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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo II

Capítulo LI. El Gobernador declara la guerra a los indios.

Tanteados i penetrados los ánimos, disposiciones i carácter de los oidores i vecinos de la capital, meditó el gobernador en sus propios intereses, i formó cálculo mui exacto de los que podia reportarle su gobernación. Vió que se reducía a cuatro ramos, i eran el de los esclavos que se tomaban en la guerra, la venta de los empleos militares i de las mercedes de encomiendas de indios; el comercio con la tropa repartiéndoles efectos por precios mui subidos, i el de plazas supuestas. Conoció que el segundo arbitrio hacia muchos quejosos i enemigos, i se propuso la idea de adquirir amigos con él, i distribuyó los empleos :militares i las encomiendas de indios en oficiales i vecinos de mérito, i confirió los demas cargos lucrativos a los hijos i parientes de los togados, de que se siguió la opresion del vasallo desvalido, i como sus lamentos eran contra personas sostenidas, i brazos i poderosos, jamás fueron atendidas. Mas no faltaron sujetos advertidos que conociesen el mal, i bien intencionados lo avisaron al soberano para su remedio. El rei, orientado de los daños i perjuicios que sufrian su vasallos, por su cédula real dada en Madrid a 27 de agosto de 1676, prohibió a los gobernadores de América la provision de estos empleos en sus parientes i allegados, i en los hijos, parientes i dependientes de los togados; i manda se cometan las residencias a personas desinteresadas i de aprobada conducta para que desagravien al vasallo perjudicado. Le causó horror la iniquidad del tercer medio, i graduó de imprudencia aventurarse a los peligros del último, i aunque el primero no cede en iniquidad a los otros, i tiene una formal oposicion con los sentimientos de humanidad, le mereció su eleccion por ménos espuesto a las quiebras que esperimentaron algunos de sus antecesores en la práctica de aquellos.

Preocupado en el deseo de enriquecer, se arrepintió de las negociaciones de paz, que tan felizmente adelantó, i poseido del espíritu de la insaciable hambre del oro, atropelló el derecho natural, faltó a la fe pública, i desentendiéndose de los buenos sentimientos de humanidad, manchó con sangre todas sus bellas cualidades. Por leves causas declaró guerra a los indios, i fué el caso. Avisó don Alonso de Córdoba i Figueroa, comandante jeneral de la frontera, que en el cacique Ayllacuriche se notaban algunas inquietudes que daban mérito a sospechar de su. fidelidad, i de esta pequeña revolucion, que no pasaba mas allá de mera sospecha, tomó márjen para mover la guerra.

Pasó orden a Córdoba, que residia en la plaza de Puren, para que se la hiciese con la facultad absoluta de disponer a su arbitrio las operaciones de ella, i le dio providencias conducentes a este fin. Cumplió Córdoba con eficacia este encargo, i en cinco años que duró esta piratería les hizo treinta correrías i les cautivó catorce mil personas, de las que le cupieron en parte al gobernador ochocientas, i fué el objeto primero de esta cruel guerra. Hágase ahora un prudente cálculo de los que perecieron a los rigores del cuchillo por defender su patria i su libertad, injustamente invadida. Reprobaron todos esta tirana conducta del gobernador cuando vieron los efectos de las primeras hostilidades, i públicamente se murmuraba de esta abominacion en las ciudades de la Concepcion i Santiago; pero su política desmentida de la murmuracion repartió de las mismas presas a las personas pudientes, i a todos los que le podian hacer este cargo en la residencia, o ponerlo en la noticia del soberano, i no solo callaron, sino que se constituyeron panejiristas del hecho que antes murmuraban, i corrió con mayor libertad la tiranía. Individualicemos algunas de aquellas correrías, que hemos referido en globo.

Envió Córdoba al capitan Laureano Ripete con el comisario de naciones Fabian de la Vega i ciento cincuenta españoles sobre las parcialidades de Lamuco i Calbuco. Estos territorios, situados en las faldas de los Andes, son montuosos, i los indios tenian cortados los caminos con gruesas palizadas. Ripete i Vega tenian medido a palmos todo aquel pais, i entraron en él por veredas escusadas. Dividieron su escuadron en varias partidas. Quedó Ripete con una en el paraje de reunion, i envió las demas por todo el territorio de las dos parcialidades. Dieron un terrible golpe, i se retiraron con celeridad cargados de despojos i de prisioneros. Mucho puede el interés, i no hai cosa, por sagrada que sea, que no la acometa su osadía. Regresaron hostilizando el país por donde transitaban, i a los seis dias llegaron a Puren con muchos prisioneros, caballos i vacas.

Poco después hizo salir al capitan don Juan de Ansotegui, con el mismo comisario Vega, contra la parcialidad de Maquehua, que talada i destruida, volvieron a Puren con cantidad de prisioneros i de ganados, sin mas pérdida que la de cuatro hombres..

Otra igual sorpresa les hizo dar bajo la conducta del capitan Pedro Basilio de Luna, dirijida contra las parcialidades inmediatas a las plazas de Puren i Repocura. Eran tan frecuentes estas irrupciones, que ni en invierno las omitia el comandante jeneral Córdoba, i las llevó con tal tezon, que los puso en los umbrales de la desesperacion. Ya no hallaban qué partido tomar para evitar su destruccion. El de someterse a la obediencia no tenia lugar. Proposiciones de paz no eran oidas del gobernador, porque no llevaban esclavos que era el fin principal de sus operaciones. ¡Qué maldad tan execrable torcer así las piadosas intenciones del monarca, i abusar por sus intereses i fines particulares de la confianza que deposita en sus manos! Resuelve el soberano la esclavitud de los indios para arredrarlos, i estrecharlos a dejar las armas, para sujetarlos a la obediencia, i facilitar su conversion al cristianismo, i la impiedad de un hombre lo hace ramo de comercio, i con irrelijioso desacato frustra las piedades de la relijiosa majestad. Esto no se puede oir, pero todavía veremos mas. La política de este gobernador supo contentar a todos para que callasen. Hacia la corte a los reverendos obispos para tenerlos amigos. Permitia que la Audiencia dispusiese a su arbitrio en el juzgado, i no correjia los excesos a que se abandonaban los oidores, como personas particulares, ni reprimia los desórdenes de los poderosos (52), i de este modo todos callaban, i todos informaban de la bondad del gobernador, i procuraban engañarse a sí mismos, persuadiéndose de que la sanguinaria conducta que observaba con los indios era en beneficio de aquellos miserables.

Mucho cuidado deben tener los señores ministros i consejeros de Indias con la conducta de los gobernadores, i deben sospechar i dudar mucho de los informes de su bondad, i de la de otros jefes subalternos. Aquellos los negocian a la sombra de su desmedida autoridad, i con las mercedes i empleos debidos al mérito; éstos con la adulacion, con el obsequio i con el dinero, como lo hemos visto i esperimentado, i todo contribuye a frustrar las relijiosas i santas ideas que nuestros piadosos monarcas conciben a favor de aquellos vasallos, que se miran tan distantes de su trono.

Mui difusa estuvo esta que parece digresion de la historia, pero no es sino preludio de otros sucesos que tocaremos. Muchos de aquellos miserables indios abrazaron el doloroso partido de espatriarse, i se retiraron a los escabrosos montes de los Andes, i entregados a la ferocidad de sus habitantes, esperimentaron su última ruina. Todo esto sabe causar la insaciable codicia de un hombre poderoso, que se abandona al mal uso del poder que se deposita en sus manos.

Si los españoles hostilizaban a los indios, éstos tampoco despreciaban las ocasiones de atacarlos. Dispuso el cacique Ayllacuriche sorprender a Córdoba entre las plazas de Puren i Repocura. Fue jeneralmente aprobado su pensamiento, i estuvo el araucano a la mira de su ejecucion; pero Córdoba jamás decia cuándo debia salir de una plaza a la otra, ni ménos volvia por el mismo camino, i transitaba por veredas escusadas, i aunque muchas veces se lo preguntaban los indios de paz, con el pretesto de obsequiarle, nunca le pudieron sacar el dia de sus marchas. Tomó entonces Ayllacuriche otro partido. Junto mil doscientos indios, i provoco a Córdoba para que le buscase en Viluco, su patria, i le dejó entrar con quinientos hombres, i le corto la retirada. Entró Córdoba al desfiladero donde le esperaba Ayllacuriche, i entraron en funcion, que a poco rato se declaro a favor de los españoles, i tuvo que retirarse el cacique con pérdida considerable, pues solo el número de los prisioneros ascendió a cerca de trescientos.

Los de Puren tambien hicieron sus tentativas. Rapimangue, cacique de aquella belicosa parcialidad, se puso a la testa de tres mil soldados indios. Asedio la plaza, i a instancia i persuasión del español Miguel Garrido, mayoral de la estancia que los jesuitas conversores tenian en aquel distrito, saqueó todo aquel territorio con muerte de cuarenta españoles Córdoba se hallaba en Repocura, i conceptuando Rapimangue que luego volveria al socorro de la de Puren, le tomó las avenidas. En efecto, vino aquel sobre Puren, i poco antes de llegar al paraje de la emboscada, se presentó un indio joven, i advirtió a los demas que los de Boroa Quechereguas i otras parcialidades comarcanas recojian los ganados, i que ellos sufririan el estrago de las armas españolas mandadas por Córdoba a quien asechaban, i los otros serian los medrados. I sin mas consejo ni reflexion, comenzaron a desfilar sobre el paraje donde estaba el depósito de la presa de ganados, i entregados todos al pillaje, pudo entrar Córdoba, a Puren, i se les fué de la mano. Luego que entró en la plaza se previno para salir a castigarlos, i temerosos los indios mas inmediatos del estrago que debian sufrir, solicitaron ser perdonados por medio de los caciques de paz. Córdoba se resistió a admitir la proposicion, pero despues de haberse dejado rogar, entró en convenio con la condicion de que se le entregase el español Garrido, que sin dificultad le dieron, i pagó su delito con la vida. Pocos dias despues cojió Córdoba a Rapimangue, que sufrió el mismo suplicio con otros caciques de los mas delincuentes, i de este modo no les dejaba respirar.