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El Monitor Araucano
Tomo II. N° 75.- Viernes 2 de Septiembre de 1814.
Oficio del General del Ejército de Lima. Oficio de Mariano Osorio, fechado el 20 de agosto de 1814, "a los que mandan en Chile", intimando rendición. Incluye "Contestación" por parte de la Junta de Gobierno.

Habiendo desaprobado en todas sus partes el Excelentísimo señor Virrey de Lima el convenio celebrado el 3 de mayo últi­mo entre don Bernardo O’Higgins, don Juan Mackenna, y el Brigadier don Gabino Gaínza, por no tener éste ta­les facultades, ser contrario a la instrucción que se le dio, a la nación y al honor de sus armas, y habiendo en con­secuencia tomado yo el mando de ellas en este reino, debo manifestar a V.Vs. que si en el termino de diez días contados desde la fecha, no me contestan estar prontos a de­ponerlas inmediatamente, a renovar el juramento hecho a nuestro Soberano el Señor don Fernando Séptimo, a jurar obedecer, durante su cautividad, la nueva Constitución española y el Gobierno de las Cortes Nacionales, y admitan el que legítimamente se instale para el reino, dará principio a las hostilidades; si por el contrario dan desde luego las órdenes y toman todas las providencias necesarias a que tengan efecto mis justísimas proposiciones, les ofrezco nuevamente un perdón general, y ol­vido eterno de todo lo sucedido, por más o menos parte que cada uno de los que han estado mandando haya te­nido en la revolución.

Supongo a V.Vs. poseídos de los sentimientos que caracterizan al hombre de bien, y amante de la felicidad de su patria, en cuyo concepto espero que mirando por ella abrazarán los partidos que la misma razón y religión dictan, evitando la efusión de sangre, y desastres de los pue­blos de este desgraciado país, haciendo a V.Vs. responsa­bles, ante Dios y el mundo, de las funestas resultas que son consiguientes al errado y equivocado sistema que contra toda probabilidad, y sin menor esperanza de buen éxito, quieren seguir y sostener.

Autorizado como estoy para el perdón y olvido de lo pasado, puede tener efecto una reconciliación, verdaderamente fraternal, a que me hallo pronto; mas si ciegos a la voz de la naturaleza, no diesen oídos a mis ofrecimien­tos, me veré precisado a usar de la fuerza y poner en prác­tica los grandes recursos que para obrar ofensivamente tengo a mi disposición, en cuyo caso ni V.Vs. ni los par­ticulares, ni todo el reino, tendrá que quejarse de los fu­nestos resultados que les sobrevengan, por no haber re­flexionado con tiempo en su bienestar.

Yo, los oficiales y tropa que hemos llegado a este reino, venimos, o con la oliva en la mano, proponiendo la paz, o con la espada y el fuego, a no dejar piedra sobre piedra, en los pueblos que sordos a mi voz quieran seguir su propia ciega voluntad. Abran todos pues los ojos, vean la razón, la justicia y la equidad de mis sentimientos, y vean al mismo tiempo, si les conviene y prefieren a su bienestar, el exterminio y desolación que les espera, si no abrazan inmediatamente el primero de los dos partidos.

Con el Capitán don Antonio Pasquel, portador de éste, espero la ... [sic] contestación.

Dios guarde a V.Vs. muchos años.‑ Cuartel General de Chillán, 20 de agosto de 1814.‑ Mariano Osorio. A los que mandan en Chile.

Contestación

Los enemigos del pueblo americano cada día presentan nuevas pruebas con su conducta siempre contradictoria, de que un interés particular y el encono del espíritu privado son la única regla de sus procedimientos. Chile había sacrificado a los deseos de la paz, cuantos hasta la época de las capitulaciones [1] fueron manifestados por el Virrey de Lima, que en todas sus partes las ha desaprobado, según el oficio de V. de 20 del corriente. Un nuevo reconocimiento de Fernando VII, y el de la Regencia, y la remisión de diputados que sancionasen la Constitución alejaba hasta las apariencias del título de insurgentes que se ha querido hacer valer para saciarse en la sangre de los hijos del país el odio implacable de los que sin duda nos han considerado como un grupo de hombres sin derechos, indignos de ser oídos, y despojados de todas las prerrogativas de un pueblo.

Cuando V. trata nuestro sistema de erróneo y absurdo, desearíamos saber, ¿cuál es el que V. sigue? No puede ser el de la obediencia a Fernando VII, a la Regencia, ni a la Constitución española, supuesto que se anulan los pactos comprensivos de este reconocimiento. V. tampoco se presta al de los gobiernos populares, que durante la cautividad del Rey (que rompió el vínculo que recíprocamente unía a los vasallos a un centro común) era el único adoptable a las circunstancias, y se aceptó en España con la instalación de las juntas provinciales. Así es necesario confesar que el sólo sistema de V. es el de la de­solación y la muerte con que nos amaga, negando hasta el tratamiento que inspira la cortesía, y enviando un conductor tan insultante que el Gobierno ha empeñado toda su moderación para no escarmentar su insolencia, como la del Coronel Hurtado, que se ha fugado quebrantan­do las obligaciones que le imponía su condición de rehe­nes. En lugar de aquel hemos dejado a éste, y el conduc­tor es el trompeta.

Por otra parte la comunicación de V. no esta, acompañada de más credencial que su palabra desacreditada otra vez en la falsa intimación al [pueblo de] Huasco.

La Gaceta, original del [Río de] Janeiro que le adjuntamos, le avergonzará en la complicada conducta que preside las operaciones de los antiguos mandatarios de América. Fernando VII anula la Constitución de las Cortes, y de­cretos de la Regencia; deja constituidas las autoridades hasta la resolución de un nuevo Congreso; y declara reos de lesa Majestad a los que defrauden los efectos de esta resolución. Tales son nuestros invasores; y la nueva agre­sión de V. le hará criminal delante de Dios, del Rey y del mundo entero, si en el momento no se desiste (desampa­rando nuestro territorio) de un proyecto vano, y que será confundido a impulsos del gran poder a que se ha elevado la fuerza de Chile, puestos en movimiento los copiosos recursos de que un Gobierno débil no supo aprovecharse oportunamente. Su oficio de V. ha sido una proclama excitadora del valor y energía de nuestras tropas, y de los dignos pueblos que están resueltos a repulsar la invasión con el último sacrificio.

Haga V. el que es debido a la religión, a la justicia, y a la humanidad, evitando la efusión de sangre, y las desgracias consiguientes a su escandalosa e injusta provocación, de que le hacemos responsable; y tenga V. por efecto de nuestra generosidad esta contestación; cuando no siendo V. de mejor condición que el General Gaínza, se atreve sin credenciales a dirigirnos otras proposiciones, al paso que aquél no se ha creído facultado para las que celebró bajo las garantías del Comodoro Hylliar que documentalmente acreditó la autoridad para mediar, y la que había conferido al General Gaínza ese mismo Virrey que hoy anula sus tratados. Esto más parece una farsa que una relación entre hombres de bien, y de honor.- Dios guarde a V. muchos años.‑ Santiago, 29 de agosto de 1814.‑ José Miguel de Carrera.‑ Julián Uribe.‑ Ma­nuel de Muñoz y Urzúa.‑ A don Mariano Osorio.

 

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[1] Tratado de Lircay (N. del E).