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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo I

Capítulo XXVIII. Se ponen en movimiento los indios de Mapocho - Sale el Adelantado Francisco de Villagra contra los araucanos - Batalla de la Cuesta de Marigueño.

Extendida por todo el reino la derrota de Pedro de Valdivia, aun los indios cobraron ánimos, i corría entre ellos cierta fermentacion, que tuvo fundadas apariencias de un levantamiento general. Ellos la propagaron por todas las parcialidades, i aunque tornó mucho cuerpo en el valle de Mapocho, Rodrigo de Quiroga corto en tiempo oportuno sus progresos. Mandó que el capitán Juan Dávalos Sufre saliese con una partida de caballería a correr el valle, haciendo pesquisan de la conducta de los caciques. Algunos fueron convencidos de haber tomado partido en estas negociaciones, i con su prisión i castigo se contuvieron todos, i cesaron los recelos que tenían en cuidado a la capital i su comarca.

El jeneral araucano no aprovechó la ocasión que se le había presentado tic tomar la ciudad de la Concepcion. Dejó Venir a Francisco de Villagra i entrar en ella, i se contentó con pasar su campamento al valle de Carampangue en el estado de Arauco. Allí prosiguió solemnizando sus victorias, i dispuso que de común acuerdo se nombrase a Lautaro por su teniente general, i se le dió gusto con jeneral aclamacion de todo el ejército. Concibió que la despoblaron del país Hecha por Villagra había sido efecto del terror en que puso a les españoles la derrota del Gobernador, i la contaba entre sus mas gloriosos triunfos, ofreciendo a sus compatriotas no dejaría las armas de las manos hasta no arrojar de todo Chile a los españoles, o hasta dar fin Con el último de ellos.

Propuso a sus Capitanes el ataque de la ciudad de la, Concepcion, i aprobado su pensamiento, se disponía para la empresa. Pero el prudente Colocolo le separó de su intento i le hizo conocer los peligros de la expedicion. «Esto, (le dijo), se debió haber hecho antes que llegase Villagra, que no había quien la defendiese, i pues dejamos ir ocasión i resolvimos aguardar a los españoles en nuestras tierras, no esponjamos ahora nuestro ejercito. A Villagra por capitán valiente le han elegido Gobernador. Sabemos que está juntando jente i. debemos esperar que él nos venga a buscar i a meterse en nuestras manos Ha de dividir la jente que tiene para dejar guarnecida la ciudad. Esa división de fuerzas es el momento que debemos aprovechar. Le dejaremos entrar en nuestro país, i le entretendremos en el Con emboscadas i pequeñas guerrillas hasta que venga el invierno. Le cortaremos los caminos, i le tomaremos todas las avenidas congo hicimos con Pedro de Valdivia, i a su retirada le acometeremos en paraje ventajoso i de nuestra eleccion. Si le Vencemos, Como debemos esperar, pasará inmediatamente nuestro ejército sobre la Concepcion, que no será fácil su defensa con poca jente, sin Gobernador i consternada con la pérdida de su jefe. I si acaso no entrase a buscarnos, que no lo debemos creer de la soberbia de los españoles, tiempo tenemos para la ejecucion de la empresa. En el invierno la resolveremos con ménos peligros i mas certidumbre de la victoria, porque entonces de ninguna parte podrán ser socorridos.»

Adoptó Caupolican este acertado dictamen i todo salió como lo detallo Colocolo, que tenia bien trazadas sus líneas i premeditadas sus ideas, porque Villagra, desatendidas las pretensiones del gobierno, meditaba el modo de sujetar a los araucanos, i restaurar lo perdido. Retiro la guarnicion de Arauco, i guarnecida la ciudad de la Concepcion con 80 hombres, salió a campaña Con 180 soldados, divididos en tres trozos mandados por los Capitanes Diego Cano, Pedro Olmos de Aguilera i Juan de Alvarado. Pasó el Biobio cerca de su embocadura en el mar, i penetro por el estado de Arauco hasta Tucapel. Caupolican no le presentó batalla, no le hizo mas oposicion que incomodarle la retaguardia con algunas sorpresas, que le disponía en los montes i desfiladeros. Conoció Villagra que su expedicion no solo era inútil i sin consecuencia, sino también peligrosa, porque se fatigaba la jente i se cansaban los caballos sin suceso, i resolvió dejarse ver en la Imperial regresando por donde había entrado.

Caupolican le vio venir de retirada i destacó a Lautaro con 10,000 indios para que tomase las avenidas de Laraquete i Marigueño. Dividió su destacamento en seis escuadrones, que puso a las ordenes de Lebentun, Huenuche, Caniu, Pillu, Cayuhueno i Carimanque, i le hizo marchar a ocupar el monte de Marigueño. En su cima, que es una plazoleta de mas de 600 toesas de largo, medidas de norte a sur, i como otras 100 de ancho de oriente a poniente, por la parte oriental se eleva mucho, i es tan montuosa que se hace inaccesible. Por el poniente remata en el mar en unas elevadas i escarpadas rocas. La subida que cae al norte es mui pendiente, i para vencerla se abría la vereda con muchas curvaturas. La del sur no es tan pendiente; ni tiene desfiladeros. Lautaro cubrió la espalda de su ejército con el barranco que cae al mar; i al frente i costados con gruesas palizadas coronadas de flechas, piqueros i otros combatientes con armas arrojadizas, como piedras peladas o redondas, de que hizo mucho acopio. Le siguió otro trozo de 300 hombres mandados por Ticanhuenu, Marilonco i Huenumanque, con orden de defender el monte de Laraquete, i Caupolican quedó en los bosques de Carampangue con el cuerpo del ejército. Ocuparon estos capitanes sus puestos, se fortificaron en ellos, i cortaron los caminos.

Entro Villagra en el monte de Laraquete, i se halló con los caminos cortados guarnecidos de bárbaros. Peleó con ellos,¡ a punta de espada venció este paso, i siguió la marcha. Pero los que les parecieron vencidos le picaban la retaguardia, porque así lo dispuso Lautaro. Subió la cuesta de Marigueño (86), i se hallo con un ejército bien atrincherado que le tenia tomadas todas las salidas. Le sorprendió este inesperado encuentro, i aunque conoció la superioridad de los enemigos i el ventajoso puesto que ocupaban, se fué a ellos con denuedo i presencia de ánimo.

Dispuso que el capitán Olmos de Aguilera acometiese por la derecha de los enemigos; Alvarado por la izquierda, Cano al centro, i él quedo para ocurrir donde lo llamase la necesidad. Hizo Olmos de Aguilera un horrible destrozo en aquellos bárbaros, i mato a los capitanes Canin, Pillu i Huerneche. Diego Cano no hizo menos: derribo al capitán Curimanque, que ya llevaba despachados siete españoles en los primeros encuentros de la sangrienta funcion. Los demás jefes tampoco estuvieron ociosos, pero con todo fueron rechazados con espesas lluvias de piedras i de flechas. Mandó entonces Villagra, que le hiciese algunas descartas la arcabucería, i para evitar su estrago, ordenó Lautaro que dos escuadrones de su izquierda avanzasen a todo costo, hasta interpolarse con los arcabuces, i que el valeroso Lebentun acometiese a la artillería. Regularmente aquella belicosa nacion sufre una i otra descarga con despecho i sin temor a la inevitable muerte de muchos, para hacer inútiles los fuegos.

Le salió tan bien a Lautaro esta disposicion, que Lebentun logró ganar la artillería, i los españoles se pusieron en vergonzosa huida. Pero advirtió Villagra el desorden, i corrió a tomarles el paso: les contuvo, i sin dalles lugar a reflexionar, acometió intrépidamente, i de este modo consiguió ser seguido de los que Rabian caído de ánimo. En este nuevo combate, cayó el caballo de Villagra, i cojiéndole debajo, lo dejo sin defensa, i fué sobre el un enjambre de bárbaros capitán Olmos de Aguilera i Ambrosio Breñal, que vieron el riesgo en que se hallaba su jefe, acompañados de otros animosos españoles, dieron sobre aquella multitud, i con muerte de los famosos capitanes que defendieron el monte de Laraquete, salvaron da vida de Villagra, le levantaron i pusieron a caballo. Todo estropeado estaba este valeroso jefe, i todavía peleaba como un león.

Volvieron los españoles a da huida, i Villagra con dos trece campeones que lo libertaron, al empeño de contenerlos. No pudo reducirlos a da batalla, ni con la presuncion, ni con los estímulos del ejemplo. Trató de sostenerlos, i ganó con ellos la bajada de da cuesta. Lautaro que tuvo tan buena escuela, como maestro, se Rabia puesto en este caso. Antes que avistasen los españoles a su ejercito, destacó al capitán Cayupillan a la montaba de Riachuelo de Colcura, i mientras combatían en Marigueño, trabajaba Cayupillan en cortar has veredas con gruesas palizadas de árboles corpulentos.

Comenzaron dos españoles a desfilar, siempre peleando, i luego que, entendió Lautaro da resolucion, des picó da reta guardia. Así bajaron la cuesta, i pensando estar ya seguros tuvieron que entrar en nueva, funcion con Cayupillan, que en cada uno de dos desfiladeros i cortaduras que tenían hechas; le puso una numerosa partida, que le disputase el paso. Pero aquel valeroso i experimentado caudillo, con su propia mano dió muerte al ingenioso Cayupillan, i supo vencer dos demás obstáculos que impedían aquella difícil marcha; que para verificarla bien fué menester un tan gran soldado como el adelantado Villagra. Perdió mas de la mitad de su junte, pero también hizo un sangriento destrozo en dos enemigos, i se deja entender cual seria, pues de dos capitanes de su ejército, no salieron con vida mas que Lautaro i Lebentun (87).