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La Aurora de Chile
Número 5. Jueves 12 de Marzo de 1812 Tomo I.
Sin título ["Santiago, 9 de Marzo por la tarde. Ha salido la división..."]. Relativa al envío, al sur del país, de las tropas comandadas de Juan José Carrera (se inserta la proclama que éste dirigió a sus hombres).

Santiago, 9 de Marzo por la tarde.

Ha salido la división del centro del ejército de observación de la frontera, compuesta de 900 veteranos, y 200 caballos, al mando de su Comandante General el Brigadier don Juan José de Carrera. Dicho señor dirige al pueblo la siguiente

Proclama.

Si la tiranía, compatriotas, egoísmo, y las pasiones se han encrespado, y fermentan por alterar nuestra quietud, los genios de Chile no doblaran la cerviz, y reaniman su esfuerzo por salvaros. Arderán en la hoguera del inicuo las almas negras que meditan nuestra ruina, y aventadas sus cenizas, se despejará nuestro horizonte de la niebla sombría, que ha dilatado la aurora de nuestra libertad. Descubierto el trono de nuestros derechos al medio día de la regeneración americana, todos gozaremos la influencia saludable del clima de la paz, independientes de las trabas del despotismo.

Salen las huestes de la patria a la frente del enemigo; y no pueden ser otras las resultas de su resolución, y de una lucha tan justa por quien obra la Providencia. A ella consagramos el riesgo y los desvelos. El General de la división del centro, es superior a las privaciones de todo genero cuando lo reconviene su honor y patriotismo: si las circunstancias exigen el mayor sacrificio, no mezquinará su existencia. Su sangre lavará la ignominia de sus hermanos.

Mientras yo vuelvo a presentaros el laurel de la victoria, velad vosotros sobre la infame multitud de maquiavelistas, que os rodean. No consiga el efecto de sus planes horrendos la maquinación catilinaria, que queda dentro de vuestras mismas paredes. Los riesgos crecen cuando es indispensable que el Batallón de Granaderos avance en la centinela de vuestra seguridad. En medio del mayor peligro ha de redoblarse el esfuerzo. No perdáis de la mano la oliva de paz que tenéis empuñada, y se os intenta arrancar. No omitáis medio de conservar el gobierno benéfico, que nos preside, objeto de todos mis pensamientos, y de mis desvelos. Él sólo trabaja en levantar el templo de nuestra felicidad: y al paso mismo riega el gran árbol de su fruto para que extienda sus ramos a todo el reino. A él solo asestan sus tiros las ingratas facciones de la intriga. Él es el blanco de las conspiraciones. Fuerza bastante os queda para imponer, y sostenerlo. Será víctima el insensato, que se le atreva. Pero cuando la traición consiguiese desordenarlo, volveré volando con la mecha de la virtud vengadora en la mano; y no cesará de arder mientras encuentre oposición en el campo de Marte. Empieza entonces la guerra en el hemisferio chileno: no acabará en mucho tiempo la escena terrible de la muerte: y a derecha e izquierda solo se verá sangre, destrozos, alaridos y clamores, que halagarán mi corazón encarnizado justamente. No llegue esta época feroz! Enmiéndense los malos, y unámonos en la causa.

Me voy, amados compatriotas. El cielo proteja mis acciones. Yo aseguro la fuerza irresistible de la tropa respetable, que me acompaña. El fusil y la espada se dirigen por manos bravas, que no llevando otras intenciones que las de la prudencia, de la razón y del patriotismo, no pueden hacer funesto el efecto del valor. Y si queréis un preciso buen resultado, no olvidéis en vuestras preces las legiones de vuestra defensa: y en todas vuestras oraciones elevad al Altar de la Divinidad los ruegos más interesantes por la tropa, que habéis encargado a vuestro soldado.

Juan José de Carrera.