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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo I

Capítulo XCVIII. Segundo Reglamento del Ejército de Chile - Establecimiento de la línea divisoria entre indios i españoles - Visita jeneral de Chile i otros sucesos ruidosos.

Decretada la guerra defensiva, conceptuó la corte no necesitasen los dos mil soldados de que se componia la tropa veterana del ejército de Chile, i dispuso el Soberano por su real cédula dada en Madrid a 8 de diciembre de 1610, se pusiese sobre el pié de 1600 plazas. En obediencia de la real disposicion, suprimió el Gobernador cinco compañías de infantería, i quedó el ejército con diez de esta clase, siete de caballería, i la de capitanes reformados. Esta sirvió siempre de guardia al Gobernador. Con las de infantería guarneció las plazas de la línea hasta que el virrei le envió 250 españoles para completar las compañías en el número de su dotacion. Las de caballería formaron un campo volante, que batiese la ribera septentrional del Biobio, para obviar las incursiones de los indios, que de la soberbia de Ancanamun debían esperarse poderosas i frecuentes.

Nada se detuvo el Gobernador en la ciudad de la Concepcion. Evacuó todas las plazas situadas en la parte meridional del Biobio, i las trasladó a la septentrional. Puso en Negrete la de San Francisco de Borja, que se comunicaba con la de Nacimiento. Estableció otra en la confluencia del río Guaque con el Biobio, i dos mas en la union de éste con el de Laja, dedicadas a nuestra Señora, de Alé i a San Rosendo. Levantó otras dos en Curihuillin i Talcamávida. Pobló la de San Felipe de Austria en Virquenco, i reforzó las guarniciones de Santa Lucia i Buena Esperanza.

Con este cordon de plazas i la caballería que rondaba por toda la ribera del Biobio estaba de algun modo resguardada la línea. Mas ésto no era bastante para impedir las hostilidades. El famoso partidario Loncotehua, que sucedió a Ayllavilu, la forzó muchas veces, haciendo lances al campo volante. Entraba por las fronteras de Santa Lucia, i por la de San Felipe, i en una noche las hostilizaba, quitaba ganados devastaba las estancias mataba i cautivaba españoles sin que se le pudiese castigar su osadia en virtud de la órden para la guerra defensiva que se mandaba observar estrictamente. Cuando llegaba a noticia del maestre de campo, que mandaba el campo volante, i salía contra Golcolehua, era tarde; ya le hallaba a la parte austral del Biobio, que no era licito pasar, i regresaba impune a su pais.

Repitió tantas veces estas hostilidades que le pareció al Gobernador no satisfacía a su conciencia i a la real confianza, sino las ponia en noticia del soberano. Envió al coronel Pedro Cortés con sus poderes a la corte, para que representase el deplorable estado de la provincia de la Concepcion, i pidiese al reí suspendiese la prohibicion de castigar aquellos insolentes desacatos pues atribuyéndolo a debilidad repetian los insultos i tenían destruida las estancias, i aniquilados los indios de paz. Pero todo lo contradijo el padre Gaspar Sobrino apoyado del virei, que escribió a la corte se oyese con cautela i con recelo a los que solicitaban la guerra ofensiva, i nada se consiguió sino una áspera represion al Gobernador, que la recibió obediente, i dejó correr la cosa hasta que murió.

Persuadida la corte por informe del P. Luis apoyado del virrei del Perú, Marquez de Montes-claros, de que la disminucion de los indios de Chile consistía en la servidumbre personal (165), para contenerla la prohibió por su real cédula dada en Madrid a 8 de diciembre de 1610. I no siendo suficiente para la esclusion de este abuso, mandó su real piedad hacer una visita jeneral, para la que se comisionó al licenciado Hernando Machado (1614). Este ministro estrechó a los que tenian encomiendas, para que cada uno le presentase un estado o lista de los indios de su repartimiento. Hizo tasacion del tributo que debian exijirseles, i les declaró libres para que pudiesen trabajar donde mejor les acomodase. Esta resolucion, opuesta a los intereses de aquellos reinos, fué la piedra de escándalo. La graduaron de peligrosa al estado, i el ayuntamiento de la capital nombró procurador que pasase a esta corte i reclamase sobre este negocio. Nada alcanzaron por entónces, i pocos años despues repitió el rei la misma prohibicion por otra real cédula despachada en Madrid a 25 de julio de 1620.

Antes de los ruidosos ocursos de la visita del licenciado Machado, hablan ocurrido varios puntos de etiqueta entre el obispo de la ciudad de Santiago, don frai Juan Perez de Espinoza, i la Real Audiencia, sobre el lugar que debian ocupar en las procesiones i otras funciones de catedral, en que el tribunal pretendía antelacion. Ocurrió el obispo a la corte, i el rei por su real cédula dada en Madrid a 13 de diciembre de 1611, que se recibió en la capital cuando los asuntos de la servidumbre estaban en el mayor ardor, resolvió que en las procesiones vaya el Reverendísimo obispo detras del preste sin mas criado que el que llevaba la falda, i detras del prelado el tribunal con su presidente. Que al reverendísimo obispo i clero se dé agua bendita en el coro antes que al tribunal, i desde entónces si el presidente i oidores de Chile i demas audiencias de América, tienen pecados veniales, no los expelen en la catedral, porque no entran al templo, i se aguardan a la puerta hasta que pasa el agua bendita: que estando el reverendísimo obispo en el presbiterio, se le dá la paz antes que al tribunal; pero si estuviese en el coro, bajen a un mismo tiempo dos pasos; i últimamente que al presidente no se baje el libro de los evanjelios, i declara este previlejio privativo de los virreies.

Este principio de etiqueta fué adquiriendo tanto cuerpo que de competencia pasó a ser delincuente encono entre el obispo i ministros de la Audiencia. Nada se disimulaban, i en una de éstas, el ilustrísimo prelado, que era de ardiente condicion, i que siendo eximio en el derecho canónico i en toda teolojía i en otras ciencias ignoraba el arte de política simulada, que hasta los zapateros de lo viejo saben estudiarle i dan mui buenas lecciones por efecto de inconsideraciones se les puso entre las ruanos. No dejaron pasar el lance aquellos oidores, i su tribunal libró mandamiento de prision contra el obispo. Comisionó a uno de los alcaldes ordinarios para que se lo intimase. Presentose éste ante el ilustrísimo i le intimó la órden que llevaba. Se puso de rodillas delante del venerable prelado, i le hizo la espresion de que no la ejecutarla. Pasaron las violencias mas allá del respeto, i el ilustrísimo salió de la ciudad i se ocultó en un bosque, que desde entónces se llamó Quebrada del Obispo. Dejó puesto entredicho, i se inquietó tanto el populacho, clamando por su pastor, que para sosegar el tumulto, le exhortó i suplicó el tribunal que volviese a su iglesia.

El venerable prelado aprovechó la ocasion. Se hizo rogar mucho, i estrechó a la Audiencia hasta el estremo de hacer que uno de los oidores fuese a buscarle a pié, del mismo modo que su ilustrísima habia salido huyendo, i que de la propia suerte saliesen los demas a encontrarle al arrabal de la ciudad. Nada de esto fué bastante para poner término a las distinciones i luego que al obispo le pareció conveniente, se trasladó a la provincia de Cuyo, con el pretesto de visitar sus parroquias i desde allí a Buenos Aires, donde se embarcó para esta península. Estuvo en Madrid, mas no logró la satisfaccion de presentarse al Soberano. No quiso su majestad que se le oyese, i le mandó volver a su iglesia, i que desde ella hiciese sus representaciones, i espusiese sus quejas. El obispo se desentendió de la real órden, i se retiró a la ciudad de Sevilla a concluir sus dial en el retiro de una celda, en el convento de San Francisco, de cuya órden fué relijioso (166). Por fin de sus dias dispuso de 60,000 pesos que condujo de su obispado, i los distribuyó en obras pias. Su iglesia puso demanda contra estos legados en el supremo consejo de Indias i despues de una reñido litis, la declaró este supremo tribunal por lejitima heredera de su obispo. I para que percibiese este dinero sin riesgos ni demoras, lo mandó librar el rei en sus arcas reales de la ciudad de Lima, donde se entregó.