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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo II

Capítulo IX. Regresa el Gobernador a la ciudad de La Concepcion - Sucesos de la guerra durante su ausencia.

Aguardando resultas de Lima sobre la competencia referida se mantuvo el gobernador en la capital mas tiempo del que pensó i no regresó a la ciudad de la Concepcion hasta diciembre de 1631. No hizo falta, porque el maestre de campo no dej6 sosegar a los indios en el invierno, que fue poco lluvioso, i dio lugar para hacer correrías en el pais enemigo. Salid de Arauco con cien españoles i trescientos ausiliares sobre la provincia de Ilicura. Se tenian fundadas noticias de que en ella residia Queupuantú, i gratificó a los ausiliares i prometió pagarles mas largamente si regresaban con la cabeza de este jeneral. El araucano sabia que el gobernador le tenia ganas i para precaverse de las resultas de una sorpresa, se habia internado en la montaña de aquella provincia con algunos soldados de su satisfaccion i confianza. Edificó su choza inmediata al bosque i con cuatro puertas colocadas a los cuatro vientos principales, para tener fácil la salida i burlar la solicitud del gobernador. Pero en el hombre que predomina la cólera están demas las precauciones, i ella misma lo precipita en innumerables motivos de arrepentimiento. Su natural colérico frustro a Queupuantú i le hizo inútiles sus acertadas prevenciones. Conducido el maestre de campo de un espía a la choza, cuando asomaba el dia llegó. Con dos tercios de su escuadron tomo las avenidas del paraje i con el otro avanzó a la choza. Por la puerta que correspondia al bosque, que la ignoraba el mismo maestre de campo, porque no usan mas de una en sus casas, se le fué Queupuantú de la mano. Al ruido de las armas se le juntaron cincuenta hombres en el bosque i embravecido salid a buscar a los españoles Peleó con increible furor; i frenético con la violencia de la soberbia que le ocupaba el corazon viendo perdida mucha parte de su jente, se retiro a la montaña Allí se le agregaron algunos soldados, i como la desgracia supo alejarse de la prudencia, no la tuvo para conocer la superioridad de las fuerzas que le acometían i se precipito hasta encontrar la muerte. Salió diciendo a voces que él era Queupuantú, quien habia muerto muchos capitanes; i que morirla lleno de deseos de estinguirlos i se dolia de no tener muchas vidas para perderlas en el jeneroso empeño de conservar la libertad. En este segundo choque perdió tambien mucha jente i no se terminó hasta que en los lances de la escaramuza le encontró Loncomilla, hijo de Catimalu, jeneral de los ausiliares i se trabó entre los dos una batalla singular. Rompieron robos las lanzas, pero sin herirse, i poniendo mano a las macanas o mazas, tuvo Loncomilla la felicidad de descalabrarle de un feroz golpe i exhaló el alma por veintitres heridas que recibió en las dos escaramuzas. Sus soldados, tan irritados como su jeneral, perdieron casi todos la vida, obstinados en su defensa, que ya les era imposible, i solo se libertaron los que, menos animosos o mas reposados, hicieron empeño de soberbia a su jeneral, cuya memoria debía eternizarse colocándole entre los héroes por su valor i por su amor a la patria. No le es posible a mi pluma hacer el justo elojio de este animoso capitan, pero lo haría. sus mismas acciones que quedan detalladas, i ellas perpetuarán su heroisidad en la duracion de los siglos.

Recojierón los araucanos el cadáver de su jeneral para Hacerle las exequias debidas a tan ilustre defensor de su patria i libertad. Grande fué este golpe, mas no por eso alcanzó a consternar aquellos ánimos jenerosos, que con su constancia se hicieron superiores a nuestras armas. Concluido el funeral, elijieron por caudillo a Loncomilla (6), para que mandase el ejército, i defendiese la causa pública de su nacion. Era este araucano de jenio vivo, intrépido i animoso i mui esperimentado en la guerra, i como pariente de Queupuantú debía agregar a los intereses de su nacion la particular venganza de su inmediato deudo.

Trato luego de juntar tropas en la celebridad de su eleccion i cortó la correspondencia con las provincias de Arauco para que no se penetrasen sus designios: pero llegó a noticia del maestre de campo la solemnidad de la eleccion i el acopio de jente con certidumbre del paraje; i ántes que tuviese un trozo considerable, resolvió desbaratar las ideas al nuevo jefe. Salió con los mismos cuatrocientos hombres sobre la misma parcialidad de Ilicura, i sin ser sentido de la asamblea cayó sobre ella. Ni tampoco de ponerse en defensa tuvieron aquellos hombres, que no previeron la sorpresa. Pereció el nuevo jeneral con otros muchos i se cautivaron cincuenta personas i les tomaron muchas armas i caballos. Esta funcion le salió de balde al maestre de campo, que no perdió en ella ni un hombre i puede compensar la anterior, que le costó muchos ausiliares i no pocos españoles. Por bien empleada se pudiera haber dado esta pérdida, que era justo precio de la cabeza de Queupuantú, si no la renacieran a esta nacion otras muchas, que hasta el día llevan con teson el empeño de aquél.

Tampoco estuvieron ociosos los españoles por la frontera de San Felipe. El sarjento mayor les hizo muchas hostilidades, algunas presas i prisioneros. De modo que en este invierno (1631) se les tomaron en las dos fronteras de Arauco i San Felipe mas de seiscientas personas, mil caballos i no poco ganado vacuno. Rebolledo logró en sus correrías mejores efectos que el maestre de campo. Se le vinieron de paz los famosos pehuenches (1631) ofreciendo ser sus ausiliares con condicion de la gratificacion de sus servicios. No anduvo escaso Rebolledo en sus promesas, que cuanto tenia de corto con lo propio era de liberal con lo ajeno. Se hizo el ejército español de valientes defensores o ausiliares, aunque con la pension de un continuado recelo, molestoso trato i larga contribucion. Ellos son de calidad que el beneficio recibido léjos de ser motivo para ganarlos de agradecidos, sirven de márjen a su ingratitud. La primera dádiva es causa de una perenne contribucion, i se les puede sobrellevar porque son útiles en la guerra.