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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Anexos
Documento Nš 73 - CDHI, XXIII, 290-296.

Continuación del Diario de los sucesos de Concepción desde el 2 de Marzo de 1814.

Día 12 marzo de 1814. Este día salió de Concepción la Guardia Nacional en número de 130 hombres, de los cuales 85 iban montados y los demás a pie con sus monturas y armamento a hombros, por no haberse querido atender un cuerpo creado por los que habían mandado anteriormente, así me lo hizo entender la contestación que se me dio por el General cuando reclamé el número de caballos que necesitaba: tengo muy presente que habiéndole propuesto que don Julián Uribe me prometía darme el número de caballos que necesitase, diciéndome que él tenía a su cargo sino más, igual número de los que podrían ocupar, me contestó: “Será preciso que se paren los Dragones los que estén en mejor estado y de los que dejasen tomara V. los que puedan caminar”. Yo reclamé haciendo ver tenían los Dragones muchos caballos de pesebre de los que habían donado los vecinos de Concepción, y que de esta suerte no seríamos los oficiales responsables si la tropa no cumplía con sus deberes, “los Dragones cuidan mejor sus caballos”, me dijo, “y es tropa más veterana y nos ha de servir mejor”; me irritó este modo de producir, pero era preciso trabajar, sabía que todo reclamo era inútil, y que sólo lograría el que se me desairase, bien pude no haberme desentendido, pero era posible olvidar que el enemigo estaba fuerte, nosotros débiles, y era preciso hacer un esfuerzo. Tomé los caballos que se desecharon y salí; sólo pude llegar a Puchacay, hice más de la mitad de la jornada con los caballos tirando, y a pesar de esta precaución muchos llegaron cansados; lo que prueba mejor el estado en que venía la caballería y probablemente se hubiera sacrificado quizá primeramente que los predilectos Dragones.

Día 13. Llegué al Troncón, me presenté al Comandante en Jefe de las divisiones que se habían reunido en los altos, se me mandó acampar en el bajo al Sur de su campamento en alguna distancia porque ofrecía más comodidad a mi lánguida caballería.

Día 14. A las 4 de la tarde llegó el General en Jefe, se tocó orden general y se mandó provenir el Ejército para marchar al día siguiente.

Día 15. Nos dispusimos para salir, pero sólo se vio la imposibilidad cuando se vieron cargas tiradas por la falta de mulas, y que no podían dejarse porque eran de primera necesidad; en estos trajines se quemó una carga de pólvora; se pidieron mulas a Concepción, se mandó tomar posesión de las avenidas que tenía la posesión del Ejército, una legua avanzada, y esperamos hasta el día siguiente.

Día 16. Como a las ocho de la mañana salimos, reunida toda la fuerza se le dio el mando de la vanguardia al Coronel de milicias don Juan de Dios Puga: caminamos hasta Curapaligüe, donde acampamos como a las 4 de la tarde. La marcha fue no muy ordenada, lo que me obligó a nombrar una partida de 6 hombres y un Sargento para que recogiese todos los caballos que botasen por inútiles, con orden de no tomar de prorrata ninguno, para evitar quejas y chismes que nos hubieran desagradado mucho; logré antes de dos días montar mi tropa y tener algunos caballos de reserva, sin que hubiese un resentido.

Día 17. Al romper el alba se tocó generala y salimos muy pronto; desde las alturas de Collico descubrimos como unos 20 hombres de caballería que observaban nuestros movimientos, mandó el General que saliese una partida de igual fuerza para observar a aquella, pero luego que descubrió nuestra determinación se retiraron para la Florida, o al menos con esa dirección; quisimos acamparnos en las fortificaciones de Collico que había ocupado la división del centro cuando la mandó Carrera, pero se determinó que era mejor dejar el camino de la Florida, y tomar el de Quilo, avanzamos y alojamos en las alturas de una hacienda no se si de un Pantoja.

Día 18. Antes de salir llegó un espía que se había mandado el día antes, éste nos avisó que una guerrilla de poca gente que había estado en la Florida algunos días, se había retirado luego que supo la marcha del Ejército, sólo encontró una proclama de Gaínza por la cual ofrecía perdón a los que desertasen del Ejército insurgente, y se presentasen a sus banderas; oí decir que el General había mandado otra igual ofreciendo igualmente indulto a los que desertasen del Ejército de Lima, presentándose a las banderas de la patria. En la marcha de este día no ocurrió nada notable. Llegamos a las inmediaciones del granerillo y acampamos en una altura.

Día 19. Como a las 6 y media de la mañana emprendimos la marcha regularmente ordenada, como a las 11 descubrí el enemigo en número como de 400, todos de caballería, ocupaban la posesión ventajosísima de los altos llamados del Quilo, di parte inmediatamente al General, se reunió el Ejército con la posible brevedad, se municionó y nos dispusimos a una acción que creíamos sangrienta. Los dragones que tenían buenos caballos fueron destinados para guerrillas y avanzamos al enemigo hasta una distancia de diez o doce cuadras, hicimos alto, y se nombró una guerrilla de infantería de 40 granaderos al mando del alférez agregado al mismo cuerpo don Pab1o Vargas. Se me dio orden para avanzar al enemigo, dejando toda la infantería de reserva, luego que principió a tirotearnos vi la imposibilidad de poder maniobrar mi lánguida caballería, la hice desmontar y formar en columna, y subimos la altura haciendo fuego vivo que aterramos al enemigo, los dragones se portaron con todo entusiasmo y sólo a estos dos cuerpos se le debe la acción que duró como tres cuartos de hora; desalojamos vergonzosamente a los limeños, les tomamos los puntos de más importancia, y los perseguimos como una legua, o hasta que se reunieron con la artillería y unos 300 hombres de infantería que venían en su auxilio. Sólo la casualidad nos pudo proporcionar una ventaja de la consideración que se vio después, digo casualidad, porque no me ocurre un caso en que deba atacar la caballería en un terreno tan quebrado y lleno de monte, no faltaban oficiales que quisieron hacerlo presente, pero era preciso no dar lugar a la crítica cuando es hecha sin consideración. El enemigo dejó doce o catorce muertos, hicimos ocho prisioneros, y algunos caballos, una carga de municiones y otra de fusiles; ésta fue la acción que llenó de entusiasmo a nuestra división.

Luego que subimos la artillería, hicimos señal a la división del Membrillar por medio de algunos tiros de cañón, y aunque estaba a cinco leguas conocimos luego que nos había entendido, pues vimos que batió carpas, no sé si con el fin de moverse o porque fuese amenazada de alguna división enemiga.

Día 20. No sé por qué no caminamos este día; es verdad que el enemigo lo teníamos a la vista, pero quizás si en la marcha nos hubiera atacado habría salido peor que el día anterior, pues en tal caso la división del Membrillar se hubiera movido a atacar por la retaguardia a los limeños, y probablemente habrían sido desechos. Toda la mañana observamos diversos movimientos del enemigo, algunas divisiones parecía se encaminaban a nosotros; luego retrocedían; hasta que por fin se vio que una parte de su Ejército tomaba un camino oculto como al río Itata, que va por unas quebradas; quedamos tranquilos hasta que a las tres o cuatro de la tarde observamos un fuego vivísimo en la división del Membrillar, que duró hasta las 7 y media u ocho de la noche; ésta la pasamos tranquilos esperando el resultado de la acción que nunca creímos desgraciada.

Día 21. Cuando nos aprontábamos para salir a incorporarnos, llegó un propio que hacía el General Mackenna, avisando el triunfo que habían obtenido las armas de la patria; se contestó por el General y salimos, no ocurrió cosa notable en la jornada; nos acampamos frente a las fortificaciones del Membrillar río por medio.

Día 22. Todo el día empleamos en pasar el río, y a las 4 de la tarde nos incorporamos, a excepción de unas pocas cargas que quedaron y se reunieron al ser de noche.

Se convocó a los jefes para una junta de guerra, para tratar sobre auxiliar [a] la provincia de Santiago, que se hallaba amenazada de grandes males, en la toma de Talca y falta de fuerza de la capital; todos fueron de parecer de dar auxilio a aquella provincia, de donde sólo podíamos sacar recursos para la guerra; tuvimos orden para caminar el día siguiente.

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