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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo II

Capítulo XLVII. Toma posesion del Obispado de La Concepcion el Ilustrísimo señor Don Frai Francisco de Loyola - Gobierno interino de Don Diego Dávila Coello i Pacheco, Marqués de Navamorquende.

En 1600 se tuvo noticia en Chile de haber sido presentado para la iglesia de la Concepcion el reverendo padre frai Cristóbal Betancur relijioso de la órden de San Francisco. No has a su iglesia; i nos persuadirnos de que falleceria ántes de obtener las bulas, o no aceptaria la mitra.

En su defecto fue presentado para la misma iglesia el ilustrísimo señor don frai Francisco de Loyola, de la órden del gran padre San Agustin, hijo de la provincia de Lima, en la que fue provincial. Tomó posesion de su obispado, que gobernó con infatigable celo. Edificó la Catedral, que estaba arruinada con el terremoto e inundacion del mar el año de 1657, i perseveró hasta el de 1730, que la derribó otro igual accidente. Hizo el costo de la custodia i vasos sagrados, i de la campana grande, que hasta hoi sirve. Falleció en noviembre de 1677 con farra ole limosnero, i la acreditó bien la pobreza en que murió. No alcanzaron sus espolios a costear unas moderadas exequias. Reposan sus cenizas en la misma Catedral (48).

Don Pedro Fernandez de Castro i Andrada, conde de Lemos, i virei del Perú, conoció bien cuánto exaspera al vasallo un gobierno impetuoso, fundado en la lei del antojo de un hombre, que persuadido de que los súbditos que la real piedad puso a su direccion i cuidado son otros tantos esclavos constituidos a sufrir sus voluntariedades bajo el colorido de la subordinacion mal entendida, e interpretada en sentido mui distante de la real intencion del soberano, cuya piedad i clemencia aborrece el despotismo, que se pretende i se ejercita, i practica, i aun se patrocina con la voz de subordinacion, que ya dije era mal entendida, i peor interpretada. Conocía tambien su excelencia que el pais que tenia, la desgracia de sufrir el pesado yugo de la tiranía se halla en peligrosa situacion, i pide pronto remedio ántes que el público intente sustraerse por sí mismo de las furias del tirano que le oprime. I como por las informaciones que habia recibido sobre la conducta del gobernador don Francisco de Meneses miraba a Chile bajo este horrible aspecto, puso toda dilijencia en evitar las funestas consecuencias que amenaza un gobierno voluntario. Separó al caballero Meneses de este cargo, i le confirió a don Diego Dávila Coello i Pacheco, marques de Navamorquende i señor del estado de Montalvo, por despacho de i de enero de 1668.

Desembarcó en el puerto de Valparaiso con ciento cincuenta soldados que le dió el virrei, i fu recibido al ejercicio del empleo la noche del 21 de marzo del mismo año por su apoderado don Miguel Gomez de Silva. Cerciorado de su recibimiento, i de la prision de su antecesor, se puso en marcha para la capital donde fue admitido con el aplauso i regocijo correspondiente a la pesada opresion de que libertaba a sus vecinos. No admitió las fiestas que le tenían prevenidas i son de costumbre, por ahorrar esos gastos a la ciudad.

La condescendencia del caballero Meneses con la tropa tocó en los estremos. Mas de mil hombres tomaron su licencia, que sin dificultad la concedía, para aprovecharse de esa parte del real situado, i fué el oríjen de las desavenencias del veedor Pacheco. Estos vagaban por todo el reino, haciendo latrocinios i otros insultos, i para remediar el nuevo gobernador aquellos desórdenes, promulgó bando ordenándoles sé presentasen, i al mismo tiempo echó partidas de tropa que los aprehendiesen, i condujesen a la capital. En pocos dias se juntaron mas de cuatrocientos, i acompañados de los ciento cincuenta soldados que llevó de Lima los envió a la frontera.

Nombró de maestre de campo jeneral a don Ignacio de la Carrera, que volvió a Chile con él; dió el empleo de sarjento mayor a don Alonso de Córdoba i Figueroa, i el de correjidor de la ciudad de la Concepcion a don Simon de Sotomayor. Al primero le mandó diese relacion del número de tropa que hallase en la frontera, de su vestuario i armamento, montura i remonta: del estado de las plazas i fuertes, sus armas, artillería i municiones, i el principal objeto de cada una de ellas. Se halló falta en la remonta, i negoció con los vecinos de la capital hiciesen un donativo de mil caballos para su reposicion. Tuvo buena correspondencia con los reverendos obispos, conformidad con la Audiencia, i buena armonía con cada uno de los ministros que componían aquel tribunal, i afable trato con sus súbditos, que acostumbrados a la aspereza de su antecesor, fue causa de que le amasen íntimamente. Repuso en sus empleos al tesorero don García Valladares, i al contador don Miguel de Cárcamo, injustamente depuestos i desterrados por el caballero Meneses. Hizo asiento para el abasto de la ciudad i puerto de Valdivia con utilidad del erario. I finalmente tomó otras disposiciones económicas que seria fastidioso referir.

Dadas estas sabias providencias (mayo de 1668), pasó a la ciudad de la Concepcion. Visitó las plazas de la frontera, i dispuso la reparacion de las que halló ruinosas. Pasó revista a la tropa, vistió al soldado, i mandó distribuir el situado sin que se les defraudase cosa alguna. De este modo comenzó a restablecer la antigua disciplina en el ejército, que ya ni memoria habia de ella, porque no se puede poner al soldado en aquella disciplina militar, propia de la milicia, cuando no se le asiste con el sueldo, i se le cumplen las condiciones de vestuario, i otras de esta naturaleza.

Entrada la primavera salió a campaña por el estado de Arauco con dos mil españoles i auxiliares. Adelantó las obras de fortificacion de la plaza de este nombre, restablecida por su antecesor. Pasó al de Tucapel, i reedificó su arruinada plaza i la dedicó al santo de su nombre para perpetuar su memoria, i en verdad que desde entonces le conservó no obstante la variedad de ubicaciones que ha tenido. Desde allí fué a Paicaví, i levantó la arruinada plaza de esta parcialidad, que con cien hombres de guarnicion dejó a las órdenes del capitan Fabian de la Vega, i en ella estableció una casa de conversion encargada a los jesuitas. Trasmontó la sierra de Nahuelbuta, i puesto en la plaza de Puren reforzó su guarnicion, i con la del fuerte de la Imperial que despobló, aumentó la del de Repocura. Corrió por las parcialidades rebeldes i les hizo muchas presas de indios i de ganados (año de 1669). Regresó por tierra de Llanos; i despoblada la plaza de Tolpan (49), trasladó su guarnicion a la de San Carlos de Austria, i levantó la de Madintuco sobre la ribera del rio Laja en su union con el Biobio para mayor seguridad.

Se retiró a la ciudad dula Concepcion, donde tuvo noticia de estar en viaje desde Panamá a Lima el provisto por la corte para aquel gobierno. I porque su pariente el virei del Perú le dió facultad para retirarse a Lima i evitar desaires del sucesor, se trasladó a la capital para dar la última mano a las instrucciones de su excelencia. Concluido todo, envió el despacho de gobernador i presidente de la Real Audiencia, librado por el virei a favor de don Diego Gonzalez Montero, que se hallaba en la ciudad de la Concepcion, i el se trasladó al puerto de Valparaiso (febrero de 1670) con destino de embarcarse para el del Callao. Le siguieron don Juan Rodulfo Lisperguer i don Gaspar de Ahumada, capitanes dé aquel año, comisionados por el Ayuntamiento de la capital, presidido del nuevo gobernador con órden de no separarse de su persona hasta dejarle en la nave de su trasporte, i allí darle gracias a nombre de todo el reino por su prudente, pacífico, equitativo i benéfico gobierno (50). Arribó felizmente al puerto de su destino, i murió en Lima antes que regresase a España su prima la condesa de Lemos, viuda del excelentísimo señor virei don Pedro Fernandez de Castro.