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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo I

Capítulo LXXXV. Defensa de la ciudad Imperial, i su despoblacion con la de Los Infantes

Intimidados los indios con los horrorosos suplicios que daba el Gobernador a los prisioneros i conociendo eran fuerzas superiores a las suyas, levantaron el sitio de la Imperial, i le dejaron entrar en ella. Mas no bien le hizo Paillamacu volver la espalda, llamándole a la provincia de Chillan, cuando volvieron en número de 10,000 combatientes a repetir el asedio. Impidieron toda comunicacion con la ciudad para que no le entrasen víveres, i estrecharon el bloqueo, para quitarles el agua i que estrechados de la sed i de la hambre, se rindiesen sus habitantes, i se entregasen en sus desapiadadas manos.

Oprimidos del hambre se desmandaban por los campos vecinos a buscar víveres, yerbas i frutas silvestres, i las mas veces hallaban un penoso cautiverio. Pero aflijidos de este cruel enemigo, destaco el correjidor (ignoramos quien era) al capitan Francisco Galdames con 50 españoles, por ver si encontraba algunos víveres. Fué atacado Galdames de un escuadron de bárbaros de número tan superior, que era imposible libertarse. Ocurrieron los españoles a la Vírjen María Nuestra Señora, bajo el título de las Nieves, i no pereció ni uno de ellos. El escuadron que les tenia cercado les abrió paso, i les dejó volver a la ciudad, aunque sin víveres.

En verdad que padecieron muchos estos sitiados, pero con la mayor suavidad de consuelos, que puede esperimentar un pueblo católico. En sus mayores aprietos ocurrian a su protectora la Vírjen María de las Nieves, de cuya imájen hablaremos en la 2ª parte de esta obra. Si les faltaba agua, las piedras la brotaban. Si estrechados de la cruel hambre, se miraban reducidos i espuestos a una rabiosa desesperacion, su protectora les enviaba abundante multitud de sabrosas aves volátiles, que se dejaban tomar para alivio de su necesidad. Si ya se veían en estado de ser rendidos por falta de municiones de guerra, una superior providencia les pone a las manos, como por casualidad, una tinajilla de pólvora, i algunas barras de plomo en donde jamas hubieron almacenes. Acordaron construir un lanchon para dar aviso de su situacion, i fabricada ya la embarcacion advirtieron la falta de alquitran para calafatearla, i su protectora les deparo en él empego de cuatro odres todo el que necesitaban, i todavía sobro el que podia consumirse en un buque de mayor parte. Concluyeron su embarcacion i montada por don Benardino de Quiroga, sobrino del Adelantado Rodrígo de Quiroga, con cuatro españoles intelijentes en la navegacion, dieron noticia de su peligrosa situacion. Navegaron en demanda del puerto de Valdivia, ignorantes de su desolacion, pero como estaba tomada de los enemigos aquella ciudad, su protectora con una densa niebla les impidió la entrada. Viraron entónces de bordo para el de la Concepcion a donde arribaron felizmente, i orientado el Gobernador por la relacion de Quiroga de su triste situacion, resolvió ir a socorrer aquellos aflijidos españoles.

Con las perdidas que padecian en las surtidas, con las enfermedades i con los que parecian en los contínuos ataques, eran ya mui pocos los defensores. Meditaban capitular con los indios i rendirse con honrosos tratados. Llego a noticia de doña Ines de Aguilera, que en este asedio habia perdido a su marido don Pedro Fernández de Córdova, a sus hijos Antonio, Diego i Alonso; a sus hermanos Pedro, Alonso i Diego; a don Andres Fernández de Córdoba, su cuñado; a Fernando Fernández de Córdoba, Gabriel de Villagra i Pedro Olmo de Aguilera, sus sobrinos, que todos rindieron la vida en defensa de su colonia; i entró a la sala del Ayuntamiento. Hizo ver a los capitulares que aquella bárbara nacion, que jamas supo respetar el sagrado de un tratado, entraría por todo partido hasta verlos rendidos; pero despues de puestos en sus manos, debian esperar, o el cuchillo a la garganta, o la ignominiosa esclavitud bajo el pesado yugo de sus mismos criados, con el dolor de verlos usar torpemente de sus mujeres i de sus hijos, i finalmente se ofreció a defender la ciudad con las demas mujeres.

Aquellos hombres reconocieron en doña Ines, no sé que grandeza de ánimo superior a toda adversidad de la fortuna que les agobiaba, i le dieron el gobierno de la ciudad, i la reconocieron por su caudillo. Abandonó doña Ines la ciudad que ya no se podia defender por falta de jente, i se fortifico en un baluarte; en éste, vestida de un traje varonil i armada de escudo i lanza, hizo tantos prodijios de valor, que infundió los animosos esfuerzos de su pecho en los intimidados corazones de los pocos españoles que quedaban, i se continuó una vigorosa defensa hasta que llegó el Gobernador a libertarles. No quedó sin premio la gallardia de esta famosa heróina castellana. La piedad del señor Felipe III. le asignó la pension anual de 2000 pesos para su decente subsistencia,

Por los informes que hizo Quiroga al Gobernador sobre la peligrosa situacion de aquella ciudad (marzo de 1600), salió este jefe a despoblarla. Los indios que ya tenian por suya. esta presa, sentian perderla, i destacaron un cuerpo de cuatro mil combatientes, para que impidiesen la internacion del ejército español. Se situó en las llanuras de Yumbel, i luego que tuvo allí al Gobernador, entró en funcion con él; pero salieron vencidos con pérdida de 400 hombres, i se retiraron. Volvieron a probar fortuna, i procuraron impedirle el tránsito de los rios Laja i Biobio; pero quedó siempre victorioso el Gobernador, i entró triunfante en la Imperial. Despobló aquel establecimiento, cuya ruina vi en dos ocasiones i tenia muchas proporciones para mantenerse. Es navegable el rio Caiten sobre cuya ribera tuvo su ubicacion, i pueden subir hasta la ciudad embarcaciones de dos palos.

Libertó el Gobernador cuarenta i dos españoles que quedaban. Uno de ellos fué el maestro de escuela de aquella catedral, don Alonso Olmo de Aguilera, que condujo a la ciudad de la Concepcion la sagrada imájen de Nuestra Señora de las Nieves, un ornamento de terciopelo carmesí bordado de oro, i hasta hoi le conserva la Catedral de la Concepcion, porque fué dádiva del Señor Emperador Carlos V. i el libro del cabildo eclesiástico de aquella Catedral, a que hoi dan el nombre de Protocolo eclesiástico, i nos hemos valido de él para muchas noticias. Salieron tambien muchas mujeres con la famosa doña Ines de Aguilera, i su hija doña Ines Fernandez de Córdoba.

Se detuvo el Gobernador en la Imperial hasta que llegó un navío, que mandó entrar en aquel puerto, para que condujese aquellos habitantes al de la Concepcion. Luego que tomados a su bordo se dió a la vela, marchó para la ciudad de los Infantes, i tomando consigo a sus habitantes, regresó a la ciudad de la Concepcion (abril de 1600).

Parece bufonada este método de poblar i despoblar, de adquirir i abandonar facilmente las adquisiciones que hacían aquellos jenerales; pero ello fué así, i se esperimentan hoi las malas consecuencias de su lijereza.