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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo II

Capítulo LII. Se sujetan los indios a la obediencia - Celebran paces, i usa mal de ellas el Gobernador.

Ya no pudo Ayllacuriche mantener por mas tiempo la guerra. Cansados los indios de sufrir tantas desgracias, temian alistarse bajo sus órdenes, i mas bien querían esperimentar los rigores del hambre en los montes, que las impiedades de Córdoba en campaña. El refujio de los Andes les estuvo de peor aspecto que las continjencias de la guerra. Los pehuenches les hacían pagar bien el arrendamiento de su país; les quitaban los ganados, i les tomaban las hijas para sus prostituciones, i sé las llevan sin pagárselas, contra la costumbre de su política en los matrimonios. Por otra parte, Córdoba, que se habia propuesto reducirlos a una estrema necesidad, no solo les fatigaba con incesantes correrías, sino tambien los estrechaba por hambre. Puso capitanes de amigos en las parcialidades de paz para que cuidasen de que no les asistiesen con sus cosechas, i por cualquiera parte que aquellos hombres volvian la cara, nada mas miraban que la hostilidad.

No obstante, todavía no faltaba quien hiciese rostro a las desgracias. El cacique Rucañanguí se fortificó en el Peñon, de cimientos de españoles. Córdoba envió, a Fabian de la Vega para que le atacase en su misma fortificacion, i le desalojase de ella. Vega era amigo de Rucañanguí, i le persuadió la rendicion, prometiéndole su mediacion para que fuese admitido de paz. En seguida se verificó su admision, i esperando los demas la misma gracia, despacharon sus enviados a solicitarla.

Fastidiado Córdoba de derramar sangre, avisó al gobernador de la solicitud de los indios. Este se hallaba ya al fin de los ocho años de su gobierno, i con cerca de un millon de pesos de caudal, i su política no despreció la ocasion que se le presentaba de terminar la guerra que él mismo habia movido, sujerido de la codicia. Previno a Córdoba de sus ideas, i le advirtió habia de ser jeneral de paz. Pocas dificultades tuvo Córdoba que vencer para conseguirla con unos hombres, que puestos en estrema necesidad por no morir de hambre, se entregaban ya a los españoles.

El primero que habia depuesto las armas fue Ayllacuriche, o ya fuese por que no se le juntaban tropas para pelear, o estrechado de la necesidad, o porque tendria voluntad de concluir sus días en la quietud de su casa, o por todo junto que es lo mas verosímil; pero lo cierto es que no le estuvo bien. El gobernador encargó a Córdoba diese arbitrio de enviárselo a la ciudad de la Concepcion sin estrépito para que no se escandalizasen los demas caciques i capitanes de guerra, i esto lo alcanzó por medio de otros caciques a quienes se propuso el viaje de Ayllacuriche, i sus vistas con el gobernador por mui conveniente, i aun necesario para la permanencia de la paz. I aunque muchas veces faltó a los tratados de paz, i movió la guerra, en la última se trocaron las suertes, pues el gobernador la declaró contra ellos por leve causa. Esto mismo les hizo creer convenientísima la marcha de Ayllacuriche a tratar con el gobernador este importante negocio. Convencido el cacique de lo mismo se resolvió a ponérsele en las manos, escudado del salvo conducto que se le dió a nombre del rei; pero aquel jefe violó la fe pública, i sin respeto al sagrado nombre del monarca, le hizo encarcelar, i fulminando su abultado proceso de las pasadas infidelidades, le sentenció a un rigoroso suplicio. No quedó solo en esto, que los excesos de los poderosos traspasan siempre el ordinario modo. Se echó sobre las parcialidad de él, i estrajo de ella a todos sus habitantes. Doscientas ochenta familias destinó a la formacion del pueblo de Guambali, cerca de la ciudad de San Bartolomé de Gamboa, i repartió ciento veinte mil personas, por familias, en los mas poderosos vecinos de las ciudades de Santiago i de la Concepcion para que no hubiese quien orientase a la corte de esta iniquidad. I como la maldad era de extraordinaria gravedad, para que lejos de que le resultase cargo de ella, le sirviese de relevante mérito, dió parte al rei de haber cojido en la guerra al famoso Ayllacuriche, i que reo de innumerables infidelidades i de atroces delitos le habian sentenciado a pena capital por pertubador de la quietud pública i por cómplice en la traicion de Arquelipe contra la plaza de San Cárlos, i que habia puesto en depósito ochocientas personas de su parcialidad miéntras su majestad disponia lo que fuese de su real agrado. El gobernador vistió la noticia con los colores de la verdad, de modo que le aprobó la corte el suplicio de Ayllacuriche por una real cédula dada en Madrid a 13 de marzo de 1679 dirijida a don Antonio de Isasí, provisto para sucederle en el gobierno, i le da las gracias por haber terminado la guerra de Chile.

Este procedimiento del gobernador contra Ayllacuriche causó recelos i desconfianzas en los demas caciques, i receloso Córdoba de que volviesen a tomar las armas, llamó a la plaza de Puren a los mas principales para tratar de la seguridad de la paz. Obedecieron sin dificultad, i sobre los seguros de amistad les quitó la vida con veneno. En el vino que se acostumbraba darles por obsequio se les preparó el tósigo. Esto, si pudo ejecutarse lícitamente i sin hacerse reo Córdoba delante de Dios i del rei, decídalo el lector. Yo he tenido sobre mi mesa muchas reales cédulas, que nada mas respiran sino es la piedad de que siempre estuvieron penetrados los corazones de nuestros monarcas a favor de aquellos miserables. Unos prohiben gravarles en bagajes, i otras cargas, aunque sean para lo vireyes i presidentes: no permiten hacerles trabajar para mistas, ni menos que se les ocupe en las fábricas. Otras espresamente mandan su buen tratamiento i su instruccion en la fe católica; i que hasta cierto tiempo no sean encomendados los que se fuesen reduciendo a la obediencia; i conceden perpetuamente esta gracia a los que residen en la parte austral del Biobio. Prohiben la venta i compra de sus hijos, hermanos o parientes. Indultan a los de guerra, i se les convida con la paz. I para decirlo de una vez, informado el rei del abuso que hicieron algunos gobernadores de la esclavitud de aquellos hombres, que decretó su majestad para arredrarlos i estrecharlos a dejar las armas, la prohibió en términos mui decisivos. Finalmente, quiso la real piedad atar las manos de los gobernadores contra aquellos miserables, i por real cédula, dada en Madrid a 10 de octubre de 1662 prohibe quitarles la vida sin formalidades de juicio, i sin que proceda consulta de la Audiencia del distrito con pena de la real indignación a los vireyes i presidentes i de la vida de los gobernadores i subalternos. Pero ya la insaciable codicia, ya la desmedida ambicion hacen vanas e ilusorias estas sabias i piadosas disposiciones. Este fijé el modo que adoptó el caballero Henriquez para terminar la guerra que él mismo movió.