ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Crónicas
Tomo II
Capítulo CII. Gobierno interino del Licenciado Don Juan de Balmaceda - Declaran los indios la guerra i atacan los establecimientos de La Frontera.

En el mismo dia que falleció el mariscal de campo don Antonio Guill, tomo el gobierno de Chile el licenciado don Juan de Balmaceda, natural de los reinos de España, oidor decano de aquella Audiencia, por ministerio de las leyes 11 i 14, titulo 14, libro 2.° de la recopilacion de Indias que lo previenen, i lo trasladó a noticia del virei del Perú para que usase de sus facultades sobre este punto, i aquel jefe sin innovar cosa alguna le remitió un pliego cerrado, i sellado con orden de abrirle al tercero día de la llegada a la capital de dicho reino del mariscal de campo don Francisco Javier de Morales, que se hallaba en Buenos Aires con destino a la ciudad de Lima en la clase de inspector jeneral de las tropas del Perú, i gobernador de la plaza del Callao.

Luego que tomo posesion del gobierno, comenzó a tratar de los asuntos críticos de la frontera; pero declarado a favor del reverendo de la Concepcion con tanto mas empeño, cuanto tuvo su antecesor en sostener al maestre de campo, i con esta conducta dió márjen para que tomase mas cuerpo la oposicion que tenian estos señores. El reverendo obispo hablaba de la estabilidad de la paz con los indios, i el maestre de campo de su poca solidez, pronosticando un rompimiento jeneral que no tardó mucho sin verificarse porque mal contentos los pehuenches se notaba en ellos demasiada inquietud; i tanto éstos como los subandinos i de llanos hacían frecuentes irrupciones en las estancias de la plaza del Nacimiento.

Se aclaró mas esta sospecha con haber quitado los pehuenches en sus tierras de los Andes mas de quinientas mulas de carga con sus correspondientes avíos a los españoles, (enero de 1769) que con su anuencia traficaban en las salinas acompañados de ellos mismos que hacían unidos la espedicion. Aunque se procuro graduar de indiferente el hecho, él a la verdad fué prueba bastante decisiva de infidelidad. Reconvenidos de algunos amigos suyos españoles, chilenos, se disculpo el cacique; Lebian asegure ndoles haberlo ejecutado por consejo del capitan don i Jacinto Arriagada, comandante de la plaza de Tucapel. Esta fué patraña mui propia de unos hombres a quienes siempre fué desconocido el pais de la verdad; mas no dejó de hacer impresion en los ánimos entregados a la sospecha, i poseídos del espíritu de parcialidad. Se esparció la voz de que el maestre de campo exasperaba a los indios por medio de sus corresponsales en la frontera, i los inducían a un rompimiento de guerra para deslucir al reverendo obispo. Se fundaba este malicioso pensamiento, en que los tenientes don Laureano Bueno i don Juan Cotera, comandantes de las plazas de Santa Bárbara, i de los Anjeles eran íntimos amigos del maestre de campo, i sus favorecidos, i el de Tucapel su pariente mui cercano, i atribuia a maniobra i tramoya de este jefe lo que fué maldad de otros, i efecto de los limitados talentos de aquellos oficiales, i demasiada incousideracion i mucha imprudencia, en el gobierno que debian tener con los indios: pero no quedaron sin resultas, i fueron separados del mando de aquellas plazas. I todavía tuvo peores consecuencias este negocio porque de estas cavilosas imajinaciones creidas del reverendo obispo sé siguió el informe que su ilustrísima dirijió al virei del Perú quejándose de que el maestre de campo le frustraba la pacificacion de los indios. No me detengo a vindicar a este jefe porque la calumnia es de tal naturaleza que por sí misma queda desvanecida, i solo en la notoria bondad de aquel reverendo obispo pudieron insinuarse los maldicientes de un modo tan maligno sin ser descubierta su iniquidad. Yo fui testigo ocular de todos estos ocursos i sus incidencias, i nada mas hubo que la grosera imprudencia de los espresados oficiales que inconsideradamente se dejaron conducir por ciertos espíritus revoltosos a tan enorme iniquidad de que me consta haber estado inscio el maestre de campo; ya todos dieron cuenta a Dios de su flajiciosa conducta.

En esta poco favorable situacion se hallaban estos usuntos, cuando en los pehuenches se advirtieron movimientos de guerra nada equívocos, que dieron mérito para aumentar precauciones en las plazas i fuertes de la línea divisoria, i sus comandantes pasaron repetidos avisos al maestre de campo. Este jefe, sin perder momento, marcho para la frontera (29 de noviembre de 1769), i ya no le fue posible cortar la rebelion, porque antes de su arribo a la plaza de los Anjeles declararon la guerra con una irrupcion sobre el teniente español. Salieron a la isla de la Laja dos escuadrones de sus tropas. El uno de ochocientos hombres por la abra denominada Antuco, que forma en los Andes el rio Laja, al cargo del toqui Pilmigerenunantu, que por muerte de Peguey-pil mandaba la jente de guerra que tenia este capitan, i campo en la montaña de las Canteras, desde donde devasto una gran parte de la isla. El otro de quinientos combatientes, por la que hace el rio Duqueco, i se denomina Villacura, a las ordenes del toqui Lebian, a quien se habia agregado la tropa del capitan Coliguir, i saqueo todas las avenidas de aquel rio por ambas riberas.

Llegó el maestre de campo a la plaza de los Anjeles (1.° de diciembre de 1769). Allí tuvo puntuales noticias de la situacion i fuerza de los enemigos, ¡hallándose con ochenta soldados veteranos, i un mil de milicias de caballería, no se resolvió a hacerles formal oposicion, justa ¡prudentemente receloso de que no le fuese aprobada del gobierno su resolucion. Por otra parte, consideraba las malas consecuencias que debian seguirse si se les dejaba quietos en posesion de un punto ventajoso para hacer una segura retirada por cualquiera de los dos boquetes espresados. Puesto en tan peligrosos estrenos, por no dar marjen al gobierno contra su conducta, i no dejar de incomodar a los enemigos, tomo el arbitrio de enviar contra Pilmi una partida de doce dragones, doscientos hombres de arma blanca de milicias de caballería, i ciento veinte indios bien armados i montados de la fiel parcialidad de Santa Fe, que tienen bien merecida fama de animosos, a las ordenes del sarjento de dragones Bueno Gaete, soldado de esperimentado valor, para que, con pretesto de poner una avanzada o de reforzar la que no habiá, les diese una sorpresa, i a esta partida se agregaron, conducidos de su fatal destino, algunos españoles mercaderes, chilenos i europeos, con armas de fuego. Dista la plaza de los Anjeles cinco leguas del paraje donde se hallaban los enemigos; pero guiados de don Miguel Ayarce i de don Miguel Monteros, dependientes de don Ramon Zañartu, dueño entonces de aquella estancia, hicieron por rodeo, i estravíos, sin necesidad, una inconsiderada marcha de toda la noche. A las siete de la maliana del siguiente día llego la partida al campamento de los pehuenches, que estaban desmontados, dispersos, i descuidados, por la satisfaccion de que en tres dias no se les había hecho oposicion. Pero fatigados los caballos españoles, i la partída sin oficial que dirijiese sus operaciones, no supieron aprovechar la, ocasión. Todo fué desgreñado. Unos quitaban caballos de los enemigos, ¡marchaban con la presa; otros huían amedrentados; i los más esforzados no acertaban, como bisoños, a, tomar partido. Can este método dieron tiempo a los enemigos para que montasen a caballo, i reunidos cargaron contra los españoles, que ya se habian atrincherado en el vallado de una sementera (3 de diciembre de 1760. Allí hicieron toda la defensa posible, i perecieron todos los animosos, siendo víctimas de la temeridad, i de la inconsideracion, mas bien que de un prudente valor.

Los enemigos lograron una completa victoria: mataron treinta españoles chilenos i cuarenta i siete indios de la parcialidad de Santa Fe; tomaron cuatro esmeriles, los fusiles de los dragones que perecieron, las espadas, i escopetas de los mercaderes, que todos murieron, muchas lanzas i veinte cabezas de ganado vacuno i caballar, sin otra pérdida que la de once hombres (115). Se mantuvieron en el mismo puesto sin que se les incomodara, i ya la inaccion, que antes tuvo justo motivo, pasó a ser delincuente, i vergonzosa. Con esta irresolucion se amedrentaron los indios ausiliares, i la tropa de milicias, porqué atribuyeron a esfuerzo i valor de los pehuenches lo que fué falta de direccion en los españoles.

"El toqui Lebian no quiso ser menos, i atacó la plaza de Santa Bárbara (5. de diciembre de 1769), con tal ímpetu, que páreció intentaba entrarla por asalto. Incendio la villa, i no obstante las buenas disposiciones de su comandante el capitan don Patricio Nolasco Güemes Calderon i el continuo fuego de la artillería, i fusilería, se llevo considerable porcion de ganado, aunque con pérdida de mucha jeme, cuyo número no fue posible saber porque a todo costo ocultan los muertos para no dar ánimo a su enemigo.

Miéntras que los pehuenches devastaban los términos de las Canteras i Duqueco, se iban acantonando las tropas españolas en la plaza de Yumbel, bájo las ordenes del teniente coronel don Antonio Narciso de Santa María. Luego que se vio este oficial con sesenta i siete soldados veteranos a las ordenes de un capitan i dos subalternos, i con ochocientos milicianos, pensando con espíritu militar i persuadido de que la permanencia de los pehuenclies en el territorio español era efecto de demasiado orgullo por la victor la referida, i reflexionando también que el maestre de campo ya tenia un mediano cuerpo de tropa compuesto dé trece oficiales, setenta i ocho soldados veteranos, "i mas de dos mil de milicias con sus respectivos jefes, i oficiales, le escribió haciéndole presente no era regular permitiese que los enemigos se mantuviesen tantos dias dentro 'de la frontera, " con desprecio de las armas del virei, i mucho menos que se les dejase retirar sin castigar su osadía; i paso a proponerle que el pasaria el rio Laja por la plaza de Tucapel, enviaria una " partida que cubriese el boquete de Antuco, i atacaria al famoso Pilmi por la espalda, i que el maestre de campo hiciese ocupar el de Villacura, i lo atacase por el frente. En verdad que tomadas aquellas dos avenidas de los Andes, i cojidos entre dos fuegos, no podian los pehuenches evitar su derrota, i en aquel mismo momento se hubiera terminado, con honor de las " armas españolas i terror de los indios, aquella guerra, que despues dio mucho que hacer, i causo el desembolso de mas de dos millones de pesos, i quedaron los indios insolentados hasta hoi con desprecio de la nacion conquistadora, porque los jefes posteriores a esta guerra la han hecho su tributaria con el pre" testo de mantenerlos en paz, como lo iré demostrando, poseido, i conducido de verdadero i desinteresado amor al soberano i a su real corona.

El pensamiento del teniente coronel Santa María no fue adoptado por el maestre de campo, i se le contesto "que los enemigos con quienes se pretendia pelear eran mui feroces, i esforzados i que la accion era mui dudosa, i perdida se aventuraba todo el reino, i concluyo mandándole marchar a la plaza de los Anjeles por el camino real. Se obedeció la orden, i llegamos la noche del 8 de diciembre (1769).

Con la llegada de este escuadron, tuvo el maestre de campo a sus ordenes diezisiete oficiales, ciento cuarenta i cinco soldados veteranos, i mas de tres mil de milicias de caballería. Con este motivo, los oficiales veteranos insistiainos proponiendo la salida contra Pilmi, que aun se mantenía en la estancia de las Canteras (9 de diciembre de 1769); pero no quiso dar márjen al gobierno que siempre se le había manifestado impropicio, i se negó a la propuesta espedicion. Esta renuencia dio mérito para que sus émulos, que allí mismo tenia algunos verdaderos, I otros imajinados murmuraron públicamente de su conducta, i calificaron de cobardía la inaccion. Si tuvieron razon para ello, prescindo i no decido, pero afirmo que no hicieron bien, i porque nunca se debe poner en duda el valor del que manda, pues es modelo de todos, i su ejemplo infunde ánimo a la tropa o le quita.