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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo I

Capítulo LXX. El Gobernador vuelve a salir a campaña, i se refieren sus operaciones militares - Asedio de la plaza de Puren.

Cuando ya se acercaba la primavera, llegó a la Concepcion el sarjento mayor con alguna tropa de caballería, Miéntras esta descansaba i se disponia el ejército para la próxima campaña, dispuso el Gobernador que saliese este jefe con un escuadron de caballería a batir la frontera hasta la plaza de Puren, porque en todo el invierno no se tuvo noticia de ella. Tomó la marcha por la costa para sacar de Arauco al maestre de campo que, dejando la plaza a Pedro Gutierrez de Miez, debia pasar a tomar el mando de la de Puren. Siguieron estos jefes su derrota, i en los montes de San Jerónimo i vecindades de Catirai, dieron una sorpresa a los enemigos, que les hicieron sentir el peso de las armas. I de tal modo los arredraron, que comenzaron a pedir la paz, i la estipularon algunos caudillos. Pero orientados de este método Pilquitehua i un hijo de Nancunahuel, se opusieron con todo su poder i su astucia, i volvieron a rebelarse.

Con esta noticia aceleró el Gobernador su salida, i tomó la ruta por las tierras de los capitanes Hualqui i Talcamávida que tambien se vinieron con los de Catirai i Puren. Taló aquellos fértiles valles i pasó el Biobio por la plaza de Santa Juana, que hoi tenemos. Alojado el ejército en Culenco, seis leguas al sur de dicha plaza, se dejaron ver Pilquetehua i Ñanculahuen. Aquella noche mandó que Pedro Cortez, se embarcase i atacase a los indios si bajaban a seguirle. Luego que amaneció siguió la marcha, aparentando no darle cuidado los enemigos que quedaban a su retaguardia. Salió bien el pensamiento. Bajaron del monte siguiendo el ejército, i luego que Cortez les tuvo en el paraje que deseaba, dió sobre ellos por la espalda, i el Gobernador que marchaba a paso corto, volvió atacándoles por el frente. Alcanzó una completa victoria, i desbarató aquel cuerpo de enemigos. Pereció en la funcion el jóven Ñanculahuen, i fué preso Pilquetehua, a quien hizo ahorcar i le dejó colgado para escarmiento de otros.

El maestre de campo al momento que entró en Puren, comenzó a cumplir con las órdenes del Gobernador i levantó un fortin en la parcialidad de Huadaba, sobre el rio Puchanqué. Allí fué sorprendido de otro cuerpo de indios mandado por el capitan Cadehuala. Hizo este araucano muchos destrozos en los yanaconas, que trabajaban en la fortificacion, i se retiró llevándose algunos ganados i los bueyes que servian en la obra. El maestre de campo seguido de los 10 primeros oficiales reformados (145) que montaron a caballo, les fué al alcance i entró en funcion con ellos. La mantuvo con mucho riesgo, hasta que llegó el resto de su caballería, i con ella deshizo a los enemigos, i les quitó la presa que habian hecho. Perdió dos capitanes i dos soldados de su compañía, que se componia de los reformados del ejército.

Viendo Cadehuala fortificados a los españoles en Tabolebu, Catirai, Puren i Huadaba, i que salió perdido de la sorpresa de esta última, se propuso tomar la de Angol antes que llegase por allí el Gobernador, que sin detenerle la batalla de Culenco con Pilquetehua, habia pasado por los fuertes da la Trinidad i Espíritu Santo, i se hallaba en la ciudad de los Infantes. Para salir con su idea, acordó atraer por partidos a Cheuquetaru, jefe de los indios de paz de aquella comarca. Sin dificultad entró este en la traicion, i señalado dia, acordó con Cadehuala poner fuego a la poblacion cuando ya fuese media noche, i que al mismo punto entrase con su ejército.

En efecto se verificó así. Entró Cadehuala en la poblacion con un escuadron de caballería (146) i mil soldados de infantería. Hubiera este bárbaro pasado a cuchillo toda la poblacion, si a las nueve de la noche no hubiera llegado el Gobernador, que sin noticia de esta conjuracion, ni aun siquiera imajinar semejante golpe, se adelantó con 200 hombres i tomó alojamiento en la plaza de armas.

Luego que vio arder la poblacion, concibió lo que podia ser, i salió a disponer su defensa. Desalojó a los enemigos, que destruyeron los edificios i quitaron la vida a mucha jente, principalmente a mujeres i niños. El humo i la confusion de voces, aumentaba la confusion i horror, i favorecia a los indios, i todo concurria a hacer mayor el estrago. Inmediatamente que arrojó a Cadehuala mandó salir al capitan Luis del Monte con un escuadron de caballería para que le picase la retaguardia. Le dió alcance este oficial, i entró con él en otra reñida funcion, en la que hizo algunos prisioneros que fueron entregados al cuchillo, i se retiró a la plaza, i Cadehuala a sus escabrosas montañas.

Desde ellas volvió a juntar ejército i convocó a todos los de su comarca, a los de Ilicura, Tucapel i Paicaví, hasta Arauco. Se le juntó un cuerpo de mas de 5 mil hombres. Con el resolvió asediar la plaza de Puren, i se presentó orgulloso al frente de ella. El maestre de campo tomó todas las disposiciones convenientes para su defensa. El Gobernador, luego que tuvo noticia del bloqueo, salió de Angol con 200 hombres a socorrerla. Por sus espías supo Cadehuala este movimiento. Dejó el ejército a las órdenes de Caniutaru, i con un destacamento de 600 hombres, le salió al encuentro para impedir que entrase mas guarnicion en la plaza. Ocupó un desfiladero, i cuando llegaron a él los batidores del Gobernador, se echó sobre ellos, pero se le escaparon i dieron aviso de su situacion. No se atajó el Gobernador, i dió sus órdenes para atacar aquel ventajoso puesto, mas no se llevaron a ejecucion, porque todos los capitanes le pidieron no espusiese su persona a riesgo tan evidente, i le persuadieron la retirada a Angol, para volver con número de jente que pudiese contrarestar al que mandaba Cadehuala.

Este se retiró tambien a su campamento, pero tan altivo i soberbio por parecerle que le habia temido el Gobernador, que no cabia en sí mismo de furioso i arrogante. Hizo saber aquella retirada al maestre de campo por medio de uno de sus capitanes, que envió con esta noticia i con la empresa de intimarle la rendicion de la plaza, si no queria esperimentar el rigor de sus armas. El maestre de campo hizo desprecio del embajador i de la embajada. Cadehuala entónces, que orgulloso no cabia en todo aquel país, se arrimó a la plaza i retó al maestre de campo emplazándole para el siguiente dia, i dijo en voz alta i esforzada para que le oyese la tropa: «que sabia que se hallaban descontentos algunos españoles, i que les daba el mismo termino para que se pasasen a su ejercito, ofreciendo distinguirlos con honrosos cargos en la guerra.» Admitió el maestre de campo el desafío, i un mal sufrido español (es preciso callar su nombre porque tenia hermanos honrados, prudentes i valerosos capitanes, de quienes hai en Chile i en el Perú noble descendencia), que injusta, e imprudentemente perseguido del maestre de campo, exasperado, se pasó a los enemigos con el soldado Juan de Tapia. Si acaso cabe disculpa en tan inconsiderada resolucion, la merecía bien este castellano, porque a mucho se arroja un oficial ofendido.

Entrado el siguiente dia se presentó el araucano en un famoso caballo, sobre el terreno intermedio entre su ejercito i la plaza, con un ejército de jente escojida que estuviese a la mira para su defensa. Vista esta prevencion por el maestre de campo, sacó tambien 40 oficiales de los reformados de caballería, con el capitan Francisco de Hernandez a su frente, con órden de estar en observacion para ocurrir a su defensa, en caso de ser acometido por el escuadro» de Cadehuala. Comenzaron aquellos combatientes aquella singular batalla. Tiró Cadehuala un feroz golpe de lanza contra el maestre de campo, i con tal ímpetu, que lo traspasara, si el caballero García Ramon no la hubiera desviado; i al mismo tiempo dividió al bárbaro con la espada por mitad de la cara, mientras recojia la lanza, que disparó en vago. Exhaló allí envuelto en su sangre el último aliento, i se retiraron los indios atónitos, despavoridos i avergonzados con la muerte de su arrogante caudillo (1586).