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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo II

Capítulo CIII. Se retiran los pehuenches - Los subandinos atacan la plaza de Puren, i es socorrida - Levanta el Maestre de Campo una compañía de Forajidos - Vuelve Libiantu sobre la de Santa Bárbara, i se retira.

Al favor de esta inaccion se retiraron los pehuenches con toda la brillantez de un enemigo vencedor, (10 de diciembre de 1769) I los indios de los llanos, que aun no se habían declarado, viendo el éxito feliz de las armas de aquéllos, i la inaccion de los españoles, tocaron sus cornetas los subandinos bajo la conducta del toqui Ayllapagui, I avanzaron a la plaza de Puren (12 de diciembre de 1769), con tal tezon, que no les amenazaba el fuego. Se llevaron los ganados que estaban abrigados del cañon, I quedo la guarnicion sin víveres; pero como este enemigo no sabe aprovechar las ocasiones, no hubo resultas.

Luego que se apodero Ayllapagui de todo el ganado, se retiró, I el capitan don Bernardo Recalde, comandante de aquella plaza, aviso el mal estado de su fortificacion, I la falta de víveres; i a su consecuencia dispuso el maestre de campo que el capitan don Diego Freire. natural de la Coruña, saliese a su socorro con un escuadron de quinientos hombres, I se Je dio urden para que despues de socorrido aquel establecimiento, batiese la ribera del Biobio hasta la plaza de Santa Bárbara. Sé verificó la salida (13 de diciembre de 1769), i el socorro de Puren, sin oposicion, pero no la descubierta del Biobio, porque aquella misma noche se le paso orden para que al siguiente día regresase a la de los Anjeles, i la obedeció sin perder momento.

Sin embargo de la falta de intelijencia con que los enemigos atacaban inútil mente las plazas i fuertes de la línea, tenian sobresaltada la frontera, i el maestre de campo esperando la resolucion del gobierno para orientarse de su modo de pensar sobre este negocio, que se habia hecho el mas peligroso de la comandancia jeneral de aquella frontera, en nada pensaba sino en buscar el mejor modo de contenerlos, sin esponer la tropa, ni empeñarla en una accion decisiva. I puesto en estas críticas circunstancias, tomo el arbitrio de levantar una compañía de los ladrones, salteadores, asesinos ¡malhechores que estaban detenidos en las cárceles, i de los que andaban fjitivos i perseguidos de los jueces por iguales delitos, concediendo a todos indulto jeneral. En los principios de esta abortiva creacion, se empleaban útilmente aquellos malvados en espiar a los enemigos, pero poco despues volvieron a sus depravadas costumbres, i a la sombra de la comision que se les dio destruyeron él territorio de la Laja, robando. i cometiendo los mas execrables excesos; i como si fueran bestias feroces, degollaban a cuantos indios cristianos encontraban, de uno i otro sexo, aunque fuesen de la servidumbre de los españoles, dueños de las estancias de aquel distrito. No pudieron aquellos perversos hombres dejar en duda sus feroces sentimientos contra la humanidad. Se presentaban ufanos en la plaza de los Anjeles a manifestar al maestre de campo las cabezas de indias e indios cristianos, i de paz, que residían en aquellas estancias dentro de la frontera, donde ningun mal podían hacer, i se miraban sin compasion i aun sin horror. Séame permitido decir, en desahogo de los sentimientos de la humanidad de que era penetrado cuando fuí testigo ocular de estas crueldades, que fueron estas inocentes víctimas sacrificadas a las furias infernales en las aras del mas vergonzoso temor. El doctor don Domingo Villegas, párroco de aquella miserable jente; tambien las presenció muchas veces, i me hablo del sentimiento que le aflijia porque no las podia remediar, i pasó noticia; de ésta tiranía al reverendo Obispo, pero nada se adelanto, sino hacerle participante del doloroso sentimiento que causaba aquella horrorosa carnicería. Hasta hoi lleva aquél, muchas veces infeliz territorio, él peso dé la divina indignacion en justa venganza de esta inocente sangre, i de otra que despees se derramó sin compa sion en el mismo distrito, que bien pudiéramos llamarle cadalso de la inocencia.

Está cruel, sanguinaria, brutal operacion, hija del miedo, llego a noticia de los enemigos, pero léjos de arredrarles, parece haberlos irritado mas. Volvió Lebian sobre la plaza de Santa Bárbara (23 de diciembre de 1769) i el maestre de campo celebró junta de guerra para deliberar sobre su socorro. No faltaron buenos oficiales que propusiesen la salida del ejército a campaña; pero desechada esta proposicion, se resolvió marechase él capitán Fieire con cinco subalternos, sesenta i ocho soldados veteranos, i mil de milicias de caballería, con orden de dirijir las operaciones de esta salida consultándolas con el teniente don Laureano Bueno. Salieron de la plaza de los Anjeles al ponerse el sol (24 de diciembre de 1769), i este oficial, contra el dictamen comen, les hizo hacer una inconsiderada marcha por caminos extraviados, sin necesidad para ello, de modo que cuando amáneció el siguiente día, se hallaron con los caballos fatigados, disperso el escuadron, i a la vista del campamento enemigo, situado cerca de la plaza de Santa Bárbara, en el paraje denominado el Durazno. No sé por qué Freire i sus subalternos no unieron prontamente su escuadron, i le atacaron sin darle tiempo para montar a caballo, ni ellos mismos supieron, ni saben aun dar razon de su inaccion en aquellas tan ventajosas circunstancias. Les sorprendió la presencia del pequeño escuadron de bárbaros, que no pasaba de quinientos hombres, i la tercera parte eran mujeres, que regularmente siguen a sus maridos en la guerra.

Freire nada mas hizo que pasar aviso al maestre de campo de la situacion de los enemigos, pidiéndole mas jente, i al instante le enviaron otros quinientos hombres. Pero Lebian, que conoció el temor del comandante español, i de sus subalternos, tanto por la inaccion como por la prohibicion intimada a la tropa veterana para que no hiciese fuego, i a la milicia, para que no éntrase en funcion singular con los bárbaros, que salían a retarle miéntras el todo de su escuadron montaba a caballo, aprovecho la ocasion, i trató de retirarse. No lo hubiera alcanzado si aquella, espedicion se hubiera encargado a oficiales de experiencias militares, que había algunos, o si se hubiera seguido su dictamen sobre la salida del ejército.

De allí pasó Freire a la plaza de Santa, Bárbara, e informado de su comandante dei corto número e las tropas del pehuenche, e increpado por la clase de ellas, que ya dijimos se componía de mujeres, quiso enmendar el defecto, i salió en su seguimiento. En efecto, les alcanzo marchando en pequeñas partidas que conducian el ganado tomado en las inmediaciones de la plaza, lo represo, i les mato cuarenta hombres, i les hizo prisioneras dos mujeres para irrefragable argumento de la clase de aquellas tropas, cuya vista le sorprendió.

No fue Lebian comprendido en esta desgracia, porque conociendo que se le debia dar alcance, con las fuerzas cuadriplicadamente superiores a las suyas, se separó con veinte de sus camaradas, i atravesando el rio Duqueco, dejo el camino real de los Andes, i se oculto en una montaña desde donde observó la pérdida de su jente, i los movimientos de Freire. Este se retiró a la plaza de los Anjeles, donde fué recibido con las mayores aclamaciones de alegría. Se canto una misa en accion de gracia, i se hicieron repetidas salvas con la artillería. Ya se dejaba entender como iba aquello que se hacia tanto aplauso a la cobardía. Ello es a sí, que los progresos de aquella guerra se pusieron en tal mal estado, que erradas i mal dirijidas las espediciones, solo porque no salian del todo mal se entonaba el Te Deum.