i Duquiguala, salió la resolucion de enviar a la capital cuatro caciques que pidiesen al gobernador se sirviese desistir del empeño en obsequio de la paz que se gozaba:

Hicieron los patronos del proyecto cuan to les fué posible para apartar a los indios de su esclamacion, que ellos llevaron a ejecucion (1765) i marcharon a la capital los nombrados para hacerla, pero no llegaron a aquella ciudad, porque unos ladrones los asesinaron por robarles. Luego que los indios tuvieron esta mala noticia, levantaron mas la voz, conociendo que los ideados pueblos comenzaban. ya a producir los efectos que recelaban; i viendo frustrado el arbitrio de la súplica, adoptaron el de la fuerza. Para ponerlo en ejecucion, pidieron se les hiciese una junta en la parcialidad de Angol, con el pretesto de satisfacer en ella a la nacion sobre la desgracia acaecida a sus enviados. Condescendió el comandante jeneral de la frontera con aprobacion del gobernador, i se señaló para ella el 19 de marzo de 1766; más no se celébró, porque contra su admapu se acercaron con armas al pasaje señalado, i fué fácil descubrir concurrian con ánimo de retractarse formalmente de lo prometido acerca de su civilizacion i de quitar la vida en el acto de la junta a Huenulab, cacique de Angol, a don Juan virei, comandante de naciones, a Martin Soto, intérprete i a Juan Garcés, capitan de amigos en aquella parcialidad, porque estos cuatros se manifestaron mas eficaces en persuadirles la admision de pueblos.

Cerciorados por mí de la depravada intencion que llevaban, pusieron éstos en cobro sus vidas, pasándose a la plaza del Nacimiento, que dista diez leguas de la parcialidad de Angol. Los indios, viendo frustradas sus ideas con la huida de los que intentaban asesinar, se enfurecieron, i puesto su campamento en las cercanías de la casa de conversion, enviaron dos capitanes, que enristradas las lanzas hicieron algunas escaramuzas en el atrio principal a presencia de su padre jesuita Juan Jelves, i de otros conversores que debian concurrir a la junta (19 de marzo de 1766). Produjeron amenazas contra los cuatro referidos que querian asesinar, i se les fueron de las manos por mi aviso, que les dí minutos Antes de su llegada, i hablaron mui mal de los pueblos protestando no los admitirían.

Yo viajaba de la plaza de Valdivia a la ciudad de la Concepcion, i presencié todo este negocio. Sin poderlo remediar, caminé tres dias con aquellos bárbaros, i finjiendo ser mercader del Perú que pasaba al puerto de Valparaiso con destino de embarcarme, i que dentro de un ario volvería por aquellas tierras, i les regalaría mucho (no les dí poco en la jornada), me descubrieron sus intenciones. Conocí su modo de pensar, i hablé mal de los pueblos, peor sobre la muerte de sus enviados a ser desgraciadas víctimas de su bárbaro furor. De este modo ine liberté de pagar con la vida las de los cuatro enviados, I evité fuesen comprendidos en la misma desgracia el padre frai Pedro Rubira, de la órden de nuestro padre San Francisco, en la provincia de Lima, que me acompañaba, mi criado i dos mozos de mulas. Contribuyo no poco a nuestra libertad el haberme dado el padre Juan Manuel Valentin de Eslaba, conversor de la parcialidad de Repocura, al promojénito de un cacique por gula i conductor, con promesa que le hizo de entregarme ileso al padre José Dupre, conversor de la de los Saceces, i la rara casualidad de habérseme incorporado un capitan anciano de la de Boroa, a quien el año anterior habia yo hecho una pequeña buena obra por efecto de liberalidad, i de la hospitalidad debida al honrado forastero, que aun en los ánimos menos cultos puede mucho la gratitud a un beneficio desinteresado. La referida casualidad me condujo a ser testigo de este lance en las críticas i peligrosas circunstancias sobre que rolaba este negocio en aquel gobierno, i con todas sus incidencias lo puse en noticia del teniente coronel don Antonio Narciso de SantaMaría, comandante de la plaza del Nacimiento, a donde llegué pasada la media noche del mismo día 19. Este oficial orientó de él al comandante jeneral de la frontera, que sin pérdida de tiempo se traslado a aquella plaza, i mandó concurriesen a ella los caciques de las parcialidades circunvecinas. I conceptuando, no sin fundamento, que el cacique Curiñamcu era el principal motor de esta revolucion, le quito el baston de cacique, protestándole no restituírselo hasta verle variar de dictamen. Se presentaba el comandante jeneral con aquel baston, i dio el suyo a un hijo del famoso jeneral Antivilu. Con esto, i haberlos obsequiado mucho, usando los caciques de su acostumbrada política, repitieron i revalidaron su consentimiento sobre poblacion que aborrecían con todo su corazon; restituyó) el baston a Curiñamcu, i regreso a la ciudad de la Concepcion (abril de 1766) en su antigua satisfaccion i confianza.

Orientado el gobernador de estas revoluciones, concibió ser indispensable su presencia en aquella frontera para aquietarlas, i se puso en viaje para la ciudad de la Concepcion, a donde llego el 30 de abril de 1766. Los caciques de Angol salieron a cumplimentarle, ¡reproducirle sus promesas, paliando sus pasadas inquietudes con la muerte de sus enviados; i para su satisfaccion, les ofreció mandar ahorcar a los asesinos. Aparentaron irse satisfechos, quedándolo el gobernador de su docilidad.

En aquel invierno tomo todas las precauciones que le pareid conducian a su intento. Se traslado la plaza de Puren a la parte meridional del rio Biobio sobre su ribera, i la situaron en paraje donde no se verifica el objeto de las fortificaciones de aquella frontera, difícil de reconocerla en caso necesario, i no hacía allí con la de Santa Bárbara, aquel cordon tan indispensable para contener las irrupciones de los indios. Se dio orden al comandante de la de los Anjeles para que desalojase de sus estancias a los españoles que las tenian sobre las riberas del Biobio, i que entregase al fuego las casas, que dentro de un pequeño número de días debian estar desembarazadas para obrar (debian i pedian los patrones del proyecto) la internacion de españoles a la parte del sur del Biobio. Erróneas disposiciones nada convenientes al proyecto, i léjos de ser éstos los medios eficaces para salir con la idea, son los mas conducentes para frustrarlo, i últimas disposiciones para la destruccion de aquella frontera; queda descubierta la barrera que contiene a los bárbaros, pasarán éstos sin oposicion al distrito español: lo saquearán, i harán muchas desgracias, talvez, sin que sea fácil su i remedio.

Los partidarios de los pueblos se valieron de todas las tramoyas imajinables. Esparcieron la noticia de que el gobernador tenia la merced del vireinaito del Perú, i qué dejaba en Chile de gobernador al maestre de campo. Estendida esta noticia, aunque falsa, causo su efecto. Nadie se atrevia a hablar de la dificultad de la empresa, i de la ineficacia de los medios para su ejecucion, i aquellos que tenian conocimiento del verdadero carácter de los indios, i que miraban la debilidad de los fundamentos sobre que se levantaba aquella máquina, i las erradas providencias que se adoptaban, solo secretamente, i allá en la soledad de su casa se deslizaban a decir algo de su imposibilidad.

Pasadas las intemperies del invierno, vimos partir al maestre de campo para la plaza de Nacimiento a poner en práctica el proyecto (noviembre de 1766). Puso a direccion de don Francisco Rivera, sarjento mayor de aquel reino, que pasó a la América de subteniente en el batallon de Portugal, la poblacion de Nininco. Confió la de Huequen al capitán de caballería don Joaquin Burboa, natural de Chile. Envió para la construccion de las que se debian levantar en los Estados de Arauco i Tucapel al comisario de naciones don Juan rei. Para las que se habian de fabricar en otras parcialidades, i habian de ser hasta el número de cincuenta, comisionó a los capitanes de amigos, bajo la direccion de los misioneros jesuitas; i dejó para sí la de Angol, donde se consideraba la mayor dificultad por ser Curiñamcu uno de los caciques. El 16 de noviembre del mismo año llego a esta parcialidad escoltado de una compañía de dragones. Le causo mucho cuidado i lo hizo entrar en recelos ver las grandes fogatas que en difentes montes de la mayor elevacion hicieron los indios a su llegada, porque entre ellos es señal mui sospechosa, de guerra. Pero no obstante los indios de ella, nada equívocos que cada dia se advertian, comenzó a levantar los pueblos con tanto empeño, que antes de un mes los tuvo casi concluidos su acreditada eficacia en todo asunto del real servicio.

Sorprendidos los indios de ver estas obras que los cercioraban de la ejecucion de los pueblos que jamás pudieron persuadirse se convocaron para destruirlos ántes de ver su conclusion. Dirijieron su premeditado hecho con tanto sijilo, que léjos de imajinarlo el maestre de campo, estaba ya firmemente persuadido de haber sabido verificar la última disposicion para la conquista de aquellos indios. I para mas asegurarlo el cacique Curiñamcu, director de la, accion, i jefe del ejércio, dos dias antes de su ejecucion, acompañado de sus subalternos, i sin omitir cosa. alguna de su ridículo ceremonial, paso a visitar al maestre de acampo. Despues de haberle hecho un difuso i elocuente panejírico sobre la eficacia con que habia propendido al establecimiento de pueblos tan útil a su nacion, le dio las gracias por su celo, i concluyo pidiendo se sirviese adjudicarle un retazo de viña perdida que estaba inmediata a su pueblo, que sin dificultad se. lo concedió, i se despidió burlándose con los suyos de la bondad del marqués de Campo, que quedaba persuadido de hacerle merced de lo mismo que él poseia. No faltaron los caciques de todo el pais independiente al dia pactado, i a una misma hora redujeron a cenizas todos los pueblos cn todas las parcialidades donde se habian estas obras (25 de diciembre de 1766). 1 bloqueado el maestre de campo en la casa de conversion de la de Anjol, profanaron las iglesias de las misiones, las demolieron entregándolas a las llamas, i cometieron los mas horribles desacatos con los vasos sagrados i santas imájenes.

Ya está segunda vez echado por tierra el sistema del padre Luis de Valdivia, que si su rei no Babia hecho falta para su restauracion, i renovacion, tampoco falto un Cariñamcu que con duplicada astucia de lo que tuvieron en eaquel tiempo los Pelantarus i los Ancanamun, supiese desbaratar infundadas ideas. Entonces no lo admitieron los indios, i ahora lo rehusaron viribus el armis, i abiertamente manifestaron su renuncia, pero no con todo se llevo adelante con las débiles fuerzas de una compañía de dragones. Verdaderamente estuvo mal ideado el proyecto, que no solo ha sido la ruina de aquella frontera, sino tambien un seminario de inquietudes para todo Chile.

El sarjento mayor Rivera se liberto a uña de caballo i pudo meterse en la plaza de Santa Juana, de donde volvió a la de Nacimiento. No tuvo el capitan Bueboa esta felicidad, que atadas las manos, desnudo i mui maltratado lo condujo a Angol un destacamento de los indios. Dirijia el bloqueo el cacique Curiñamcu, i para Hacerlo que levantase, entro un cuerpo de quinientos hombres de caballería de milicias mandado por Rivera, i sin oposicion llegó a la espresada parcialidad (30 de diciembre de 1766), de donde se retiraron los sitiadores, luego que fué descubierto de sus avanzadas. Al momento que llego aquella tropa, dispuso el maestre de campo, se les diese un golpe de mano que lograron bien los españoles. Mataron cuarenta indios, incendiaron las chozas de la parcialidad i todas las sementeras de trigo i cebada, que ya estaban en estado de ponerles la hoz,. i talaron todas aquellas fértiles cultivadas campiñas, que se miraban cubiertas de abundante mies. Se retiró este jefe a la plaza de Nacimiento con el escuadron que condujo Rivera, para aguardar en ella la resolucion del gobernador, que pocos dial antes del levantamiento de los indios, se vio estrechado a embarcarse en el puerto de Talcahuano para el de Valparaiso, porque fermentaba en la capital cierta conspiracion contra el Estado, que su prudente sagacidad acertó a sosegar sin estrépito.

En el tiempo que se esperaban las determinaciones del gobierno, se mantuvieron en inaccion las tropas españolas i lo mismo ejecutaron los indios, que no intentaron la guerra con aquel. hecho, dirijido solo a evadirse de su reduccion a pueblos, viendo que no la podrian evitar por los suaves medios de la súplica; i en los mismos dias de inaccion llegaron los caciques pehuenches (8 de enero de 1767), Pequeipill, Coliguir i Lebian con trescientos guerreros escogidos haciendo la espresion de que en virtud de la alianza establecida con ellos por el Excmo. señor don Manuel de Amat i confirmada por sus sucesores se presentaban a tener parte en el castigo de los delincuentes. Pero cuando los patronos del proyecto esperaban severas providencias vibrando rayos, i llenos del espíritu de Marte, se hallaron con unas determinaciones que fueron estampadas en el Capitolio, i dictadas no por. el airado Marte, sino por la concordia i la piedad tutelar de la paz; estaba el reino de Chile en peligrosas circunstancias i no debió el gobierno adoptar ideas bélicas.

Luego que el gobernador tuvo la noticia, hizo junta de real acuerdo i se resolvió en ella encargar al reverendo Obispo de la ciudad de la Concepcion la pacificacion de los indios, con espresa orden al maestre de campo para que ántes de la llegada del Iltmo. comisionado a la plaza de Nacimiento saliese de ella con la tropa i oficialidad dejando la precisa guarnicion.

No perdió su Iltma. un instante de tiempo para ponerse en marcha con el doctor don Tomás de la Barra, majistral de su iglesia, con el padre Baltazar Huever, provincial de la Compañía de Jesus, i con los misioneros de la misma relijion. Llegó con toda esta comitiva a aquella plaza (17 de enero de 1767), i luego llamo a los indios usando con ellos de los mas suaves i prudentes medios que exijian las circunstancias críticas que mediaban entonces, i le dicto la consumada prudencia con que acostumbraba manejar los asuntos del servicio del rei i de la Iglesia. No les dejo arbitrio esta convocatoria para negarse. Soltaron de la mano las armas i concurrieron a la espresada plaza, donde en varias conferencias que se tuvieron restableció la antigua paz el reverendo Obispo en el breve tiempo de un mes i se restituyo a la ciudad de la Concepcion.

Los partidarios del ruinoso proyecto, viendo frustradas sus ideas por hombres tan despreciables como los indios, rabiaban de coraje, i procuraban oscurecer la acreditada conducta del reverendo Obispo con un nublado de pasquines mui denigrantes, que causaron gravísimo sentimiento al virtuoso prelado. I sea quien fuese el autor de aquellas groseras calumnias, que no me toca indagarlo, solo haré reflexion que cuando gobernaban a Chile los García Ramon i los Riveras impedia la guerra la conquista espiritual de los araucanos como informo al rei el padre Luis de Valdivia, i sostuvo el padre Gaspar Sobrino, ámbos jesuitas, i ahora confiesan sus hermanos i se .indica en ios pasquines que solo con la espada puede introducirse entre ellos la verdadera relijion.

Mliéntras que en la ciudad de la Concepcion herian al reverendo Obispo las plumas anónimas, los pehuenches con los caudillos que dijimos sacrificaron a los indios llanistas incendiarios de los pueblos. Les dieron tres sorpresas i en ellas les mataron mucha jente: les cautivaron sus hijos i mujeres i no les dejaron labrar sus campos, Viendo Curiñamcu la repeticion de irrupciones i avisado por sus espías de otra sorpresa contra la parcialidad de Malleco, aguardo en ella a los enemigos, que cayendo en una emboscada perecieron cerca de ciento cincuenta con su jefe Coliguir. No faltaron. jenios cavilosos que se persuadiesen i publicasen que la guerra civil introducida entre los indios era maniobra del maestre de campo para frustrar las negociaciones de paz adelantadas por el reverendo Obispo i que tomo tanto cuerpo, que no se pasaba plenilunio sin alguna sangrienta funcion, que apresuradamente los conducía a su destruccion; pero el maestre de campo es hombre. advertido i de cristianas costumbres, mui distante de abandonarse a semejante peligrosa delincuencia. Otros la atribuyeron al gobernador, persuadidos de que en él residía lejítima autoridad para ello, i Cambien erraron. Nada de esto hubo, i estuvo mui lejos de las operaciones del gobierno i del real acuerdo este sanguinario método. Yo he presenciado todos. estos ocursos sirviendo en la plaza de Nacimiento en calidad de ayudante, i por mi conducto pasaban las ordenes de su comandante el teniente coronel don Pablo de la Cruz i Contreras, natural de la ciudad de Almeria, encargado de negociar con el cacique Curiñamcu la paz con los pehuenches por disposicion del gobernador, i la misma orden tuvo para negociarla con éstos el teniente don Laureano Bueno, comandante de la Santa Bárbara. No necesitan aquellos bárbaros estímulo alguno para hostilizarse, que lo tienen en su carácter guerrero i codicioso.

Estas críticas circunstancias demandaban la presencia del gobernador en la frontera, pero la gravedad de su dolencia se lo impidio i para cortar aquellos principios que debian producir fatales resultas, a consecuencia de real cédula de 9 de abril de 1662 estableció en la ciudad de la Concepcion una, junta de guerra compuesta del maestre de campo, sur jento mayor, de los capitanes que se hallasen en la espresada ciudad i de los ministros de la real hacienda i nombro por presidente de ella al reverendo Obispo. Hizo entender a sus vocales qué el objeto era la pacificacion de los indios que tan bárbaramente se hacian la guerra i con ella tenian en arma la frontera. Pero lejos de producir los buenos efectos que se prometía e intentaba el gobierno, dimanaron de ella algunas providencias, sino perjudiciales al menos infructuosas. Se encendió una tenaz competencia entre el reverendo Obispo i el maestre de campo poco útil al objeto de la junta, porque centemplando el jefe militar agraviado su empleo, no era fácil conviniera con los dictámenes del lltmo. presidente.

Este prelado se quejaba al gobierno de la conducta del maestre de campo i orientaba sobre estos ocursos a los oidores que componían el acuerdo; i este tribúnal que lo sostenía en sus resoluciones conformándose con su dictamen, espidió orden para que fuesen espulsados de Villucura (112) los pehuenches que ocupaban aquel paraje desde la alianza que establecieron con el.gobernador Amat. Decreto el gobernador con el real acuerdo la espulsion de unos hombres cuyos padres rara vez ensangrentaron sus armas en los españoles i que en la destrucclon de los pueblos hicieron la fineza, sin ser llamados, de ponerse en campaña contra sus mismos parientes. No parece regular esta determinacion, pero tales circunstancias mediarian, que dieron mérito a tomar este partido. La junta de guerra de la ciudad de la Concepcion comisiono al espresado comandante de la plaza de Santa Bárbara, para que la intimase a los interesados, advirtiéndole usase de arte i de prudencia para no exasperarlos, i fué de lo que estuvo mas distante. Llamó a los caciques pehuenches, i para meterlos en recelos les hizo saber la órden con la maliciosa espresadn, de que no dimanaba del maestre de campo, si no del Obispo i de la Audiencia. porque hacían guerra a los indios que incendiaron los pueblos.

Aquellos caciques exasperados con este procedimiento i desamparados de las armas españoles, mudaron de conducta inducidos por el comandante de Santa Báirbara i por don Juan Cotesa, que mandaba la de los Anjeles. Rolaba en este negocio una gran tramoya i mucha picardía, fomentada por ciertos espíritus revoltosos dirijida a frustrar las ideas de paz, que tenian al gobierno i la Audiencia, i que promovia el reverendo Obispo. Cesaron ya las hostilidades de los pehuenches contra los llanistas i subandinos, entraron en conciertos de paz, i ajustada se vinieron i movieron sus armas contra los establecimientos de la frontera, sin declarar la guerra comenzaron a saquear los pagos circunvecinos.

De mal en peor comenzaban los negocios de la frontera, crecian las revoluciones de los indios i cada día tomaban mas cuerpo sus perversas fermentaciones contra sus colonias. Las competencias del reverendo Obispo i del 'maestre de campo pasaron ya, a desavenencia ¡todo aflijia al gobernador; pero Dios poniendo término a sus breves dial, fue servido libertarle de resultas (113) i de la pesadumbre i gravísimos sentimientos, que en su prolija enfermedad le causaron aquellos disturbios, las revoluciones interiores del comercio i vecindario de su gobernacion, i la espatriacion de sus amados jesuitas en quienes descansaba, que la sintió mui íntimamente. Múrió en la capital el 24 de agosto de 1768 lleno de cuidados, i fueron sepultadas sus cenizas al pié del altar de la Santísima Vírjen María de la Luz en el templo del convento de relijiosos mercenarios.