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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo II

Capítulo X. Otra campaña del Gobernador contra los indios - Envia jente a la provincia de Tucuman.

Mucho tiempo habia estado quieto Butapichun, que a su jenio vivo i de prontas resoluciones añadía una sagacidad tan insinuante que se levantó con el predominio de su nacion. Les aparto de los temores en que les habia puesto la rápida fortuna del gobernador i les persuadió convenía juntarse en la provincia de Puren, para oponerse a sus ideas, i en una funcion decisiva buscar propicia la fortuna o esperimentar el golpe de su desgracia, que les ministrarla luz para resolver el arbitrio que se habia de tomar en la conservacion de la libertad. I como los de esta nacion necesitan poco estímulo para salir a la guerra, i estaban reforzados con las muchas presas que hicieron, protejidos de la impremeditada defensiva del padre Luis de Valdivia, que hasta hoi les tiene sumerjidos en la ciega jentilidad; se dejaron llevar de los consejos de Butapichun.

Estas noticias llegaron abultadas a la frontera en circunstancias de haber llegado de la capital el gobernador con algunos de sus vecinos nobles; que voluntariamente se profirieron a acompañarle. En cuatro dias dispuso las cosas necesarias. para la guerra, i salió a campaña con mil ochocientos españoles i ausiliares para ahorrarle a Butapichun algun camino. Puesto en Curalab, destacó al sarjento mayor con la caballería para que batiese todo el pais de Repocura i se uniese con él en Quillin. Corrió Rebolledo todo aquel territorio con tanta velocidad i fortuna, que llego a Quillin poco despues de haber alojado el ejército con trescientos prisioneros i finas de seis mil reses de ganado vacuno, caballar i lanar. Mayor hubiera sido la presa si los araucanos no hubieran sido prontos en retirarse a los bosques con sus familias i las haciendas que pudieron llevar, entregando al fuego lo que la prisa no les permitió conducir, para que los españoles no se aprovechasen ni tuviesen la complacencia de hacer aquella hostilidad.

Algunos caciques enviaron comisarios pidiendo el buen tratamiento de los prisioneros i proponiendo su canje o rescate. Los recibió el gobernador con agrado i cortés agasajo. Les habló mucho de los estragos de la guerra i de las conveniencias de la paz i les prometió hacer todo lo que pedian si entraban por convenios pacíficos. Se despidieron los enviados; i como estaban resueltos a mantener la libertad, no volvieron al campamento.

Los principales capitanes del ejército, que en todas ocasiones i circunstancias debian falsificar los informes del padre Valdivia i el comun concepto que se tenia de que la duracion de la guerra de aquel reino consistía en las presas de cautivos, parece que hacían empeño de manifestar su codicia. Propusieron el regreso del ejército para no aventurar la que hizo Rebolledo. El gobernador reflexionó con maduro acuerdo la propuesta. Se hizo cargo del motivo de su salida. Esta se hizo por buscar al enemigo, i la ocasion de esta presa podía estimularle a presentarse para recuperarle. I en este caso se prometia una completa victoria, porque el ejército tenia este motivo mas para empeñarse en la batalla. Conoció desaire de su persona i de sus créditos de soldado en la retirada. Ya se hizo cargo de que sus émulos publicarían la codicia que en l no residía, i que estimulado de ella propendía a la continuacion de la guerra í se le harian gravísimos cargos viendo que pasaban los años sin adelantar un paso en la sujecion de los indios. Consideradas estas razones, publicó la marcha.

Traslado el campamento a la deliciosa provincia de Repocura i se mantuvo en ella tres dias, sin otro destino que ofrecer la paz a sus habitantes. Se persuadió de que el amor de sus cautivos les haría entrar por este partido. Le salió vana esta idea i paso a la Imperial haciendo todos los estragos que se suelen hacer en país enemigo. Entro en la arruinada ciudad de este nombre (diciembre 24 de 1631), i fué el primer gobernador que puso pié en ella despues de su desolacion i mando cantar una misa para los difuntos. Lloraban unos sobre las ruinas de su patria i se alegraban otros de ver el ejército español en el centro de la tierra de guerra. Se le presentaron muchos caciques a canjear sus prisioneros por cautivos españoles. Se trató mucho de las conveniencias de la paz i puso todo su cuidado en inclinarles a ella, ya con blandura, y a con amenazas. La jente de aquella provincia es dócil i protestaron sus pacíficas inclinaciones. Se empeñaron en persuadir que estrechados de los Purenes i Tucapeles permanecían en la rebeldía. Pidieron al gobernador volviese a poblar la ciudad de la Imperial i levantase otras colonias para el abrigo de ella, para defenderse de aquellos tenaces promovedores de la guerra i que a la sombra de este asilo declararían abiertamente su obediencia, que de otro modo era impracticable, a ménos que no se quisiese hacerles entrar por la dura condicion de abandonar el suelo de su naturaleza. Con esto se concluyó la conferencia i fueron cortesmente despedidos.

Ellos mismos dieron noticia dé que Butapichun se hallaba con mil quinientos Hombres a la parte meridional del río Caiten en observacion de los movimientos del gobernador por si acaso sé le presentaba ocasion ventajosa de atacarle. Estaba la ciencia militar de Butapichun mui olvidada de sus antiguas resoluciones i no acertó a conocer que la internacion del ejército español en su pais había sido la mejor i mas oportuna ocasion gire lo presentaba la fortuna, i pues habia quedado al arbitrio de sus armas toda la frontera, pudo haber hecho en su distrito lo mismo que el gobernador en sus tierras. Se apartó de Butapichun la fortuna i le abandonó desde que la despreció en la batalla de Albarrada. Cerciorado el gobernador de la noticia, envió al maestre de campo con la caballería a sorprenderle. Comprendió Butapichun el designio: se ocultó en los bosques i desvaneció aquella idea.

Viendo el gobernador que de ningun modo podía empeñarle en una formal batalla, resolvió la retirada. Esta se hizo añadiendo precauciones, porque los araucanos seguían el ejército con cuidadoso empeño i se dejaban ver a lo léjos desde puestos ventajosos. De muchos modos les provocaba el gobernador a combate, mas nunca lo pudo conseguir. Orientado Catimalu jefe de los ausiliares, de los deseos que tenia el gobernador de darles un golpe de mano, para complacerle, arbitró un ardid. Alojado el ejército i entrada la noche, se adelantó con sus ausiliares a internarse en un bosque del camino por donde había de pasar el ejército i cuando llegara a él, aparentar que peleaba con la retaguardia, para que persuadidos los rebeldes que era algun escuadron de los suyos, bajase del monte a su socorro. Así se hizo i salió bien. Al momento que vieron la finjida batalla; verdadera en su concepto, cargaron sobre la retaguardia i pagaron su inadvertencia con veinte muertos i once prisioneros.

Los de Ilicura no procedieron tan inadvertidos, como Butapichun. Aprovecharon la ausencia, del ejército, i conducidos de Huenucalquin hostilizaron las inmediaciones de la plaza de Arauco. Pusieron fuego a la parcialidad de Carampangue i cautivaron muchas indias. Tuvo Catimalu aviso de esta irrupcion i pidió licencia al gobernador para pasar a la provincia de Ilicura i hacer represalias. Se le dio gusto, i mando el gobernador que el maestre de campo le sostuviese con alguna parte de la caballería. Los de Ilicura conocían el carácter de Catimalu i recelaban este golpe. Pusieron centinelas en los cerros de Puren para ser avisados con tiempo i juntarse en defensa de su pais. En verdad que fué acertada prevencion, pero la frustró el maestre de campo. Entro i salió de aquella provincia con rapidez i burló la vijilancia de Huenucalquin. Regresó con cincuenta cautivos, dejando muchos muertos i entregadas a las llamas las chozas i sementeras de la comarca de Ilicura.

Se incorporó con el ejército i marcharon a la frontera de San Felipe i se dio por concluida la espedicion de la Imperial, que por haber sido la mas ventajosa hasta hoi, es conocida por este nombre. Se graduó de formidables a los enemigos, porque se les hizo cruel hostilidad, i de grande reputacion para las armas, porque no tuvieron la menor quiebra. Ascendió el número de los prisioneros a quinientos i el de los muertos a ciento setenta. Se rescataron muchos españoles i se les escaparon i pasaron al ejército cincuenta indios ausiliares que estaban cautivos. Les tomaron trece mil reses de ganado vacuno, caballar i lanar. ¿Pero qué se adelantó con esto? ¿Se avanzó algo en la sujecion de los rebeldes, que era el fin de aquella guerra? Nada. Ellos quedaron en su independencia, i de consiguiente, la espedicion de la Imperial, aunque fué mui ruidosa, también fue sin consecuencias. La idea que se propuso el caballero Lazo era estrecharles a rendirse, sin considerar que semejante rendicion durarla el tiempo que tardasen en su reposicion. Si no se adopta el método del incomparable Pedro de Valdivia, los indios de Chile siempre serán independientes.

Puesto el gobernador en la plaza de Buena-Esperanza, dió expediente a muchos negocios públicos y del real servicio. El que le llevo su primera atencion fué el ausilio de Tucuman. Se sublevaron los indios Calchaguíes; y don Felipe Alvornoz; gobernador de Tucuman, pidió al virei, conde de Chinchon, mandase al gobernador de Chile le diese auxilio de jente i armas para sujetarles, pues en ello se interesaba su gobernacion por la parte de Cuyo. Su excelencia pasó la órden correspondiente al caballero Lazo, y aunque la guerra de aquel reino no permitia estas divisiones (1632), obedeció i envió un escuadron a las órdenes de don Juan de Adoro, correjidor de la ciudad de Mendoza y algunos capitanes esperimentados para comandantes de las expediciones. Llegó este refuerzo a buen tiempo i con él se verificó la sujecion de los rebeldes Calchaguíes y quedaron pacíficas aquellas provincias. Se distinguió en esta pacificacion don Jerónimo Luis de Cabrera, que sirvió en estas espediciones con su persona i hacienda.