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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo I

Capítulo XL. Caupolican ataca la ciudad de Cañete - El Gobernador dispone el descubrimiento de las Tierras Magallánicas - Descubre el Archipiélago de Chiloé - Repuebla la ciudad de Santa-Marina de Gaete i regresa a La Imperial.

Siempre incomodaron mucho a los indios de Chile los establecimientos de les españoles, i meditaba Caupolican destruir la ciudad de Cañete. Miraba divididas las fuerzas españolas, i le pareció ocasion oportuna de verificar su designio. Convocó a junta, en ella se trató de la oposicion que tiene en las colonias su adorada libertad. I como estiman mas la libertad que la vida, acordaron perder ésta, o sacudir el yugo i quitar el freno tan pesado. Corrió la noticia de esta resolucion por todas las parcialidades de Arauco, Tucapel, Puren i Catirai, para, que saliesen las tropas que debían dar a unirse en la de Caramávida, donde residia el jeneral araucano.

Estaban dispersos los araucanos i no se pudo Hacer su reunion con brevedad i sijilo. Llegó a noticias del Gobernador la resolucion de aquella junta, i al momento destacó al capitan Martin Ruiz de Gamboa para que condujese un grueso destacamento que sostuviese la ciudad amenazada. Supo Caupolican la entrada de Gamboa en Cañete, pero nada fui; capaz de arredrar su animo ya determinado a esta desesperada empresa. Con arrojo, con bárbara temeridad i no sé qué necia confianza de abrir brechas con lanzas i macanas i separar de los muros a sus defensores armados con armas blancas i de fuego, acometieron la, ciudad. Al mismo tiempo que unos peleaban i otros llenaban el foso con haces de fajina, que llegaron prevenidos, otros con leña seca ponian fuego a los maderos verdes del rebellin.

Alonso de Reinoso, que estaba bien prevenido, i había hecho un buen plan de defensa; les castigó su loca temeridad. Con la artillería cargada a metralla, barria pelotones de bárbaros, i acababa este fuego con filas enteras. Con la arcabucería herian con eleccion a los que querian derribar, i les parecia eran indios de cuenta. Hicieron un cruel destrozo en aquellos bárbaros, que su mismo furor supo juntar para su esterminio. Tan ciegos estaban, que por muchas horas mantuvieron esta desigual batalla. Ya no pisaban en el suelo sino en sus muertos i nadaban sobre su misma sangre, i todavía su bárbara temeridad ciega con el deseo de la venganza, no perdis la esperanza de vencer. Conocieron al fin que caminaban a su última ruina, i se entregaron a una desordenada fuga. El capitan Gamboa, que con la caballería estaba prevenido para este caso, salió sobre ellos i completó el destrozo de aquellos hombres inconsiderados. A ninguno dieron alcance que le dejasen con vida, i ferozmente ensangrentados, se retiraron a la ciudad cuando el dia no les dió mas tiempo para degollar hombres fujitivos. ¡O bárbara inaudita crueldad, i que lejos de los sentimientos de humanidad pusiste a estos hombres? Que se destroce en el ardor de la batalla, está bien permitido, pero que se quite la vida a los fujitivos, no lo aprobaron los mas feroces tigres (116).

En principios del año de 1558 tuvo noticia el Gobernador de la renuncia que el señor don Cárlos I hizo de la corona en su hijo el se or don Felipe de Austria, i la real cédula, que mandaba hacer su proclamacion. I como esta era la primera que se Hacia en Chile, dispuso se solemnizase en todas las ciudades del reino con el mayor esplendor que fuese posible, i señaló el dia 7 de abril del mismo año. En la capital formalizó este acto el licenciado Santillana que gobernaba en Migar de don Pedro Mesa i el Gobernador en la Imperial. Se hicieron varias diversiones que acreditasen la fidelidad, i estuvo a punto de turbar el regocijo un hecho, que aunque casual, hubiera sido tan funesto como escandaloso. Una de las diversiones fué correr estafermo, i sobre quien le hirió mejor se suscitó ruidosa competencia entre don Alonso de Ercilla i don Juan de Pineda. Se desafiaron, i allí mismo tiraron de las espadas. Lo mismo hicieron todos los concurrentes, de modo que fué tan grande el tumulto i la confusion, que se herian unos a otros, sin saber por qué.

Esta casualidad se graduó de hecho premeditado para amotinarse. El Gobernador con su presencia aquietó el enfurecido pueblo, i puestos en prision los dos primeros combatientes, fueron sentenciados a pena capital. Pero mejor averiguado el lance, i justificada su impremeditacion, se revocó la terrible sentencia, i conmutada en la de destierro, se dedicó Ercilla a escribir su famoso poema, i Pineda, se entregó todo a servir a Dios, con quien no tienen lugar los infieles Gobernadores, que dando pábulo a sus negras pasiones, no solo defraudan al súbdito del premio que merecen sus servicios hechos al Soberano sino que, persuadidos de que a ellos se debe servir, lo persiguen. hasta aniquilarle, en castigo de los deservicios que imajinan se les hace. Profesó Pineda en la relijion agustiniana, i acabó santamente en el convento de la ciudad de Lima.

Concluida la celebracion de la proclamacion, el Gobernador pasó órden al capitan Jerónimo de Villegas, correjidor de la Concepcion, para que equipase de jente, víveres i lo definas necesario, los dos navíos San-Luis i San- Sebastian, que el virrei su padre le envió con ropa, jente i útiles para la guerra, i que se entregasen a los capitanes Juan Ladrillero i Cortez Ojeda, para que navegasen en demanda del estrecho de Magallanes, e hicieran un prolijo reconocimiento de sus caletas, ensenadas i puertos, i de todo lo que fuese conducente a la navegacion. Salió Ladrillero i tuvo su espedicion fatal éxito. Entró en el puerto de Valdivia i tomó a bordo de su navío a Sebastian Hernandez, vecino noble de aquella ciudad, hombre de mar i esperimentado en aquella navegacion desde que la hizo con el capitan Francisco de Ulloa, enviado por Pedro de Valdivia. No dió Ladrillero con la boca del Estrecho despues de no haber dejado puerto, caleta, ensenada ni rio donde no entrase en solicitud de víveres, que ya no los tenia i por su falta desfallecia la jente. Hernandez hizo presente a Ladrillero el peligro de naufragar o morir de hambre, i propuso el regreso a Chile. Despreció este dictámen i siguió con caprichoso empeño su demanda, pero siempre sin efecto. Conoció Hernandez la infalible perdicion de todos, i secreta m ente trataba con los marineros de volver contra la voluntad del comandante. Llegó este trato a su noticia, i le mandó ahorcar de un penol para seguir libremente con su capricho. - Pero en esos dias se levantó una furiosa borrasca, que dispersó la nave, i la comadante arribó a Valparaiso, sin mas jente que su jefe, un marinero i un negro (mayo de 1550.) La que mandaba Cortez Ojeda, tomo el puerto de Valdivia, con su capitan i tres españoles. Estos i el marinero de la comandante murieron luego, i de este modo la inexorable terquedad de Ladrillero hizo perecer 60 hombres, que por su desventura cayeron bajo su órdenes en aquella desgraciada espedicion.

Entrada la primavera (octubre de 1558) salió el Gobernador de la Imperial, i visitó las ciudades de Villarrica i Valdivia, i estableció en ellas el método de gobierno que puso en las dunas colonias. Pero su celo por el real servicio no le dejaba descansar i meditaba mucho mas. Se propuso ensanchar los términos de su gobernacion, i salió de Valdivia hácia el estrecho de Magallanes con ánimo de protejer la espedicion de Ladrillero, i hacer nuevos descubrimientos, para tener mas con que premiar el mérito de los que tenian la felicidad de servir bajo su prudente desinteresado gobierno. Sufrió imponderables trabajos en esta jornada; le condujo el cacique Orompellu (117) por montes inaccesibles para hacerle perecer, pero descubierta su maldad pagó su delito con su vida. Llegó por fin al archipiélago de Chiloé, i en una barca, que allí llaman piragua, envió al capitan Julian Gutierrez con algunos arcabuceros con destino de reconocer una isla grande, que por su magnitud se, presentaba a la vista mejor que las lemas. Tres dias anduvo Gutierrez en este reconocimiento, i al fin de ellos volvió con buenas noticias de aquel territorio.

No tuvo por conveniente el pasar adelante; le pareció que aquel país no era aparente para establecimientos por la aspereza de sus montes, por lo quebrado del terreno, por sus muchas ciénegas i pantanos, por lo elevado de sus montes, que quieren medir su altura con los Andes, i finalmente por lo ríjido de su temperatura.

Regresó con direccion a los Andes, i acercándose a ellos, halló Hermosos prados i dilatadas fértiles vegas i vistosas llanuras (noviembre de 1558). Por ellos caminó hasta Curacaví i pobló la ciudad de SantaMarina de Gaete, que Pedro de Valdivia mandó fundar con este nombre en memoria i obsequio de su esposa. Pero mudada ahora la fortuna, la estinguió don García, i le dió el de ciudad de Osorno para cumplir con la casa de sus abuelos, el conde de Osorno nombró de correjidor al licenciado Alonso de Ortiz, pero ignoramos a quienes dió los lemas oficios concejiles (118). Dadas las disposiciones convenientes para la nueva poblacion situada en antigua ubicacion, se puso en marcha para la de Valdivia, de donde se trasladó luego a la Imperial.

Caupolican no despreciaba la ocasion que se le presentaba. Vió distante al Gobernador, i meditó contra la ciudad de la Concepcion. Juntó un número considerable de tropa, i con ella pasó el Biobio con animo de apoderarse de aquel establecimiento. Llegó a noticias de Reinoso la espedicion del araucano, i con un competente destacamento de caballería, le picó la retaguardia. Se fueron a las manos en las llanuras de Digahue cerca de Talcahuano, i despues de un reñido combate fué Reinoso derrotado, pero pudo retirarse con algunos soldados, i tomando otro destacamento mas numeroso, repitió la empresa de hacer levantar el asedio con que los araucanos fatigaban a los vecinos de la Concepcion, que se defendían valerosamente bajo las órdenes del capitan Villegas, i vencido segunda vez, regresó a la ciudad de Cañete dos veces destrozado.

Suponiendo Caupolican que el Gobernador había de acelerar su regreso, i que con la poblacion de la ciudad de Osorno, era mas numeroso su ejército, determinó atacarlo ántes que llegase a la de Cañete a unirse con Reinoso, i abandonando el asedio de la Concepcion, con aceleradas marchas se acercó a la Imperial. El Gobernador, orientado de su resolucion, le dispuso una emboscada mas no le salió bien, i deshecho este destacamento persiguió Caupolican a los españoles vencidos hasta las puertas de la ciudad. Ensoberbecido con esta victoria, i con las que ganó a Reinoso, se empeñó en dar tan frecuentes como terribles asaltos a aquella colonia. En uno de ellos fué tal la intrepidez de sus tropas, que llegaron a salvar el foso, pero rechazados de los sitiados, se retiraron a su campamento. Conoció la imposibilidad de rendir aquel establecimiento, i acordó la retirada al estado de Tucapel, con la idea de interceptar la correspondencia entre las ciudades de Cañete i Concepcion, i hostilizar sus inmediaciones para debilitarle al Gobernador las fuerzas.