ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo II

Capítulo LXII. Fundacion del Monasterio de Santa Teresa, i elojio del caballero Garro.

La ciudad de Santiago, deseosa siempre de sus aumentos i i mui solícita de cuanto conduce a su mayor lustre i brillantez, viéndose adelantada en vecinos i caudales, propendió a la fundacion de un monasterio de relijiosas de Santa Teresa, dedicada a Nuestra Señora del Carmen A espensas de sus vecinos, i de la señora doña Ana de Flores, se levantó este, en casa, en la Cañada, debajo el cerro de Santa Lucía, a la parte meridional de él, con bastante comodidad para trece relijiosas, cuyo número se aumentó despues con otras ocho. Las relijiosas fundadoras pasaron a Chile desde la ciudad de Chuquisaca, en la provincia de Charcas, conducidas por el capitan don Gaspar de Ahumada, costeados los gastos de su trasporte por el reverendo Obispo i su cabildo, por el presidente i Audiencia, i por el Ayuntamiento, que todos contribuyeron largamente. Entraron en la de Santiago la noche del 18 de diciembre de 1689, i al siguiente se trasladaron a su monasterio acompañadas del clero, de las comunidades relijiosas, con el reverendo Obispo; de los cabildos i de toda la ciudad que concurrió a celebrar su recibimiento. La señora doña Ana, fundadora de este santo monasterio, natural de los reinos de España, viuda de tres matrimonios, que contrajo con don Manuel Cuello, fiscal de la Audiencia de Chile; don Antonio Calero, i con don José de la Gándara Zorrilla. Tomó el velo, i profesó en él, donde acabó sus dias santamente.

Con este aumento de poblacion cerró su gobierno el caballero don José de Garro, i la memoria de su bondad será indeleble en Chile. Era amante de la justicia, desinteresado, i tan distante de la perversa ambicion, como lejos del detestable espíritu de dominacion. Estas cualidades hicieron todo el fondo de su bondad, i le constituyeron no solo bueno, sino excelente gobernador. En todo el tiempo de su gobierno supo acreditarlas bien. El mantuvo en paz a los indios independientes, i tomó acertadas providencias para el buen trato de los que se sujetaban a, obediencia. Procuró de todos modos su pacificacion. Gastó mucho de su propia hacienda en su educacion, hasta, ver logrado uno de los mas principales con el sagrado carácter del sacerdocio. Sacó de las tinieblas del jentilismo, i trajo al gremio de la Iglesia seiscientas cincuenta personas; que trasladó desde la isla de la Mocha al centro del cristianismo. Estableció sábias máximas de gobierno capaces de hacer felices a sus súbditos. En cuanto cupo i pudo ser, puso a cubierto las costas i puertos de su gobernacion, i aumentó su poblacion para que aquellos dominios no fuesen invadidos con buen suceso de enemigos domésticos, ni extraños. I como jamás dió entrada al espíritu de ambicion, no cuidó de abultar estos servicios para en grandecerse, i se contentaba con la incomparable satisfaccion de servir bien al soberano, ano i llenar los dilatados espacios de sus deberes, i dé saber qué por pública notoriedad era digno dé mayores honras. Fué tan amado de sus súbditos, qué a algunos dé los qué tuvieron la felicidad dé vivir en aquel precioso tiempo, i lograron larga vida, les he oido decir muchos elojios de su bondad, i terminarlos con la espresion dé qué era un santo, i es testimonio irrefragable dé qué jamas anduvo él camino de la dominacion qué exaspera demasiado al súbdito: bien que si cualquiera gobernador me dan católico i buen cristiano, yo juraré su bondad; del mismo modo qué me persuadiré dé la iniquidad dé aquél qué no da pruebas dé su relijion.

Su desinterés fue a todos manifiesto. No tuvo especie alguna de comercio, i fué tan limpio en la distribucion del situado, qué sin embargo dé la pérdida dé una éstas cantidades, no solo satisfizo a la tropa su sueldo qué manifestó al virei el consuelo con qué servia; sino que tambien pagó a los vecinos las vacas i harinas que suministraron para entretener el ejército por la perdida del situado qué dijimos, i todavía le sobró dinero para adelantar las obras dé fortificacion. Aun queda mas: seis meses ántes dé la llegada dé su sucesor le llegó otro situado, i no quiso hacer su distribucion; la dejó para qué aquel la hiciese, i es evidente prueba de que siempre estuvo mui distante dé manchar su conciencia, su honor i su conducta con intereses ajenos.

Dé su integridad en la administracion dé toda especie de justicia dió terminantes testimonios. Distribuyó los empleos i mercedes segun el mérito de los sujetos, i declaró el derecho a quién concebia que le tenia. Castigaba él delito sin odiar al delincuente, i lo ejecutaba sin contemplacion i sin. escepcion dé personas. Dió dos pruebas evidentes dé ésta bella cualidad. Ya referimos una en él castigo dé los excesos dé los oidores Cuevas i Salazar; i éste es un testimonio relevante dé su integridad en todas las atenciones dé su gobierno, i en su conducta personal. Si hubiera estado maculado en ella, no se atreveria a condenar a unos ministros tan autorizados como los oidores de América. Ya hemos visto condenada con mil pesos de multa la indolente condescendencia del gobernador don Juan Henriquez con el oidor Meneses, el fiscal don Francisco de Cárdenas i su hermano don Blas Henriquez (58). Los gobernadores temen a los oidores, i les dejan hacer lo que quieren. Estos lisonjean al gobernador, de modo que le hacen persuadirse de que es señor absoluto de los súbditos i se forma un tiranicidio contra él vasallo, mas o ménos, segun él mayor o menor deseo dé dominar dé qué adolece la mayor parte dé los hombres constituidos en dignidad.

La otra i mejor prueba de aquella verdad la presentó en la conducta que observo con don Domingo Dominguez, su secretario, a quien habia educado desde niño con la ternura i amor de padre. Pero nada de esto le sirvió de inmunidad. Su codicia le precipito en la infidelidad, i como el caballero Garro era escrupulosamente desinteresado i amante de la justicia, lo llevo tan a mal, que preponderando el amor de esta al que le concibió el trato i la educacion, que si no era paternal, se le acercaba mucho, habia dado orden para que se le pusiese en prision. Mas tuvo tan a tiempo la noticia, que pudo libertarse de la mano airada del gobernador. Salió de aquel reino i libertó tambien su caudal, que no era pequeño, i frustro la solicitud del gobernador que habia mandado secuestrarlo para satisfacer con él a los perjudicados el daño que les causo con sus tramoyas. ¡Oh! ¡si así lo hicieran los gobernadores de nuestro tiempo! Pero, ¡ai dolor! Se hacen daños irreparables por su naturaleza, i por sus consecuencias que se llorarán con lágrimas de sangre hasta la consumacion de los siglos! Entonces tambien llorará, pero sin utilidad i sin consuelo esa mala jeneracion de secretarios su detestable injusta conducta a donde les condujo su delincuente adulacion, i ya su insaciable codicia. Disculpe el lector la digresion. Me arrebato la pluma la memoria de los perjuicios que a muchos hicieron sufrir hombres tan desapiadados que parece se olvidaron de los sentimientos de humanidad, i que se complacen de ver prójimos nadar en el proceloso mar de una tenaz persecucion, sin otra vislumbre de consuelo que aquella escasa satisfaccion que ministra el conocimiento de que el mas dilatado tiempo tiene fin.

Nueve años i ocho meses duró el gobierno feliz del caballero Garro. Rindió su residencia, i en ella, lejos de hacerse relacion de cargos, se leyeron elojios. Su sucesor le favoreció cuanto hubo lugar en sus facultades. Bien lo mereció su prudente i desinteresado gobierno. Cuando hai estas cualidades, es preciso ser buen gobernador, i ni aun puede dejar de serlo, como tampoco puede dejar de ser malo el codicioso, i de espíritu dominante, porque el interés i deseo de dominar trastornan todo el tarden de la justicia.

Se restituyo a esta península, i luego fue colocado en el gobierno de Jibraltar, de donde le traslado el rei a la comandancia jeneral de Cantabria, su patria, i allí falleció este caballero que supo hacerse excelente modelo de buenos gobernadores.