ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo II

Capítulo CXXI. Ocurso de este Gobierno en el Obispado de La Concepcion i su frontera.

Dejemos al gobernador ilustrando desde la elevación de aquel solio aun lo más remoto i distante del vasto distrito de su gobernacion, i veamos qué uso hizo don Ambrosio de la confianza que depositó en sus manos. Al momento que tuvo noticia de su arribo a la capital envió a su escribiente Tirapegui para que le cumplimentase a nombre suyo i para que le orientase del estado de la frontera, de sus defensas, de las precauciones tomadas de orden de sus antecesores para evitas la invasión de sus costas si se intentase i de los ocursos de la escuadra del sur, que tenia por punto de reunión el puerto de Talcahuano. Cumplió Tirapegui con los encargos de su comisión, i el buen gobernador resolvió remitirse a la conducta de don Ambrosio en todo lo perteneciente a la provincia de la Concepción i le comisionó la revista de inspección de los cuerpos veteranos de la infantería, i como del de dragones era comandante el mismo don Ambrosio le constituyó pesquisado de sí mismo i juez i parte respecto de sus súbditos, quienes por el mismo hecho fueron despojados del beneficio de la vindicación de su conducta i de consiguiente fueron sentadas las notas en las hojas de servicios contra inaudita partem, cosa que reprueba todo derecho.

Penetró don Ambrosio el carácter del gobernador i su debilidad, i aprovechó en utilidad suya hasta los ápices de la deferencia de este jefe. Se insinuó de tal suerte en su voluntad que parecía no tener otra que la de don Ambrosio, i éste no dejó ir la ocasión, ganó también a don Tadeo Reyes, secretario de la capitanía general, a quien el gobernador estaba entregado, i le hizo lugar para constituirlo sucesor del caballero Penavides, i de este modo logró don Ambrosio realidades de gobernador árbitro i absoluto en lo político militar de aquella provincia, sin mas pensión que la de una débil dependencia de la superioridad, pronta siempre a deferir a sus insinuaciones.

Arbitro ya don Ambrosio en el gobierno de la frontera con todas sus dependencias, aunque asegurado por todos lados con la amistad del secretario, que no dejaba llegar los lamentos del sudito al gobernador, todavía desconfiaba de su seguridad siendo de corazones ligeros asustarse de todo, i para evitarse en tomares, su política cerró la puerta, a las licencias de los oficiales para pasar a la capital, i enviaba a su escribiente por las conductas de dinero, cuya comisión se confería por elección desde tiempo inmemorial, i a los militares que habían servido en España o que servían en la marina i regresaban a la península, les cortejaba aviva voz; i de este modo corrió prósperamente i con libertad, gracias a sus buenas máximas de política que solo supieron adquirir.

Como todo iba bien hizo suspensión en el negociado de los indios independientes, i dirigió la fecundidad do su política a la escuadra del sur. Con el comandante i los capitanes de los buques guardaron armonía i buena correspondencia con toda la oficialidad, i aun con la gente de mar. Al favor de su eficacia estuvo aquella escuadra bien. abastecida de todo lo necesario sin escasez i sin demore. I hallándose con la arboladura casi inutilizada por las injurias del tiempo, i sin repuesto para su reparación; el comandante pasó oficio a don Ambrosio haciéndole presente la imposibilidad de salir a la mar, i le pedía arbitre su remedio. Don Ambrosio hizo memoria de que en los Andes i otros montes de aquel reino hai cierta especie de corpulentos i elevados pinos, lo puso en su noticia, i ambos acordaron enviar a su reconocimiento al mas inteligente carpintero de la escuadra, acompañado del teniente de dragones don Pedro Andrés del Alcázar (febrero de 1781). Aprobó la, madera aquel oficial de mar, i condujo un trozo que presentado a inspección de la oficialidad de marina, fue generalmente aprobada su bondad.

Cerciorados de la buena calidad del pino chileno, salió don. Ambrosio para la frontera sin otro objeto que el de facilitar con los caciques pehuenches el camino fue conduce a los pinares de Callaqui para la corta i saca de las piezas de arboladura que se necesitasen. En efecto, todo lo allane, i la junta de marina comisionó al teniente de fragata (hoi capitán de fragata) don Timoteo Pérez, inteligente en la maquinaria, i por otras bellas circunstancias excelente para la comisión. Se puso este oficial en la plaza de Santa Bárbara (abril de 1781), de donde marcho a los pinares de Callaqui, pero el capitán Ancan, de la espesada nación, joven animoso, i de genio intrépido sostenido de los caciques de la parcialidad de Palco, poco distante de Callaqui, le impidió la marcha al pasar por su casa en la de Loncopan, i le obligó a retirarse a la espesada plaza con los trabajadores que llevaba, i se orientó a Don Ambrosio de este acontecimiento.

Luego que tuvo la noticia me hizo salir para aquel destino con orden de auxiliar, i sostener esta comisión (8 de mayo de 1781) i por carta circular lo hizo saber a los comandantes de las plazas i fuerte de la, frontera para que pusiesen en ejecución mis disposiciones. Puesto yo en la, de Santa Bárbara el 10 de mayo de 1781, hice llamar á los caciques pehuenches de aquella comarca, les hice memoria de la obligación que tienen de auxiliar las armas de España, i descendí a hacerles conocer las conveniencias que reportarían de franquear el camino, i se las hice comenzar a tocar regalándolos con liberalidad.

Vencidos los frívolos obstáculos que pusieron loas caciques para encarecer la cosa no me pareció conveniente quedarme en la plaza en calidad de comandante de ella, congo me había prevenido don Ambrosio, i resolví marchar a sostener la empresa en los mismos pinares. El 18 del mismo mayo puso en movimiento todo el grueso de la comisión, acompasado de aquellos caciques, i la alojé en la parcialidad del capitán Anean, que reprendido i después suavizado con dádivas le hice amigo, i Cambien nos acompañó. Llegamos sin contradicción al paraje, i mientras el oficial de marina comenzó a cortar pinos, i delinear el camino que se había de limpiar i allanar para su extracción, me dedique a establecer alianzas con los caciques de la parcialidad de Maleo, i con otros indios de menos cuenta para asegurar aquel negocio, i todo salió mas a satisfacción de lo que prometían las circunstancias que mediaban por entonces.

Bien conocía yo que la estación no era para emprender aquel trabajo en el centro de los Andes, porque teníamos encima el invierno, pero lo puse en ejecución para dejarlo establecido, i no dar lagar a que la caviloseado de los indios, tomando margen de la Ancan, intentase estorbarlo en la siguiente primavera. Se trabajó empeñosamente hasta que en la primera. noche del 4 de junio inmediato se levantó un furioso temporal de norte i lluvia, de cuyas resultas comenzó a nevar tan copiosamente, que cuando amaneció el día siguiente nos hallamos con las tiendas cubiertas de nieve hasta la mitad. Inmediatamente las hice batir, i sin perder momento puse en marcha toda la comitiva, i a las once del día bajé con ella al valle sin perder un solo hombre, herramienta, ni útil alguno de los que servían en la faena. A los nos mantuvimos con indecibles trabajos ocho idas, que echo el temporal, i regresa a la plaza de Santa Bárbara, de me trasladé a la ciudad de la Conde santa Bárbara dar cuenta a don Ambrosio del estado de su encargo.

Pasado el invierno i entrado las enes de octubre, se me dio orden para que volviese a la misma plaza con la misma comisión, i puesto todo a punto de marchar, me puse en viaje para, los Andes i estableció la faena, que a costa de riesgos de la vida, quebrantos de mi salud, i muchas incomodidades que me causaban diariamente las; maridas de bárbaros que me visitaban para quedes regalase has frioleras que apetecen, salí en aquel verano con el objeto de mis fatigas. Se pusieron en el puerto de Talcahuano cuarenta pinos aptos pare, cualquiera pieza de arboladura. Con ellos se remedió la escuadra i logré hacer aquel importante servicio al soberano, que con otros que Hice en aquella guerra, quedo hasta hoi sin premio, porque he tenido la desgracia do quo no se hayan pasado a noticia de la real piedad. De capitán contraje este mérito i en esta clase me han dejado.

Salió don Ambrosio de este peligroso expediento en otro poco difícil, pero de alguna incomodidad. Faltaban treinta soldados de los trescientas que de los cuerpos veteranos de la frontera fueron de refuerzo a la plaza de Valdivia. El coronel don Pedro Gregorio de Chenique, natural de Navarra, que ora gobernador de esta plaza, solicito su reemplazo, i don Ambrosio se tomó el encargo de negociar con los indios diesen paso libre por su país, como poco antes lo hablan franqueado los indios, lejos de ser gravoso, les es de utilidad en las gratificaciones que cejen, así cuando son llamados, como en las que perciben en sus mismas casas al pasar por ellas la tropa.

Llamó a los caciques de los Estados de Arauco, Tucapel i la imperial: tuvo con ellos varias conferencias reducidas a darles mucho vino, que es el medio más eficaz para ganarlos en semejantes asuntos, i sin dificultad se convinieron a dejar pasar la partida. Don Ambrosio comisiono este traspone a su escribiente Tirapegui, para que hiciese este mérito, que por informe suyo le premió él reí con grado de capitán.

Pocos idas después del conductor de esta partida, llegó a Chile la noticia de haber hecho la paz con Inglaterra, i fue consiguiente él regresó ole la tropa, que reforzaba la guarnición ole aquella plaza, i él de la escuadro, al puerto del Callao, i pudo don Ambrosio volver las atenciones de su política, que no pueble estar ociosa, al gobierno con los indios, de que hablaré mui poco, i no con la claridad que exige el asunto, porque median tales circunstancias que estoy necesitado a callar.

Los indios de aquel reino son hombres de escasas luces, i jamas cuentan con las circunstancias, que imposibilitan, o retardan aquel ceremonial que se observa acostumbrar con ellos. El gobernador llevaba dos años de gobierno, i no se habla dejado ver en la frontera a la celebración del acostumbrado parlamento; i los inmediatos a la divisoria continuaban las hostilidades en las estancias de los españoles. De aquí se tomó margen para suponer que, sospechosos los indios de mala fe contra cl gobierno español trataban de sublevarse (cosa que no pensaban) porque no se les llamaba al expresado parlamento; i don Ambrosio lo hizo presente al gobernador, profiriéndosele a verificar su celebración a nombre suyo. Accedió aquel jefe, i le dio sus facultades para ello. Con éstas empezó a hacer sus preparativos para la asamblea, i mando convocar a los caciques, que gustosos se convinieron a lo mismo que apetecían por las dádivas quo reciben.

Pero entrada la primavera, un indio de la parcialidad de Colgué se dirigió al comandante de la plaza del Nacimiento don Juan Reí, le dio noticia de estar en movimiento de guerra contra nuestros establecimientos todo el país interior que ellos ocupan. Este oficial la pasó, como era regular, a don Ambrosio, i Cambien me la participó por urbanidad. Yo me hallaba de comandante de la de San Carlos, i recibí su carta en disposición. De montar a caballo para ir a hacer una visita. Me sor, prendió, en el momento de leerla, pero combinando circunstancias, i reflexionando que todos los años corría dos veces esta novedad en la primavera i verano; que estando el indio de la noticia mas cerca de la plaza que yo mandaba, no vino a mí debiendo hacerlo segur sus ritos; que estaban convocados para el parlamento en que ellos se interesan, i que los habitantes de las parcialidades inmediatas a. la divisoria pacíficamente uncían los bueyes, i labraban la tierra para sembrarla; que en caso de guerra no debían esperar hacer su cosecha, tuve la noticia por una de las groseras patrañas que en estos tiempos ha inventado la política acerca de los indios de aquel reino, i que han corrido sin contradicción viento en popa, i marché sin el menor recelo atravesando por su propio país doce leguas de camino que media entre las dos espesadas plazas. Don Juan Reí me hizo el obsequio de pasar el río Vergara a anticiparme la satisfacción de darle un abrazo, i como no tenia toda la recámara que necesitaba para estas máquinas, i había caldo en la debilidad de embriagarse, me hizo comprender lo que yo me sospeché, i afiadió que la misma noticia se le pasaría desde la parcialidad de Angol al comandante de la plaza de Santa Juana. I estrechado conmigo, renovando la antigua amistad que tuvimos en aquella plaza, que era el lugar de su vecindad, me orientó en varios parejas análogos al referido que yo ignoraba, i me entregó dos cartas contradictorias sobre un mismo asunto de indios de una data i de una misma letra, i en la plaza de Arauco me dio otras en una temporada que allí le tuve siendo comandante de ella, i el buen don Juan reía mucho sobre estas maniobras.

Escudado don Ambrosio en semejantes ocursos con las cartas de los comandantes que se los pasaban, avisaba al gobernador (que siempre tuvo la felicidad de que fuesen buenos honrados españoles) de la revolución que meditaban los indios; mandaba aprontar las milicias de aquella provincia hasta segunda orden, i al momento marchaba para la frontera: llamaba a los caciques, les hacia cargo del pretendido alzamiento; no hallaban expresiones estos hombres con que explicar su sinceridad: les obsequiaba, i bebían mucho de cuenta del real erario, i se terminaba este negocio avisando al gobernador que a costa de fatigas quedaba ya apegada la centella de infidelidad que había prendido. El gobernador que posesionado de la inalterable paz de los indios, se hallaba sorprendido con la inesperada noticia de conspiración, aguardando por instantes el terrible golpe de su confirmación, respiraba con el segundo aviso i dilataba su corazón, en justo i debido elogio de don Ambrosio i en sus informes a la corte se explayaba el gobierno ponderando que solo la prudente sagacidad de don Ambrosio i el temor i respeto, i amor que le tienen los indios ha podido tener acierto en evitar sus alzamientos que causarían exorbitantes gastos al erario.

Con su presencia en la plaza de Nacimiento desvaneció don Ambrosio en dos días la anunciada revolución, sin otro método qué el referido en el número anterior. Pero se imaginó que había tenido principio en la malignidad de sus émulos que pretendían impedirle la celebración del parlamento por privarle esta gloria i satisfacción, i como le tocaban en el gobierno con los indios en que tenia vinculado el fondo de su mérito i el de sus ascensos, rompiendo su natural silencio se explicó con demasiada acrimonia. Permítaseme afirmar que don Ambrosio no tuvo émulos, ni enemigos en la ciudad de la Concepción, su frontera i provincia. Su genio receloso le tiene siempre sobresaltado i lleno de funestas imaginaciones, que lo conducen a precaverse teniendo prevenido con anticipación a la superioridad contra los que imagina enemigos. En aquella provincia todos le dejaron obrar sin contradicción, que si los hubiera tenido ya se la hubieran puesto, i tal vez no llegaría a la elevación en que se halla capaz de hacer mucho daño. Equivocó las cosas llamando émulos i enemigos a los muchos agraviados i resentidos que allí tuvo, i jamas se levantaron; todos callan i le lisonjean, pero sus corazones respiran resentimientos. Mejor le hubiera estado a don Ambrosio mantenerse en su acostumbrada taciturnidad, porque los resentidos, agriados de sus expresiones no se produjeron bien, i al, mismo tiempo que procuraron sincerares le hirieron profundamente, diciendo que ya esa máxima de su política estaba demasiado frecuentada para que no se conociese; que por medio de don Juan Rey i de algunos capitanes de amigos, sus emisarios, e íntimos de su escribiente Tirapegui suponía alzamientos, conspiraciones i revoluciones que no imaginaban los indios, haciendo por medio de estos hombres que un par de indios de diferentes parcialidades se fuesen a engañar a dos comandantes de plaza para que estos incautos le pasasen el parte, i a su consecuencia poner en arma la frontera, dar parte al gobernador, salir él para la frontera, hasta concluir la comedia con el entremés de embriagar a los indios con desembolso del erario, i conquistar el mando de la plaza al oficial quedaba el parte, sin consideración a los perjuicios que se le seguían en sus intereses, i dejando en duda su conducta conforme a su máxima que afirma ser conveniente tenerlos en pobreza; porque dice no hai en América enemigo tan poderoso como un militar con dinero, i desenfrenados no dejaron tramoya alguna así sobre asuntos de indios, como sobre sus negociaciones del comercio que estableció en la frontera, i sobré otros ramos de gobierno político i Militar; de modo que aquello era un horroroso incendio, que después ha costado huellos i graves sentimientos, porque promovido al gobierno i capitanía general de aquel reino i presidencia de su Audiencia, entraron las ven fianzas con todo el peso de la autoridad.

Yo sobre los puntos que quedan indicados, nada creo. Dejando en su buena opinión i fama a don Juan Reí i a los supuestos enemigos de don Ambrosio no presto ni ascenso. No ignoro que el deseo de dominar i la ambición como madre de los más atroces delitos todo lo arruina, atropella los derechos humanos i divino, se desentiende i aun abandona los vínculos más estrechos de la sangre, i se pone de pié sobre las leyes de la naturaleza a que todo sirve al- ambicioso de pedestal para alcanzar su exaltación, i todavía no puedo persuadieren que un jefe sea capaz de prostituirse a los excesos referidos. Era preciso creer que don Ambrosio es atiesta, hombre sin religión i sin idea alguna de la eternidad i de la inmortalidad del alma, i que toda su gloria i bienaventuranza la tiene cifrada de triunfar en este mundo, cosa i mui opuesta a su instruida educación. Si ésta fuera su política, con justa razón so diría que Maquiavelo no mereció ser ni discípulo suyo. Aquellas producciones debe suponerlas brotes del recelo, del odio i del furor, i por lo mismo distantes de la verdad. Muchos jóvenes de los que mandaban aquellas plazas no tenía discernimiento para combinar circunstancias i conducirse con acierto en la parte del gobierno con los indios que a ellos les cabra, i de aquí venían no pocas de las noticias que la malignidad atribuía a tramoyas de don Ambrosio. Pero, si per possibile vel impossibile Riera cierto lo que hemos referido, se reiría interiormente don Ambrosio de los maestres de campo españoles, europeos i americanos, que le precedieron en doscientos veinticinco años, porque no tuvieron habilidad para inventar semejantes idea, para caerse recomendables i ascender al supremo gobierno de aquel reino, pues a uno que le tuvo por el Rey lo costó recibir, muchas cuchilladas en Flandes i lanzadas en Chile, i don Ambrosio lo ha adquirido desde su gabinete i sin dejar el dulce trato de las señoras, que es mas suave que el de los enemigos; pero ya veo que esta especie de fineza no es para españoles, ni para americanos. Quise omitir la referida revolución de los indios por sus incidencias, mas al fin me resolví a ponerla, porque éstas tienen mucha referencia con otros ocursos, i porque contribuye su noticia a que los jefes que en adelante gobiernen aquel reino acierten a conducirse bien en iguales lances. Volvamos al asunto.

De la plaza de Nacimiento se trasladó don Ambrosio a la reducción de Santa A, i de allí a la ciudad de la Concepción, donde continuó con las previas disposiciones del parlamento (1783), hasta el mes de noviembre que volvió a la frontera, i fijó su residencia en la de los Anjeles. Desde ella convocó a los caciques de los butanmapus i de los pehuenches, señalándoles el 1.0 de enero de 1784, i el campo de Lonquilmo en la isla de la para la celebración del congreso. Aceptaron sin dificultad, que también prueba no haber habido cosa alguna de la invaginada revolución, i con asistencia de doscientos veinticinco caciques, setenta i nueve capitanes, cuatro mil cuatrocientos nueve mocetones se tuvo la asamblea en los dias 4,5 i 6,1 porque a este parlamento se le ha procurado dar todo el lucimiento posible parta hacerle representar realidades de acto sebo i útil al Estado, i ha sido el de mas numeroso concurso de indios de todos los celebrados en el siglo presente, lo pondré, i la letra; en la segunda parte de esta obra cuando hablemos del gobierno español con los indios.

Concluido el parlamento, se retiró don Ambrosio de la ciudad de la Concepción, i a poco tiempo de su llegada entró de arribada al puerto de Talcahuano el navío del rei, San Pedro Alcántara, procedente del Callao de Lima con destino al de Cádiz (junio 22 de 1784), interesado en mas de nuevo millones de pesos, i no le faltaron cuidados a que atender. El brigadier don Manuel Fernández de Bedoya, comandante de este buque, pidió se lo auxiliase para descargarle, tomar los rumbos por donde hacia agua, i regresar al puerto de su salida. Todo lo facilitó don Ambrosio, i logró el caballero Bedoya ponerse a la vela, a Emes de agosto siguiente. Hallo en Lima mudado todo el teatro. Cuando salió a la mar era virrey el Excmo señor don Agustín de Jáuregui i a la sazon de su regreso el caballero de Croix. Este Excmo desaprobó la arribada, i tampoco tuvo a; bien que no aguardase en Talcahuano las órdenes del virrey, i le arrastró a bordo de su navío, pero luego sé libertó de la prisión, porque agravadas sus habituales dolencias, fue Dios servido de separarle de esta vida.

Dió órden el nuevo virrey i eficaces disposiciones para la recorrida del navío, i mandó saliese a las órdenes del brigadier don Manuel de Eguia (hoy jefe de escuadra retirado), en demanda de los caudales que habla dejado, i el 4 de enero del 85 arribó a la isla Quiriquina, contagiado che viruela, i fue indispensable hiciese cuarentena antes de anclar en Talcahuano. Don Andrés de Alcázar i Zúñiga, conde de la Mariquina, corregidor entonces de la ciudad de la Concepción, tomó oportunas providencias para que, no bajase a tierra el contagio, i don Ambrosio se dedicó a dar al navío todas las provisiones gire pudo apetecer, i con tanta abundancia, que nada echó menos. Concluida la cuarentena, surgió en el puerto, i halló en él, a mas de lo necesario para su pronta salida, acordonada toda la playa para que no desertase su tripulación, i de este modo se logró que saliese para esta península en tiempo oportuno. Se hizo a la vela en marzo (1785); montó el Cabo de Hornos, i arribó al Janeiro. Volvió a dar recorrida, salió para Cádiz, i el 2 de febrero del 86 naufragó en las costas del Portugal sobre Peniche. Se salvaron todos los caudales que venían en plata, oro, i alhajas, i no se ahogaron muchos, pero entre los pocos que perecieron le cayó la, fatal suerte al subteniente de dragones de Chile don Luis de Densamente i Por, que con motivo de ser sobrino del excelentísimo señor don Fermín Francisco de Carvajal, duque de San Carlos, le habla dado don Ambrosio la comisen de conducir simientes, i plantíos propios de Chile para los jardines reales.

Desembarazado de los cuidados que le rodeaban en la ciudad de la Concepción., salió en noviembre del 85 a visitar la frontera, i concluida esta diligencia se trasladó a hacer lo mismo a seis estancias, i vaquerías, de donde tuvo que regresar en marzo del 86 por el arribo al puerto de Talcahuano de las fragatas francesa la Aguja i el Astrolabio, mandadas por el conde de la Penase. Don Ambrosio, dedicado a un estudiado cortejo de los huéspedes, les facilitó prontamente todo lo necesario, i en el inmediato abril se dieron a la vela en demanda de su comisión, que sagaz i cuidadosamente ocultaron, sin elle se les sacase otra cose, de la derrota, de que tomarían en el denominado del Reí Guillermo, al alerte che California, para observar el paso de Venus por el disco del sol, i que desde allí se transmitirían al de San Pedro i Pablo, en Kamtchatka, donde recibirían las ordenes de S.M. cristianismo, i pasarían al reconocimiento de las islas Curriebs, i costa de Coré, tomando el puerto de Cambite para refrescar víveres, i de allí a la parte occidental dula Nueva Holanda, para entrando en el puerto de Mauricio, en la isla de este nombre, restituirse a Brest, de donde habían salido (134).