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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo II

Capítulo XXXII. Asedio, defensa i despoblacion de la plaza de Boroa.

En este tiempo, que ya se acercaba el invierno, se tuvo noticia cierta en la ciudad de la Concepcion del animoso esfuerzo con que se defendieron i se mantenian los de la plaza de Boroa contra todo el poder de los rebeldes, i resolvió el gobernador socorrer a aquellos valerosos i sufridos soldados, Retardó su resolucion la diversidad de opiniones que hubo sobre el asunto. La mayor parte de los capitanes del ejército eran de opuesto. dictamen. Alegaban que los rebeldes se numeraban por millares: que sus operaciones militares no eran para despreciadas i debia tenerse por indubitable que internando el ejército en sus tierras, no solo podian cortarles la. retirada, sino tambien asaltar al mismo tiempo la ciudad de la Concepcion, que era indispensable quedase punto ménos que indifensa con la salida a campaña de todo el ejército; que no era prudencia esponer todo aquel territorio por, defender una pequeña parte de él, pues vencido i derrotado el ejército o cortada que fuese no mas su retirada, era consiguiente se apoderasen los rebeldes de todo el pais, cuyas únicas fuerzas, i aun las de todo el reino, se reducian a aquel ejército que se trataba de poner en campaña para que obrase en lo mas interior del que ocupaban los rebeldes I finalmente, que si Dios fuese servido mantener la plaza, hasta el siguiente verano, se podria entonces verificar su socorro sin los riesgos que en la ocasión tenia la determinación.

Las consideraciones que se tuvieron a estas razones retardaron mas la resolución. El gobernador consultó a la Real Audiencia sobre el caso, i aquel sabio senado juntó los capitanes retirados que hablan servido en la frontera para, acordar con ellos su dictámen. Pero corro aquellos militares tenian a sus hijos sirviendo en el ejercito, pensaron con debilidad, adhiriéndose a la parte negativa, i se conformo con ellos el tribunal.

Recibido este parecer, celebró el gobernador nueva junta de guerra, i los maestres de campo don Miguel de Silva, don Diego Gonzalez Montero, que acababa de llegar de la cuidad de Valdivia, don Martin de la Crizar, don Francisco Bascuñan i el sarjento mayor don Ignacio de la Carrera, Iturrugoyen votaron por el socorro de la plaza, i comprometidos todos en que don Diego Gonzalez Montero, autor principal ole este dictamen lo fundase, dijo que no menos era contra la reputación de las armas españolas dejar perecer aquella guarnición que contra el real servicio i el Estado. Si miraban los vasallos que eran abandonados unos soldados que con tesón irritaron la rabiosa furia de un enemigo bárbaro, no habria en adelante quien empeñosamente se quisiese esponer al peligro de las batallas i en el asedio i que verla una prueba nada equívoca de cobardía, que otro tanto mas debia alentar el orgullo de los rebeldes. "Un riesgo, dijo, meramente imajinado, aquel de la temida perdida del ejército i del reino, no debe ser atendido contra el evidente i cierto peligro en que se halla aquella colonia. El maestre de campo don Jerónimo Molina, castigó a los rebeldes i no le cortaron la retirada. El señor gobernador salió a campaña i corrió por paises enemigos cubiertos de bandadas de bárbaros, que ni intentaron ni pudieron impedirle su regreso. Para todo tiene remedio el arte de la guerra. La ciudad se halla en buen estado de defensa por lo que respecta a su fortificacion. Quedara en ella el señor gobernador con la tropa que guste i le parezca conveniente. Podrá su señoría disponer que un trozo del ejército, con la mayor parte de la caballería, se mantenga sobra: la isla, de la Laja para divertir al enemigo i sostener al que debe internar hasta Boroa Este deberá componerse de. infantería i poca caballería para no embarazar el ejercito i retardar le las marchas haciendo forraje para su remonta. El objeto de la espedicion no ha de ser el socorro de la plaza, siglo sacar su guarnicion porque las fuerzas del dia no son para repetir muchas veces esta jornada. Ni menos se ha de buscar ni perseguir a los rebeldes, que para eso vendrá tiempo en la siguiente primavera. Debe hacer seguidamente la marcha i pelear avanzando camino, si acaso fuese atacado. Siempre que se observase este método, yo aseguro el buen éxito de la espedicion i ninguno se atreverá a constituirse responsable de la sostencion de los sitiados hasta el próximo verano."

Agradó al gobernador este pensamiento, i se hizo todo según el plan detallado por el caballero Gonzalez Montero. El mando del trozo de observacion que debia obrar en la isla de la Laja sobre la ribera del Biobio se le dio al capitan Erizar, i el del cuerpo del ejercito, que era el de la espedicion i se componia de setecientos soldados de infantería i alguna caballería, se encargó el maestre de campo don Francisco Bascuñan (28), i de segundo comandante al sarjento mayor don Ignacio de la Carrera, i de capitan el padre Jerónimo de Montemayor de la estinguida Compañía de Jesús. Se profirieron a ir en clase de aventureros el licenciado don Luis de las Cuevas, don Francisco Bravo de Saravia, señor de Almenaz, sus tercios i catorcenas i don Alonso de Silva, hijo del maestre de campo don Miguel, famoso capitan en las guerras de Chile. Mientras se dispone la salida del ejército, veamos qué defensa hicieron los sitiados.

Cinco dias ántes de la sublevacion salió el maestre de campo don Juan de Salazar de aquella plaza a su memorable espedicion del Riobueno. Llevó consigo a don Francisco Bascuñan, que se hallaba de comandante de ella, i dejó de interino al capitan don Miguel de Aguiar con dos subalternos i cuarenta soldados. Luego que el capitan Aguiar tuvo noticia de la conspiracion, se fortificó mas. Levantó otro rebellin en la contraescarpa del foso. Despidió de la plaza cincuenta i siete indios de servidumbre con sus familias, tanto por no tener enemigos dentro de casa, como por desprenderse de unos hombres que de nada mas podian servir, sino de consumir víveres i aumentar cuidados. Recojió todos los comestibles que teman los dos jesuitas conversores, la tropa i mujeres de los soldados que salieron con el maestre de campo Salazar, i los almacenó para distribuirlos con peso i medida a doscientas personas de todas edades i sexos, que quedaron de puertas adentro; i hecho su plan de defensa, aguardó los ataques de los rebeldes.

No tardaron éstos en venir. Entrado el siguiente dia del alzamiento, se presentó a la vista el cacique Chicahuala con un cuerpo de ocho mil hombres, divididos en tres trozos, mandados por los capitanes Catimahuel, Inaitarú i Colpinahuel. Intimó al capitan Aguiar la rendicion de la plaza, ofreciendo las vidas. Fué despreciada su insolente proposicion, i empezó el primer ataque a los ocho de la mañana con tanto tezon i ardimiento, que llegó a abrir brecha, i la defendió animosamente el subteniente don Gaspar Martinez con ocho soldados. Era de dia, i no se perdió tiro, i con dos cañones de artillería de a ocho que tenian, i cargaban a metralla. hacian mucho destrozo. Advirtió Chicahua, la su pérdida, i se retiró a las dos horas de la tarde; i aquella poca tropa tuvo lugar de descansar para entrar en nuevas fatigas.

En efecto, repitió Chicahuala los ataques en las dos noches siguientes. Intentó incendiar los edificios, cuyos techos eran pajizos. Arrojó innumerables flechas encendidas i muchos tizones disparados con hondas En muchas partes prendió el fuego, pero las mujeres lo apagaron. De ellas fué este cuidado, como tambien el de hacer centinelas de dia para que durmiesen los hombres, aquellos fatigados soldados. Se retiraron los rebeldes, i aunque perdieron doscientos hombres, volvieron mui orgullosos a repetir sus amenazas al comandante, intimándole nuevamente la rendicion. Se inclinaba aquel capitan a este partido por falta de municiones de guerra, i lo consultó con los oficiales i los conversores. Se opuso a este débil pensamiento el subteniente don Luis Lezana, i apoyaron su dictamen los dos jesuitas. Procuraron éstos esforzado persuadiendo a aquellas jentes que una efijie de Nuestro Señor Jesucristo i otra de la Vírjen Santísima habian sudado el primer dia que los indios atacaron la plaza i reiteraron el prodijio la primera noche que los rebeldes repitieron el asalto (29). Pudo ser mui bien, que son diferentes los modos de que se vale Dios para manifestar a los hombres su proteccion. Sea lo que fuere de aquel sudor, resolvieron mantenerse a todo costo. Redujeron la fortificacion a una tercera parte de lo que era. Derribaron los edificios i levantaron provisionalmente los que necesitaban, cubiertos con pieles para alejar el peligro de ser incendiados. En un baluarte hallaron enterrado un botijo de pólvora i dos barras de plomo (30). Con aquélla i trescientas libras que Bascuñan envió desde Quetatué i logró introducir en la plaza el capitan don Gaspar Alvarez, sostenido del cacique Antuvilú, de la parcialidad de Maquehua, no le faltó esta municion. No tenian el plomo suficiente, pero suplieron su falta con la plata labrada de Bascuñan, i la del servicio de la iglesia (31).

No perdia Chicahuala la esperanza de rendir la plaza i hacia empeño de tomarla. Envió dos espías a reconocer la nueva fortificacion, pero no volvieron, porque descubierto el verdadero objeto de su comision, sufrieron pena de muerte Dirijió Chicahuala entonces sus operaciones por otro rumbo. Ya habia probado el de la fuerza, pero sin efecto i siempre con pérdida, i di puso usar de la astucia. Persuadió al capitan Juan Ponce de Leon su prisionero, que deseaba la paz, i le hizo escribir una carta a los jesuitas conversores proponiéndola. Le envió i se acercó a la plaza, i pidió saliese uno de los jesuitas conversores a tratar de aquella negociacion. Pensaron que iba Chicahuala de buena fe i salió el, padre Diego Rosales al paraje donde le aguardaba allí fue orientado cl jesuita de la traicion i con disimulo se le fue de la, mano i volvió a la plaza. Entonces cl araucano hizo señal de acometer i sanó una numerosa emboscada con designio de forzar la puerta. No le salió bien su temerario arrojo, perdió en él muchos soldados i diez caciques. Uno de estos fue Colpinahuel, i en venganza de esta pérdida condujeron a vista de la plaza al capitan Ponce i le quitaron la vida con la crueldad que ejecutan con los prisioneros.

Los caciques i capitanes, jóvenes aun, no querian escarmentar, i proponian volver a los asaltos, que ya eran seis, ascendian a número considerable las pérdidas; pero los esperimentados se opusieron a este modo de penca, i acordaron el bloqueo prohibiendo con gravísimas penas la introduccion de víveres. Sus tropas no tienen disciplina, i quedó sin efecto la prohibicion. El cacique Antuvilú, con uno de sus hijos i otros camaradas conducian aves, corderos, vacas, trigo i maiz para surtir los sitiados, que tenian buen cuidado de pagarlo bien. I para que no interviniesen fraudes en las compras se prohibieron a los soldados, i se comisionó a los jesuitas esta importante negociacion, i la hicieron con tal eficacia, que aquellos indios no dejaban vaca alguna que no robasen para venderla a los sitiados. Hubo ocasion en que a la media noche se arrimaron a la plaza ciento sesenta reses de ganado vacuno, i de este modo jamás fueron estrechados del hambre.

Viendo los rebeldes que ni por hambre podian rendir la constancia de los sitiados, volvieron a los ardides. El cacique Inaqueupu, de la provincia de Maquehua, íntimo amigo de don Francisco Bascuñan finjió haber tenido mensaje de este caballero pidiéndole condujese a la ciudad de la Concepcion a su hijo don Fernando, al capitan Aguiar i a los dos jesuitas. Le hizo saber a los interesados, ofreciendo cumplir su encargo en obsequio del amigo Se le contestó admitiéndole, i para mas asegurarlo le enviaron a proponer viese modo de llevar tambien el equipaje de su amigo don Francisco, i que en caso de resolverse se arrimase a la plaza para sacarlo. Tratado todo a satisfaccion de Inaqueupu se estipuló la salida, para después de seis dias, i miéntras se cumplian, dispusieron los sitiados una empalizada levadiza cerca de la puerta para cojerle entre ella i el rebellin.

No falto Inaqueupu al plazo, pero tampoco quiso acercase, i envió a su hermano Ayllacuriche con el cacique Neculantu que ambos cayeron en el lazo. No se logro del todo este contra-ardid, porque Ayllacuriche pudo escapar tirándose por la barranca del rio Quepe. Inaqueupu se retiro mui ruborizado con seis , mil hombres que tenia emboscados para atacar la plaza luego que tuviese en san poder al capitan Aguiar i a los conversores.

Despues de Inaqueupu probaron la mano los de la Imperial. Se dieron por amigos, i en verdad que de ellos eran ayunos de los que vendian víveres a los sitiados. Finjieron que el ejército de los españoles habla salido de la Concepcion, i regresado a ella derrotado i con mucha pérdida de jente i caballos. Manifestándose compasivos, les propusieron la imposibilidad de mantenerse, i que para no caer en manos de bárbaros se fuesen con ellos i les tendrian en su país hasta que tratasen de la, paz. Oida la proposicion, aparentaron los sitiados admitir el partido, i les pedian se acercasen a la plaza para que cada uno se hiciese cargo de una persona i sus bienes. Cuatro dias estuvieron consultando este negocio sin acertar a resolverse, i les estuvo bien, porque otros llevaron el golpe que les estaba preparado.

En este tiempo llego Lebuepillan, de la parcialidad de Angol con su sarjento mayor Guayquilab a la testan de un escuadron de ochocientos hombres de caballería bien armados. Antes de ponerse, a vista de la plaza, envió a proponer buenos partidos al capitan Aguiar, si se le rendia a el i no a los de la Imperial halagándole con el trasporte de su persona a la ciudad de la Concepcion. sal embajada fué bien admitida, i le citaron para el siguiente dia. Despedido el enviado, hizo el capitan Aguiar poner en el rebellin cerca de la puerta los dos cañones de a ocho, cargados a metralla i cubiertos con yerba verde, i de dos caballos que la pasturasen. Mandó tambien que los soldados ocultasen los arcabuces, i les puso a la vista alhajas de plato, tafetanes, lienzos i listonerías para mas avivarles su insaciable codicia. Los dos jefes se acercaron con doscientos hombres, i cuando estaban mas empeñados en los artículos de la rendicion, dio la señal Aguiar de pacer fuego, i se ejecuto con tan buen efecto, que quedaron muertos setenta rebeldes, i entre ellos los dos caudillos. Con estos repetidos escarmientos no se volvieron a poner debajo de los fuegos de la plaza.

La viveza del caballero Carrera. que en nada se embarazaba facilitó la salida del ejército que debía ir a su socorro. Dispuso la marcha con tal orden i precauciones, que parecía imposible la temida derrota. Inspiro en los soldados un animo brioso i valiente i tal confianza, que cada uno se suponía un Aquiles. Salió de la Concepcion en principios de marzo (1656), i sobre el rio Laja combatió con un escuadron de los enemigos, que derrotados pusieron en arma todo el pais. Quedo Erizar en la Laja sobre el Biobio con el cuerpo de observacion, i marcho el resto del ejército en número de setecientos hombres, resistiendo algunas pequeñas guerrillas, las que sostenían i combatian sin perjuicio de la marcha. Pero el transito del río de los Sauces se lo disputo un numeroso escuadron de los rebeldes, que derroto con muerte de mas de seiscientos, i entro en Boroa el 18 del mismo marzo. A los tres dias salió con aquella guarnicion i sus familias. Quemó Bascuñan todos los edificios, i regreso sin contradiccion hasta el Biobio, donde los rebeldes tenían una poderosa emboscada sobre el confluente de este río con el de Vergara. Fué descubierta por los batidores, i avisado Bascuñan, tomo el camino de Negrete i paso con felicidad. Poco despees llego el escuadron de los rebeldes sobre el mismo vado, pero no se atrevió a pasar el río. I unido Bascuñan con Erizar entro triunfante en la ciudad de la Concepcion. En todos los templos del reino se celebraron misas solemnes en accion de gracias por el buen éxito de la espedicion, i los jefes de ellas se hicieron dignos de la pública aclamacion.