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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo I

Capítulo CIV. Gobierno de Don Pedro Sores de Ulloa - Observa la guerra defensiva, i hostilizan los indios La Frontera.

Orientado el virrei del Perú, príncipe de Esquilache, del fallecimiento de dolí Lope de Ulloa i Lemus, dió el gobierno de Chile a don Pedro Sores de Ulloa, loa de la orden de Alcántara. Se hallaba de jeneral del presidio del Callao, i se embarcó en este puerto para el de la Concepcion, adonde arribo con próspera navegacion. En esta ciudad tomó posesión de su gobierno (noviembre 5 de 1621). Nombró de maestre de campo a su cuñado clon Francisco de Alba i Norteña. Era hombre octogenario, i llevaba con demasiada lentitud la defensa de la frontera. No tenia Lientur esta conducta, i miraba las cosas con mucho ardor. Por sí i por otros animosos capitanes, hacia con frecuencia poderosas irrupciones en las estancias de los españoles, sin que jamas se lograsen darle alcance. Unas veces pasaba i repasaba el Biobio, i en otras ocasiones se dejaba ver por los boquetes de la cordillera. Tenia desbastadas las estancias, i era ya tan peligroso residir en ellas, que sus dueños se vieron en la dura necesidad de abandonarlas.

No acertaban en los medios de contener los progresos de Lientur, que desde las cimas de los montes situados al mediodía de la línea, observaba los de los españoles, i con señales disponía i mandaba el por donde se habita de dar el golpe. Para ocurrir de algún modo a este inconveniente, mandó el gobernador levantar un torreón en el cerro denominado Negrete, que tenia una bella planeta con una abundante, vertiente de agua.  Este fortín tenia la proporcion de estar al frente de otro situado al septentrión del río Biobio, que corre a la vista de estos dos puntos.

Pero nada de esto fué bastante para impedir las hostilidades de Lientur, que de todo se burlaba. Los capitanes miraban con tedio la guerra, defensiva. Lleva mal la indolencia del anciano gobernador i con Horror la conducta del maestre de campo i no querían empeñarse su las acciones peligrosas de que le vetan alejarse. Este jefe se propuso la Mica de enriquecerse a la sombra de la demencia de su cuñado i no era a, otro su pensamiento que asechar donde había de poner la mano. Nada se libertó de ser pábulo  de su codicia. El ejército estuvo mal pagado i peor vestido. Andaban desnudos los soldados i con Hambre. En diferentes Hatos envió al Potosí 20,000 ovejas que tenia el reí en los pagos de Buena esperanza para ahorrar gastos al erario i para alivio de sus tropas. Alonso de Rivera i Alonso García Ramón, pensaron que arbitraban a beneficio de la real hacienda en estos últimos establecimientos, i se engañaron. Todo sirvió para llenar los vatios de una codicia insaciable que había de ir a Chile en lugar de su laudable desinterés. En los gobiernos de estos héroes estuvo la disciplina militar con todo su vigor; pero así que la codicia del maestre de campo don Francisco introdujo la necesidad en el ejército, ya no hubo disciplina, se perdió la subordinacion, i se extinguió el valor. Volvió la disolucion i el desorden, i va el soldado no robaba, sino que arrebataba, i tenia el obispado de ya Concepcion casi tantos salteadores cuantos soldados numeraba el ejercito} sin que sus capitanes tuviesen arbitrio para contenerlos. A tan gran desventura llega el Dais que tiene un gobernador malo. Estos desórdenes, dice don Antonio García (167a) nos hacen conocer el cuidado que se debe poner en estas elecciones advirtiendo que son los hombres teóricos en la corte cuando pretenden; diversos de lo que son en su gobiernos prácticos, hasta llegar a ser los malos gobernadores el descrédito de sus soberanos, porque ninguno quiere la cabeza del golpe de las manos. Por la inversa corría el ejército de los indios. Lientur i los demás jefes araucanos tenían sus escuadrones mui lucidos i bien armados, cabalgaban briosos caballos, i ya solían llevar las armas por adorno militar. Toda la disminucion a que se vieron reducidas las plazas españolas, tomaron de incremento las armas araucanas. Se puso el obispado de la Concepcion en tan peligroso i decadente estado, que estuvo mui cerca de ver su desolacion. Yo no me puedo desentender, ni ménos separar del argumento de esta obra. Halicarnaso, que pone por estrecha obligacion del historiador no afirmar lo falso, ni callar lo verdadero, me obliga ahora i después me estrechará muchas veces, a correr la pluma mas allá de lo que demanda la moderacion, que quisiera observar. Pero esto mismo contendrá a la posteridad en sus deberes. Sabrán los gobernadores, que no han de temer ménos la pluma que ofende, que agradecer la que alaba. Regularán sus acciones con la leí, i no se entregarán imprudentes al desorden de sus pasiones, para hacerse dignos de alabanza i evitar el vituperio, i en esto mismo afianza el historiador la sinceridad i buena intencion con que escribe.