ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo II

Capítulo CX. Establece el Gobernador una paz poco sólida con los indios, i se refieren sus resultas..

Aquel habia sido el tiempo i época feliz en que se debió verificar la conquista de los indios de Chile. Nunca mejor que entónces se hubieran reducido a poblacion, para que 'viviendo en civilizacion, i sujetos a lejislacion, fueran útiles al Estado, i aptos para recibir las impresiones de la verdad evanjélica, a que siempre propendió la piedad de los católicos monarcas. Entónces tuvo el gobernador, a mas de las tropas veteranas de aquella frontera, i sus milicias, un batallon de infantería bien disciplinado, i una partida de asamblea de caballería, que no la debíamos suponer menos instruida. Entdnces estaban los indios aniquilados. No tenían granos ni sementeras para subsistir, i los de guerra habían devorado los ganados, no solo de las parcialidades fronterizas, sino tambien los de las mas interiores. Pero jamas lo alcanzará el soberano, si ántes de aprehender la sujecion de aquellos naturales, no conquista a los jefes que resuelva enviar con este interesante encargo. Hasta hoi ha demostrado la esperiencia que los gobernadores de Chile, si son interinos, miran aquello con indiferencia, como que nada deben esperar; i si son propietarios, dirijen todas sus ideas a sus intereses particulares, i a colocarse en la silla de los vireyes. Aparentan pacificaciones de aquellos indios, suponen su conversion a la relijion católica. Negocian con ellos por el trillado camino de las dádivas, de la contemplacion, i de delincuentes disimulos de sus hostilidades, que admitan misioneros i casas de conversion en sus parcialidades, aunque saben i conocen que nada han de adelantar, ni deben esperar el menor progreso como se ha esperimentado sin intermision desde que el padre Luis de Valdivia dió aparente valor a la imajinaria utilidad de las conversiones, sin conseguirse otra cosa que hacer crecidos gastos al erario. Todo esto se aparenta en abultados papeles (pongo por testigos a todos los reverendos obispos que ha tenido, i tiene Chile, que aquellos aun viven en sus informes); pero lo cierto es que se conoce con evidencia que ellos quedan en su idolatría, i en la misma independencia, con perjuicio suyo, i sin utilidad del Estado. Los jefes subalternos hacen lo mismo. Lisonjean a los gobernadores, i siguen adoptando sus ideas; ni les conviene otra cosa para negociar sus ascensos. Si no siguen este método, conspiran al gobierno contra sí, i por amantes de la verdad, i buenos servidores del virei, sufren atrasos irreparables, ¡ninguno es tan necio que no acierte a escarmentar en cabeza ajena. I este es el modo de que el rei haga inútiles desembolsos de su erario, quedando frustrada su real piedad hácia aquellos miserables, i ademas tiene que recibirlo por buenos servicios, i alargar la real mano para el premio. Esta fue la conducta de casi todos los gobernadores que tuvo Chile en este, siglo, cuyas intrigas se han refinado i alambicado en estos últimos tiempos. I como estas máximás ya llegaron a lo sumo, i surtieron su efecto, i el camino de Chile a la corte es hoi mui trillado, se debe esperar que terminen por demasiado conocidas; i que penetrados de mejores pensamientos, muden de ideas, i propendan a los intereses reales, sin perder de vista los suyos (que bien se puede uno i otro), sin exasperar al vasallo (que en el dia es mui peligroso en aquella distancia), i sin olvidarse del público en los adelantamientos de un pais, que siendo por naturaleza feliz, no necesita de mano laboriosa para ver alejada de sí la decadencia en que la tienen la ambicion i la codicia que le van de tierras mui distantes. Me arrebato la pluma el amor a la verdad, a mi soberano, a su real corona, i el que por obligacion es debido al público. Volvamos al argumento de la historia.

Al momento se convinieron los caciques a admitir la paz que se les proponia, porque ya se hallaban en estado de pedirla, i echaban todo el resto de sus fuerzas para dar este paso, i el señor doctor Traslaviña puso toda su eficacia para adelantar estos principios hasta ver logrado su deseado fin. Concluidas estas negociaciones, se suscitaron algunas diferencias sobre la eleccion del paraje para la celebracion del congreso en que se debían establecer las capitulaciones. Los indios pretendían ser los electores del sitio, i lo rehusaba el gobierno, a quien siempre ha correspondido esta regalía, pero el doctor Traslaviña le indujo a cederla con la condicion de ser el septentrion de la divisoria, i elijieron los araucanos las llanuras de Duqueco, en Negrete, por estar sobre las riberas del Biobio, que divide territorios i jurisdicciones.

Allanada esta dificultad, concurrieron a la asamblea ciento sesenta i cuatro caciques, i cuarenta capitanejos con mil ochenta i nueve mocetones de cuarenta i cinco parcialidades. Abierto el congreso en 25 de febrero de 1771, se finalizó el 28 del mismo, con las mismas ridículas ceremonias e inutilidad con que se han celebrado los demas parlamentos con aquellos bárbaros, que jamás pudieron guardar la fe a semejantes actos, que no pueden celebrar a nombre de su nacion porque los caciques no la respetan, ni pueden, ni tienen autoridad para representarla a causa de no tener especie alguna de gobierno. Concluido el congreso, se rompieron cuatro lanzas, i otros tantos fusiles, que se consumieron en el fuego a presencia de todo el concurso, en señal de que no se volverían a tomar las armas. Hicieron la ceremonia por parte de los españoles el teniente coronel don Pablo de la Cruz i Contreras, sarjento mayor del ejército de Chile, i por la de los indios los toquis Curiñamcu i Lebian. Al tiempo qué ardían las astas de las lanzas, i cajas de los fusiles, circulaban los araucanos al rededor de la hoguera. Cuando estuvieron ya candentes los fierros, se le dieron las banderas a don Miguel Gomez, comisario de naciones, para que las tremolase sobre la hoguera, i al mismo tiempo se estinguió el fuego con vino. Curiñarucu tomó los fierros de las lanzas, i Lebian los cañones de los fusiles, i los pusieron en manos del gobernador, con lo que quedó concluida la ceremonia.

Despues se estendieron las actas de este congreso en catorce artículos referentes a los que se escribieron en los anteriores parlamentos. En su preámbulo se aparenta que los indios pidieron la paz, i que las armas españolas, victoriosas por los Andes, por Angol, i por A rauco, los estrecharon a su solicitud. Nada de esto hubo; todo cuanto se relaciona en aquel papelon, es notoria falsedad. Los indios salieron ventajosos en aquella campaña. Nada se hizo de provecho, ni hubo otra funcion bizarra que la del capitan don Juan de Ojeda, en Quiapo, i queda referida en el capítulo CVIII de este libro. I para inducirlos a la paz, internó el gobernador todo su respeto con don Miguel Gomez, íntimo amigo de los caciques pehuenches, cuya nacion es la que en el dia pone la leí entre ellos; i para entrarle por vereda, i que se determinase a entregarse a discrecion de aquellos bárbaros internando a su pais, hizo capitan de infantería a su hermano don Baltazar Gomez.

El dia que comenzó el parlamento, se arrimó al cerro de Negrete un trozo de cinco o seis mil indios conducido por el jeneral Ayllapagui, para sostener a los que concurrieron al congreso. Este hecho fue segun sus ritos, signo evidente de que no procedían de buena fe, ni de paz, i así lo hicieron conocer sus posteriores operaciones. En el parlamento prestaron consentimiento, i se manifestaron deferentes como acostumbran, a lo que se les propuso, i se comprometieron a cumplirlo, pero léjos de hacerlo, prosiguieron la guerra con mas ventajas bajo las seguridades de aquella paz.

Las milicias españolas conocieron la mala fe de los indios, i no se les ocultaba que el doctor Traslaviña era el autor de aquella, intempestiva paz que no debía producir buenas consecuencias, i unidas con el batallon de infantería que acababa de llegar de España a aquel reino i con la veterana de la frontera, determinaron asesinar a todos los indios que llamados bajo la palabra real habian concurrido a la asamblea, i fijaron para su atroz hecho la noche del 28 de febrero, último dia delparlamento. Por casualidad llegó a noticia del maestre de campo, i la comunicó al gobernador. Este jefe en el momento se trasladó con el doctor Traslaviña (cuya vída corría riesgo) i toda su comitiva a la plaza de los Anjeles, con designio de esperar en ella las resultas, dejando encargado este negocio al maestre de campo, i demas jefes, quienes tomaron acertadas providencias para evitar aquella conspiracion que lograron no tuviese efecto.

Sosegado el tumulto de españoles, que no pasó del amago, i obsequiados, i restitudos los indios a su pais, despidió el maestre de campo las tropas milicianas para que marchasen a sus casas i partidos en atencion a no necesitarse. Muchos milicianos marcharon a pié, i condujeron al hombro sus monturas hasta que hallaron amigos que les surtiesen de caballerías, porque el gobernador antes de su partida para la capital por dictamen del doctor Traslaviña dejó órden para que se les embargasen cuatrocientos caballos que sirviesen de remonta de la caballería veterana, i se prorrateó este número entre todas las compañías que fueron a servir en aquella guerra. Igual golpe sufrieron los arrieros, i dueños de tandas de mulas. Les embargaron doscientas piezas para conducir municiones a las plazas, i fuertes de la frontera. I para que ninguno quedase sin tener algo que lamentar en aquelaniquilado distrito, dispuso tambien que no se pagasen de cinco a seis mil vacas que se tomaron a sus vecinos para dar racion de carne fresca a las tropas milicianas. Dejó el gobernador aquella parte de su gobernacion llena de quejas, i lamentos, i de peor condicion que estuvo cuando era viva la guerra, porque el doctor Traslaviña se interesó en hacer ver que el gobierno togado fué mas sabio, mas guerrero, mas equitativo, mas suave, i mas acertado que el del militar elejido por el virei; corre impune la tramoya chilena, i ella es la que a hombres que tuvieron su oríjen en el polvo de la nada les ha hecho parecer grandes a vista de la sábia Europa que nada se le oculta aun de lo mas distante.

El gobernador, luego que el maestre de campo le avisó quedaba evitado el tumulto premeditado contra los indios (1771), salió con su comitiva el 3 de marzo para la capital sin volver a la ciudad de la Concepcion, i sin poner mano en los asuntos de gobierno de que habla necesidad en aquella provincia casi desolada. Aparentaba estar satisfecho de que dejaba establecida una paz inalterable: pero preguntado en la capital por el estado en que quedaba aquella frontera, no dudó responder que la h«bia dejado del mismo modo que la halló. Las consecuencias de este método tuvo que sufrirlas todo el territorio de la provincia de la Concepcion.

Prosiguieron en ella la inquietudes de los indios, i la amenazaban por todas partes. Los españoles no se determinaban a poblar sus estancias, viendo que todo el territorio estaba en descubierto, i a merced de bárbaros, i sin fuerzas que enfrenasen su crueldad; confiado el gobernador sobre la palabra de unos hombres que jamás tuvieron ni conocieron la fidelidad. Para contenerlos meditó el gobernador el arbitrio de que el capitan don Baltazar Gomez celebrase con ellos en su propio pais algunas juntas dirijidas a que cumpliesen relijiosamente los tratados del parlamento; i en 2 de junio i 30 de octubre del mismo. año de su celebracion se tuvieron dos en la parcialidad de Quechereguas, i otra en la de Maquegua, el 26 de diciembre, i sufrió el erario sus gastos sin conseguirse el fin que se pretendió.

Esta idea salió vana, i continuaban las hostilidades, pero se llevó adelante. Mandó el gobernador se les convocase para otro congreso que debia celebrarse en la capital, a donde serian conducidos los caciques i sus comitivas de cuenta del erario desde el momento de salir de sus casas. Admitieron en 26 de enero de 1772. Se pusieron en viaje cuarenta i dos caciques, tres enviados, catorce capitanejos, i ciento ochenta mocetones conducidos por el sarjento mayor don Domingo Alvarez Ramirez en caballería de los vecinos que residen en el camino que conduce de la frontera a la capital, i las dan involuntariamente, porque jamás se les paga el alquiler, ni la pieza si se pierde. El 11 de febrero siguiente llegaron a la capital, que dista cien leguas de la frontera, i el 13 tuvo el gobernador una conferencia con ellos dirijida a su quietud, i que cesaran las hostilidades con que infestaban el territorio español contra lo estipulado en la paz de Negrete, a cuyas condiciones i capítulos en nada se les habla faltado. Autorizaron esta asamblea el reverendo Obispo, la Real Audiencia, el Ayuntamiento, i la mayor parte de los vecinos visibles. Los caciques oyeron con indiferencia la reconvencion, se produjeron mui condescendientes, i admitieron todas las proposiciones del gobierno sin la menor repugnancia, ni examen. Con esté acto insustancial, que lo hace mas ridículo; la asistencia de los tribunales a vista de unos hombres ebrios, flajiciosos, e indolentes, que con insensata indiferencia hacen ilusorios los mas racionales i serios tratados, se terminó esta negociacion sin la menor consecuencia. Se embriagaron mucho, que es todo su ídolo, i regresaron a su pais mui obsequiados. Causaron al vecindario en su regreso los mismos perjuicios que el viaje. Se quedaron con la Ultima remonta que dió el vasallo para que llegasen a sus parcialidades, i reconvenidos para su devolucion, tuvieron la insolencia de responder "que pagase el rei, pues ellos no hablan salido de su pais a asuntos suyos, sino a negocio interesante a los españoles. i mui rogados del gobernador."

Conocieron debilidad aquellos bárbaros, vieron descubierta la frontera. Advirtieron que las plazas i los fuertes no teman mas fuerzas que para mantenerse de puertas adentro, i emprendieron hostilizar con mas vigor la isla de la Laja. Se hizo jefe de los partidarios el toqui Ayllapagui, i fué el indio mas ladron que se conoció en aquellos tiempos. Enviaba con frecuencia dos o tres partidas.por diferentes partes, i apostaba, sus centinelas en los cerros mas elevados que tienen sobre el Biobio para observar los movimientos de los españoles, i avisar de ellos a sus partidas por medio de las señales que les daba, i le salió tan bien esta operacion, que no daba golpe en vago.

El maestre de campo orientó al gobernador en esta conducta de los indios, i resolvió este jefe que los convocase para una junta jeneral. Se nombró presidente de ella, señaló la plaza de los Aujeles para su celebracion, i mandó que en ella les reconviniese i amonestase sobre su conducta, i sobre sus transgresiones de la paz de Negrete, i sobre la falta de fe en lo estipuladó en la conferencia de la capital celebrada con la autoridad que hemos referido. El maestre de campo conocía la inutilidad de esta asamblea, pero obedeció sin réplica, i procedió a la convocatoria. Nada dudaron los caciques en la admision del convite. Se pusieron en marcha al tiempo prefijado, i concurrieron al congreso mas de doscientos de cincuenta i cinco parcialidades, con cuarenta i nueve capitanejos, i mil cuatrocientos ochenta i cuatro mocetones. Se dio principio a la junta el 21 de noviembre de 1772 con las ridículas ceremonias, que accediendo a las costumbres de los indios, tiene ya establecidas la práctica. Les reconvino el maestre de campo sobre sus hos-tilidades, i sobre su irrelijiosidad en el cumplimiento de los tratados de paz. Les protestó seriamente, que al indio o partida de ellos, que se encontrase robando en territorio español, se le castigaría con pena capital. Se convinieron fácilmente los caciques. Bebieron mucho vino. Recibieron las dádivas acostumbradas, i regresaron a sus parcialidades, graduando aquella asamblea por lo respectivo a los puntos que en ella se trataron, con la misma indiferencia, que a los demas actos de esta naturaleza, i con aquella especie de insensibilidad con que se conducen en todo asunto serio. Están persuadidos que estas asambleas es un agasajo, que se les hace dirijido a que coman, i se embriaguen. ¿Quién no ve que con el dinero gastado en las juntas que hemos referido se les podia escarmentar de modo que miraran con respeto la línea divisoria? Todos lo conocen, pero se lisonjean con la pacificacion, i conversion al cristianismo, que no hai, i se conoce que no puede haberla si no se varía de método, i el infeliz vasallo lo padece en incomodidades personales, en su hacienda, i en su vida. ¡Oh! i de cuántas vidas tiene que dar cuenta a Dios este sistemas i al reí en los inútiles desembolsos de su erario: i todo ello a nada conduce, i quedan en sus antiguos errores.

Luego que estuvieron en sus parcialidades los que concurrieron a la junta, i el maestre de campo en la ciudad de la Concepcion, Volvieron a repetir las mismas hostilidades, pero ya descaradamente resueltos a quitar la vida a los españoles que saliesen a la defensa de sus ganados, i efectivamente lo ejecutaban. Repitió el maestre de campo sus avisos al gobernador, pero este jefe se desentendió, porque ya se acercaba la llegada a aquel reino del gobernador provisto por el rei.