Si en el orden político se esperimentó el trastorno que hemos referido, no fue pequeño el que hubo en la clase militar, pero a ésta le fue de fuerza. El ejército de Chile estaba en el pié de dos mil plazas de tropa veterana, i el virei del Perú, conde de Superunda, por real orden la rebajó a seiscientas treinta i nueve, i le fue aprobado por real cédula de 17 de abril de 1752, i a su consecuencia, espidio su reglamento en 1.° de junio de 1753, qua se comenzo a observar en enero de 754 (101).
Al propio tiempo pasó orden para que se diese licencia a las pequeñas reliquias que quedaron del segundo batallon del rejimiento de Portugal,(102)sin consideracion a los grandes gastos que se habían hecho en su trasporte. El reino de Chile recibio gustoso aquellos soldados, i acariciados con la abundancia i la benignidad de su temperamento tuvo esos mas colonos que avecindados i dedicados unos a mercaderes i otros a labradores, en quince o veinte años se hicieron señores i ejercieron los primeros empleos de la república: estado a que jamas llegarían en España aunque vivieran dilatados siglos. Es Chile el pais mas hermoso i de las mas bellas proporciones que he conocido para todo hombre laborioso i que no se divaga. Elija la carrera menos lucrativa, i sin embargo hará gustosa memoria de mis anuncios. Ceso la alternativa de los empleos i los estableció vitalicios, adoptando en este punto la práctica del ejército de España. Dispuso que el gobernador de Chile colocase en ellos a personas de mérito i calidad despues de acomodados los oficiales del rejimiento de Portugal.
El conde de Poblaciones obedeció la orden del virei i los empleos que quedaron los confirió a los oficiales americanos. En estas circunstancias llego de España don Salvador Cabrito, con real despacho de maestre de campo, jeneral del reino de Chile i le presento, pero el gobernador no tuvo a bien darle posesion por entonces, mediaron circunstancias reservadas a su penetracion i lo debemos inferir así de la justificacion i bondad con que se conducía en todos los asuntos de su inspeccion. Ello es así, que no le dejo en abandono i le dio colocacion en la comisaría jeneral de caballería, pero con subordinacion al maestre de campo jeneral interino, que lo era don Tomas de Carminate, natural de Canarias, i así le mantuvieron hasta pocos días ántes de entregar el gobierno.
La majestad del señor don Fernando VI, accedió a su justa súplica, le concedió su regreso a España i le nombró sucesor. Por Buenos Aires se le paso esta deseada noticia i comenzó a tomar las medidas conducentes a facilitar buen espediente en el acto judicial de su, residencia. No necesito trabajar mucho para alcanzarlo aquel caballero, que por sus bellas cualidades personales i su natural blando se hizo amar de todos los destinos donde ejerció la real autoridad. Desprendido de ella con la entrega del gobierno, se abrió el juicio de residencia i no tuvo persona que, pública ni secretamente acusase su conducta, ni demandase el menor perjuicio. Con esta incomparable satisfaccion, se embarco en el puerto de Valparaiso, a bordo del navío El Leon para trasladarse a España a tener la de morir en su patria (mayo de 1756), pero Dios dispuso fuese su fallecimiento en la mar sobre la altura del Cabo de Hornos. Su excelentísima esposa le acompañaba i mandó embalsamar el cadáver para darle sepultura sagrada en esta península.
