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Anexos
Documento Nš 10 - CDHI, XXIII, 54-64.

Contestación de José Miguel Carrera al Gobernador, vecindario y tropa de Valdivia; oficio a los mismos de la Junta Gubernativa.

Se han recibido en este cantón los pliegos oficiales de esa provincia en que se anuncian las continuas convulsiones que sufría, el estado decadente y tumultuario de su orden político y todo el germen de males que brotaban diariamente y amenazaba con riesgo de la sociedad hasta el 16 de marzo último, en que esa resuelta y brava oficialidad con algunos vecinos de honor y de carácter, pusieron punto a la rebelión y a la tiranía y derribaron con imponencia las testas atigradas que se habían levantado con desdoro y perjuicio de la salud pública. El ejército de este destacamento, en que estoy a nombre de la patria con plenos poderes del gobierno, para concluir a todo trance con Concepción en sus desavenencias, y que no se cansará en fatiga continua hasta que restablezca el sosiego, la tranquilidad y seguridad del gran reino de Chile, ha estrechado con los brazos de su deseo, a sus valientes compañeros de esa plaza, cuya unión ansían para que no haya enemigos capaces de erguirse a su frente: ellos se llevan sus votos y su reconocimiento, y no pueden menos que electrizarse en el fuego del sagrado patriotismo, cuando vemos que en todos los ángulos de Chile se levanta el grito de la razón y preparan las armas de la justicia contra la insurrección avanzada de los malvados que intentaban destruirnos y envolvernos en un millón de desgracias, que sucediéndose con rapidez y de necesidad, iban a quitarnos el más pequeño momento de gritar y hasta la última gota de sangre, insegura y expuesta en sus manos crueles.

La Junta de Gobierno, a quien se han remitido los pliegos, acoge esa ciudad y sus dignos defensores bajo su protección; y ensanchando sus alcances, no le negará todo género de auxilios. Tengan los nobles valdivianos valor y constancia, que todos nos disponemos por ellos. Recibí los anteriores de Valdivia: los remití a la capital para que se enviase su contestación por el Situado, cuyo buque a mi salida ya dejé en Valparaíso para darse a la vela, y ayer tuve noticia que había zarpado del puerto. Por eso se demorará, pero ella irá a satisfacción de nuestros dignos hermanos. Desde el momento que los últimos funcionarios tomamos las riendas del gobierno, nada se agitó con igual precisión que la remesa del Situado: así es que su pronta marcha a todo costo ha impedido incluirle las cartas de esta correspondencia. Los valdivianos no perecerán: les llega en tiempo el socorro de su capital, y si alguna vez les causásemos el menor daño por falta de diligencia o inacción, todos nos cubriríamos de un luto mortífero, mientras sus males no fuesen remediados y mientras ellos no tuviesen consuelo. Es, sí, sensible, que aún no les haya llegado la opinión de la patria. Discuerdan nuestros pensamientos en el sistema, y Chile que a toda costa no perdonará medio que conduzca a su regeneración, a su libertad y a su felicidad, sufre con dolor la desgracia de no haber alcanzado con las ideas de su profesión al corazón de los patriotas de Valdivia. La intriga y la infame negrura y arrojo con que V.S. asegura habérsenos cortado la correspondencia, son causa de que no seamos exactamente unos en nuestros conceptos, en nuestros deseos y aún en la preparación de nuestras almas.

El gobierno antiguo del reino está moderado, sucedió a los presidentes de una Junta Provisional compuesta de cinco individuos. Este debe ser nuestro sistema y nuestro orden, mientras se sella el resultado de nuestros movimientos, y somos capaces de poner regularmente por obra nuestras justas empresas y si fueron irregulares los medios ulteriores de nuestra revolución, todo está enmendado y las cosas volvieron al principio.

Extinguido el Congreso en dos de diciembre, hemos vuelto a gobernarnos por una autoridad provisoria, depositada en sujetos de opinión pública, para que tenga tanta mayor actividad y energía, cuanto menor es el número de sus vocales bien escogidos. Somos de ella los señores Superintendente de la Real Casa de Moneda don José Santiago Portales, Presidente; el Coronel de milicias, Alcalde Provincial del Ayuntamiento de Santiago, don Pedro Prado Jaraquemada, primer vocal, y yo José Miguel de Carrera segundo desde el dos de abril en que concluyó el término de mi presidencia amovible y circular de cuatro en cuatro meses. Este es el sistema del reino que deseamos abrace la fuerte plaza de Valdivia. Nos son constante su adhesión a la capital, su decisión por la buena causa y la oposición constante y firme a las insinuaciones por armarla contra sus hermanos, y no podemos dudar de la generosa condición de sus habitantes que acaben una obra que empezaron tan dignamente y a costa de tamaños riesgos. Todos los chilenos entonces seremos unos y Santiago no estará satisfecho con bien alguno, mientras no sea partido con los nobles valdivianos. Hoy ha sido un día feliz a Chile y precursor seguramente de mejores sucesos a la patria.

En el momento que se retiran las tropas de ambas riberas de Maule a sus cuarteles, se aclara el horizonte de los espantosos prestigios de la guerra y se remite a conferencias de la razón sola el resultado de las desavenencias de la Junta de Concepción y su reconciliación: se recibió el segundo chasque confirmatorio de lo sucedido el 16 en esa ciudad. En un momento se repiten avisos de su conmoción por nosotros, y contra nuestros imaginados enemigos, y en el mismo, estos se dan a partido: vamos sin armas a conferencia de los derechos y se deshace el formidable ideado coloso de nuestra guerra civil; preciosos instantes que amagan el principio de nuestro bien, y de nuestra reunión: nunca se desmientan con los hechos que siguen y las ocurrencias posteriores hagan cierto el presagio de felicidades que ya creo seguras.

El reino por temperamento, por constitución y por la índole de sus habitantes es destinado al hombre para un goce completo de todas las delicias y quietud de que es capaz la vida humana: y cuatro faccionistas arrojados, no son bastantes a alterarlo todo y a conmovernos, sino de la más justa indignación, e ira contra sus impotentes tiranas intenciones. Me revisto, y nos cubrimos todos de la mayor y más debida que cabe en el corazón racional, desde que leí en los partes del suceso de 16 de marzo que se había pretendido sorprender, y obligar déspota y negramente los ánimos, por medio de un bando infame y original producción del partido indecente y servil a proclamar y establecer una obediencia ciega a don Juan [Martínez de] Rozas, como Presidente absoluto de Chile, presidencia que mientras vivan los generosos chilenos, y en sus circunstancias no ocupará uno, ni se depositará en otros que los que se lleven la confianza justa y entera del reino aclamada sin tumulto de un modo legal y con libertad absoluta. Entonces se levantará testa que nos subyugue cuando a exánimes nuestros cadáveres establezcan en este suelo la mansión horrible de la soledad, de la muerte, y del espanto; nuestras sombras serán dominadas, si hay quien pueda, pero no nuestros ánimos. Lo juro por cuanto hay más sagrado en la religión eterna y lo juro en eco de más de un millón de hombres. Pero separemos de nosotros ideas impotentes que sólo sirven de alarmar nuestras intenciones, para un caso que no ha de venir. Cuanto he hablado en lo demás, lo protesto a esa provincia bien convencido del proceder y pensamientos de la Junta del reino. Hablo en voz de ella que reiterará muy luego de su puño las lecciones de este papel. Si conforman con ellas los de los habitantes de Valdivia, espere esa porción preciosa de nuestra familia y de nuestros hermanos, todos los bienes de que es capaz la unión, y que ella sola puede producir. Yo no dudo que bajo tales calidades, quedemos unos perpetuamente y se apruebe todo lo hecho en cuyo dulce momento sólo nos resta encargar la mayor vigilancia sobre los malos y que prosperen el sistema y todos los autores de la reforma del 16 de marzo, sobre toda  felicidad que les deseo por la patria para la libertad y en su nombre.

Dios guarde a V.S. muchos años.- Talca, Mayo 5 de 1812. José Miguel de Carrera.- Manuel Javier Rodríguez, Secretario.

Al Gobernador, vecindario y tropa de Valdivia.

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En medio de nuestras mejores esperanzas por la felicidad de la patria, y cuando al leer los papeles oficiales de la revolución última de esa plaza, creíamos que se disponía el momento de la unión de todos los chilenos, para establecer el sistema de la justicia, de la razón y de los buenos americanos, no hemos podido menos que resentirnos y cubrirnos del mayor dolor y vergüenza al llegar la proclamación de la Regencia de España y de un Presidente en el reino. Otra es la opinión de la patria, otro su orden, otro su gobierno y otras sus intenciones. Una oficialidad tan resuelta y decidida que en una sola noche supo echar por tierra la tiranía de su régimen interior, a pesar de los riesgos, oposiciones y de peligros, no entablará su opinión, ni concluirá la obra, si entrega en otras manos el poder del despotismo. No se derriba la tiranía si un tirano sucede a otro en el cetro de fierro y acaso en la elección se empeoran las manos agentes de la crueldad y de la dureza.

En Chile no hay Presidente, ni el reino se somete a la Regencia de España. Su institución, su orden, y su poder están revestidos de las nulidades y vicios que proclama Valdivia contra su Junta, y porque la destrozó y acabó. Si los principios de su instalación en 1º de noviembre son justamente reclamados por ese noble vecindario y su brava tropa, en virtud de no haberse obrado por unánime voluntad de todos, y si la irregularidad de su procedimiento justifica la violenta medida del 16 de marzo, la Regencia se estableció también sin tener parte el reino, ni pueblo alguno de América, y sus hechos e intenciones no exceden la esfera de proveer nuestros empleos en hombres desconocidos y sin mérito, y de perpetuar nuestra infancia y nuestros grillos. ¿Cuál ha sido la ventaja que hemos adquirido en nuestro estado desde la prisión de Fernando, y desde la revolución de España, mientras los pueblos europeos se han conducido a su arbitrio y concentrado en sí mismos el poder de su dominación? No hemos tenido bien que no nos hayamos formado nosotros mismos a costa de mil riesgos y oposiciones; y aún se alarman contra nosotros los caducos mandatarios del despotismo, porque hemos despertado y porque nos aplicamos a nuestra felicidad. En estas circunstancias ¿no sería un traidor y un delincuente contra la patria, contra la libertad y contra los sagrados derechos del hombre, proclamados uniformemente en Chile, el que intente alterarlos, destruirlos y enredarnos de nuevo en la esclavitud anterior, en la ceguedad y en la inacción? ¿Y en sólo ser otra la voluntad de todos no consistía un convencimiento bastante, para que cada uno mude de idea, y se una a la opinión general, si quieren permanecer porción de nuestra gran familia?

El reino y en su nombre la Junta de Gobierno jamás ha olvidado ni dista de sus deberes, y obligaciones hacia Valdivia, como uno de los países que componen su estado, y como el suelo que contiene cuatro mil hombres, cuatro mil chilenos, y cuatro mil hermanos hijos de una misma familia. Está pronta a extenderle los brazos de su protección, estrecharla en su intimidad, y seguirle prestando toda clase de auxilios, en cuanto alcancen sus medios; está pronta, y está sin acusar un delito, por las protestaciones oficiales que se han alzado al primer tribunal a favor de la Regencia de España, y a favor de un Presidente, con tal que en adelante se modere la opinión, y quede enmendada por los principios del manifiesto de 4 de diciembre que repetimos en esta fecha. Bien conocemos el espacioso campo y razones que proporciona a ese vecindario la mejor evasión de cualquier cargo, con la interceptación, que se anuncia de nuestra correspondencia desde que disconvenimos con Concepción, interceptación que dice ha impedido le lleguen nuestros pliegos, y los principios del sistema de la patria, que comprenderá, y ratificará hoy que puede beberlos a toda luz resacados de la fuente de la razón.

Incluimos aquel manifiesto y esperamos en la unión su efecto de justicia. Por él, y en su forma se ha establecido la autoridad que reconoce el reino, de cuya felicidad y bienes, deseamos sea participante ese pueblo. Bajo estas advertencias que contiene más expresivas y con mayor dilación el manifiesto acompañado, que hará V. notorio a todo el pueblo y oficialidad para que nos contesten su reconocimiento, el gobierno aprueba la interinidad de V. en el de esa provincia, y no puede menos que confesar su adhesión, su agrado, y la emoción de su voluntad hacia la resolución, carácter y decisión con que se rompieron las cadenas de la opresión en la noche del 16 de marzo por los dignos oficiales y gente que les acompañó de que quedamos advertidos, por sus cartas y cuyo mérito no olvidaremos. En todo lo demás reproducimos el oficio del señor Vocal don José Miguel de Carrera, fecha 5 de este mes, cuya copia tenemos a la vista.-      Dios guarde a V. Muchos años. Santiago mayo 29 de 1812 [1].- José Santiago Portales.- Pedro José Prado Jaraquemada.- José Miguel de Carrera.- Manuel Javier Rodríguez, Secretario.

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Este mismo texto fue publicado, con diferencias de forma, en la Aurora de Chile. Entre estas, la fecha, que corresponde al 25 de mayo.
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