ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo I

Capítulo LXXXVII. Gobierno interino del Maestre de Campo don Alonso García Ramon - Gobierno de Alonso de Ribera - Defensa i pérdida de Villarrica.

Estrechado el virrei del Perú de las repetidas instancias de don Francisco de Quiñones, que deseaba restituirse al Perú, nombró para que le sucediese en el gobierno de aquel reino al maestre de campo don Alonso García Ramon, que se hallaba en Lima, pretendiendo el mérito de su distinguido mérito. Pidió Ramon a S. E., no le enviase con las manos vacías a un país desolado, i que necesitaba de nueva conquista para su restauracion. Nada quiso darle el virei, i para que no le importunase, le mandó saliese luego para su destino. Obedeció este oficial, i se dió a la vela en el puerto del Callao para el de Valparaiso, donde arribó, i se trasladó a la capital.

Presentó en el ayuntamiento sus despachos, i recibido de Gobernador, agosto 26 de 1600, sacó de la jurisdiccion de aquella ciudad toda la jente que pudo, i con ella salió para la de Concepcion. Paillamacu i Pelantaru no se hablan descuidado, i llevaron sus correrías i hostilidades por las provincias de Itata i Chillan hasta el rio Maule. Aquí tuvo el Gobernador mucho que hacer, para obligarles a desembarazar aquellos territorios, mas al fin lo consiguió, i dejando libre el camino de la capital a la Concepcion, entró en ésta.

No estuvo mucho tiempo en ella. Tomó la jente que halló, i se puso sobre el Biobio en la isla de la Laja para impedir las irrupciones de Paillamacu i Pelantaru i libertar de las hostilidades las provincias de la Concepcion i de Chillan. Las ciudades de Villarrica i Osorno clamaban por ser socorridas, pero ni el Gobernador se atrevió a hacerlo por falta de jente, ni lo permitia Paillamacu. Dispuso que Pelantaru dejando al Gobernador en Laja, pasase el Biobio por San Rosendo, i entrase a desvastar la provincia de Chillan. El Gobernador se opuso a este pensamiento, i envió un destacamento, que lo impidiese. Esta operacion frustró las ideas de los jefes araucanos, i retiraron sus tropas del Biobio. Nada avanzó el caballero García Ramon, pero tampoco perdió un palmo de lo que halló, i despues de seis meses de gobierno lo entregó al maestre de campo Alonso de Rivera.

Impresionado el virei del Perú en que la guerra de Chile se hacía interminable por el particular interés de los gobernadores i demas jefes de aquel reino, luego que fué orientado de la desolacion del obispado de la Imperial, lo hizo presente al Soberano, i a consecuencia de su modo de pensar, pidió que fuese de estos reinos para Gobernador un oficial de talentos militares, que separado de su particular interés, concluyese la conquista i la sujecion de aquellos naturales (154). Accedió el Monarca a su solicitud, i concurriendo estas cualidades en don Alonso de la Rivera, le mandó S. M. librar sus reales despachos para el gobierno de Chile, al mismo tiempo que se le previno que saldrian luego quinientos españoles, i de contado se le dió real órden dirijida al virrei del Perú para que le diese 300 hombres. Se libró real cédula consignando en sus arcas reales la cantidad de 1.070,750 ducados, para pagar aquel ejército. Se dotaron las plazas desde la de jeneral hasta la de simple soldado, i se determinó se compusiese de 200 hombres aquel ejército; con la calidad de que ascendiese su número al que fuese conveniente, siempre que lo demandase la necesidad. Esta disposicion de la real piedad de algun modo remedió a Chile. Se hacia la guerra por contribuciones, que se echaban a las ciudades i las tenían exhaustas i muí decadentes, i con esta consignacion, aunque no cesaron, dejaron de ser considerables, i tuvieron fin los hurtos i desórdenes que hacia la tropa estrechada de la necesidad.

Con estos reales despachos se embarcó en San Lucar de Barrameda con destino a tierra firme. Desde allí se trasladó a la ciudad de Lima a presentarlos al virrei para su cumplimiento, i para recibir de S. E. las instrucciones que tuviese a bien comunicarle. El virrei. le dió el dinero consignado i los 300 hombres con dos naves para su trasporte. Con ellas entró en el puerto de la ciudad de la Concepcion donde tomó posesion del gobierno, i fué recibido con la ostentacion que se pudo, (febrero 17 de 1607).

El Capitan Rodrigo de Bastida, gobernador de la Villarica, ni fué tan incrédulo, ni tan descuidado, como lo estuvo el de la ciudad de Valdivia, i por eso no lo tomó desprevenido el primer golpe de la conjuracion, i se defendió valerosamente (noviembre 25 de 1598). En aquel primer ataque arrojó de las murallas a los indios, pero al amanecer el dia siguiente se vió sitiado, i tornadas todas las avenidas de la ciudad sin esperanza de remedio. Vió cubiertas las campañas de bárbaros, que quitaban la entrada de víveres, i le incomodaban con frecuentes asaltos.

Conoció que el asedio sería permanente i apretado; suponía en el mismo caso a las demas colonias, i no concebia esperanza de ser socorrido. Estimulado de un verdadero honor, resolvió defenderse hasta el ultimo trance, i fácilmente se convinieron todos sus vecinos a esta honrosa resistencia. Se les hacia mui duro rendirse a servir de esclavos a los mismos de quienes fueron señores, i no era posible se acomodasen a ver que sus criados usasen torpemente de sus mujeres i de sus hijos.

A consecuencia de esta resolucion, se redujo Bastidas a ménos recinto, i almacenó todos los comestibles, para repartirlos con tasa i medida, i midió su dístribucion con la incertidumbre de la duracion de aquel penoso asedio. Pero nada de ésto fué bastante., Consumido los víveres i todo cuanto tenían de puertas adentro, como perros, gatos, forros de arcas, i sillas, dispuso hacer surtidas contra los sitiadores, no tanto por obligarles a libertar el sitio, que ésto lo miraba imposible, sino lo socorrian, cuanto por buscar mantenimientos con que sustentar la vida. En estas desesperadas operaciones perdió alguna jente, i toda la demas murió entregada a los desapiadados golpes del hambre, ménos 10 hombres. Con esto se retiró a un baluarte, donde hizo los últimos esfuerzos de su vigorosa defensa. En los repetidos asaltos lo incendiaron los enemigos, i le estrecharon a salir a campo raso i en él aquellos once bravos leones les vendieron la vida a mui subido precio, (octubre de 1601). No tomaron los bárbaros mas cautivos en esta ciudad, que aquellos pocos que estrechados de la necesidad, se descaminaban por los huertos inmediatos, buscando frutas i yerbas silvestres para atemperar la cruel necesidad del hambre.

De este numero fueron algunas mujeres i niños i todos los sacerdotes. A ninguno de éstos concedieron la vida, i por que fué cruel la muerte que dieron al licenciado Andres Viveros, presbítero, referiré su trajedia, que parece tener todas las circunstancias de verdadero martir (155).

En una de las muchas salidas que hizo en solicitud de algun caballo, frutas i yerbas, para no morir de hambre, fué prisionero de los indios en el huerto del convento de San Francisco. Atado a un madero le azotaron con tanta crueldad, que faltándole el sufrimiento, se rindió a los golpes, i les pidió la suspendiesen, descubriéndoles era sacerdote, i que como ministro de caridad jamas les hizo daño alguno, ni ménos derramando su sangre con las armas, cuyo uso, sabian, no era dado a los sacerdotes de Jesucristo.

Por lo mismo, le replicaron, que eres sacerdote, no solo te castigaremos con azotes sino que tambien te quitaremos la vida, i prosiguieron hiriéndole hasta cansarse. Le desataron cansados de herirle, i le intimaron elijiese el suplicio que le acomodase. Respondió el venerable sacerdote, «que no cabia eleccion en ningun jénero de muerte, que cualquiera que le diesen sufrirla por Cristo, confesando su santa fé, i que ya nada mas le rogaba, sino que le concediesen un breve tiempo, para encomendarse a Dios.»

Accedieron a la súplica por ver lo que hacia, i elevada la vista al cielo, hizo su humilde oracion. Concluida, se levantó mui reportado, i con semblante sereno i apacible, les dijo: «aquí estoi a vuestro mandato, pero mirad que soi sacerdote de Jesucristo i jamas os ofendí, ni derramé una gota de vuestra sangre. Salí sin armas apretado del hambre a buscar con que sustentar la vida, i éste no es delito merecedor de muerte. Si me la dais, porque soi sacerdote, muero de buena gana, confesando delante de vosotros a Jesucrito. Pero antes os exhorto a que no dejeis su santa leí, como os prediqué muchas veces, antes de vuestra conspiracion. I ahora os pido por la sangre que Nuestro Señor Jesucristo derramó en la cruz, que os compadescais de vuestras mismas almas, i mireis que habeis recibido la fé i el santo bautismo. Ni negueis a vuestro Dios. Mirad que os ha de pedir estrecha cuenta de vuestro pecado, i os ha de castigar con eternos tormentos, sino os volveis a él. Yo os protesto que nada de esto os digo, por salvar la vida. Muero, a la verdad, gustoso; pero me atraviesa el corazon, i me angustia la pérdida de vuestras almas, i siento el gravísimo cargo, que os ha de hacer Dios, porque quitais la vida a un sacerdote, que no os ha ofendido, i siempre ha, deseado vuestro bien.»

Enternecidas las españolas cautivas, que allí tenian, de oir al venerable sacerdote, soltaron el llanto, i les pidieron no le quitasen la vida. Pero llenos de furor con la amonestacion de aquel sacerdote, echaron mano de él, i con inaudita crueldad le pasaron con un asador, i le asaron, i rabiosos le dieron sepultura en sus sacrílegos vientres.

La misma cruel fortuna experimentaron don Francisco Nuñez de Sedeño, cura vicario de aquella ciudad, i su hermano don Alonso, tambien presbítero, que murieron en los filos del cuchillo, i con ellos los demas sacerdotes i relijiosos. Mas no sé, si con igual mérito que el licenciado Viveros; pero se deja entender, que les quitaron la vida por ser sacerdotes, pues la concedieron a otros varones, que rescatados del cautiverio nos dejaron las tristes memorias de tan lamentable suceso, digno de llorarse con lágrimas del corazon.